Nivel 5: ¿Misión cumplida?

     Aleación, ¿cuánto hace que sacamos a todos del planeta para salvarlos de sí mismos?

     Levanté la mirada de mi consola y me encontré con la de mi compañera en ese momento en la sala de control. Hice memoria antes de responder:

     —Tres meses. ¿Por?

     Mi interlocutora, una joven resuelta, de pelo corto alborotado y traje ceñido en tonos azules, movía las piernas adelante y atrás sentada en el lateral de una mesa.

     —Cada vez me agobian más las misiones. Paso demasiadas horas sola. ¡Nunca pensé que echaría tanto de menos a la gente!

     —Tranquila, Nimbo. Cuando menos lo esperes habremos terminado y volverás a quejarte de ellos.

     —Eso espero... creo —la chica se fijó en un extraño objeto que descansaba sobre la consola de seguridad—. ¿Qué es eso? —lo señaló.

     —Es un detector de...

     Una repentina implosión de luz atrajo nuestra atención, y una figura encapuchada, envuelta en jirones de oscuridad, se materializó.

     —Adoro tus dramáticas entradas, Umbral —aplaudí con mi mejor sonrisa—. Y apuesto a que nos escuchabas justo antes de aparecer.

     La silente teleportadora se dirigió a la máquina de café y empezó a prepararse uno. Divertido, miré a Nimbo y le guiñé un ojo. Ella sonrió.

     —No puedo evitarlo, su elocuencia me cautiva.

     La joven reprimió una carcajada. Sabíamos que el humor no era el punto fuerte de Umbral, pero no por eso dejaba escapar una buena ocasión para provocarla. De momento, sin éxito.

     —Hay buenas noticias —dijo Sinapsis mientras irrumpía en la sala de control acompañada de Eco y Faro, otras dos componentes del equipo. Nimbo y yo dimos un respingo.

     —Odio que haga eso —susurró la joven.

     —Hemos cumplido un noventa por ciento del plan establecido —anunció Sinapsis—. Pronto traeremos de vuelta a los habitantes de la Tierra.

     —No deberían regresar —objetó Eco mientras encaraba a Sinapsis—. Todos sabemos que no nos creerán.

     —¿A qué viene esto, Eco? —Sinapsis no había previsto semejante reacción—. Creía que estábamos de acuerdo.

     —Conozco bien la naturaleza humana. Me sorprende que tú seas incapaz de ver el peligro que corremos. Pero aquí no hay término medio, Sinapsis. O pasas tus días viviendo o muriendo. Yo decidí vivir cueste lo que cueste.

     —¡Ese coste del que hablas asciende a miles de millones de vidas humanas! —saltó Nimbo.

     —Me temo que estoy de acuerdo con Eco —intervino Faro—. Seguramente nos acusen de haberlos engañado. Nos perseguirán y encerrarán... o algo peor.

     —¡Afrontaremos eso cuando toque! —sentenció Sinapsis—. Ahora lo que importa...

     El objeto comenzó a levitar brillando con una extraña luz verde y la sirena de alarma empezó a ulular. Me giré para atender la consola. Tras estudiar los datos busqué con la mirada a Sinapsis, y anuncié con incredulidad:

     —La red de satélites ha detectado una nave desconocida.

     —¿¡Qué...!? —soltó la telépata.

     —Y se acerca a la órbita de Marte. ¿Qué hacemos? —pregunté.

     No supo responder. Su sueño, que siempre fue uno bello, se transformó en una pesadilla.

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