I. Memorias ocultas entre murallas
Si estas leyendo esto, ya estoy muerto.
Aquí encontrarás todo lo que he descubierto sobre Los Entes, espero que te sea de utilidad para sobrevivir, si por algún motivo también falleces, deberás dejárselo a alguien más que continue con nuestra labor. Confío en ti, seas quien seas.
Aquellas palabras dejaron helado al joven en medio de su sala; con el agudo grito ahogándose en la garganta de su madre, antes de caer sobre la alfombra antigua, y el crujido emitido por su padre provocado al romperse el cuello al caer de las escaleras, fue que Adam pudo finalmente moverse.
"Ellos están aquí." Es lo único que el chico puede pensar al no distinguir algún ser u objeto en la habitación que pudiera ocasionar tales muertes de manera repentina.
Los Entes, así se les había nombrado hace años. Un nombre simple, cuya pronunciación actualmente evoca el horror en los pocos humanos que aun sobreviven tras las murallas que repelen la niebla. Nadie supo como comenzó, solo sabían que con la espesa niebla ellos aparecieron, los pocos capaces de verlos estaban destinados a una muerte repentina y dolorosa. Objetos siendo elevados por una figura intangible, sombras proyectadas a la luz de la vela sin una causa evidente y la extraña expresión grabada en el rostro de una víctima, era un claro anuncio de la llegada de uno de ellos.
Y ahí esta Adam, sintiendo una gran desesperación e impotencia al no ser capaz de moverse mientras el sonoro repicar de la campana del reloj de ébano en la habitación aturdía sus sentidos. El coraje que siente solo es superado por su temor. Aferrando con fuerza el cuaderno que acababa de recoger del suelo, intenta controlar su respiración agitada con fuertes exhalaciones y un constante parpadeo para evitar soltar las lagrimas que se acumulan en sus ojos. Sintiendo el helado aire entrar por la puerta abierta de la entrada, es capaz de mover sus piernas y dar un paso hacia atrás, alejándose de la mirada cristalizada y carente de vida en el rostro de su madre.
Si algo tiene seguro es que solo hay un sitio seguro al que puede ir: la cima del Monte Rojo, donde el enorme castillo de piedra negra se alza majestuoso y atemorizante para todo aquel que se atreva a verle. El único sitio seguro, al ser el único punto en que ningún Ente había podido entrar.
Soltando un profundo suspiro, se decide a salir de aquella casa. Con mochila al hombro y esperanza restaurada, se decide a cruzar la puerta.
Dando un último vistazo al interior, la imagen que vería le atormentaria hasta el final de sus días. Ahí, en medio de la habitación envuelto en niebla, el Ente se despide de él agitando la mano y colocando, sobre lo que supone ser su rostro, una máscara blanquecina con una enorme sonrisa dibujada.
—Vamonos. —dice Adam, antes de tomar de la mano a la pequeña niña rubia que le espera a la entrada de su hogar.
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