48. Acabando con todo

48. Acabando con todo.

Había estado esperando el momento oportuno y en cuanto este se presentó, sonrió con lasciva, lamiéndose los labios ante la anticipación de lo que iba a hacer.

El descuidado científico había salido, y Mark aprovechó para introducirse en un rápido y furtivo movimiento en el laboratorio, donde encontró a la muchacha sola, recostada en la camilla, con sus brazos inmovilizados y todavía inconsciente.

Cerró la puerta del laboratorio pasando el pestillo. Sentía su sangre agolparse en su entrepierna y la erección se apretó con fuerza en sus pantalones de combate. Un gruñido se le escapó mientras se acercaba como un depredador al acecho.

No serían las condiciones de su preferencia, pero las ganas que tenía de probar al menos un adelanto de lo que podría tener en caso de que la mutante se negase a ser parte del equipo le habían nublado el juicio junto con cualquier atisbo de precaución y respeto a las normas del capitán.

Llegó hasta su lado y comenzó a inspeccionarla. Su respiración era pausada, por lo que el tranquilizante aún estaba afectando su organismo. Tenía la capucha puesta, la cual quitó con lentitud, comprobando que mantenía sus párpados cerrados. 

Quería verla. Lamer, morder y besar su boca. 

Y mucho más.

Rodeó la camilla hasta posicionarse a la altura de sus pies, y con la desesperación propia de un animal hambriento, se encaramó sobre el cuerpo tonificado y sensual de la joven. No podría tomarla completamente allí, pero gozaría con lo que la blusa escondía debajo. 

El cuerpo fuerte se impuso sobre el delgado de Aurora, quedando perdida debajo de él. Su lengua inició un recorrido por su cuello mientras sus manos magreaban sus pechos rozando con la yema de sus dedos la suave piel.

Su intención era sólo probarla, pero la excitación era tal, que comenzó a frotarse contra ella y su boca había ascendido hasta invadir la suya.

No le importó sentir que una tenues protestas comenzaban a sacudir a la muchacha o que sollozos y súplicas escapaban de su garganta. Estaba completamente ido, enajenado, saboreándola.

Ese estado tampoco le permitió prestar atención a su entorno, por lo que la mano que lo sujetó del hombro y lo lanzó a un lado, golpeando contra el suelo lo sorprendió.

Antes de protestar y temiendo encontrarse con la mirada de Cameron, Mark se puso de pie de un salto, en posición de firmes, como cuando estaba en el ejército, bajo el mando del capitán. Pero a quienes vio fue al doctor Green con un manojo de llaves en la mano y a Doyle, con su gesto serio.

—¿Qué carajos hace, soldado?

—Lo siento señor —cuadró más los hombros—. El capitán me había autorizado...

—Sé lo que Cale te permitió. Sólo si nuestra compañera y hermana... —comentó dando un paso hacia el hombre, que mantenía la vista al frente y comenzaba a sudar—. Se negaba a unirse a nosotros. Mientras no lo haga, es una más y la respetaremos.

—¡Sí señor!

—Espérame afuera, que debemos llevarla al sótano para la siguiente fase.

Dando el saludo militar, Mark, y su erección, desaparecieron.

Brendan caminó hacia Aurora, quien parecía seguir gimiendo. Sus párpados se movían, intentando abrirse. Lo logró después de unos segundos, separándolos apenas. 

—Vaya, parece que te recuperaste del sedante más rápido. Imagino que te adaptas con celeridad.

Giró hacia Green, en un reproche mudo por la débil ventaja que les había entregado.


Pero el científico estaba ensimismado en su propio mundo, reflexionando todavía en la solución para evitar que Cale muriera al combinar su sangre con la de la creación de Masao. Hasta que creyó que se le había ocurrido. Ese mismo sedante lograría atenuar su agresión lo suficiente hasta que el cuerpo, sumergido en el tanque, se adaptara a la transfusión. Una vez logrado, sería invencible.


Ignorando a Hank, que parecía perdido, volvió su atención a la prisionera, justo a tiempo para que sus ojos dorados localizaran a los de Doyle, que, al igual que Cale, tampoco tenían vestigios dorados. 

Ambos se mantuvieron en silencio unos minutos.

Minutos que Aurora aprovechó para ordenar su cabeza.

Con algo de letargo inicial, comenzó a hablar, tropezando con su propia lengua y arrastrando las palabras.

