Capítulo 3: Nunca fue una desgracia, sino una experiencia
Dorothea.
Desconocido origen traía cautiva al adversario del día en su candor. Infinito era el manto de astros que volaba sobre el reino, momento en que el último pueblerino caería rendido ante los encantos de Morfeo, en un profundo sueño que hasta la mañana siguiente se extendería. Más los presagios de un profeta nunca alertaron las intenciones de aquellas criaturas que arribaron al pueblo sin previo aviso. Cuando distante fue el sonido que emergió del gran bosque para ir al encuentro de una importante petición. De la espesura del mismo surgieron anónimas siluetas, que se aventuraron entre las calles del pueblo. Ondeantes partículas de color dorado marcaban el camino que todas y cada una emprendía, viéndose favorecido en cantidad el sueño de los habitantes de Dern. Porque quienes se desplazaban por medio de las sombras no eran otra cosa que entes celestiales, llamadas por muchos, los hijos del bosque.
El misterio les hacía desplazarse con cautela entre los pabellones, cuyo encanto hizo sentir envidia a las sombras y a cualquier vil ladrón que buscase pasar desapercibido. Si bien, después de un tiempo exhibieron por fin lo que se encontraba tras esas túnicas; peinados excéntricos, alas de múltiples colores en su corporal aspecto. Algo de lo que aun los merodeadores de la zona no tenían certeza, eran las intenciones de la especie visitante. ¿A que se debía ese repentino abandono a sus tierras? Resultaba ciertamente increíble migrar hacia otra parte del territorio que no fuese la que acostumbraban y les era posible adecuar a su gusto.
La formación que mantuvieron desde su salida del lugar se vio perturbada debido a la presencia de aquella que avanzaba entre la multitud hasta llegar hasta la delantera de la misma. La persona que estaba al mando de toda la operación era aquella a la que llamaban "la comandante" una mujer de mediana edad, cabello corto y apariencia gentil, no comparándose esto a la determinación con la que seguía a un objetivo inubicable en el mapa.
-Así como durante cientos de años hemos buscado a los nuestros, a los perdidos, hoy nos corresponde una labor similar. La única diferencia reside en que, esta vez, nuestro acompañante no estará dormido. Su deber es encontrarle sin la existencia de algún otro involucrado. Para ello deberán ser cautelosos y eficientes. ¡Y como siempre he dicho! ¡No perdáis el tiempo! Que no haya piedra alguna sin levantar, ni tierra sin remover. De aquí a la salida del sol es menester nuestro regreso-
Cualquiera que pensará que las hadas eran objeto de ternura y benevolencia, estaba en lo incorrecto. Porque del mismo modo en que pudiste ser testigo de la crueldad a la que se ven sometidas las sirenas, lo que le sucede a esta especie no es menor. Con solo decirte que nadie se atreve a hablar del motivo por el cual se implementó en su territorio una barrera, es más que suficiente para entender el porqué de la pena que reflejaban los ojos de la comandante. Nealie Cynbel.
Afonía en su máximo esplendor traslado a las tropas. En dirección a cada uno de los puntos de búsqueda que les habría sigo asignados. Desde edificios de las altas alcurnias hasta la más discreta choza del páramo. Todo habría pasado por una revisión exhaustiva, inclusive las almohadas de los infantes, pues una minoría coleccionaba dientes humanos y para demostrar su agradecimiento, dejaban como ofrenda una moneda de oro. ¿Te resulta eso familiar?
Aunque son muchas las cosas que ignoramos de la existencia, la verdad es que son los humanos para las criaturas mágicas motivo de admiración. Al menos para una ínfima fracción de ellas, ya que es frecuente que algunas también manifiesten aversión hacia lo mundano. De cualquier forma, y volviendo al tema de la búsqueda. Prontamente terminaría la misma adquiriendo otro significado para sus participantes, que, por cierto, bastante lejano era del que mencionaron en un inicio. Una competencia.
Llovieron las apuestas de quien sería el vencedor de la contienda. No solo siendo un trofeo la recompensa de aquella exploración, sino que también estaría en juego el reconocimiento de todo un territorio. Los más aptos recurrieron inteligentemente al sigilo, mientras que los codiciosos habrían optado por el utilizar indebido de sus poderes. Lo que ocasionó el incendiar de un establo, la inundación de una de las viviendas y la aglomeración de animales por delante de aquellas viviendas que aún no habrían sido registradas. Todo esto con tal de entorpecer el trabajo del resto. Quienes más ventaja habrían tomado de esta carrera habrían sido dos de las divisiones especiales; las hadas de la luz y las de las emociones. Las primeras, por el simple hecho de poder fabricar ilusiones, terminaban por engañar sutilmente a los que se creían llevar la delantera, las segundas, por otra parte, tenían la capacidad de detectar el sentir que estaba presente en quienes le rodeaban. De este modo, resultaba sencillo saber quienes eran sus aliados y quienes eran buenos resguardando sus verdaderas intenciones.
