✔️28.- La estocada final
Dos semanas después
Alena lanzó un suspiro al darse cuenta de que cada vez se acercaba más la hora de citación en la corte. Contrario a lo que se creería no estaba nada nerviosa. Solo estaba a la expectativa de lo que fuera a suceder, ya había conocido los alcances de Olga cuando algo no salía como ella esperaba y en este caso lo que le presagiaba el futuro inmediato no era nada agradable.
Terminó de guardar unas pocas pertenencias en su bolso, se dio un último vistazo en el espejo y se sintió lista para enfrentar lo que se avecinaba.
"Preciosa estoy afuera" La pantalla de su teléfono celular se iluminó con un mensaje del italiano, lo que la hizo sonreír. Le gustaba demasiado que el la llamara preciosa.
Hace un par de noches tuvieron una charla que se extendió hasta altas horas de la madrugada donde la rusa le reveló toda la situación que atravesaba su familia. Piero se mostró muy comprensivo e insistió en estar presente el día del juicio por lo que había tomado un vuelo el día de ayer para poder acompañarla.
Salió de su casa y en la acera se encontraba aparcado el inconfundible Ferrari del joven Barone. Con una sonrisa en el rostro se acercó a el y le plantó un beso que el no tardó en corresponder. Acto seguido el le abrió la puerta del vehículo en un acto de caballerosidad.
El camino transcurrió en total silencio, por fortuna no era incomodo, llegaron a su destino después de media hora.
Piero aparco el auto y luego ofreció su brazo a su chica para conducirla dentro del recinto.
Atravesaron las puertas aún sin deshacer el agarre. Alena observaba todo con detenimiento hasta que a la distancia pudo observar a su padre junto a su hermano. Sonrió, antes de encaminarse hacia donde se encontraban.
—Hola papá —sonrió. El es Piero, mi novio.
—Mucho gusto —Luka extendió la mano, que Piero no dudó en estrechar. Por fin podemos conocernos, aunque lamentablemente sea en estas circunstancias.
—Un placer conocerlo, entiendo que esta situación es algo complicada. Ya habrá tiempo para charlar.
—¿Vinieron solo ustedes dos? —Alena observaba a su hermano fijamente.
—El abuelo está sentado en la tercera fila —Gleb sonrió.
Luka observó a su hija, a través de su mirada le hizo saber que había llegado el momento de decirle la verdad completa a su hijo menor. Alena capto el mensaje.
—¿Piero me permites un momento con mi hija?
El italiano asintió y así Gleb, Luka y Alena se alejaron un poco hasta llegar a un área verde, con algunas bancas. Todos tomaron asiento y Luka se aclaró la garganta antes de poder hablar.
—Gleb ¿recuerdas el día en que tu madre casi te golpeaba? —Luka dirigió su atención al joven de ojos azules.
Gleb asintió, instándole a que continuara hablando.
—¿Te acuerdas que ese día tu dijiste que ella te había gritado que yo no era tu padre?
Gleb asintió nuevamente, pero paulatinamente su rostro se transformaba en una mueca, presintiendo lo que su padre iba a decirle.
—Tu hermana.... —Luka trago saliva— Tú hermana hizo una prueba que en efecto confirmó que tú no eres mi hijo biológico.
Todos se quedaron en silencio. Gleb por su parte hizo una mueca para después mantener su rostro sin expresión.
Alena noto que a su padre se le estaba dificultando hablar por lo que decidió intervenir.
—No queremos que sientas que no te queremos o algo parecido —Alena hablo. Al contrario, ambos te seguimos amando igual o más que antes, porque la sangre no es lo único que une a las personas y nosotros a pesar de todo seguiremos siendo una familia, nada va a cambiar ¿oíste? Solo queríamos que lo supieras porque creemos que tienes edad y madurez suficiente para entenderlo. Además de que es posible que tu madre trate de hacerte dudar usando ese truco. Solo debemos superar esto para volver a ser la familia de siempre ¿está bien? Te amo Gleb. Jamás olvides eso, te amo y tú siempre vas a ser mi hermano.
El menor de la familia corrió hasta abrazar fuertemente a Alena, abrazo al que poco después su padre se unió. Ahora todo estaba bien, superarían esto juntos.
Poco después fueron llamados para dar inicio a la sesión por lo que entraron de nuevo al recinto. Alena estaba sentada junto a Piero y a un costado su abuelo. Piero podía percibir la tensión en los hombros de Ale por lo que entrelazó sus dedos en un intento por calmar un poco su ansiedad.