—¿Por... qué... lo... detuviste...? Después... que te rompí la rodilla... y pateé tu trasero..., creí que desearías que me torturasen.

El mercenario le entregó una media sonrisa a modo de tregua.

—Fuiste una digna oponente. Claro que me enfureciste, pero también me gustó el reto. Hacía años que no sentía un desafío. Desde que usamos el suero todo se volvió fácil y aburrido. Además, confío en que permanezcas a nuestro lado. Después de todo, eres una de nosotros. Tú madre lo era.

<<El suero>>, se repitió. Uno que parecía diluirse rápidamente en sus sistemas.

—Ella era un soldado. Luchaba por algo más que su propia ambición y ansias de poder. Ustedes, están locos. Un grupo de asesinos.

—También luchamos por algo. Porque creemos que la corrupción ha enceguecido a quienes deberían guiarnos y gobernarnos —los ojos de la joven parecían cerrarse. Sería el efecto aún del sedante—. Verás, servíamos bajo el mando del Capitán Cale Cameron. Vimos, vivimos, misión tras misión, cómo nuestros líderes se lavaban las manos con cada uno de los cuerpos de nuestros hermanos caídos. Fingían que no había misión secreta, dejándonos a nuestra suerte. La última vez, sobrevivimos a duras penas. Y no gracias a nuestros superiores. Fue gracias a Cameron. Desde entonces, le juramos lealtad. Y él nos protege. —Aurora escuchaba el relato, abriendo y cerrando sus ojos con pesadez—. Seguimos en la armada hasta que Cale vio la oportunidad de ser algo más.

—El suero —murmuró, apenas moviendo sus labios.

—Tu madre. Él la vio. Fue testigo de lo que hizo y reconoció el potencial que el General Wilkinson rechazó. Y cuando alcancemos la última fase, Titán, seremos los que daremos las órdenes, asegurándonos de proveer de más suero a nuestros hermanos y hermanas. Seremos el mejor ejército del mundo y reestableceremos el orden mundial.

—Están dementes. —Un nombre se le había quedado dando vueltas—. ¿Qué es Titán?

—Ya lo verás, hermana —sacó de uno de los bolsillos laterales de su pantalón de comando un dispositivo, parecido a un bolígrafo, con una pequeña aguja en la punta. Estuvo a punto de apoyarla sobre el largo cuello, cuando la joven cabeceó, cerrando los ojos—. No parece que necesites otra dosis —lo devolvió a su lugar y llevó su atención a Green—. ¿Listo doctor?

—¿Eh? Ah, sí, sí.

—Perfecto. Síganos entonces.

***

Cale se sentía exultante, aunque su rostro no manifestara ninguna emoción. 

Había esperado años, demasiados, para concretar sus planes. El hormigueo bajo su piel le recordaba lo cerca que estaban. Sólo unos minutos más y el viejo Cale Cameron sería reemplazado por un ser divino. Súper humano. Uno mejorado.

Nunca había sido vanidoso ni necesitado refregar en la cara de otro sus logros. Sin embargo, la ocasión ameritaba una excepción. Una con el hombre que los había defraudado a él y a sus hermanos.

Con el teléfono en la mano, llamó a su objetivo. Aunque era tarde en la noche, estaba seguro que contestaría la llamada. Y su voz soñolienta lo corroboró.

¿Quién es? ¿Quién llama a esta hora? —Sonaba cabreado.

—Mayor General George Wilkinson. Soy el Capitán Cale Cameron.

El general quedó pasmado. Hacía años que no escuchaba ese nombre.

¿Cale? ¿Qué mierda ocurre? ¿Por qué llamas a la madrugada después de tanto tiempo?

—Creía que merecía saber lo que hemos logrado. El sueño de Masao correrá por mis venas en cuestión de minutos. Usted carece de visión, pero yo, con paciencia infinita, obtendré el gran premio y usted, cabrón, y todos los demás, pagarán por lo que nos han hecho.

¿Está loco? ¿De qué habla? —Su voz era agitada e irradiaba furia a través del aparato.

—Sólo aguarde. Se lo mostraré. El Proyecto Hércules se volvió obsoleto. Ahora conocerá el poder de Titán.

***

Habían alcanzado las murallas perimetrales de los laboratorios. Aunque no habían demorado mucho desde que habían abandonado el bosque, lo sintieron como si hubieran recorrido años luz de distancia.

