Capítulo 7: Sostuve mi espada en alto

Años antes de la noche del milagro...

Lucien

"Emergiendo del abismo me declaro conocedor de su imperecedera ventura. Divina era la pluma que acudió a vuestros llamados, y que, bajo la influencia del actuar omnipotente, provee el futuro del mundo a todo aquel que desee creer en mi palabra. Ante ustedes hago entrega de lo que en vano no fue esperado. "

I. El rey y su corte, serán testigos de cómo logrará capturar el infiltrado a una de las piezas indispensables de su tablero. La vida del hijo de la aldeana se negará y en su lugar, la del ilegitimo de las sombras surgirá

II. La inminente llegada del orden a manos de un guerrero, alabada su labor por un pueblo entero, más serán sus orígenes maldecidos por las fuerzas de todo lo que le rodea. Un centenar caerá en su servicio y el alma de los inocentes les será arrebatada.

III. En el templo junto al milagro irá a posarse, donde será tomado y puesto en tierra extraña. Los frutos inmaduros darán gran alboroto y con ello la discordia.

Athan Kestrel

El viajero

Aunque el sol era cálido, el solo hecho de presenciar a uno de los servidores de la corona dar a lugar en el pueblo un anuncio, hacia que la atmosfera se sintiera gélida, en una completa desesperanza. Bastante tiempo había pasado desde que El profeta no habría hecho una aparición pública y es que muchos comenzaban a cuestionar su lealtad hacia el pueblo. Los rumores apuntaban que el rey habría optado por conservar su poder solo para un grupo de privilegiados, otros en cambio señalaban que Athan escapó en cuanto se establecieron en el territorio los exterminadores, pues irían estos en contra de toda la ideología que el buscaba promulgar a través de sus oratorias. 

De manera que, por mucho tiempo, su paradero, a diferencia de las actas que a diario eran publicadas en el centro del reino, era desconocido. La relevancia que le fue dada al orador fue tan insignificante, que poco a poco su voz comenzaría a apagarse. Y es que, dentro de los próximos segundos, un acontecimiento le arrebató de las manos la atención.

Haciendo aparición, el máximo gobernante descendería a la cercanía de un carruaje. Causando inmediata conmoción entre quienes deambulaban por la zona. A la brevedad, un grupo con un impecable uniforme de color negro, acudió a la escolta del rey Aldrich, quien no tardaría en posicionarse en la zona de mayor elevación en la calle para obtener la mayor atención posible.

—Estimada comunidad. Tengo el honor de dirigirme a ustedes, posteriormente a una reunión con los gobernantes de las regiones de Torren y Velour, los cuales se han mostrado entusiasmados ante la posibilidad de unificar nuestras fuerzas militares en favor de un bien común... —conforme avanzaba en su discurso, mayor era el número de oyentes que se sumaban a su oratoria. Siendo gran parte de ellos, jóvenes.

Si bien, tanto Dern como los reinos vecinos compartían varias similitudes en cuanto a población y geografía. En sus diferencias estaría el motivo que impulso a sus dirigentes a llevar a cabo la alianza. Velour era una región cuya fortaleza era la economía; era un lugar tan eficiente que, durante sus mejores años, fueron construidas las mejores y más grandes edificaciones de todo el mapa, no obstante, su cantidad de habitantes hacia casi imposible una mejora en el poderío militar y aquello se debía a que su fuerte era la administración de los bienes. Torren en cambio, era todo lo contrario. Una región que se habría vuelto el terror de quienes ahí habitaban, y es que no solo sus locaciones garantizaban una alta mortalidad debido a sus condiciones extremas. Si no que, el desarrollo global y migraciones habría proporcionado a sus localidades la estadía de numerosos grupos que se dedicaban a la actividad delictual. Naciendo de esta manera, una orden militar que tuvo el objetivo de garantizar una mejora en la seguridad. Hecho que solo fue posible gracias a la fortaleza y temor que imponían los voluntarios de este bando impulsado por los reyes.