Al cabo de unas horas, varios habrían perdido la paciencia. Y como en todo orden de cosas, resultó inevitable el que hubiese levantamientos de parte de los impacientes. Como lo fue en el caso de la familia Grünewald, una dinastía que, pese a la hermosura de su nombre, eran conocidos por su fuerte temperamento. Y, aquello que comenzó cual discreta habladuría, obtuvo tal fortaleza que poco a poco se masificó entre los presentes.
-¿Cómo es posible que más de un centenar de hadas esté contribuyendo a la causa y ni aun así haya sido suficiente para encontrar al objetivo? ¡Me atrevería a decir que hay un gran porcentaje de nuestra población total! -
-Por no decir que varios dejamos a nuestros hijos solos. ¡completamente indefensos! -
-¿Hasta cuándo Nealie se dará por vencida? Si hubiera algo como nos ha hecho creer todo este tiempo, ya lo habríamos encontrado. -
Quienes espetaban la inexistencia de un verdadero tesoro tampoco esperaban que fuese a aparecer la persona de la que tanto murmuraban, habiendo oído esta, gran parte de los argumentos que daban en su contra. Solo fue necesario un rápido destello como llegada para hacerlos sentir el verdadero terror.
-¡Bravo! Ni yo lo habría dicho tan bien como tú lo has hecho, Dahlia. No tengo los cojones para referirme a mí misma de esa manera. ¿Están seguros que no soy yo la que no sabe cuándo detenerse? Porque me parece demasiado hipócrita decirles a nuestros hijos que no hablen sin saber la verdad, cuando son sus padres los que predican y no practican. Pero como para eso estoy, entregarles a ustedes los conocimientos necesarios. Bien, lo haré. -la señora Cynbel había comenzado a rodear al grupo con una caminata en la que enlazadas tras su espalda se encontraban sus manos, mientras que una familia se limitaba al rol de arrepentidos oyentes - Aquel "capricho" que atribuyeron a mi persona no es de mi autoría, sino de los reyes. Así que, en caso de tener quejas, os invito amablemente a hacérselas llegar, yo seguiré buscando. Ahora, si me permiten...-
No había certeza de que el monologo llegase a ser replicado hacia la parte no involucrada, pero vaya que eficientes se habrían puesto los que anteriormente presumían con orgullo su cansancio. Inclusive los que se encontraban a la lejanía. He ahí el motivo de porque en ella habrían dejado la responsabilidad del grupo.
Por desgracia, al entrar la madrugada, se habrían inspeccionado todas y cada una de las viviendas que conformaban Dern y el objetivo seguía sin aparecer. Varias hadas en la desesperación recurrieron a las alturas, pues era la única forma en que se podrían detectar alteraciones en el perímetro. ¿Qué tal si entre ellos habría un impostor y este se había encargado de advertir al objetivo de huir durante las horas previas al evento? No. No era posible. ¿Habría sido su labor en vano? Se lamentaron los altos mandos en silencio, sin pretender divulgar histeria a nivel colectivo.
La oscuridad de la noche se dispersó en cuanto un extremo de los rayos se asomó en las lejanas montañas; primer indicio que advirtió el término de la actividad. Y pocos segundos antes de que se declararan la mayoría incompetentes, surgió el grito de la victoria. Audible se hizo el celebrar de una multitud, que cada segundo aumentaba en número debido a la curiosidad de los que recién llegaban. Sin embargo, no parecía haber rastro de quien estaba detrás del hallazgo, pues el tesoro yacía en los brazos de un servidor que negaba haber participado del robo.
La atmosfera se tornó en suspenso. En un mundo lleno de irregularidades, las coincidencias resultaban un tanto sospechosas. Desde el aparecer del objetivo segundos antes de abandonar la misión, hasta el que ningún testigo habría podido dar su veredicto. Si es que existía uno realmente. Un pacto de silencio esa noche fue firmado, o de eso se intentó convencer Nealie. No había forma de haber ejecutado un montaje tan impecablemente como lo hizo un anónimo. Hasta que, por inercia, decidió confesar el causante.
El grupo se habría dispersado en dirección a la barrera; algunos lo suficientemente apresurados como para ir volando, y otros, aguardando ser parte de la selección que acudiría ante los líderes. De cualquier forma, todos terminarían retornando hasta donde les esperaban sus tierras, debiendo soportar el tardío abrir de la valla. Tan ruidosos eran que apenas era posible oír la conversación de quienes a unos escasos metros se encontraban. No obstante, para el responsable, esto no fue más que un obsequio pues no deseaba hacer pública su confesión, con menor razón si en esta involucraba como receptor a la comandante. Ella en cambio, sonrió sincera en respuesta a su honestidad.