Steve y Chris, cada uno apuntando hacia una cámara de vigilancia, dispararon con sus rifle semiautomático de asalto silenciados de manera de permitir su avance hasta el edificio sin ser descubiertos, ya que la distancia era mucha para que los dispositivos que tenían adheridos le dieran alcance y cumplieran con su función de bloqueo de imagen. 

Sólo esperaban que nadie estuviera prestando mucha atención a los videos para notar cómo dos de las cámaras se volvían negras.

Sin demora y con agilidad, lograron superar la altura del paredón y corrieron hasta un lado de la construcción.

Steve dejó la mochila en el suelo y sacó un explosivo con forma de disco de hockey que adhirió a la dura superficie. 

—Tendremos poco tiempo una vez que detone —susurró. Buscó otra vez en su morral y le entregó dos más al agente—. Imagino que sabe cómo activarlas. Sólo tendrá tres segundos para apartarse.

—Sí, sé activarlas —los guardó en su propia mochila—. ¿Cómo consigue todo esto?

—Si nos salvamos de esta, le contaré todo lo que quiera con una copa de bourbon.

—Si nos salvamos, mejor que sea con una cerveza bien fría.

—Hecho —fijó el azul de sus ojos en su contraparte celeste—. Necesito que al menos usted sobreviva y resguarde a mi niña —no le pasó inadvertido al militar el mote que usaba un hombre que parecía ser una esfinge—. En cuanto estemos adentro, nos separaremos. Yo buscaré los cimientos y cañerías de gas para colocar todos los restantes explosivos. 

—Acabando con todo.

—Como un castillo de naipes —sonrió ladinamente, rogando por dentro tener éxito—. Nos comunicaremos para confirmar que la tiene y en cuanto me lo indique, las activaré. Recuerde...

—Cinco minutos.

—Así es. No sabemos cuántos serán, así que, tenga mucho cuidado. Y si son tan poderosos como los que destruyeron mi casa, no trate de entablar pelea con ellos. Huya. 

Acto seguido, presionó el botón y se apartaron tras un recodo. El número tres en rojo fue cediendo paso al dos, al uno...

***

La explosión los sorprendió a todos por separado.

Cale, que acababa de terminar su conversación sintió el temblor bajo sus pies. Como hombre de acción y acostumbrado a respuestas inmediatas, tomó el arma que todavía cargaba sujeta a un lado de su muslo derecho y corrió hasta el despacho de Meyer.

Lo encontró observando con funesta palidez las diferentes pantallas de las cámaras de seguridad.

—¿Qué ocurre doctor?

—No lo sé.

Antes de materializar una protesta, se acercó al mueble y comprendió la falta de precisión del científico.

—Inhibidores... —farfulló, con rabia contenida.

***

De forma simultánea, Doyle y Mark, que llevaban a rastrar a la joven maniatada y tomada por las axilas, seguidos del Dr. Green, también recibieron el impacto.

Pero la sorpresa fue mayor cuando Aurora, aprovechando el desconcierto de la sacudida, despertó de su letargo fingido y se libró de los fuertes agarres saltando con un giro mortal hacia atrás; rompió sus ataduras separando sus brazos. Capturó la mano de Mark cuando este quiso recuperar a su prisionera y en un simple movimiento, le partió la muñeca. Antes que pudiera protestar por el dolor, le asestó una patada a la mitad del pecho, lanzándolo varios metros atrás, cayendo sin aire.

Mientras Hank se escabullía por donde habían venido, Aurora se paró de frente a Doyle, ya repuesto del estupor, poniéndose ambos en guardia, alzando sus puños.

—No veo el brillo del suero, por lo que deduzco que no es permanente.

—Eres lista. Y una buena actriz. Me engañaste —respondió con una media sonrisa resignada—.  Tienes razón. Tú tienes la ventaja.

—No quiero hacerte daño.

—¿Y a Mark? —Sin quitarle la vista a Aurora, señaló con la cabeza al hombre, que habiendo recuperado el aire, se ponía en pie, tomando con su mano sana su arma.

—Algo de retribución. Pero no quiero matarlos. Por favor, sólo déjenme ir y olvídense de mí.

—Maldita zorra —masculló el platinado, con los ojos inyectado de sangre—. Ni siquiera el capitán te salvará de que te trate como lo que eres. La puta de un barco.

