✔️22.- Eres todo lo que necesito
Los primeros rayos de sol de la mañana entraban por el gran ventanal impactando directamente sobre la blanquecina piel de la joven Ivanova, quien solo atinó a levantar la cabeza al percatarse de la sensación de calor que la envolvía.
Estaba un poco desorientada, su cabello estaba enredado y sus ojos algo hinchados. Se dio cuenta de que se había quedado dormida encima del regazo del italiano con la cabeza recargada en su pecho. Reprimió una sonrisa al recordar los acontecimientos de anoche.
Teniendo mucho cuidado se movió del lugar donde se hallaba, Piero apenas se inmutó, seguía profundamente dormido. Subió sus pies al sofá para recostarlo correctamente y lo cubrió con una manta.
Ella, por su parte se dirigió a su recámara y por consiguiente el baño. Se observaba en el espejo de cuerpo completo mientras el vaporoso vestido rojo resbalaba por su cuerpo. Una vez estando desnuda se fijó con más detenimiento en su rostro. Sus ojos azules resplandecían y sus mejillas tenían un intenso color rojizo.
Abrió la llave de la ducha, espero hasta que el agua estuviera bien caliente y se introdujo bajo el chorro. Veinte minutos después salió hacia la cocina ya vestida y limpia.
Fue a la cocina y empezó a preparar el desayuno para ambos. Cocino unos waffles, partió algo de fruta y puso a funcionar la cafetera y la tetera. Un té para ella y el café para Piero.
Lo dejo todo listo sobre la mesa del comedor y fue a despertar a Barone quien seguía durmiendo plácidamente en la misma posición que una hora atrás.
Se acuclillo para quedar a su altura.
—Piero —la ojiazul le acarició la mejilla, logrando sentir el tacto de su barba. El desayuno está listo.
Ale observó cómo los orbes marrones de Piero se abrieron, solo un segundo para después volver a cerrarse al sentir la luz solar impactar de lleno en sus retinas.
Volvió a abrirlos un minuto después, Ale le sonrió volviéndole a repetir lo que le había dicho antes. Piero asintió y le regalo una sonrisa que la castaña correspondió.
La joven Ivanova regreso sus pasos hasta el comedor, tomó asiento en una de las sillas y minutos después Piero atravesaba el umbral de la cocina tomando su lugar frente a ella, aún con la pereza instalada en su rostro.
—El café está recién hecho, espero te guste, yo nunca tomó café, ya que no me gusta, de hecho, es casi un milagro que haya tenido café en la alacena. —Soltó una risita.
Piero asintió y le dio un sorbo antes de pronunciar palabra.
—Gracias por preparar el desayuno Ale—sonrió— ¿puedo preguntarte un par de cosas?
—Adelante, puedes preguntar
—¿Está es tu casa? Y ¿Cómo es que tú estás fresca como lechuga y yo parezco un zombi?
Ale no contuvo la risa por la última pregunta, fue tan fuerte que se sostenía el estómago con una mano.
—Respondiendo a tu primera pregunta, si, es mi casa y la segunda respuesta es que tú pareces un zombi porque dormiste dos horas más que yo y ya me duché. Si quieres puedes tomar una ducha en la habitación de invitados, pero tendrás que usar tu misma ropa.
—Creo que te tomaré la palabra, si no me echo agua fría en el rostro no podré hacer nada hoy —río—.
El teléfono de Piero, que se encontraba sobre la mesa interrumpió la conversación al empezar a timbrar.
Colocándose sus anteojos tomó el aparato y empezó a teclear una respuesta, Ale pudo notar como su cara se trasformaba en una mueca de desagrado.
—¿Todo está bien?
—Es mi hermana avisándome que saldrá con su pretendiente y que tal vez no llegue a dormir a casa.
—Por tu cara parece que no te agrada en absoluto ¿le ha hecho algo a tu hermana?
—No, no ha pasado nada, simplemente no me agrada desde la primera vez que lo vi, es un chico ruso que conoció por internet, hace ocho meses se conocieron en persona y hace seis que salen oficialmente.
—Mientras no le haga daño me parece que Mariagrazia tiene todo el derecho de salir con quien ella quiera, tiene 23 años ya no puedes hacer nada para impedirlo.
—Sí, ya lo sé. —Tomó el aparato y se apresuró a teclear una rápida respuesta.
—Mi hermana dice que, si puede salir a tomar un café contigo antes de su cita, quiere conocerte en persona.
—Por mi está bien, no tenía nada planeado para hoy, esperaré a que te duches y nos vamos cada quien, en su auto, así sabré donde vives. Préstame tu celular.
Piero le entregó el aparato y Alena se apresuró a teclear algo rápidamente para después devolvérselo.
—¿Que le dijiste? —Piero la observaba con una sonrisa.
—Que estuviera lista en una hora o si no me iría a otro lugar.
El joven Barone no contuvo la risa que se le escapó al oír eso.
—Sí, definitivamente es muy tu estilo.
La castaña asintió dándole la razón y lo instó a apresurarse con su ducha ya que tenían cosas que hacer.