-No tiene porque preocuparse, señor. De mi no oirá palabra alguna con respecto al tema. Pero no me es posible prometer total discreción en caso de ser los Australes quienes pregunten. -
-Solo dígale la verdad, a mi siempre me funciona. -dicho esto, abandonó lentamente su ubicación. Perdiéndose entre los que hacían ingreso nuevamente a uno de los lugares más bellos del territorio. -
Eterna primavera bañaba el páramo con su encanto. Aun cuando apenas se daba el amanecer, los espectros flotantes y luminiscentes daban alegría a los árboles, quienes colmaban la audición con sus canticos. Transeúntes llenos de energía bendecían al recién llegado, independientemente de su origen. Hidden Garden era lo que más se acercaba en vida al edén. Seres alados, cual ángeles rebosaban en los alrededores. Nadie pensaría que fuesen capaces de cometer un acto ilícito de tal magnitud, y todo para brindar honor a sus gobernantes. Inmenso era el árbol donde se posaban los tronos de la familia Australe, a quienes saludaron los visitantes con una reverencia, pese a no gozar de la formalidad que un título real podría brindarles.
-Distinguidos señores míos, me complace ser quien les informe esta enriquecedora noticia; la búsqueda finalizó con éxito y he aquí, antes ustedes la prueba de aquello. -quien hizo manifiesto de semejante adquisición fue otro miembro del escuadrón en compañía de Nealie-
-Como siempre, comandante. Ha hecho un trabajo exce...
-No es así, mi señor. El mérito del hallazgo es ajeno a cualquiera del personal que me concierne. Es más, involucrar a tantas personas jamás fue necesario, sigo queriendo explicarme el porqué, pero creo que fue por la misma razón por la cual no quiso presentarse ante ustedes. No estamos ni cerca de percibir el mundo como él lo hace. -
-¿Quién la encontró? -Rhiannon, la matriarca de su dinastía, se atrevió a preguntar de modo que todos los presentes pudiesen conocer la intriga que le consumía cual hambre voraz. - Por favor, deseo conocerlo. Quien quiera que seas, no tengas miedo. Eres merecedor de toda nuestra gratitud. -
Hubo de pronto un silencio, gestó que habría causado disgusto en el soberano hasta ser testigo de lo que ocurría en la audiencia. Enlentecido era el paso del salvador, y no porque tuviera el afán de hacer tardía la ceremonia, sino que, debido a su edad, era el máximo esfuerzo que podría contemplar su cuerpo. A la distancia, un anciano de barba contundente, acompañado iría de la dama que se habría hecho cargo de trasladarlo hasta el podio. De este modo, el páramo fue testigo de cómo un hombre carente de vista habría protagonizado parte importante del escrito que los representaba como especie.
-Yo, mi señora. Me llamo Pavel. -
-Cuéntanos Pavel. ¿De qué manera lo has conseguido? -
-Mi esposa. Desde que mi vista comenzó a empeorar, era quien me guiaba hasta el circulo para que pudiese distraerme con las narraciones sobre la profecía. Regularmente conversábamos de camino a casa los temas que en los fragmentos se trataban y así podíamos pasar semanas. El cuarto era su favorito. ¿podría ser alguien tan amable de leerlo? A ella le haría muy feliz-
El patriarca de los Australe accedió a la petición, yendo de inmediato uno de los consejeros a buscar el pergamino que solicitaba el hablante. De modo que, una vez volvió, pudo aclarar su garganta para comenzar con la lectura.