Minutos después el juez, un hombre con pelo cano y una toga negra hizo su entrada por lo que todos se pararon para dar inicio a la sesión.
—La Corte entra en sesión —musitó el juez captando la atención de los presentes. Caso número 4698. Demanda de divorcio interpuesta por el señor Luka Ivanov con un alegato de adulterio, por consiguiente, la señora Olga Ivanova interpuso una contra demanda por difamación. Por favor que el demandante exprese que es lo que pide para resolver el caso.
Luka se acomodó el traje, se aclaró la garganta antes de emitir palabra.
—Buenos días señor Juez, he venido hoy para ponerle fin a mi matrimonio de diez años, luego de que hace aproximadamente un mes me enterara de que mi esposa me estaba siendo infiel desde hace mucho, lo que pido es que me conceda el divorcio y además que no permita que Olga tenga acceso a un solo rublo de mi dinero por adúltera.
—Trajo un testigo ¿cierto?
—Sí, mi hija Alena.
—Señorita Alena Ivanova por favor pase al estrado.
Alena se levantó para dirigirse a donde fue llamada. Tomó asiento en el estrado y después de hacer el juramento, tomó una bocanada de aire preparándose para lo que venía.
—Señorita Ivanova ¿puede decirnos cómo fue que comenzaron los problemas con su madre?
—Claro, todo comenzó el día que mi padre me envió un mensaje diciéndome que debía ir rápido a casa, porque mi madre había enloquecido, no entendía que pasaba así que fui rápido hacia allá.
—¿Cuando llegó a su casa que encontró?
—Cuando entre por la puerta mi madre tenía la mano alzada a punto de agredir a mi hermano Gleb. Cuando vi eso la detuve y ella empezó a gritar que mi hermano era un chico desafiante y desobediente y que lo ingresaría a un colegio militar.
—¿Cómo reaccionó su hermano?
—Estaba asustado, pero él se defendió y dijo que lo que decía la señora Olga no era cierto, que antes de que llegáramos le había dicho que mi padre no era su padre. Después de eso mi padre y yo nos decidimos a investigar y hace poco y con una prueba de ADN nos dimos cuenta que en efecto Gleb no era hijo de mi padre además de que descubrí que mi madre tuvo sexo con mi ex.
—¿Quiere decir que su hermano es hijo de su ex?
—En efecto, en la memoria USB que le entregue hay una serie de fotos en las que mi madre se besa con mi ex prometido, además de una copia escaneada de los resultados de la prueba de paternidad en la que se corrobora todo lo que he dicho.
—MENTIROSA. —La voz de Olga retumbó por todo el lugar. Esta mujer miente, es una calumnia.
—¡ORDEN EN LA SALA! —El juez hizo sonar su martillo. Señora vuelva a su asiento al próximo alboroto la saco de la sala. Señorita Ivanova ¿su ex prometido se encuentra hoy en la sala? ¿Podría señalarlo?
—Sí, está sentado al final, en la cuarta fila
—Muy bien, tomaremos un receso de 20 minutos para el desahogo de pruebas, abandonen la sala.
Alena suspiro para después avanzar hacia donde estaba Piero para correr y refugiarse en su abrazo. Piero la apretó contra su pecho y repartió caricias en su espalda.
—Lo hiciste muy bien preciosa, estoy orgulloso de ti.
Alena sonrió para después entrelazar sus manos.
—¿Puedes acompañarme afuera? Necesito tomar aire
Piero asintió y afianzó el agarre de sus manos para después salir del lugar, dieron una pequeña caminata alrededor de las áreas verdes mientras reían al unísono de una historia graciosa de la niñez de la rusa. Compartir ese momento con Piero le permitió a Alena dejar escapar las tensiones del duro momento que estaba atravesando.
Ambos se disponían a regresar cuando a mitad del camino se encontraban con quien menos lo esperaban: Aleksei estaba parado a unos metros de Ale. Ella por instinto irguió los hombros y apretó aún más la mano de su chico.
Aleksei se interponía en su camino por lo que Ale no tuvo otra opción que cruzar palabra con él.
—¿Puedes hacerte a un lado? Debemos entrar.
—Alena por favor quiero hablar contigo, tengo que pedirte perdón por haberme portado como un patán contigo, no sólo la cague con Raisa, sino también con tu madre y no sabes cuánto me arrepiento.
