Nivel 4: ¿Misión cumplida?


     Aleación, ¿cuánto hace que sacamos a todos del planeta para salvarlos de sí mismos?

     Al oír mi nombre, levanté la mirada de la consola y me encontré con la de mi compañera en ese momento en la sala de control. Hice memoria antes de responder:

     —Tres meses. ¿Por?

     Mi interlocutora, una joven resuelta, de pelo corto alborotado y traje ceñido en tonos azules, movía las piernas adelante y atrás sentada en el lateral de una mesa.

     —Cada vez me agobian más las misiones. Paso demasiadas horas sola. ¡Nunca pensé que echaría tanto de menos a la gente!

     —Tranquila, Nimbo. Cuando menos lo esperes habremos terminado y volverás a quejarte de todos ellos.

     —Eso espero... creo —la chica se fijó en un extraño objeto que descansaba sobre la consola de seguridad—. ¿Qué es eso? —lo señaló.

     —Es un detector de...

     Una repentina implosión de luz atrajo nuestra atención, y una figura encapuchada, envuelta en jirones de oscuridad, se materializó.

     —Adoro tus dramáticas entradas, Umbral —aplaudí con mi mejor sonrisa—. Y apuesto a que nos escuchabas justo antes de aparecer.

     La recién llegada se dirigió sin inmutarse a la máquina de café y empezó a prepararse uno. Divertido, miré a Nimbo y le guiñé un ojo. Ella sonrió.

     —No puedo evitarlo, su elocuencia me cautiva.

     La joven reprimió una carcajada. Todos sabíamos que el humor no era el punto fuerte de Umbral, pero no por ello dejaría escapar una buena ocasión para provocarla. De momento, sin éxito.

     —Hay buenas noticias —dijo Sinapsis mientras irrumpía en la sala de control, acompañada de otras dos mujeres del equipo, Eco y Faro. Nimbo y yo dimos un respingo.

     —Odio que haga eso —susurró la joven.

     —Hemos cumplido un noventa por ciento del plan establecido —anunció Sinapsis—. Si todo marcha bien, pronto podremos traer de vuelta a los habitantes de la Tierra.

     —Como ya expresé antes —apuntó Eco mientras miraba de reojo a Sinapsis—, temo reacciones negativas cuando sepan que nunca existió una amenaza alienígena.

     —¡Pues yo creo que nos lo agradecerán! —saltó Nimbo con entusiasmo juvenil, y se ganó una agradecida y tierna mirada de la telépata.

     —Te comprendo, Nimbo —intervino Faro, pero coincido con Eco. Los humanos nos acusarán de haberlos engañado en nuestro propio beneficio.

     —Sea como fuere —interrumpió Sinapsis, nos encargaremos de ese problema cuando toque. Ahora lo que importa...

     El objeto comenzó a levitar brillando con una extraña luz verde, y una sirena de alarma empezó a ulular. Me lancé a la consola para realizar las comprobaciones necesarias. No había error posible. Preocupado, busqué la mirada de nuestra líder, Sinapsis, y anuncié algo casi inverosímil:

     —La red exterior de satélites acaba de detectar una enorme nave de origen desconocido.

     —¿¡Qué!? ¿¡Pero cómo es posible!? —preguntó Sinapsis.

     —Ni idea... Sólo sé que, en estos momentos, se aproxima a la órbita de Marte. ¿Qué hacemos?

     La mujer no supo qué responder. Su sueño, que siempre fue uno bello, se transformó en una pesadilla.

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