"Llegará el día en que se enlisten los ejércitos. En que rastrearán los sabuesos, más ni siquiera los experimentados podrán descifrarlo. De las tinieblas surgirá lo necesario para restaurar lo perdido. Cuando todos yacen dormidos, lo mejor entre dos mundos despierta para colmarnos de esperanza. Para devolvernos la alegría. Y tal será su impacto que solo de aquellos valientes dependerá el ascender al éxito. Muchos serán los que coincidirán con uno de los elegidos. Pero serán las experiencias, las desgracias y conocimiento, todo lo necesario para dar forma a la travesía que emprenderá a quien determiné esa persona apto. Solo así podrá su poder verse aumentado. Dern estará en sus poderosas manos. "
-Si, lo recuerdo. Ella era un hada de la naturaleza, pobre de mí fue el saber que ya no caminaría a mi lado cuando no tuve a quien guiara mis pasos de la forma en la que lo hacía. El día de hoy, con ayuda de nuestros hijos logré salir de la frontera, más algo desconocido surgió en mí. Hace décadas no me era posible utilizar mi don. El viento. Y cuando la comandante dio por iniciada la búsqueda, pude sentirlo nuevamente. Solo que la brisa a la que acostumbraba fue modificada con la mejor de las sorpresas. Su aroma, el viento acarreaba la fragancia del amor de mi vida y no solo eso, también sus flores. Era una señal. Por ella debía recitar las palabras que tanto gozaba en el envejecimiento, solo que en esta oportunidad fue para ponerlas en práctica. La ceguera nunca fue una desgracia, sino una experiencia. Y para encontrar lo que se creía perdido, debía usar esto en mi beneficio. Habría ingresado a una morada silenciosa, sin fe alguna de ser quien encontrara a la criatura. Porque no había ruido que pudiese confirmar su presencia. No hasta que la brisa ingresó detrás de mí. Primero en una de las habitaciones pude oir un estornudo. Incrédulo me moví hasta donde creía se originó este percance, a los pocos segundos en ese mismo lugar, una risa que advirtió el encontrarme en la habitación de un bebé. Verificando el terreno, una de mis manos tomó el rastro de varias flores sobre la manta. Por obvias razones nunca la vi pero el viento, las flores y esa sucesión de carcajadas, me indicaron el encontrarme en el lugar correcto. Solo gracias a eso pude hallarla. -
Gran parte de las miradas se habrían posado en el bebé de origen humano, pues detrás de todo el ropaje con el que le habrían envuelto, era poseedora de facciones que no eran frecuentes de vislumbrar en aquella especie tan corriente; ojos rasgados, una cabellera azabache y una llamativa piel aceitunada. Asimismo, el único presente que tuvo la valentía de acercarse para tomar al bebé fue la primogénita de la familia Australe, la pequeña Alhena. Pudo haber sido la curiosidad lo que le llevó a establecer contacto con la desconocida, o una conexión que quizás el destino habría forjado con antelación para su persona. Serenidad invadió la extensión de su dermis, como si hubiera encontrado aquella pieza que le hacía falta para declararse completa. La pequeña de cabellera de fuego, observó con una amplia sonrisa a sus progenitores, pero para sorpresa de ellos, no había en lo absoluto una petición oculta, sino en su lugar, una afirmación.
-Dorothea. -
De sus tronos se alzaron los dirigentes para acudir hasta donde su primogénita aguardaba. Cualquier individuo ajeno, pudo haber visto la inclinación de cabeza de parte de los Australe y haberla considerado de lo más insignificante, pero no cualquiera consideraría el impacto de este acto, o bien, el poder en su máxima expresión. sin saber que toda una raza consideraría. Fue entonces cuando los presentes correspondieron por medio de una solemne reverencia, dirigida por supuesto, al nuevo miembro de la familia. "el regalo de los dioses"
Ese momento marcó un punto en la historia de las hadas. Nadie jamás pensó que aquellas que eran exterminadas cruelmente y a manos de los humanos, terminarían por hacerse cargo de uno de los mismos.
Así como varios fueron los partidarios de la posición que habrían tomado los reyes de las hadas; un gesto que, según ellos, reivindicaría la guerra entre especies, también muchos fueron los opositores que consideraron a la hija adoptiva del clan, como una aberración a la naturaleza. Es más, varias fueron las asambleas convocadas con el fin de intervenir en el desacuerdo, porque era un hecho, siempre habría personas que irían en contra de los que irradiaban luz propia, de los que eran diferentes y se hacían notar. Y para la desgracia de los contendientes, Dorothea no hizo otra cosa que destacar entre sus pares. Incluso a la corta edad de cuatro años, logró derribar con sustento la teoría de que al par de alas que todos poseían a diferencia de ella, eran lo que les hacía especiales. Cuando en realidad, la magia podría también encontrarse en la esencia del alma.
Con el paso de los años, fue la sociedad acostumbrándose a la oveja negra que ahora vivía en los aposentos de los líderes. Sin embargo, no se le podía privar de libertad a una criatura y por muchas que fuesen las comodidades que le otorgasen, existiría esa pequeña pizca de intriga en su ser, que daría hasta lo imposible por conocer el exterior, o lo que temía todo el mundo, que surgiera un instinto natural de conocer sus raíces. Por fortuna, siempre estuvo para contenerla la comandante.
-Señorita Australe, vaya que sorpresa y agrado me da el encontrarla por aquí. ¿puedo ayudarle en algo? -para alguien que había dedicado su vida a la enseñanza y formación de estas peculiares criaturas, no le fue difícil comprender el motivo de interés de la niña. Siendo una de las pocas que prestaba atención, por no decir que era la única que durante el periodo siguiente seguía cuestionando a la educadora, y no precisamente con interrogantes de lo que enseñaba.