Dern, por su parte, era considerada una potencia. Y únicamente por el tener a su merced al más grande profeta de todos los tiempos, si no que, distintos sabios reconocían el desarrollo relativo a su fuerza comercial, militar y una extensión tan colosal que aseguraba su posición estratégica. Por lo que era de esperar el que se volviera sede de una federación como la que, según lo dicho por Aldrich, acababan de entablar.

—En función del periodo de vacaciones que se les fue otorgado a los iniciados para hacer retorno a sus viviendas. Me es grato informarles que, desde hoy, existirá un nuevo método de selección para aquellos jóvenes que deseen o ya formen parte de nuestra ilustre organización de seguridad. Los exterminadores. Ahora, en lugar de requerir una previa inscripción y posterior proceso de matrícula de manera anual, deberán someterse a un proceso único de postulación, el cual será solo una vez durante todo su servicio y tendrá como edad mínima los quince años. Pues no contaran con la flexibilidad ni la condición a la que se estaba acostumbrados. Dicho esto, esperamos poder encontrar a los hijos del pueblo durante el amanecer de mañana en la zona central del pueblo, donde serán trasladados hacia el nuevo centro de formación. —

Tras un breve silencio en el que solo fue posible divisar como las miradas se recorrían entre sí, aquello que surgió como reacción general fue la aceptación; una oleada de aplausos de parte de los transeúntes se hizo audible a varios metros de distancia. El espíritu de los jóvenes, la esperanza y emoción de parte de los niños, el orgullo proveniente de quienes más años llevaban en vida, hicieron del discurso del rey un verdadero éxito.

Gran parte de los presentes se habrían visto encantados bajo la nueva propuesta, sin embargo, y para alguien tan pensativo como lo era Lucien, el contar con un informante destacado en lugar de un miembro común dentro del pueblo, levantó sospechas en lo informado. ¿Existiría una intención oculta detrás de la masificación de un nuevo sistema? ¿Por qué habría el rey hecho saber algo que le correspondía a uno de los altos mandos de exterminadores?

Las reflexiones que Lucien estaba teniendo en solitario, fueron de pronto interrumpidas a manos de una exterminadora veterana, la reconoció debido a lo hermoso de su piel aceitunada y que ciertamente, tenía un entrenamiento bastante más exigente que el común de su división, de cualquier manera, parecía tener una preocupación mucho más inquietante que la del azabache.

—¿Sabes que es extraño? —los ojos afelinados del joven se dirigieron hacia su superiora con total expectación. —Servir a un rey que bajo su seno protegió por décadas a un vidente, y que ahora su principal demanda es extinguir aquello que represente un peligro, todo lo desconocido.

—Y tiene toda la lógica del mundo. Hay algo que el monarca debió descubrir en las escrituras, que busca ahora prevenir por medio de los exterminadores.

—O provocar.

Un tono oscuro se apoderó de la mirada del muchacho, a quien apenas le fue posible procesar correctamente lo anterior. Y ya para cuando pudo hacerlo, la causante de aquella incertidumbre, se habría dado a la fuga. Por mucho que quisiera ir detrás de la veterana, no podía arriesgarse y revelar un hecho que ante la corona podría ser considerado como traición. La desconocida habría osado ensuciar la imagen de un gobernante seguro.

Y no habría nada peor que cuestionar las decisiones de un rey.

A partir de ese momento, el muchacho comenzaría a cuestionarse más de lo debido y cuando surgió en él, una nueva interrogante, supuso no encontraría respuestas en algún cercano. Ahora solo dependía de sí mismo para descifrar el orden bajo el cual regia el reino.

Y de este modo, Lucien vagaba por las calles empedradas de la ciudad sin saber que hacer. Quizás podría obtener información valiosa a través de la alcahuetería o en un lugar al que muchos acudían cuando presentaban un inconveniente. Muy poco convencido, se dirigió hasta la iglesia más cercana, lugar donde se quedaría durante unos minutos divagando en la entrada. ¿Estaría haciendo lo correcto?

