Capítulo XII: Pesadilla

Amber


Estoy parada en medio del bosque. Los cuervos realizan una danza en espiral por encima de mí, obstruyendo mi visión hacia ese cielo que va perdiendo su claridad. No es necesario que baje mi vista. El calor de las llamas infernales me acorrala.

Las siento barrer con la arboleda.

Las siento burlarse de mí.

Ríen, ríen... ríen las almas malditas escondidas en esas llamas en un fugaz efecto de humo que se pierde en el aire. Ríen, porque estoy atrapada en un bumerang de pesadillas que se repiten en una misma escena por más que quisiera concluirla y despertar.

No tengo elección.

Al menos debo deducir qué quiere ella.

Esta vez voy a hablarle cuando aparezca. Estoy tentada de pedir ayuda a mi padre, pero algo... más bien alguien —ella— me mira con ojos suplicantes, pidiendo silenciosamente que la rescate antes que los cuervos dejen de danzar, y eso me detiene.

Hasta ahora.

Porque quiero volver... quiero la realidad, aunque aquella sea indeseable.

Suspiro.

Lo presiento.

Está por llegar el momento, y los cuervos en su graznido dan la señal.

Solo entonces llevo mi atención hacia el frente.

La puerta de roble que tantas veces vi se vuelve a materializar. La luz natural de mi alrededor se empieza a graduar, dando paso al llamado de la noche. Empuño mis manos a mis costados, agarrando con una un pedazo de tela del vestido corto suelto de color rojo que porto.

Lentamente se abre.

Puedo ver un retazo de su vestido corto blanco y su mano que está pegada a su costado. Pero no demora mucho. Un ligero viento abrazador termina por revelarme su presencia. Ella da un paso al frente con la mirada puesta en mí. Su cabello mojado estilando sangre; algo de lo cual me di cuenta en su segunda venida.

Aun así, me mantengo firme.

Aunque no tengo conmigo toda esa fortaleza que quisiera manejar para que mi corazón no palpite acelerado; ante esa adrenalina de miedo que por dentro sé que se riega en mí. De un portazo la puerta se cierra, atrayendo en sí las llamas del infierno que se recorren todo el marco de esta.

—Dime qué quieres —exijo, esta vez.

Ella solo me observa.

No quiero que sea como las anteriores veces donde extiende sus manos hacia el frente, apuntando en mi dirección y la puerta vuelve abrirse para tragarla de un suspiro.

—¡Dime! —demando.

Ella empieza a levantar sus brazos.

No, no, no...

Quiero salir de esta pesadilla.

—¿Es por Asaf? —suelto, desesperada.

Ella se detiene.

Baja solo una mano y sigue levantando hasta apuntarla hacia mí. Aunque algo más cambia. Su mano la voltea levemente dejando la palma de esta a la vista. Me quedo inmóvil cuando en su palma se materializa tras una fugaz cortina de humo una pequeña caja de madera.

—Tienes que salvarlo. —Su voz suave y suplicante cala en mí.

Inexplicablemente, mi corazón reacciona con una punzada tan aguda que llevo mi mano hacia pecho. No declino. Tomo la fortaleza que me queda e intento dar un paso hacia delante que se ve detenido por raíces que afloran debajo de mí. Aquellas que observo cómo envuelven e inmovilizan mis piernas en un abrir y cerrar de ojos.

Vuelvo mi atención hacia ella.

—¿Por qué yo? —cuestiono.

Las raíces empiezan lentamente a subir por mi cuerpo. No es necesario verlas; las siento, y eso es suficiente para saber que esto no terminará bien. Cada tejido en forma envolvente estruje mi piel, mis músculos... ¡No!

—Porque las dos siempre hemos sido la misma alma, así como las otras antes de mí. —Deja caer la caja y esta golpea el suelo, dejando expuesto casi a unos cuantos centímetros de mí un collar con un camafeo.

Absorbo un extraño olor que se filtra de esa joya.

Huele a sangre humana, pero no una cualquiera...

La siento familiar.

La siento mía... y eso es lo irreal.

No debería sentir que me pertenece.

—Espera, ¿qué quieres decir? —Regreso mi atención hacia ella.

Pero ya no está.

—Ese camafeo es nuestra salvación. —Su voz llega a mi oído en susurro. Ella está detrás de mí. Puedo sentir su respiración hacer contacto con la piel desnuda de mi cuello en un contacto tétrico.

Respiro con dificultad. No es solo porque su presencia me atormenta, sino porque las raíces están por mi pecho. Cierro mis ojos. Me preparo para lo que venga. No puede ser doloroso. No puede serlo.

El dolor es pasajero en un demonio.

—Sálvalo —susurra.

Pero soy absorbida por la oscuridad. Mi respiración se apaga de apoco. Mi pulsación se pierde.

Esto es solo una pesadilla.

—Esto es solo una pesadilla —pienso en voz alta.

—No lo es.

¿Asaf?

Abro mis ojos de inmediato con la incertidumbre de saberlo a él sumado en este bumerang que no termina.

Pero no...

No es una pesadilla.

Desperté.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top