✔️36.- Fuego











Gracias por la paciencia, después de el descanso, volvemos con todo. Dentro de las próximas 2 semanas le daremos fin a esta historia.

Gracias por todo su cariño hacia #Pierena 😍

Betsy ❤️

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Se había sorprendido tanto que su mandíbula casi llegaba al suelo. Observó nuevamente sus ojos azules con detenimiento buscando algún atisbo de vacilación en ellos, pero no logró encontrarlo.

Aunque en primera instancia el enojo gobernó su cuerpo porque Alena y su hermana se hayan tomado tales atribuciones y hubieran invadido su privacidad pasados unos minutos una inexplicable sensación de gozo lo invadió, su corazón comenzó a palpitar y no pudo atinar a hacer otra cosa más que tomar a la ojiazul en sus brazos y alzarla en voladas.

Ella, sorprendida por su repentino cambio de humor se mostró inquieta, pero no pudo evitar comenzar a reír al escuchar las carcajadas del italiano.

Cuando sus pies tocaron de nuevo el suelo, ambos se quedaron acurrucados en el sofá, disfrutando la sensación de plenitud que se extendió por el ambiente.

—Eres una caja de sorpresas —había dicho ella. Un momento parecías querer golpearme y al siguiente te pusiste a reír como un loco ¿Quien entiende tus cambios de humor Barone?

— Al parecer solo tú, por eso nos entendemos tan bien señorita Ivanova

La rusa no escondió la gran sonrisa que esas palabras le habían causado y se acercó aún más para recompensarlo con un beso.

Sacudió la cabeza en un intento de salir de sus cavilaciones, sonrió nuevamente al rememorar lo ocurrido ese fin de semana.

Todo parecía ir tan bien que creía que todo se trataba de una fantasía. Sin embargo, logró convencerse de que no lo era al observar el lugar donde estaba parado.

Así es, el ansiado lunes había llegado y Piero se hallaba respirando profundo antes de entrar por las grandes puertas acristaladas con el corazón retumbándole en el pecho.

Tomó valor para por fin entrar y aunque sus piernas temblaban se aseguró de proyectar la seguridad que en ese momento no tenía.

Se acercó al mostrador y le sonrió a la chica que estaba detrás.

—Buenos días, soy Piero Barone, tengo una cita con Vicenzo Marconi.

—El señor Marconi lo espera, tome el ascensor, gire a la derecha y avance por todo el pasillo, es la última oficina.

El joven Barone agradeció las indicaciones y se desplazó velozmente hasta su lugar de destino.

Luego de que encontró la oficina tocó la puerta un par de veces antes de que alguien en el fondo le permitiera la entrada.

Avanzo con paso tembloroso hasta plantarse en el centro de aquella estancia entretanto le daba una fugaz mirada al imponente hombre que yacía frente a él.

Su altura no pasaba desapercibida, un metro noventa de los pies a la cabeza, una penetrante mirada grisácea lo escaneaba en silencio y para completar el cuadro su rubia cabellera, la cual parecía brillar gracias a la luz que entraba por la ventana abierta.

Indudablemente todo eso hizo sentir a Piero aún más nervioso, a tal punto de poder escuchar los latidos de su corazón en los oídos.

A diferencia de él, Vicenzo Marconi exhumaba seguridad en cada uno de sus pasos, esbozó una pequeña sonrisa antes de estrecharle la mano con afabilidad.

—Piero, gracias por venir con tan poca antelación.

— Al contrario, gracias a usted, esto significa mucho para mí, es una gran oportunidad y yo... —Piero guardó silencio al percatarse de que comenzaba a atorarse con las palabras.

—Tranquilo —El rubio le sonrió amigable. Todo está bien, respira un poco. Como te decía, gracias por venir tan pronto, la verdad es que encajas perfectamente con la exposición que quiero montar.

Se llamará "Mi Tierra" y como podrás imaginarte estaba buscando el trabajo de alguien que lograra representar claramente lo que es Italia en realidad, su gente, sus calles, su gastronomía y la hermosa arquitectura. Porque a pesar de que ya tengo un poco más de seis años viviendo en Rusia a veces es bueno volver a las raíces.

—Tu hermana me envió tus fotografías y pinturas a través de un correo electrónico y poco después Alena se contactó conmigo para saber si me interesaba exponerlas, ese es el porqué de esta cita. Pero déjame decirte que estoy muy interesado en tu trabajo Piero.