—¡Calla Mark! Mira, hermana...

—¡No soy tu hermana!

—Ayúdanos. No tiene por qué ser de esta forma. Danos lo que deseamos y luego puedes seguir con tu vida.

<<¿Su vida? Se la habían arrancada cuando asesinaron al hombre que hacía latir su corazón>>.

La discusión finalizó cuando tres nuevos atacantes armados se sumaron a la contienda, disparando sin lograr hacer diana en la muchacha que los había visto llegar y esquivaba moviéndose somo si los proyectiles fueran predecibles para ella.

Sabía que debía escapar. 

Dejando libre una vez más sus instintos, se abalanzó sobre Doyle, conectando una patada con giro en su rostro, haciéndolo caer contra Mark, que no alcanzó a disparar su pistola. Con pasmosa rapidez, prosiguió contra los nuevos objetivos, saltando como un animal contra el cuello del primero, colgándose de él por las poderosas piernas y girando hacia atrás para obligarlo a caer y golpear su cabeza contra el suelo. Desde allí, rodó sobre la superficie, esquivando al siguiente al pasar entre sus piernas separadas y atacándolo por la espalda, sujetándolo por un brazo y haciéndolo estrellar de frente con la pared a un lado. El último, que no podía apuntar por la inestabilidad de la escena, no alcanzó a defenderse cuando lo pateó en el estómago, haciéndolo doblar de dolor.

Una parte de ella le instaba a acabar con la vida de los cinco, pero no podía. 

Todavía creía que habría una posibilidad de que se olvidasen de ella si la temían lo suficiente. Viendo hacia los cuerpos maltrechos que gemían recobrando la consciencia, giró sobre sus talones para buscar la salida del edificio, recordando cada vuelta y camino dado.


¡Doyle! ¡Doyle!

La voz de Cale sonaba a través de la radio que llevaba en la cintura. 

Observando derrotado cómo la espalda de la muchacha desaparecía en uno de los pasillos, tomó el aparato.

—Cale, la chica escapó. ¿Qué mierda pasa?

Mierda —no se esperaba esa respuesta—. Envía por ella. Nos atacan. Encuéntrame en el despacho de Meyer. De inmediato. Dividí a los que quedan en dos parejas para que persigan a los invasores, pero no sabemos quiénes ni cuántos son.

—Ya escucharon —señaló a los que no tenían heridas importantes—. Ustedes tres, vayan a buscarla. No dejen que se acerque a ninguno. Disparen a puntos no mortales e informen de su paradero. Deberán entretenerla hasta que lleguen refuerzos con el suero —indicó Brendan al grupo que se levantaba sosteniendo alguna parte dolorida del cuerpo.

Todavía atontados, los subalternos recuperaron sus armas y siguieron el rastro de Aurora, sin estar seguros por dónde iba, aunque confiaban en que serían guiados a través de los ojos siempre atentos de las cámaras.

***

Era demasiado para Hank. Ya no soportaba los niveles que había alcanzado todo aquel inmundo proyecto. Sí, se había vuelto asquerosamente rico, pero las paredes de sus pecados se estaban cerrando a su alrededor, comenzando a aplastarlo. Debía huir, tal como lo había hecho Masao en el pasado.

Aunque no tenía pensado hacerlo con las manos vacías. No desperdiciaría años de investigación. 

Dirigiendo sus pasos acelerados, terminó en el mismo laboratorio donde el joven científico de cabellera anaranjada parecía haber tenido la misma idea que él.

Lo encontró capturando un tubo de criogenia con lo que sólo pudo suponer eran los óvulos de la quimérica muchacha de Masao. Aun así, la obvia pregunta se escapó de sus labios.

—¿Qué cree que está haciendo, Dr. Hennessy?

Los ojos de color violáceos se abrieron con sorpresa y temor. Había sido descubierto. Sin embargo, al comprobar que Green estaba solo, recuperó su seguridad. El mayor, aunque más alto que él, no podría ganarle en un enfrentamiento al joven y atlético Rowan. No era muy musculoso, pero sí fibroso y ágil por su hábito de correr cada mañana antes del trabajo. Con una media sonrisa de suficiencia, se encogió de hombros y continuó con su faena.

—No sé qué está pasando, pero escuché disparos y esto me huele a peligro. Lo mejor será que desaparezca.