Durante toda su vida y aún más bajo el seno de una institución que alababa a un único Dios, habría creído que en él encontraría respuesta a la inquietud que fuera. De manera que no dudó en ingresar al templo. Por el horario, dedujo ahí no encontraría a nadie, pero se equivocó. Tan pronto como distinguió una cabellera de color rojizo en una de las butacas, no dudó en acercarse. 

Se trataba de Evander Camhlaidh, un joven a quien había conocido hace unos meses atrás durante los entrenamientos. Era bien sabido por todos, que los iniciados aprovechaban al máximo su libertad, sobre todo cuando eso significaba ver a sus familias durante el fin de semana y por supuesto, durante las vacaciones de verano, mientras que a algunos hasta les sobraba el tiempo para presumir sus nuevos conocimientos y habilidades en arquería. Sin embargo, el joven no correspondía a ninguna de las dos categorías, y en su lugar permanecía quieto y con el rostro dirigido hacía la figura que todo un pueblo alababa. Así que, producto de una oleada de curiosidad, Lucien decidió acompañarlo.

—No pareces sorprendido.

—No tengo por qué. Ciertamente eres una de las pocas personas a las que había esperado encontrar aquí. Ya decía yo que te estabas tardando. —

—¿Has tenido la posibilidad de oír el anuncio del rey? —

—Es por eso que estoy aquí, compañero. No me gusta involucrar a mis padres en lo que será mi vida profesional y como requiero un poco de orientación, aquí me tienes. ¿Qué hay de ti? ¿Vienes muy seguido? —

—Primera vez, de hecho. Esperaba poder obtener aquí mi certificado antes de tomar una decisión apresurada. —

—¿Me estás diciendo que tu decisión depende de lo que este escrito en un papel? —el tono con el que Evander se dirigió a Lucien no hizo más que provocar la sensación de ser juzgado, así que desvío la mirada, esperando recibir de todo menos las palabras que en verdad fueron expulsadas por el iniciado. —Eso es bastante inteligente de tu parte, y no se me habría ocurrido nunca. Pero... ¿en qué podría ayudarte el certificado?

Lucien sintió como su mandíbula se tensaba al momento de no poder dar respuesta a la inquietud que su compañero le manifestó. Sus padres habían sido siempre una presencia extraña en su vida, una sombra inquietante que lo perseguía en todo momento. Más nunca se vio interesado en el motivo que habría llevado tanto a su padre como a su madre a huir de casa. El azabache desconocía el por qué se sentía de esa manera, pero una sensación de vacío lo invadía constantemente. Sobre todo, cuando había de por medio alguien con quien compartía un lazo sanguíneo, cuyo paradero, al igual que el de sus progenitores, era desconocido.

A veces, en la oscuridad de la noche, Lucien se sumergía en una niebla densa y agobiante, sin poder encontrar el camino que lo guiaría a la claridad. Y aunque intentaba ignorar la soledad que sentía, en lo profundo de su pecho, su corazón parecía gritarle que algo no estaba bien. Pero, en lugar de expresarle su inquietud, al contrario, lo que respondió fue realmente;

—Para saber a donde uno se dirige, siempre es importante tener también en cuenta donde uno inicio. Así que mi intención hoy aquí es averiguarlo...—

—Es curioso ¿sabes? Tu no tienes idea de donde iniciaste, más no estas inseguro frente al objetivo que buscas alcanzar en un futuro. Yo en cambio, tengo la certeza del lugar donde vengo, pero desconozco el lugar hacia el que me dirijo. —

Aquella confesión no fue otra cosa que un desahogo de parte de un niño al que la vida le habría obligado a madurar hasta convertirse en el adulto que su familia necesitaba. Sin embargo, Lucien no recordaba otra ocasión en la que su compañero hiciera referencia a la ausencia de un norte en su camino, por lo que guardó silencio durante el tiempo necesario para poder facilitar este proceso.