—Hazte a un lado Aleksei, no me interesa escucharte, tus disculpas llegan demasiado tarde.
—NO ME IRÉ DE AQUÍ HASTA QUE DIGAS QUE ME PERDONAS —Aleksei alzo la voz al darse cuenta que su esfuerzo no rendía frutos.
—Si vuelves a gritarle así verás de lo que soy capaz —Piero se mantenía imperturbable, pero su tono de voz era amenazante.
—¿Y esté quién es? —la molestia de Aleksei aumentaba a cada segundo.
—Es mi novio —Alena le dedicó una sonrisa cínica. Y por lo de tus disculpas vas a tener que esperar sentado.
Preso de la ira Aleksei forcejeo con Alena hasta tomarla por el brazo y ejercer un fuerte agarre.
—A mí nadie me habla así —escupió con rabia. No me iré de aquí hasta que me perdones, por favor amor, he sido un carbón y lo acepto.
Antes de que pudiera procesarlo o hacer algo para evitarlo, Aleksei unió sus labios a la fuerza ante la estupefacción de Piero y de la propia Alena.
Enfurecida Alena se soltó bruscamente del agarre que la mantenía sujeta y se acercó hasta quedar a centímetros de distancia.
Su ex la observaba con una sonrisa triunfal en el rostro
—Jamás en tu puta vida vuelvas a ponerme una mano encima o verás de lo que soy capaz, créeme lo que has visto no es nada en comparación en lo que puedo hacer si sigues jodiendo la existencia. Pero si en algo estamos de acuerdo es que fuiste, eres y serás un carbón por el resto de tu vida.
Dejando a su ex con la palabra en la boca y con la furia imprimida en cada uno de sus pasos ingresó de nuevo a la corte, ansiosa por terminar con este problema de una vez. Se sentó junto a su abuelo en un intento por serenarse. Poco después regreso a su lugar anterior.
Justo cuando parecía que las aguas se habían calmado, un huracán desatado llegaba hasta ella. La mujer a la que alguna vez llamo su madre llegó hasta donde ella estaba con un vendaval de furia incontenida.
—Espero que no hayas sido tan ilusa para creerte todas las mierdas que haya podido decirte Aleksei, eres una estúpida —Olga dejó escapar una risa escalofriante— me cogí a tu novio por más de tres años y tú apenas te diste cuenta.
Alena no se dejó amedrentar por las palabras de esa mujer y exteriorizando todo el cinismo y la hipocresía que era capaz irguió los hombros y se preparó para dar la estocada final.
—Y tú fuiste tan estúpida como para no darte cuenta que mientras el cogía contigo también lo hacía con Raisa, ojalá no contraigas una ETS porque entonces nadie va a querer nada contigo y toda tu "belleza" no te servirá de nada.
Espero no seas tan ingenua como para creer que te quedarás con un solo rublo de la cuenta bancaria de mi padre. Voy a destruirte Olga, vendrás a mí, rogando piedad y no sabes cuánto voy a disfrutar el decirte que no.
La cara de la mujer se desfiguró producto de la cólera al ver que no había logrado su cometido.
Alena volvió a su sitio y poco después el juez hizo su entrada. Todos le prestaron atención.
—Después de haber revisado exhaustivamente todas las pruebas hemos llegado a un veredicto. Se le concede la demanda de divorcio al señor Luka Ivanov, su ahora ex esposa no tendrá derecho a recibir ninguna gratificación monetaria después de que se comprobara que cometió adulterio. Debes pagar un monto mensual de 50,000 rublos al joven Gleb Ivanov hasta que este cumpla la mayoría de edad, por los daños psicológicos causados, además de cumplir 270 horas de trabajo comunitario por el delito de perjurio. SE LEVANTA LA SECION.
Alena sintió que un gran peso escapaba de sus hombros al escuchar las palabras pronunciadas por el juez. Al fin se cerraba un doloroso capítulo en su vida.
Avanzó hasta un lateral del recinto donde se encontraban su padre y su hermano y literalmente corrió a darles un abrazo.
—Todo ha terminado, espero que no vuelva a molestarnos —sonrió.
—Al fin, esa mujer estará fuera de nuestras vidas —Luka también sonrió.
—Iré a casa, necesito un baño caliente y meterme a la cama, el dolor de espalda me está matando —Alena hizo una mueca.
—Descansa cariño, gracias de nuevo por apoyarme en esto. Dile a Piero que lo invito a comer mañana.