—Usted puede hacer lo que le venga en gana, pero eso que lleva allí no le pertenece.

—A usted tampoco.

Hank se había acercado, furibundo, dispuesto a arrebatarle a aquel irreverente el cilindro con el preciado tesoro. 

No llegaría a ver el golpe fulminante que Rowan le asestó con un microscopio en la sien. Fue tan certero, que se desplomó como un roca inerte.

El agresor mantuvo en su mano el artilugio con sangre, todavía sin creer lo que había hecho. Había actuado por puro instinto de preservación y su respuesta había sido violenta y letal. Parpadeó un par de veces y contempló el arma que todavía sostenía. Reaccionando, la dejó caer al suelo y entre temblores, tomó lo que había merecido tal accionar y lo escondió en su mochila. Un último vistazo entre los estantes refrigerados lo detuvo. Su atención captó el pequeño recipiente cilíndrico que contenía los vestigios de la sangre modificada y antes de marcharse, también lo guardó en el morral, que cerró y colgó en la espalda.

Ahora, sólo debía escabullirse y tomar su motocicleta para dejar toda aquella locura tras él.

***

Doyle y Mark no demoraron en alcanzar la última planta, accediendo por uno de los elevadores, usando para ello un camino alternativo.

Cale los examinó en cuanto traspasaron las puertas del despacho y con una seña, indicó a Brendan que se acercara donde Johann y él seguían la pista de los anónimos invasores.

—Al parecer, tienen inhibidores de señales —comenzó a explicar el capitán—. Tú y Mark se sumarán al equipo Alpha que envié para anular a quienes están en los pisos inferiores. Me preocupa a dónde pretendan llegar, por si tienen información sobre Titán y el laboratorio secreto. 

—¿Crees que es algún grupo que se enteró del proyecto? ¿Qué también le seguían la pista a la chica? —Interrumpió el segundo al mando.

—No lo sé. Tal vez —respondió impaciente ante de proseguir con los detalles—. El equipo Beta está tras el que viene hacia nosotros. Imagino que en busca de la criatura en caso de que esa sea una posibilidad. No pienso arriesgarme. Los interceptaremos en cuanto tengamos localizada a la muchacha —miró a Mark, que seguía sosteniendo su muñeca rota con evidente dolor en el rostro—. Dame tu radio —Brendan fue el encargado de tomar el aparato y entregárselo a Cale, quien a su vez, se lo traspasó a un mudo Dr. Meyer—. El doctor será nuestros ojos. No podremos verlos, pero van dejando un rastro con cada cámara que anulan. 

—Muy bien. Necesitaremos el suero.

Tras decir eso, los tres soldados deshicieron el camino a las corridas para regresar a uno de los laboratorio del Dr. Green, donde se almacenaba bajo llave la fórmula quimérica. Brendan relataba sus preocupaciones.

—La joven parece haber recibido algún tipo de entrenamiento, que adicionado a su condición, nos dejó como niños de pecho llorando por el dulce robado.

—Por cómo peleaba el noviecito, él pudo haberla entrenado.

Los dos hombres intercambiaron miradas como si compartieran un mismo pensamiento. 

La posibilidad de ser ese hombre el que los atacaba buscando a su novia. 

Pero negaron en silencio. No podía ser. Nadie podría sobrevivir a la explosión que destrozó su mansión.

—Lástima que no haya querido sumársenos. 

—Tendremos de ella lo que realmente necesitamos. Y crearemos otros más.

Su radio hizo el ruido característico al ser requerido y la voz de uno de sus soldados le dio por fin una buena noticia.

***

Sabía que debía descender.

Al llegar la habían llevado hacia arriba, al despacho del doctor Meyer, para luego volver a bajar hasta el laboratorio donde el soldado la había ido a buscar. Su memoria la ubicaba a mitad de camino del punto de acceso al exterior. Después de allí, correría, una vez más hacia su libertad. 

Sola.

Llegó a una puerta cerrada con código. Posó su mano y rebuscó en su memoria los sonidos delatores de cada número. No demoró en ingresarlos y acceder al otro lado. Cuando estaba por cerrar, escuchó los pasos detrás suyo y volteó a ver justo a tiempo cuando sus perseguidores llegaban a la esquina. La puerta se bloqueó pero no era impedimento para ellos, que ingresaron la clave para continuar su caza.