-¿Podría hacerle una pregunta? -Dorothea, a su corta edad ya habría sido catalogada como una de las revoltosas. Pero a la señora Cynbel no le molestaba en lo absoluto, no cuando veía en ella la inquietud de aquel que estaba sediento de aprendizaje. -
-Por favor. Ilumíname. -
-Mis padres dicen que soy un hada, pero apenas son tres años los que me llevo con mi hermana y bueno, a ella hace mucho que le brotaron las alas. ¿Qué hay de diferente en mi como para que no sea así? -
-Probablemente no sea la respuesta que quieras escuchar, pero lo que te diferencia a ti y a tu hermana es precisamente lo mismo que hace distinto a un cisne de un cascaron a punto de exhibir tu contenido. Cualquiera dentro del páramo comprendería que con esa preciosa ave nos referimos a tu hermana, pero ¿Qué pasa si les preguntamos por aquello que no ha sido revelado al mundo? O, mejor dicho, les preguntamos por ti. Nadie puede saber con certeza que es lo que tienes para ofrecer si aún no han visto el máximo esplendor de tu potencial, de ti misma. Y eso, Dorothea, no lo encuentras en algo tan superficial como lo son unas alas. Sino que en tu propia experiencia-
Sin querer, una de las autoridades del jardín habría sido responsable de entregarle a la pequeña las herramientas que construyeron una posterior discordia. Pues a partir de esa charla, no hubo un solo momento en el que no pensara en las mil y una formas de llevar a cabo el proceso de experiencia; desde querer confeccionar alas a través de materiales extraviados, hasta idear un plan donde pudiese Alhena compartir una de las suyas. "¡Tú tienes dos! Yo ninguna, nada te cuesta obsequiarme una." Gruñía en silencio y al mismo tiempo le observaba admirada debido a su natural habilidad al aletear.
Años fueron testigos de las veces en las que una muy inquieta humana observaba su espalda en el espejo, esto con la esperanza de que algún día surgieran tan deseadas adquisiciones. Dorothea mantuvo siempre su fe por sobre todas las cosas y esto llevó a la señora Cynbel a intervenir del modo en que lo haría un educando. Desviando la atención hacia aquello que era más factible de poder ocurrir. Y para alguien que amaba la aventura, le fue inevitable no ceder ante la tentación. Menos cuando una oportunidad de tal calibre golpeaba su puerta. La comandante habría realizado a los Australe la invitación para que más adelante pudieran sus hijas formar parte del cuerpo de exploración. Optando a la opción de acudir como oyentes a las practicas que tuviesen sus miembros, e incluso, podrían estar a una corta distancia del límite que les mantuvo por mucho tiempo resguardadas del cruel actuar humano. La libertad que les habrían proporcionado no era otra que una bastante envidiada por los jóvenes de su edad, quienes aspiraban a gozar de esos privilegios una vez fuesen adultos.
Tal era el movimiento en el área durante las horas en las que se posaba el atardecer, que, por una semana, Dorothea dedicó una extrema vigilancia hacia quienes salían del territorio y durante que horario, para aprovechar la abertura de la barrera e incursionar en el exterior. Para ello, llevó una libreta con la que trazó un boceto exacto del perímetro, esto con el fin de poder analizarlo con mayor detenimiento cuando volviese a casa. Ahí surgió de pronto la idea de dar un pequeño paseo durante una fecha donde sus progenitores estarían lo suficientemente ocupados como para prestarle atención a su desaparición.
Todo parecía completamente inofensivo; desde las cimas danzantes de los árboles hasta el centenar de flora que brotaba del suelo, casi no existían diferencias significativas entre la ambientación que acostumbraba a ver en Hidden Gardens con la que había allí afuera, aun no veía motivo para la extrema protección que sus padres demandaban. La ninfa de los bosques no sucumbió en ningún momento ante la posibilidad de ser atacada por lo desconocido. A tal corta edad habría logrado demostrar cuan valiente, o bien masoquista, se podía ser. Mientras tanto, en la plaza donde surgió la primera forma de naturaleza, en medio de la espesura del bosque, acontecía una festividad dirigida a las estaciones. Satisfactoria resultó la cifra de asistentes para la familia Australe, ya que como nunca, danzando en sus círculos habría personas de todas las edades; desde los más pequeños del hogar, hasta quienes habrían pasado a considerarse los sabios del jardín. Nadie habiéndose percatado de la ausencia de la infanta que habrían adoptado, salvo por una madre, cuyo corazón se vio desolado una vez percibió el lecho vacío de su primogénita, porque no solo fue el de Dorothea sino también el de Alhena.
Al mismo tiempo y más allá de la barrera, la azabache comenzaría una carrera debido al aprovechamiento momentáneo de la libertad. Su cabellera ondeaba con la brisa producto de la velocidad que adquirió. De sus labios surgió una risa que pretendía ser eterna en duración, no obstante, todo cambio para ella y aquel que desde el otro lado temía por su vida.