—Lo que quiero decir es... toda mi familia espera que sea alguien en la vida, pues casi a ninguno de ellos se le dio la oportunidad para ello y yo... pretendía darles ese orgullo, pero, después del anuncio de hoy, realmente pongo en duda mi permanencia en exterminadores. Tras haber rendido la prueba de ingreso, no sentí en lo absoluto satisfacción, no me sentí orgulloso por lo que hice. Y a día de hoy, el remordimiento sigue en mí. —

Evander le hablaba con tristeza sobre la traumática experiencia que había tenido en sus inicios como recluta, y en respuesta, Lucien intentaba escuchar con atención y comprensión. Pero, a pesar de sus esfuerzos, se sentía desconectado de los sentimientos de su compañero, incapaz de sentir la empatía que creía que debería estar sintiendo. Puesto que, el convencimiento de los veteranos sobre la conclusión exitosa de Lucien en su primera cacería, solo se debía a una mágica coincidencia que favoreció su posición.

En su interior, sentía una culpa creciente, una sensación de fracaso ante su propia incapacidad para conectar con quien consideraba un igual. ¿Cómo era posible que no pudiera sentir lo que su compañero sentía? ¿Qué tipo de persona era él, si no podía ofrecer el apoyo emocional que su amigo necesitaba? El joven se sentía desorientado y confundido, y aunque intentaba ocultar su incomodidad, una parte de él seguía luchando contra la culpa que lo abrumaba. Tanto así, que cualquier ruido que formaba en ese momento parte del ambiente, se volvió un silencio en su cabeza.

Aquel trance se vio limitado gracias a un repentino movimiento de manos que irrumpió en su campo visual, se trataba nuevamente de Evander, quien rogaba por el bienestar de su compañero.

—¿Todo está en orden? ¿He dicho algo malo? —

—Al contrario, no me puedo sentir más identificado con tu relato y he ahí el porqué de mi consternación. —aun cuando era muy joven, Lucien tenía el poderoso don de la oratoria, por lo que no le era para nada complejo elaborar respuestas convincentes en base al poco conocimiento emocional que tuviera de una persona. — Los días después de la prueba fueron los peores, pero ¿sabes lo que hice? Sostuve mi espada en alto y seguí luchando, porque, aunque en el camino podamos perder muchas cosas, sé que al final del trayecto, las recompensas que nos esperan son las que hacen que cada gota de sudor y cada herida valgan la pena.

El pelirrojo solo pudo mirar fijamente, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. Por fortuna para ambos, desde la parte delantera de la iglesia, una sombra advirtió la presencia de un tercero, mismo que entre sus brazos cargaba una enorme cantidad de pergaminos. Ahí, Evander recordaría el motivo con el que Lucien excuso su llegada. El certificado de nacimiento.

—¡Oh! ¡Lo había olvidado! ¿Recuerdas que almacenaban los documentos de natalidad en la biblioteca? Bueno, lo siguen haciendo, con la diferencia de que ahora debes contar con la supervisión de alguien del clero. Pero ahí lo tienes. —

Había algo en el mensaje del pelirrojo que hizo al joven reaccionar con extrañeza, más sabia que el mencionarlo podría traer consigo una lamentación de su parte, ya que, suficiente habría tenido con aquella exterminadora en el pueblo como para añadir a alguien más a su lista de preocupaciones. Antes de retirarse en dirección al hombre que ocultaba su rostro a través de la montaña de papeles, agradeció repetidas veces a quien además de brindarle ayuda, tuvo la valentía de confesar una de sus mayores debilidades.

El azabache dio grandes zancadas hasta finalmente alcanzar a un sacerdote cuyo rostro solo evidenciaba el miedo de que la carga terminase esparcida en el pasillo. De este modo, aprovecharía la situación para que el contrario pudiese proporcionarle el documento que este necesitaba a cambio de un misero gesto de amabilidad.