Siguió corriendo. Incluso cuando sintió el ardor en su hombro después del familiar estallido del arma percutada. Otro disparo a su pierna y cayó. No demoró en ponerse de pie, al tiempo que su organismo expulsaba el proyectil que había mordido su carne y la luz dorada sanaba sus heridas. 

El pasillo era largo y a pesar de tenerlos lejos, los continuos disparos la desaceleraban.

La siguiente salida se veía a muchos metros y no la alcanzaría a pesar de su velocidad sin recibir más fuego. Por lo que se resignó a dejarse rodear y con lentitud, se volteó a enfrentar a los soldados. Vio los mismos tres que la habían obstaculizado estando con Mark y Doyle. 

Uno de ellos, tomó un aparato que llevó a su boca.

—La tenemos en el pasillo D11.

Aguarden por mí. Iré con el refuerzo.

La voz de Cameron la estremeció. Comprendía a la perfección a qué se refería con el refuerzo y se sintió acorralada. No por los sujetos que apuntaban hacia ella, sino porque le estaban dejando la única opción viable para sobrevivir.

Tenía que acabar con ellos antes que el suero llegara.

Sus ojos se encendieron de intenso oro fundido, anticipando el peligro que los amenazaba. 

Aunque eran sujetos con experiencia militar —una cruel y dura—, no pudieron evitar un escalofrío recorrer por su columna. Ellos no habían estado durante la captura de la hermosa joven, así que no habían atestiguado su desempeño, salvo por lo sufrido minutos antes. Por lo que verla adquirir aquel brillo los hizo erizarse y alzar sus armas con más ímpetu.

—No te muevas —ordenó el que había hablado a Cale.

Aurora lo ignoró y dio los primeros pasos hacia ellos, acortando la preventiva separación que habían establecido los hombres. 

El disparo disuasivo que perforó su hombro sólo logró empujarla levemente. El agujero se cerró, dejando tan sólo la huella en la blusa.

—¡Te dije que no te movieras! —Otro disparo golpeó su abdomen y una nueva bala fue escupida devuelta al exterior—. ¡No des un paso más! —El temblor en su voz era evidente.

El refulgir de su mirada los incendió justo cuando borró el espacio que quedaba, arremetiendo contra los tres, uno tras otro. 

En un abrir y cerrar de ojos, tras haberse movido entre ellos como un espectro que aparecía y desaparecía, trepándose por ellos, dando patadas con giro e inversiones que parecían más propias de una gimnasta, o deslizándose por debajo, los eliminó como se elimina a una plaga.

Sin dudas. 

Sin sutilezas. 

Sin compasión.

Su respiración agitada recuperó su ritmo en segundos. Tiempo en que sus ojos aplacaron su brillo y volteó a contemplar los vestigios de su poder. Uno que hubiera deseado no poseer si ese era el destino que le daría. 

Una lágrima rodó por su mejilla, porque ahora que ya no se enceguecía en esa nebulosa dorada era consciente de cada decisión y movimiento que ejecutaba. Y aunque sabía que no le habían dado otra opción, la muerte seguía sin ser el fin que deseaba. 

Volvía a odiar lo que la obligaban a hacer. 

A ser. 

Shiroi Akuma

Al parecer, nunca se libraría de ella.

Se irguió, cuadrando sus hombros. Lamentablemente, es lo que obtendrían de ella esa noche. Y debería aceptarlo. Aceptarse.

Corrió hacia adelante, dejando la puerta de su libertad tras ella. 

Ya no huiría. Corría hacia el enemigo. Tenía que acabar con todo ello de una vez por todas.

***

Mientras Steve iba a preparar el averno, Chris debía recuperar el ángel para devolverla al paraíso del que había sido arrancada.

No sería una tarea fácil. Iba sin rumbo fijo, con el fusil de asalto listo, guiado por su instinto, atravesando pasillos que recorrían laboratorios silenciosos. Al llegar a la siguiente planta, comenzando a desesperarse, se topó con un nuevo obstáculo. Puertas con código.

—Mierda —maldijo.

No hubo duda sin embargo en su siguiente movimiento. Un disparo y el comando perdió su control; y el acceso se le fue concedido. 

Aguardaba en cualquier momento el inminente contragolpe.

Este no se hizo esperar. Una ráfaga de disparos lo recibió, haciéndolo rodar por el suelo, buscando el resguardo de una pared. Un rasguño en el brazo fue todo lo que lograron en su bienvenida, pero serían ambiciosos y no se detendrían.