Click.
Aquella que gozaba increíblemente de autonomía, se vio privada al entrar el contacto con la más cruel de las celdas. Cuya confección se le atribuía al mismo que después de unos segundos aparecería frente a ella. Un humano. Hebras oscuras caían desde la parte superior de su rostro, advirtiendo el mal cuidado personal sobre si mismo, sin embargo, no había maldad suficiente como para concretar la exterminación. Porque tan fascinado quedó de la menor que en ella vio a alguien a quien proteger, faltando a los principios que formaron la institución a la que pertenecía. Para sorpresa de quien se creía en riesgo, quien se prometía como amenazante en esos reducidos metros de distancia, se desprendió de todo elemento que lo podría asegurar su ventaja, quedando frente a ella como un igual. Dejó ambas manos a la vista, haciendo entender que no buscaba un enfrentamiento.
-Sepa usted que no ha sido mi intención lastimarla. Espero pueda algún día disculpar mi ineptitud. Ahora permítame abrir la trampa, prometo no le hare daño. -el que estuviese Dorothea con vida se debía al único exterminador- o bien, novato- capaz de desafiar las reglas que le habrían impuesto. Lucien. Lamentaba no haber tenido la oportunidad de interactuar con mayores palabras que esas, pero, entendía también que la afonía fuese una representación del estado de shock en el que se encontraba. -
Por lo mismo y a la brevedad, el muchacho deslizó sus dedos a través del mecanismo de ese artefacto, dando a lugar una temprana pero dolorosa liberación. De la garganta de Dorothea salió expulsado un quejido de gran frecuencia, esto a causa de la formación de una herida que seguramente perduraría en el tiempo. Pero, para sorpresa de ambos, en lugar de brotar un líquido carmesí, un hilo destellante hizo aparición. Compartieron un gesto de asombro. Gracias a ese acontecimiento terminó por dudar hasta de su origen. ¿sería eso a lo que se refería la señora Cynbel? Esperaba poder interrogar al muchacho sobre las dudas que carcomían su conciencia, y lo habría hecho en caso de no haber oído esa voz lejana llamándolo.
Exterminadores.
Dorothea guio su mirada hasta donde creía que se ubicaba la barrera de la que había salido minutos atrás, sin embargo, desechó la idea de solo pensar en que en el tiempo que invertiría recorriendo esa cantidad de metros, ya posiblemente una lanza de los enemigos le habría alcanzado. Maldijo para sus adentros, convencida de que en ese preciso momento se daría fin a su vida. Sin saber que a su encuentro iría al destello que la privaría de una inapropiada conclusión. De este modo, dispuesta a velar por su seguridad, Alhena le habría seguido, desafiando no solo una, sino dos de las normativas más relevantes entre los iniciados; en primer lugar, utilizar un portal sin la supervisión de un adulto, y, en adición, el que restringía sus salidas hacia territorio desconocido. Fue la inexperiencia de la pelirroja lo que le llevó a caer sobre una acumulación de champiñones, quienes no tardaron en explotar dejando su rojizo y viscoso contenido disuelto en el césped. Antes de que Lucien pudiese si quiera reaccionar frente a la presencia de un tercero en la conversación, Alhena se habría aferrado al cuerpo de su hermana para ser consumidas por el portal. Lugar donde les estarían esperando las ultimas personas que habrían deseado ver bajo esas circunstancias. La señora Cynbel, los guardias y por supuesto, también los Australe.
...
No está de más mencionar que desde aquel traumático episodio, las libertades que les habían otorgado se vieron absueltas. Limitando gran parte de las atribuciones que solían tener como futuras dirigentes de Hidden Gardens. Muy inteligentes fueron los participantes de la reprimenda, pues jamás fue mencionada una palabra de lo que pasó después del regreso de las Australe. Porque de solo haberse enterado alguien externo, no habría tardado mucho tiempo en masificarse. ¡Y que bochorno habría sido el lidiar con las burlas de los ciudadanos! Porque si algo caracterizaba a las hadas, era su amplia capacidad de retención. Miles de días fueron testigos hasta llegar a la actualidad, exactamente, dos semanas después de haberle sido conferido a Dorothea un espectacular dúo de alas.
La ceremonia de elección, resultó un verdadero sufrimiento para los que recibirían el poder con el que representarían a la madre naturaleza. Y la menor de las Australe no estuvo cerca de ser la excepción a la regla. Tal era su nerviosismo que apenas podía mantenerse rígida en una ubicación. Lo que causó una inmediata detección de parte de sus familiares que se hallaban en el público. Los dirigentes hicieron mención de su nombre antes de caminar la joven hasta donde debería pronunciar las palabras que invocarían su destino.
