Flor púrpura
La inspectora Alicia Castro no recordaba un crimen tan grotesco como el que contemplaba en ese momento.
Dos cadáveres yacían sobre un sillón de piel en la habitación de un hotel. Ambos desnudos, entrelazándose en una sensual postura, como si la muerte les hubiera sorprendido mientras mantenían relaciones sexuales. No tenían marcas de violencia. La mujer no iba maquillada, algo extraño.
El hombre era Francisco Contreras. Periodista del corazón, sexagenario, machista y vividor; era conocido por su afilada lengua y sus millonarias juergas. Casado con Soledad Verguizas, hija del multimillonario Salvador Verguizas, del que había heredado el dinero que despilfarraba alegremente.
La mujer también era muy conocida. Se trataba de Candela del Mar. Famosa actriz de treinta años, cuya carrera en alza la llevó al estrellato de Hollywood. Su marido era el productor cinematográfico Emilio Rojas, famoso para su desgracia por las reiteradas denuncias de malos tratos que su mujer había impuesto contra él.
Eduardo Morales, subinspector de policía y ayudante de la inspectora Castro, fue el primero en reaccionar.
—El polvazo de la muerte —dijo.
Javier del Álamo, el forense asignado al caso, le miró recriminándolo.
—La muerte de estas personas no guarda relación alguna con el acto que estaban realizando, alguien manipuló los cuerpos después de muertos para dejarnos esta sorprendente representación.
Alicia Castro se fijó en la escena del crimen. La mujer, a horcajadas sobre el hombre y este reclinado en el sillón, mantenían la postura del coito aún después de sobrevenirles la muerte. En una mesa baja una solitaria flor de color púrpura. Un cenicero con las colillas de dos cigarrillos medio consumidos, uno de ellos aún con la mancha de una barra de labios. Dos copas semivacías y una botella de cava catalán completaban aquel singular bodegón.
—¿Cuál fue la causa de la muerte? —Preguntó la inspectora.
—Envenenamiento. Esa flor que ven ahí se llama acónito y es una de las más venenosas que existen. Su ingesta produce vómitos, dolor torácico, convulsiones y finalmente la muerte por fibrilación ventricular. Hay restos de esa flor en el cava.
—¿Se han registrado los enseres de las víctimas? —Preguntó la inspectora a su ayudante —. ¿Huellas? ¿Sus teléfonos móviles?
—Los chicos de la científica tomaron las huellas. Nos ha extrañado un mensaje en el móvil de Candela del Mar.
—¿Qué dice ese mensaje?
—Eso es lo extraño. Solo hay una serie de números al azar. Estos: 3705.
—¡No son números al azar! —Exclamó Alicia Castro —. Nos está indicando quien fue su asesino.
—¿Sabe quién los asesinó? —Preguntó Eduardo Morales.
—La asesina, pues se trata de una mujer, se reunió con las víctimas. Ella fumaba, pues uno de los cigarrillos tiene una marca de carmín y la víctima, como pueden comprobar no lleva maquillaje.
—¿Y quién fue la asesina?
—Soledad Verguizas, la esposa de Francisco Contreras y los celos fueron el móvil del asesinato. Todo está tan claro como el agua. ¿No lo ven?
La inspectora Castro giró el teléfono y todos pudieron verlo.
Ganadora del concurso Retos de Misterio de MisterioEs.
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