En un veloz vistazo, contó a dos tiradores y no pudo evitar sonreír. No tenía idea si esos eran soldados mejorados, pero su puntería debía mejorar definitivamente. 

Mientras que él, jamás fallaba.

Percibía los lentos pasos abriéndose a dos posiciones para rodearlo. Observó la luz del cielo raso que iluminaba esa parte del edificio. Destruir la lámpara no le daría oscuridad completa, pero sí sería una distracción. Sólo necesitaba un segundo antes que se separaran más, complicando el rápido accionar. Sin más dilación, disparó hacia el foco.

El pequeño estallido cumplió con su cometido y ese segundo bastó para que desde su refugio impactara a cada blanco en la cabeza antes de que se percataran del ataque.

El silencio volvió y también la urgencia por continuar con su búsqueda. Después de asegurarse que nadie más lo esperaba, sus pasos retomaron el camino. 

—Sharpe —murmuró—. Sigo subiendo. Dos menos de mi lado.

Escuché los disparos por la señal abierta. Me alegro que los tuyos hayan sido los ganadores. Llegué al sótano y coloqué los explosivos, pero tengo a dos más siguiéndome los talones. En cuanto encuentres a Aurora, iniciaré la cuenta regresiva.

Detonaciones de armas de fuego tronaron en el oído del agente.

—¡Sharpe! —No llegó a ser grito, pero había urgencia y preocupación en su voz.

Estoy vivo. No es tan fácil acabar conmigo, agente Webb.

—Sería una decepción que lo fuera, después de tantos años tras tu trasero.

Ya tengo novia, Webb, pero gracias por el cumplido.

—Vete al infierno. 

He pasado allí los últimos diez años. Y no pienso volver.

Se encontró con otra puerta vidriada y del otro lado, tres cuerpos en el suelo. Usando idéntico método de apertura, llegó hasta los hombres, comprobando que estaban muertos hacía varios minutos. Sin heridas de armas de fuego. No sería médico forense, pero se evidenciaban un cuello roto y una cabeza partida. En el tercero, no pudo identificar la causa de muerte. 

Quien —y ese quien en realidad era una jovencita de un metro setenta y uno, delgada, rubia y de ojos dorados— lo hubiera hecho, tenía una fuerza impresionante.

—Sharpe, creo que encontré su rastro.

¿Cuál rastro? 

—Cuerpos.

Oh, mi niña... —su lamento se perdió tras una maldición—. Webb, tengo a dos más. No me creas descortés si te ignoro por ahora. Tú sólo saca a Aurora.

***

Steve no esperó respuesta.

Tenía frente a él a los recién llegados.

Se apuntaban con sus armas, aguardando al movimiento del adversario. Steve pudo notar a la distancia intensificados por la penumbra del sótano, brillos dorados en los iris de los mercenarios, lo que lo hizo maldecir por dentro.

Los cuerpos de los primeros dos estaban en el suelo y vencerlos había sido fácil. En cambio, los dos relevos eran súper soldados y después de la paliza que había recibido de uno de ellos —el de cabellos casi blancos—, en su mansión, no creía que fuera a salir indemne de aquel sótano.

Comprendía que el objetivo sería entretenerlos lo suficiente hasta recibir la señal.

Usando su rifle, los mantendría alejados.

—Vaya, vaya... así que realmente estás vivo —se mofó Doyle—. El noviecito de nuestra hermana sobrevivió. Una desagradable sorpresa. Aunque, pensándolo mejor, puede ser conveniente. Verás, tu novia no quiere colaborar con nosotros.

—Eso entendí. Al parecer, tres de los suyos arden en el infierno, cortesía de mi niña.

La noticia fue un golpe sorpresivo para Mark, ya repuesto de su fractura, y Doyle. El segundo, tomó su radio de inmediato.

—Meyer, confirma el estado del grupo de captura de la muchacha.

Hasta que tenía vista de las cámaras, parecían muertos. Luego, salió corriendo. Ahora está borroso.

—¿Inhibidores?

Así es.

—¿Sigue escapando?

No. Parecía ir hacia Cameron.

—Mierda. Está loca. Avisa a Cale.

Cortó la comunicación.

—Tu niña realmente es sorprendente. Tiene agallas, pero ni siquiera con sus habilidades podrá vencer al capitán.