-Potentia oritur meum -
El individuo en transición, tenía que recitar estas palabras frente a un pilar de material rocoso. De modo que a los pocos segundos surgiría un orbe representando el elemento que le correspondería hasta el fin de sus días. En el caso de Dorothea, la sustancia que se dio a lugar fue incolora. La mejor de las evidencias para concluir que sería un hada de las emociones. Respiro profundamente antes de ver como su vida daba un giro en ciento ochenta grados. Los latidos ajenos se intensificaron, ahora en cada habitante percibía una energía distinta. Una que debería descubrir por sus propios medios, porque en eso consistía el aprendizaje. En las experiencias.
Cuando habría deseado poder plasmar ese momento; desde los numerosos brazos que fueron a su encuentro, hasta la gran cantidad de emotividad que sintió en el acontecimiento que plasmó una era. Quería volverlo eterno para no tener que pasar por una nueva decepción. Anhelaba cuan segura se sentía en la barrera y se culpó a sí misma por haber sido tan ingenua. ¿Cómo no habría podido ver las señales? Todo ocurrió como una equivocación de parte del joven que la ayudó. El primer error cometido fue el creer que estaban en completa soledad cuando a su confidente le entregó el avistamiento. Así como Lucien habría tenido la bondad de perdonarle a Dorothea la vida, otro tuvo la maldad de arruinársela. Y que peor forma de hacerse pasar por quien le salvó. Un integrante de los exterminadores habría tenido la osadía de infiltrarse a los bosques. Su nombre era Tristán. Trágico verso designó su misión en él. Pues se prometió que haría lo imposible hasta coincidir con el monstruo que según el debió haber muerto. La ceremonia aseguraba al hada en transición, acceso ilimitado al maniobrar de la barrera. Un arma de doble filo para quien deseaba por sobre todas las cosas. Libertad.
-¿Me recuerdas?-interrogó aquel que le encontró deambulando en el páramo. Sabiendo que una de las ventajas de vivir en Dern era que, si alguien de tu grupo etario no servía a alguno de los servicios que la corona ofrecía, si tampoco formaba parte de los reclutas del cuerpo de extermino, fácilmente podría tratarse de una criatura mágica. -
-Si. -desconocía si fue la seguridad de su voz lo que le llevó a creerse tal mentira o el aspecto similar de su salvador con aquel muchacho. En un acto de inocencia pasó por alto la diferencia etaria que claramente habría entre el original y su imitador, porque al cabo de varios encuentros terminó alterando su poder, la atracción que supuso era sentida en ambas partes. Grave error-
El no admitir a aquel dentro de los que conformaban su circulo cercano, la marginó de cualquier advertencia que un superior podía darle. Las hadas de las emociones con frecuencia recibían las emociones de los que se encontraban junto a ellas, y aunque sonara contradictorio, habría mayor efectividad y certeza cuando se trataba de un desconocido, no obstante, esta habilidad perdía fuerza cuando habrían de por medio, sentimientos del portador. He ahí la explicación de porque Dorothea jamás vio signo de maldad en semejante cretino.
Desalmada calandria del crepúsculo lastimó a una bella hada. Quien fue capaz de contarle entonces a los cielos que en lo absoluto volvería confiar, porque a manos de la virtual ingenuidad se le fue arrebatado la adquisición más bella que la naturaleza le podía dar. Primeriza equivocación fue el obviar cada detalle de su actual ubicación, porque el destino para ella en ese caso habría tenido clemencia. Por mucho que intentara convencerse del arrepentimiento, ya fue demasiado tarde cuando decidió cruzar la barrera que desde muy temprana edad aseguró su protección. Dieciséis primaveras presenciaron una feliz adolescencia, aun cuando constantemente esbozaba quejas en torno a la estricta administración de Hidden Gardens y por supuesto hacia Alhena, su sobreprotectora hermana mayor. En cuanto a su infancia podría mencionar que siempre tuvo una extraña fascinación al mundo ajeno a la cotidianidad del mundo alado, soñando con algún día poder descifrar cual era el riesgo que habría detrás de la multicolor arboleada del bosque, no contando con que las vueltas de la vida le llevarían de la peor forma a comprobar él porque era mejor permanecer oculto, marginado de la "civilización", que ni siquiera merecía tal nombre. Inmensa fue la cantidad de relatos que se masificaron por el territorio, advirtiendo la creación de un organismo encargado de la exterminación de criaturas mágicas, sin embargo, las autoridades de la tierra de las hadas habrían optado por establecer una censura como método preventivo, y la libertad que contemplaban por siglos se vio reemplazada por el establecimiento de la gran muralla, misma que Dorothea habría aprendido a querer ahora que se dio cuenta de que por una razón habría sido colocada.
