✔️16.- Mas, siempre mas




Sus labios se buscaban con desespero, ambos buscaban tomar todo del otro, Alena profirió un jadeo al sentir como la lengua de Piero se abría paso en su boca, ella no hizo más que facilitarle la tarea.

Gimo al sentir un tirón en su cabello, Piero sujeto su cabeza con firmeza para evitar que pudiera separarse, lo que él no sabía era que Ale no tenía la mínima intención de hacerlo.

Se vieron obligados a separarse cuando sintieron que no quedaba oxígeno en sus pulmones, Piero jadeaba en busca de poder recuperar su respiración y que su ritmo cardiaco volviera a la normalidad. Cuando al fin lo consiguió dedico a la castaña una mirada inquisitiva.

Él le hizo una seña con la mano después de hacerse a un lado para permitirle la entrada. Ale acató la orden implícita y apenas puso un pie dentro se dedicó a observar todo con detenimiento. Era un lugar relativamente pequeño. Al lado derecho lo primero que se vislumbraba era una pequeña cocina, a un par de pasos estaba la sala de estar y luego un pasillo, que supuso llevaba a la habitación.

Piero la dejó solo un momento para ponerse una camiseta.

—Puedes sentarte en el sillón si quieres —Piero señaló el sofá— ¿quieres algo de beber?

—¿Tienes whisky?

—Me parece que sí, ahora regreso.

Piero la miro una última vez antes de encaminar sus pasos a la cocina, de una vidriera sacó una botella de whisky. Tomó el vaso, colocó algunos hielos y vertió hasta la mitad el líquido color ámbar. Para él tomó vaso con ron.

Con ambas bebidas en las manos regresó a la estancia y se sorprendió un poco de ver a la castaña semi recostada en la mullida superficie con los pies descalzos.

Se acercó hacia ella tendiéndole el vaso de cristal. Alena bebió un sorbo del líquido antes de dirigirle alguna palabra. Barone mientras tanto tomó asiento a su lado, con una distancia considerable entre ambos debido a las piernas lechosas de la chica, las cuales se encontraban extendidas.

—Espero que no te haya molestado que me haya quitado los zapatos, aunque estoy acostumbrada a usar tacones los he tenido puestos por más de doce horas y los pies me están matando. Además, en Rusia se acostumbra a quitarnos los zapatos nada mas entrar a casa.

—No tengo problema alguno —Piero le dedico una sonrisa.

Alena se movió, acortando la distancia entre ambos. Y en un impulso colocó sus piernas sobre las de Piero. Lo observo por un momento. El no hizo el menor movimiento para cambiar la posición, al contrario, las acomodó mejor sobre su regazo. No se arrepentía en absoluto, así era ella, cuando deseaba algo iba por ello sin importar nada. Y en ese momento su mayor interés estaba frente a sus ojos.

—Realmente pensé que no vendrías—Piero fue el encargado de romper el silencio que se había creado.

—Para serte sincera dudé mucho en venir, me decidí a último momento

—¿Y puedo saber porque dudaste?

—Porque aún no ha pasado mucho desde mi ruptura con Aleksei, pero hay algo en ti que logra atraerme demasiado, aún no logro descubrir lo que es, pero lo haré con el tiempo.

Alena dio el último trago a su bebida, dejando el vaso vacío sobre la mesa de centro. Observó a Barone, quien aún se encontraba sin habla, se aclaró la garganta para poder articular palabra.

—No deja de sorprenderme que seas tan sincera —replicó el, a su vez en un ataque de sinceridad.

— Si vamos a tener citas o lo que sea tendrás que acostumbrarte, yo soy demasiado sincera, si me gusta algo te lo voy a decir y si no también, cuando yo quiero algo lo consigo sin importar que.

—¿Y qué es lo que quieres Alena? —preguntó el en un tono coqueto, ya algo desinhibido por el alcohol.

Ale le devolvió la sonrisa y dejándose guiar de nuevo por sus impulsos cambió su posición hasta sentarse sobre el regazo del italiano, sus piernas ahora se encontraban flexionadas a los costados.

Piero abrió los ojos algo sorprendido, pero nuevamente no hizo ningún movimiento por apartarla si no todo lo contrario, la ayudo a acomodarse mejor, disfrutando del calor que empezaban a generar sus cuerpos unidos.

—¿Qué es lo que quieres Alena?  —Volvió a preguntarle.

Aprovechando la oportunidad y jalo de sus caderas para que quedaran más cerca, disfruto de su cálido aliento mentolado que le llegaba de su boca.

—Lo que quiero lo tengo justo frente a mis ojos —la voz de la castaña lo sacó de su ensimismamiento. Pero sabes algo, yo siempre quiero más Piero.

Barone trago en seco al percatarse de la mirada lobuna que ella le dedicaba. Culpo al alcohol ingerido por su comportamiento tan espontaneo el mismo que provocaba que no pudiera quedarse callado.

—Dime, ¿Qué más quieres Alena?