—Sólo tendré que esperar y ver.

—Sí, ya veremos.

—No, ustedes no llegarán a hacerlo.

Fue el primero en atacar. Disparó al cuerpo del enemigo, mientras corría para alejarse de las cañerías de gas. Y de las cargas escondidas detrás de ellas.

Ambos cuerpos cayeron impulsados hacia atrás. Aunque pudieran regenerarse, el dolor no era ajeno a ellos y con juramentos, fueron recuperándose lentamente hasta ponerse de pie. El platinado tomó su arma, dispuesto a contraatacar.

—No dispares aquí Mark si no quieres que volemos por los aires. Además, lo quiero vivo. Lo necesitamos.


Corría por estrechos pasillos, hasta que localizó otra puerta. Trató de abrirla pero se encontraba con llave. Sin demora, dio unos pasos hacia atrás y disparó hacia la cerradura, destruyéndola. Abierto el acceso, ascendió por las escaleras.

No demoró en escuchar a sus cazadores. Subía de dos en dos y aun así los sentía cada vez más cerca. Salió atravesando la primer puerta y justo cuando cerraba, una bala penetró su pierna derecha, haciéndolo caer.

Giró sobre sí mismo, apuntando y disparando desde el suelo. Mark y Doyle se separaron en sentidos opuestos, esquivando la ráfaga.

Steve rodó hasta meterse en un laboratorio. Quitó el cargador vacío y cuando estaba por insertar otro, los cristales de la pared de vidrio volaron hechos trizas y las dos grandes figuras entraron como un par de bólidos. 

El rubio se puso de pie, dejando caer el arma inservible en ese momento, listo para defenderse con sus puños. Cuando los tuvo al alcance de sus brazos, lanzó varias combinaciones que sólo lograron hacerles girar el rostro.

La respuesta llegó de inmediato y con fuerza. Mark golpeó con un gancho un lado de su cabeza y Doyle lo tomó del torso, alzándolo por encima de su cabeza para hacerlo caer contra un escritorio colmado de artefactos de laboratorio. Lo sujetó de un tobillo y lo arrastró sobre la mesa chocando y rompiendo todo a su paso, hasta que lo hizo terminar en el suelo, golpeando su espalda.

Escupía sangre y todo su cuerpo dolía.

Mark se acercó, mostrando una sonrisa ladeada.

—Tu niña —escupió Mark en respuesta—, es muy deliciosa. —Se relamió sus labios en un gesto de provocación—. Tremendas tetas. Naturales, como me gustan.

Apenas parpadeó como toda reacción.

—Calla Mark —reprendió. Dirigiéndose a Steve. Se detuvo cerca de su cabeza, mirándolo hacia abajo, habló en tono de disculpa—. Lo siento muchacho. Perdió el control por un momento, pero no pasó a mayores. Cuidé su espalda.

—¿Por qué harías algo así? —Lamió su labio, percibiendo el sabor metálico.

—Porque debe unirse a nosotros. Y tú, nos ayudará a convencerla.

—O puedo mandarlos al infierno junto a sus amigos.

Ambos rieron, pues la posición en la que se encontraba Steve era de absoluta desventaja para una amenaza así.

—Inténtalo cabrón. Eres un puto niño contra semidioses. No durarás un minuto. No seré tan benevolente como en tu casa, Ricky Ricón.

—No lo mataremos —murmuró Brendan—. Sólo ablándale los huesos lo suficiente para que podamos llevárnoslo con nosotros.

—Trataré de contenerme. Al menos hasta que sirva a su propósito.

Se agachó. Apretándolo del cuello lo elevó, evitando que sus pies alcanzaran al suelo. De un movimiento, le hizo cruzar por el aire todo el lugar estrellándose contra un gran mueble cubierto de estantes con más objetos de labor.

—Bien Mark, es suficiente. Sostenlo, lo llevaremos con Cale —llamó por la radio al líder—. Cale, ¿dónde estás? —Sonreía, pensando en lo conveniente de tener a Sharpe como garantía contra la rubia.

Mark, por su lado, sujetaba a Steve por sus hebras de rubio oscuro, haciéndolo arrodillar.

Sólo que no esperaban la respuesta que recibieron.


N/A:

Ya estamos finalizando... ¡Qué nervios!

Gracias por leer, Demoninos!

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