✔️15.- Reacción inesperada







Los días pasaron, la primavera estaba por terminar y el joven Barone no había recibido ninguna señal de la ojiazul.

El tan esperado jueves llego, el cielo se cubrió de una tonalidad grisácea, tal vez, solo tal vez, ese era el presagio de que algo terriblemente malo estaba por ocurrir.

Piero remolineó en la cama, enredándose en las sábanas, rehusándose a levantarse. Encendió la pantalla de su teléfono para mirar la hora. Al hacerlo tuvo que cerrar rápidamente los ojos debido a la intensa luz azul que lo cegó momentáneamente. Sonrió al observar el fondo de pantalla. Era una foto de él y su hermana juntos. El la cargaba en su espalda y ambos sonreían, con el bosque de fondo.

Debido al gran tamaño de los números en la pantalla pudo percatarse de que eran las 6:30 de la mañana.  Lanzó un gruñido, masculló algo entre dientes y se giró sobre su lado izquierdo para volver a dormir. Cosa que logro al apenas poner su cabeza de nuevo en la almohada.

La insistente vibración de su teléfono celular lo sacó de su profundo estado de sueño. Se restregó los ojos y profirió una maldición al escuchar el crujido que produjeron sus músculos al moverse, debido a la ráfaga de dolor momentáneo que lo atravesó.

Aún con los ojos medio abiertos estiró su brazo y palpó la superficie de la mesa de noche hasta dar con el aparato que seguía sonando sin cesar.

Deslizó su dedo sobre la pantalla para atender la llamada, poniéndolo sobre su oreja.

—¿Quién habla? —su voz seguía enronquecida debido al repentino despertar.

—¿Sigues vivo? —la inconfundible voz burlona de su hermano menor lo recibió— Llevó más de dos horas tratando de localizarte.

—Tuve una noche larga ayer, además aún no me acostumbro al horario ¿Qué quieres Francesco?

—¿El cambio de horario tenia cintura estrecha y piernas largas? —El tono sugerente de Francesco lo desesperó.

Bufó, su hermano era un mujeriego sin remedio, le coqueteaba a cualquier cosa que se moviera.

—Hermano, en serio me preocupas, podría apostar que si nuestra hermana no fuera nuestra hermana también te la cogerías.

—Uy si, algo de incesto nunca viene mal, tal vez hasta haría un trío contigo—seguía utilizando el mismo tono.

El joven Barone arrugo la nariz, asqueado, al tiempo que un escalofrío le recorría la espalda al proyectarse una imagen tan grotesca en su cabeza.

—Eres un maldito degenerado Francesco, dime de una vez que es lo que quieres—su voz denotaba el hastío que comenzaba a sentir.

—¡Uy! Que genio hermanito, ya búscate a alguien que te baje los humos.

— Tienes tres segundos para decirme que es lo que quieres antes de que pierda la poca paciencia que me queda y te cuelgue el puto teléfono.

— Papá me pidió que te dijera que él ya cerró el contrato con los rusos, puedes regresar a casa o quedarte un día más y armas una org....

Colgó el teléfono antes de que Francesco dijera una palabra más. Al principio se preocupaba por su hermano pequeño, incluso llegó a pensar que tenía alguna enfermedad o adicción al sexo, cada fin de semana que salía de rumba se llevaba a la cama a por lo menos dos mujeres. Después de un tiempo de intentos en vano comprendió que, no podía hacer nada para cambiarlo a menos que este mostrara señales de querer hacerlo. Y que además tendría que aprender a lidiar con eso.

Observo el techo, como si eso fuera lo más interesante que hubiera visto jamás, al echar un vistazo por el gran ventanal se dio cuenta de que el cielo seguía igual de oscuro, incluso había aumentado esa tonalidad, además de uñas pequeñísimas gotas que chocaban contra el vidrio.

Por muy raro que pudiera parecer, decidió salir a caminar por las calles, le encantaban los días lluviosos, sentir la fría brisa chocar contra su cuerpo.

Rápidamente se vistió con una camiseta de mangas largas color negro además de unos pantalones vaqueros y una chaqueta de cuero también negra. No llevo un paraguas, ilusamente pensó que regresaría antes de que la inminente tormenta llegara.

Tomó las llaves de la casa antes de salir por la puerta y comenzar a caminar sin rumbo definido.

Un par de horas después comprendió que había tomado una muy mala decisión. La tormenta había azotado con furia desbordada. El cielo parecía quebrarse a causa de la inclemencia del clima. Grandes cascadas caían sin detenerse.

Piero se hallaba empapado de pies a cabeza, la ropa se le pegaba al cuerpo; las heladas ráfagas de viento lo hacían titiritar y el frío se colaba entre sus huesos.

Sus dientes castañeaban, sus anteojos estaban totalmente empañados dificultándole la visión. Emprendió el regreso, andando a grandes zancadas, ansiando llegar a un lugar cálido.

Casi por obra divina consiguió llegar a su casa, después de librar una pequeña batalla con la cerradura consiguió abrir la puerta.

Con premura se quitó la empapada chaqueta y la colgó en el respaldo de una de las sillas, siguió hasta la cocina, llenó la tetera con agua y la puso al fuego desesperado por una taza de café que le permitiera regular su temperatura corporal. A diferencia de cierta castaña, él era un amante del café.

Una punzada le atravesó el pecho al pensar en ella. Eran las nueve de la noche y no habían cruzado palabra, ni siquiera un mensaje de texto. No iba a negar que llegaba a dolerle que ella no mostrara el mismo interés que él, pero como le dijo un par de días atrás, era completamente decisión de Alena y no iba a forzar las cosas.

Luego de tomar la bebida, lanzó un suspiro y camino hasta el baño para tomar una ducha. Tuvo que dirigir la mirada hacia otro punto al observar las maletas ya preparadas. Su vuelo salía a las 4:30 de la madrugada; solo había una cosa que lo detenía: Ella. Pero al parecer ese ya no sería un impedimento.

En el camino se despojó de la camiseta y justo cuando se disponía a desabrochar su cinturón el insistente sonido del timbre lo desconcentro además de alertarlo.

Sin pensarlo mucho y aún semidesnudo fue a abrir la puerta, no esperaba a nadie debido a la hora.

Al abrir la puerta su mandíbula casi se desencajaba. En el umbral de la puerta se encontraba la castaña de ojos azules, con una media sonrisa en el rostro y un paraguas doblado en su mano izquierda.

Ninguno dijo nada por un par de minutos, las palabras no lograban salir, solo se observaban mutuamente. Después de unos segundos Alena por fin habló.

—¿Me vas a dejar pasar o solo me seguirás viendo con la boca abierta?

Pero al final la sorpresa de Ale fue mayor al sentir los brazos de Piero estrecharla contra su pecho en un apretado abrazo, al tiempo que la besaba con vehemencia logrando dejarla sin aliento.

Holaaaa ❤️
Capítulo recién salido del horno, espero les guste 🤩
#Pierena se cuece a fuego lento 🔥😍
Comenten, algo más que no sea "actualiza" ¿les esta gustando la trama? ¿Tienen alguna teoría? Exprésense , sin pena que me encanta leerlos/as 💕

Hasta pronto 🧡

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