—Permítame ayudarle. —indicó el muchacho sin hacer esfuerzo alguno para sonar convincente. —

—Es muy amable de vuestra parte, joven. Estaré eternamente agradecido y solo espero Dios pueda compensar su gentileza—

Más allá de que la buena obra fuera solo un disfraz para el interés que surgió a raíz de sus dudas. Lucien era un joven apasionado por los libros y el conocimiento que emanaba de ellos. Como buen cristiano, no dudó ni un instante en ofrecer su ayuda al sacerdote para trasladar los pergaminos que se encontraban en la sacristía de la iglesia hasta la biblioteca donde debían ser resguardados. Con suma dedicación, se esmeró en transportar los antiguos manuscritos cuidadosamente enrollados, uno por uno, sin temor a que su peso pudiera dañarlos. Juntos avanzaron más allá del jardín donde una multitud de árboles altos y frondosos se alzaban hacia el cielo, envueltos en un misterioso aire de leyenda.

El muchacho se detuvo un instante a observarlos con admiración, imaginando todas las historias y enseñanzas que podrían esconderse detrás de sus ramas, antes de proseguir su camino hacia la biblioteca. Lugar donde el sacerdote inconscientemente habría revelado la norma de distribución con la que los documentos eran ordenados.

—¿Sabe? Esperaba recibir orientación de su parte. Me gustaría encontrar mi certificado de nacimiento, pero mi amigo me ha dicho que para ello es necesario un verificador. ¿Podría usted...?

—Gustosamente sería vuestro servidor y auxiliador en esta tarea, no obstante, me veo imposibilitado de acceder a vuestra demanda, pues la humildad de mi cargo me lo impide. En estos últimos tiempos, son múltiples las innovaciones que han sido efectuadas por la corona. Pero si sois tan amable de aguardar aquí por un momento, con mi superior consultaré para poder cumplir vuestro requerimiento. —

Nunca nadie supo si la ingenuidad del sacerdote se debía al favor que le habría hecho el muchacho o si solo era la evidencia de lo mucho que podrían influir las apariencias a la hora de tomar una decisión. El rostro de Lucien, parecía emanar una inocencia que envolvía su semblante en un velo de pureza y sus ojos afelinados, reflejaban una mirada sincera y llena de candor.

A pesar de ser ya un joven próximo a la madurez, la expresión que lo recorría verdaderamente era capaz de transmitir tranquilidad. Una expresión casi transparente, en lo absoluto daría a pensar que en su interior albergaba egoísmo. Ya que, tan pronto como la silueta del sacerdote abandonó la estancia. Se escabulló a través de los pasillos con el fin de satisfacer los gritos que clamaban por respuestas en su interior. Su visión de pronto, captó una secuencia

J, K, L

Y así entendió se trataba del lugar correcto.

Confiaba ciegamente en que las escrituras proporcionarían la fecha en la que debieron sus progenitores realizar la inscripción, más al ver una infinidad de nombres, la confusión fue inevitable. Donde creería se hallaban distribuidos sus compañeros de manera alfabética, solo encontró columnas y columnas de gente desconocida. Y para su sorpresa, el grosor de los archivos se debía a que sobre cada individuo habría escrita una reseña de lo más detallada.

El enfoque que estaba utilizando fue modificado a la brevedad, de manera que utilizó como filtro principal el apellido. Con avidez, revisaba cada hoja esperando encontrar la confirmación de su origen y con ello, su derecho a existir en este mundo. Al momento de leer aquellas notas borrosas, Lucien se dio cuenta de que las historias que yacían entre las páginas no eran meras invenciones, sino verdaderes oscuras y poderosas. Por lo que su corazón empezaría a palpitar con fuerza y sus manos temblorosas, se deslizaban a través de las letras del libro que creían correcto.

Sin embargo, cuando llegó a la sección previa a la que le correspondía debido a su linaje, descubrió que sus hojas de información al igual que su certificado de nacimiento, habrían sido arrancados. Lucien de inmediato cuestionó el motivo que llevó al ladrón a arrebatarle la hoja personal y a la brevedad, comenzó a sospechar que esa misma persona habría estado tratando de borrar su verdadera identidad.

Dejando un vacío en su historia y una pregunta aun sin responder en su interior.  

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