—Gracias, yo... no sé qué más decir —Se obligó a respirar profundo, para poder controlar su ansiedad.

—No es necesario que digas nada más. Vicenzo le dedicó una palmadita en el hombro antes de añadir algo más. —Llámame pasado mañana para ultimar detalles. Bienvenido a mi equipo de trabajo Piero.

—Muchas gracias, de nuevo —Se estrecharon las manos con una sonrisa amable, justo antes de que Barone abandonara aquella oficina.

Una vez fuera de las instalaciones pudo soltar el aire que retenía en los pulmones y permitir que un grito de júbilo se le escapara, aunado a la gran sonrisa que ahora adornaba su rostro ¡Lo había conseguido!

Saco su teléfono celular del bolsillo de su saco con la clara intención de llamar a Alena y contarle la buena nueva, pero justo antes de hacerlo su mente comenzó a maquinar una mejor idea.

Aún sin perder su buen humor se subió a su auto, bajo todas las ventanillas y emprendió camino hacia GasProm Ivanov, semejante noticia debía ser dicha cara a cara.

Luego de un trayecto relativamente corto llegó a su destino, luego de estacionar atravesó las puertas y luego de saludar a la asistente de Ale se dirigió a los ascensores, luego de presionar el botón espero impaciente a que el viaje terminara.

Después de que las puertas se abrieran avanzó hasta el final y empujó la puerta. Al entrar la vio de espaldas, con la vista fija en el ventanal, se dio cuenta que mantenía una conversación telefónica con alguien, por lo que no se había percatado de su presencia. Lo que a su vez le daba algunos segundos para observarla.

La detalló minuciosamente. Su cabello castaño cayéndole como cascada hasta la mitad de la espalda, ese día vestía una camisa de seda azul, complementada por una falda tipo lápiz de color negra, que hacía ver sus piernas aún más estilizadas, todo eso completado con sus infaltables zapatos de tacón. Sonrió de nuevo mientras mordía su labio en un sensual gesto, le parecía que hoy estaba más bonita que de costumbre.

Por fin luego de unos minutos, su llamada finalizó, causando que Ale volteara hacia su dirección y le dedicaba una esplendorosa sonrisa.

Piero se movió autómata hacia su chica aún sin borrar la sonrisa de su rostro, la examinaba de los pies a la cabeza tal como haría un cazador con su presa.

Cuando solo los separaban unos cuantos centímetros Piero tomó con ambas manos las afiladas caderas de Alena, acercándola a su cuerpo. Ale jadeo al sentir la excitación de su chico a través del pantalón. Solo eso bastó para que Piero tomara sus labios sin reservas y con tanta fiereza que causó que un gemido de placer le subiera por la garganta. La seda caliente de su lengua exploraba cada rincón. Alena tiro de las hebras del cabello de Piero en respuesta a todas las sensaciones que la recorrían.

Se separaron solo un segundo a tomar aire. Sus ojos conectaron y se sonrieron mutuamente.

—Tengo trabajo, cariño

—Felicidades amor, sabía que lo lograrías.

Alena se sentó en su escritorio y presionó el botón del intercomunicador.

—Milenka, por favor cancela mis citas restantes de hoy, que nadie me moleste.

Justo después cerró la puerta con pestillo.

Piero siguió atento los gráciles movimientos de la rusa al tomar asiento en el pequeño diván en la esquina de la habitación.

Sus ojos se abrieron al ver como comenzaba a desabotonar lentamente su camisa, haciéndola deslizarse suavemente sobre sus hombros, dejando a la vista su sujetador de encaje negro. Su boca se secó y su excitación se disparó al clavar sus ojos en los preciosos pezones erectos.

No pasó mucho tiempo antes de que su cuerpo quedara completamente desnudo.

Ella era la visión más exquisita que alguna vez haya tenido el placer de observar. Su piel de alabastro, contrastando con el color chocolate de su cabello, sus ojos azules brillando, productos de su deseo. ¡Carajo! Ella era en realidad preciosa.

Alena abrió sus piernas dejando en evidencia su nivel de excitación, que corría entre sus muslos como el más dulce afrodisíaco.

Su chica le dedicó la más hermosa sonrisa seguida de un guiño.

—Ven cariño, vamos a jugar.

Si, estaba irremediablemente perdido por aquella mujer.

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