—Quiero quitarte la timidez y descubrir que hay debajo de esa faceta de chico bueno que no me creo nada, disfruto ver cómo te sonrojas, he descubierto que me encanta provocarte al punto en que no pienses en nada más que en mí. Dime ¿Te gusta que use faldas y zapatos de tacón, especialmente rojos ¿verdad? No creas que no me di cuenta como me mirabas el otro día.

Piero la observó con fijeza, sus iris azules hacían lo mismo. Él estaba empezando a creer que ella tenía el poder de ver a través de sus ojos y a su vez ese era el motivo por el cual su mirada lo hacía sentir intimidado. En ese momento no pudo articular palabras coherentes debido a lo agitado de su respiración.

De manera imprevista un ruido estridente los hizo separarse, sobresaltándolos a ambos y rompiendo a su vez el momento íntimo que se había creado.

—¿Escuchaste eso? —Piero se dirigió a su acompañante—  Comenzaba a creer qué tal vez lo había imaginado.

—Si —Alena asintió— Parece que viene desde la cocina.

Ambos se dirigieron hacia ese lugar y se sorprendieron al notar algunas ollas y sartenes esparcidos por el suelo. Al parecer eso había sido lo que causó el estruendo. Piero se apresuró a levantar todo y ponerlo en orden.

Alena observaba el reloj, el cual marcaba las 12:35 de la madrugada. ¡Vaya! Se había hecho bastante tarde.

—¿A qué hora sale tu vuelo? —cuestionó la castaña.

—3:30 am —Piero respondió— Creo que lo mejor es quedarme, no creo que alcance a llegar.

—Si te das prisa si, anda lávate los dientes y termina de juntar tus cosas, te llevare al aeropuerto —¡Apúrate! —alzó la voz al ver que Piero no se movía.

—¿Lavarme los dientes? ¿Para qué? —Piero soltó una pequeña risa al preguntar.

—Si cuando hagas la revisión de equipajes descubren que tienes aliento a alcohol no te dejarán viajar.

—Está bien —Piero asintió y dirigió sus pasos al cuarto de baño.

—Subiré tus maletas a mi auto, apresúrate, te espero afuera —Alzó la voz para que el joven Barone la escuchara.

Y eso hizo, después de calzarse de nuevo sus tacones altos avanzó unos pasos hasta la esquina de la sala de estar donde se encontraban dos grandes maletas en color negro.

Tomando una en cada mano abrió la puerta para después cerrarla y dejar el equipaje en la cajuela. Rodeó su auto y después de subirse en el lado del piloto encendió el motor para que se calentara, nunca era buena idea conducir un auto en frío.

Un par de minutos después Piero salió de la vivienda y rodeó el auto para colocarse del lado del copiloto. Ale se permitió observarlo un momento. Llevaba puesta una camisa a cuadros roja, unos vaqueros color azul algo desgastados con roturas en las rodillas y unos zapatos color caoba que parecían estar recién lustrados. Sonrió un poco antes de poner el vehículo en marcha.

Luego de un corto trayecto llegaron a su destino y luego de bajar del auto y tomar las maletas entraron al aeropuerto. Luego de que Barone realizara todos los trámites antes del vuelo ambos se sentaron a esperar a que el abordaje comenzara.

—Pasajeros del vuelo 315 con destino a Sicilia abordar por la puerta 2.

—Ese es mi vuelo —Piero se levanta del asiento y toma su maleta— Gracias por traerme y por hacer que no perdiera el vuelo —soltó una pequeña risa— Gracias de nuevo señorita Ivanova.

—Fue un placer, señor Barone —Alena le guiñó el ojo y se acercó para abrazarlo.

Aún algo sorprendido Piero le correspondió el abrazo, apretándola solo un poco más de lo debido contra su pecho.

—Llámame o mensajéame cuando llegues, no importa la hora, tú decides si como P.B o Piero Barone —Ale río al observar el rostro sonrojado de Piero— Que tenga un buen vuelo señor Barone.

Después de una última sonrisa y con un gesto de mano se despidieron, ella no se fue hasta que lo vio atravesar las puertas de embarque.

Salió del aeropuerto y después de poner el motor en marcha sin importar la hora hizo una llamada que lo cambiaría todo.

—Milenka, siento la hora, pero es urgente ¿Tu primo aún trabaja para el gobierno?

Oyó una respuesta afirmativa del otro lado de la línea.

—Perfecto, entonces escúchame bien, el día de mañana quiero que a todos los empleados les des el día libre, envía un comunicado o lo que necesites hacer. Los quiero a ti y a tu primo a primera hora mañana en la empresa. Necesito investigar un asunto confidencial y bastante serio.

Colgó la llamada después de despedirse.

¡Por fin iba a descubrir eso que sabía que su madre estaba ocultando!

¿Les gusta la nueva portada? Quiero agradecer a Cabushtak  ❤️
Me gusta demasiado 💝

¡Nos leemos en el siguiente capítulo!

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