—No tienes nada que agradecer, siempre estaré para ayudarte, me daré tu mensaje a Piero, tengo que ir a la empresa arreglar unos asuntos, pero en la tarde estaré libre ¿te parece bien a las seis de la tarde?
—Claro, llámame antes para confirmar.
Con un último abrazo se despidieron y Ale dirigió sus pasos hacia Piero que estaba parado, con las manos en los bolsillos de los vaqueros y una pose relajada esperándola.
—¿Lista para irnos cariño? —El italiano sonrió ampliamente.
—Más que lista, solo quiero que este día acabe.
Tomados de las manos cruzaron el estacionamiento hasta llegar al Ferrari de color rojo.
—¿Puedo conducir yo? —Ale observaba a su novio con una sonrisa pícara en el rostro.
Piero soltó una carcajada y le lanzó las llaves al aire, logrando que ella chillara como niña pequeña.
Cambiaron las posiciones y posteriormente Alena encendió el motor, al escuchar ese rugido su cuerpo se estremeció y su sonrisa se agrandó.
Conducían tranquilamente por las calles hasta que en un punto Alena noto que un auto los seguía desde hace un par de cuadras. Al mirar por el retrovisor se dio cuenta de que era el auto de Aleksei. Maldijo en voz baja.
—¿Cuál es la velocidad máxima que alcanza el auto? —Preguntó disimuladamente.
—De cero a cien en tres segundos, trescientos cincuenta kilómetros como velocidad máxima ¿Porque? No quiero una multa —Piero río.
—No voltees, pero el auto de Aleksei nos sigue desde hace unas cuadras, lo perderé, ajusta bien tu cinturón.
La cara de Piero se transformó, los nervios comenzaron a invadirlo y resistió la tentación de girar la cabeza hacia atrás.
Antes de que tuviera tiempo para procesarlo su cuerpo se precipitó hacia adelante en el momento en que Ale pisó el acelerador a fondo.
Serpenteaba con maestría entre los carriles, se había saltado un par de semáforos, aceleraba y desaceleraba cual profesional. La mirada de su chica se encontraba fija en la carretera e incluso podía notar la tensión en los hombros de ella.
Dio una cerrada vuelta a la izquierda para después lograr entrar en un estacionamiento subterráneo. Lo había hecho, había logrado perderlo.
—¿Estas bien? —Piero empezó a preocuparse al ver que la rusa llevaba varios minutos en silencio.
Tomándolo por sorpresa le arrancó un beso y comenzó a desabrochar el cierre de su pantalón.
—Estamos en... un estacionamiento
—Piero apenas lograba hablar entre los besos ardientes que su chica le ofrecía.
—¿Acaso te importa? —Ale lo miraba directo a los ojos. Su cabello estaba revuelto y despeinado además de sus labios hinchados —Es de noche, estamos solos, no hay nadie aquí y tengo ganas ¿que más necesitas?
Piero tomó sus labios arrebatándole un jadeo, al tiempo que lograba que ella se sentara a horcajadas sobre el, después de bajar su ropa interior.
En un solo movimiento se introdujo dentro de ella, al tiempo que empezaba a mover las caderas con frenesí, logrando arrancarle un sinfín de excitantes sonidos.
Sus movimientos se sincronizaban, cada vez eran más fuertes y continuos, sus cuerpos danzaban al compás de la lujuria y adrenalina que corría por sus venas.
Piero coló su mano dentro de la blusa de su chica, bajo las copas de su sostén y pellizcó suavemente sus erguidos pezones, logrando que aumentara sus movimientos en una clara señal de gozo. Ella por su parte se dedicó a lamer el cuello del italiano haciendo que un gruñido escapara de sus labios y sus dedos se enredaran con ímpetu entre aquellas hebras castañas.
Con un último movimiento y profiriendo un largo gemido Alena se dejó arrastrar por la fuerza del clímax, Piero la siguió segundos después.
Su cuerpo cayó sin fuerzas en el pecho de su chico, mientras intentaba normalizar su agitada respiración. El escondió su cabeza en el hueco de su cuello.
Minutos después de aquel encuentro fortuito, arreglaron sus ropas y continuaron el camino hasta llegar a casa.
El trayecto concluyó sin ningún otro percance. Luego de tan agitado día lo único que atinaron a hacer fue meterse a la cama.
Piero arrastró a Ale hasta arroparla en su pecho, con una sonrisa ambos se dejaron llevar por un placentero sueño.
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