Cuarenta minutos después Alena se estacionaba en la acera de la casa Barone seguida por Piero. Una vez apagado el vehículo salió de este y se quedó recargada en la puerta del piloto. Sonrió al ver que su chico de ojos marrones se acercaba a ella.
Tomándola por sorpresa se acercó a ella, le acaricio el rostro y le planto un beso que al principio no correspondió, pero segundos después lo hizo. Sus bocas parecían encajar a la perfección. Ale lo tomó por las solapas de la chaqueta que llevaba puesta para acercarlo más.
Se separaron en el momento en que el contacto empezó a subir de intensidad. No querían dar un espectáculo en público.
Se quedaron mirando a los ojos sin necesidad de verbalizar nada. Sus sonrisas lo decían todo. Tuvieron que despedirse en el momento en que notaron que Mariagrazia salía de la casa.
—Diviértanse —Piero la abrazó antes de entrar a su casa.
Ella le dedicó un asentimiento con la cabeza.
—Wow —la chica pelinegra se acercó a la ojiazul—eres más bonita que en la pantalla y demasiado alta ¿cuánto mides?
—Sube al auto, hablaremos en el camino tenemos una reservación.
Con una expresión de desconcierto Mariagrazia acató la orden.
Ale puso en marcha el motor y el auto empezó a circular por las estrechas callejuelas hasta adentrarse en la autopista.
¿Puedo poner música? —Mariagrazia habló.
Ale asintió y poco después por los altavoces se esparció la melodía de I Don't Care de Ed Sheeran.
—¿Que querías preguntarme? —la ojiazul la observaba de reojo, pero aún con su atención puesta en ella y lo que fuera a decir.
—Solo ¿Porque eres tan alta? Y no lo sé, lo que tú quieras contarme —la pelinegra soltó una risita.
—Soy tan alta gracias a mi padre, mido 1.87, con tacones 3cm mas —río— tengo veintiocho años, soy rusa, manejo mi propia empresa desde los dieciocho, tengo un hermano de once años y se varios idiomas.
—¡Vaya! Cuantas cosas, eres multifacética, ya sé porque mi hermano está babeando por ti.
Media hora más tarde el auto detenía su marcha en la acera de un lujoso spa. Alena bajo del auto y esperó a que Mariagrazia hiciera lo mismo.
—Y yo que creía que solo iríamos a tomar café —Mariagrazia río.
—No me gusta el café, pero si quieres nos vamos y te dejo en el lugar —Ale la observaba con una ceja alzada.
—¡No! ¡No! ¡No! —la pelinegra se apresuró a responder de manera atropellada.
Alena río al notar su nerviosismo.
Juntas entraron al local y luego de que Alena cruzará unas palabras con la recepcionista las pasaron a una habitación acondicionada. Diez minutos después a ambas les hacían la pedicura.
—Cuéntame de tu novio Grazia ¿puedo llamarte así? —Ale la miraba de reojo.
—Sí, puedes llamarme así —Grazia sonrió. Hace dos años que no tenía una relación, la última termino mal por lo que no quise saber nada más de los hombres, hasta que un día decidí abrir un perfil de citas en internet y empecé a hablar con este chico, al principio creía que no sería nada serio, pero mientras más hablábamos, la atracción crecía hasta que decidimos vernos en persona hace ocho meses y hace seis que salimos oficialmente.
Alena sonrió al ver cómo se le iluminaba el rostro al hablar del misterioso chico.
—¿Y porque a Piero no le agrada?
—Desde que comencé a tener citas mis hermanos siempre han tratado de sobre protegerme y para ser sincera mis ex eran idiotas, pero el chico con el que salgo desde el principio les ha plantado cara a mis hermanos y les dijo "ella es la mujer que quiero en mi vida" y eso a ellos no les gusto además de que es cinco años mayor que yo.
—Ahora entiendo todo, están en la fase de "hermanos celosos" —Alena río.
Si, están en eso —Mariagrazia dejó al lado su teléfono después de enviar un mensaje. Listo, le mande un mensaje de texto para decirle que no podremos salir hoy, se está haciendo tarde y parece que esto va a durar bastante.
Tres horas más tarde la sesión de spa terminó. Amabas mujeres entraron al auto y emprendieron el camino de regreso. Antes de llegar, pararon en una tienda de ropa a ver lo que estaban mostrando en los escaparates.
Al salir del lugar la noche ya había caído sobre la ciudad. Lo que ellas no sabían era que la maldad acechaba entre las sombras.
Sigilosamente dos sujetos encapuchados se les acercaban por la espalda. Uno de ellos se pegó a Mariagrazia y le colocó un cuchillo en el costado. Ella al sentirlo se asustó tanto que dio un grito alertando a la castaña.
—POR FAVOR NO ME HAGAN DAÑO—gritaba a punto de ponerse a llorar.