Cuando acontecía una de las actividades que más publico reunía en la plaza central al atardecer, aprovechó la revoltosa de recurrir al privilegio que le fue otorgado el mismo día que sus alas pudieron ver la luz solar, saliendo del límite de seguridad impuesto por los dirigentes. Yendo al encuentro de un personaje con el que por días habría en secreto estado interactuando; un muchacho que aparentaba tener un encantador desplante y palabras que a cualquiera dejarían maravillado en esencia. El primer afortunado que conoció el amor de una criatura mágica, pero no el primero en desecharla. Habían acordado desde la última vez, una reunión que sería acontecida entre el límite de ambas regiones y a diferencia de sus anteriores visitas, ahora la jovial doncella habría dedicado un mayor tiempo a su imagen.
Una femenina prenda de maravilla le sentaba, por alguna razón ya no se sentía como la pequeña que era cuando primeramente habría intercambiaron palabras, vaya desperdicio para quien no valoro tal considerable gesto. El césped marcaba de vez en cuando la marcha porque la emoción fue mayor al ordinario andar que pudo haber mantenido y no podía evitar el saltar con el agitar leve de sus laterales. Peculiar recibió el cantar de las aves a su alrededor, como si hubiese sido su última oportunidad para volver por donde vino, evitando el cruel martirio para el que tuvo que resignarse durante el resto de sus años. Cuanto habría deseado elegir la obediencia por sobre el sentimental rugido de sus latidos.
Tristán permanecía a la espera de su compañera junto a un inmenso maple, y solo cuando vio Dorothea la mirada de él desviarse, lo entendió todo. Quiso huir, volar tan lejos como le permitieran ese par de extensiones. Pero era ya demasiado tarde. Dos desconocidos de inmensa estatura se abalanzaron sobre ella, dejándola incapacitada de defenderse. La de femeninos rasgos comenzó a gritar con la esperanza de que el verdadero Lucien estuviera ahí para salvarla, inútilmente mantuvo la fe en que su hermana mayor aparecería también de la misma manera en como hizo años atrás. Aquellos hechos solo se limitaron a deseos del alma, sueños inalcanzables que ni siquiera en esas circunstancias tan desfavorables, podrían volverse realidad. Un trozo de tela cubrió su boca, silenciando cualquier ruido que pudiese emitir en la desesperación, y también, teniendo el objetivo de impregnarla en un extraño perfume.
-¿De verdad creíste que me podría fijar en alguien como tú? Ay, Dotty. Sabía que eras crédula, pero por favor, no me hagas reír. Lo único que me pudo haber llamado la atención es aquello que te hace un hada, porque créeme, sin eso eres nada. -
Sus recuerdos omitieron absolutamente cada detalle hasta el consumir del incienso, mismo que creyó contenía un sedante porque la somnolencia que atestó en su contra fue inevitable. Las siluetas de sus atacantes adquirieron una tonalidad roja intensa, debido al odio que irradiaban hacia su víctima, cuya naturaleza compartía con ellos en secreto. Minuto a minuto, se enlentecían sus parpadeos, cada vez pesando más sus oscuros ojos. Inconsciente quedó su silueta, perdurando de esta manera hasta el madrugar siguiente. Ocasión en la que no tenía nada más que una manta y sus ropajes cubriéndole de la fría madrugada, pues de alguna forma el vestido quedó en la agresión lo suficientemente estropeado como para revelar la agresión que ocurrió en la zona de su espalda, donde no habría otra forma que la ausencia de sus plateadas ramificaciones. Un rio de grisáceas perlas desbordó inevitablemente de sus cuencas, mientras que no cesaba el dolor corporal y emocional que ese trio de desgraciados habría provocado.
Ninguna voz le había engañado en el anterior periodo a su huida; mismas que la guiaron hasta la seguridad del celestial paramo. Por desgracia, la barrera solo percibía a quienes formasen parte de la comunidad alada, y debido al ataque, habría pasado de ser una de las joyas más preciadas de su dinastía, a tornarse invisible. Se deshizo en disculpas, clamando por el soporte que una madre y una hermana ya no podían darle, gotas de sangre humedecidas bañaron la mano que frecuento de pronto sus los omoplatos. A diferencia de la vez en que conoció a Lucien. Fue entonces cuando en su nerviosismo apareció el dolor; físico y emocional. La habían traicionado.
Y cualquiera hubiese sido el rastro de magia que quedaba en ella, debido al pasar de las horas, ya no había forma de recuperarlo. Pues en medio del gran bosque se habría vuelto lo que sus raíces dictaron en un inicio, aquello que fue motivo de atención de la heredera de los Australe, aquello que el ciego habría sido capaz de detectar en completa oscuridad. Una humana.
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