Los sentidos de Alena se agudizaron y aprovechando que el tipo se concentraba en someter a la pelinegra se acercó a el otro sujeto y haciendo uso de sus conocimientos en karate y judo le acertó una llave donde lo tenía sujeto por el cuello que logró desestabilizarlo y que soltara el arma y a Mariagrazia, quien después de alejarse permanecía petrificada observando la situación.
Era cierto que el sujeto tenía fuerza, pero los músculos no lo son todo si no sabes usar el cerebro por lo que en un descuido e impulsada por la fuerza de su abdomen pudo darle una patada que logró que su cabeza golpeara contra el pavimento dejándolo noqueado por un buen rato.
El que parecía ser su secuaz se acercó para auxiliar a su compañero, pero no tuvo oportunidad ya que también se llevó un par de golpes de parte de la rusa.
Una vez no hubo ningún peligro inminente Alena se acercó despacio a Mariagrazia, quien parecía seguir en estado de shock ya que se encontraba en completo silencio y lloraba profusamente.
—Ya pasó todo, te llevare a casa.
Pasando su brazo sobre los hombros Ale la condujo hasta el auto y la ayudó a sentarse en el asiento y con el cinturón de seguridad ya que Mariagrazia parecía estar absorta y no era consciente de lo que pasaba a su alrededor.
El camino de vuelta se hizo en completo silencio, media hora después la castaña aparcaba el vehículo afuera de la residencia Barone. Repitió el proceso anterior y la ojiazul auxilió a su ahora cuñada a llegar hasta la entrada de la casa.
Golpeó con los nudillos un par de veces hasta que sintió los pasos de alguien que seguidamente abrió la puerta.
Una figura masculina apareció en el umbral, su cabello era negro con algunas cañas, ojos mieles y aproximadamente un metro sesenta de estatura. Alena supuso que era el abuelo de Piero.
El hombre la observaba fijamente hasta que posó su vista en su nieta.
—María ¿qué te ha pasado?
La pelinegra seguía sin poder hablar por lo que Ale tuvo que hacerlo por ella.
—Buenas noches, trataron de atacar Mariagrazia, está muy afectada todavía.
El abuelo Francesco cambió su rostro e inmediatamente se apartó para dejarlas entrar.
—¿Eres Alena, ¿no? La novia de Piero
—Sí, soy yo —hablaba mientras conducía a Mariagrazia al primer sofá que vio— Luego puede preguntar lo que quiera, ahora ¿puede decirme donde está la cocina para prepararle un té a Grazia? Necesita calmar los nervios.
—Lo haré yo —el abuelo apresuró a pararse— le avisaré a Piero lo qué pasó.
Media hora después Mariagrazia estaba más tranquila y repuesta. Piero entró como un tornado por la puerta y se acercó a su hermana.
Tranquilo, no pasó nada —Mariagrazia se apresuró a hablar— ya estoy bien, todo gracias a Ale.
Debido a la cara de desconcierto de Piero su hermana se dedicó a explicarle todo el suceso. Piero escuchaba atentamente todo hasta que terminó.
—Gracias a Dios estas bien —Piero sonrió. Acto seguido se levantó de su lugar para abrazar a la ojiazul, lo que la tomó a ella por sorpresa.
—Muchas, muchas gracias por lo que hiciste por mi hermana. Le dejo un beso en la cabeza para después sonreír.
—No fue nada, lo habría hecho por cualquiera.
—Vamos, te llevare a tu casa, ya es tarde, yo me regresaré en un taxi.
Ale solo asintió, luego se dirigió a Grazia para despedirse. La envolvió en un abrazo.
—Trata de descansar ¿está bien? Cualquier cosa que necesites me llamas.
Mariagrazia asintió con la cabeza después de darle las gracias de nuevo.
Se encaminó después hasta donde el abuelo Francesco estaba sentado. A él también lo abrazo.
—Fue un placer conocerlo. Hubiera querido que fuera en otras circunstancias, pero luego ya tendremos tiempo para charlar.
—Así será, esta es tu casa, vuelve cuando quieras.
Luego Alena y Piero se dirigieron a la puerta, pero justo antes de salir Mariagrazia llamó la atención de su hermano, logrando que este se volviera en su dirección.
—Piero, no la hagas enojar jamás. Esta chica tiene una poderosa patada.
Alena no contuvo la carcajada que brotó de su garganta, la que segundos después fue seguida por el joven Barone.
Luego ambos subieron al auto de ella y emprendieron el viaje a su casa. Cuarenta minutos después ya estaban afuera.
Ale apago el motor y se quedó en silencio por un rato.
—¿Te pasa algo? —Piero la observaba algo confundido—. Has estado muy callada todo el camino.
Alena suspiro y se preparó para hablar.
—Tu sabes que siempre he sido sincera contigo y no pretendo cambiar eso. Así que entendería que después de que te diga esto te haga cambiar de opinión con respecto a nuestra relación.
—¿Qué pasa? Me estás asustando preciosa.
—Piero, yo no quiero ni puedo tener hijos.
Mi regalo adelantado de Navidad para ustedes, espero les guste voten y comenten.
Nos leemos en enero ❤️
Besos, B 😘
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