8

Jungkook se levantó rápidamente, mirando al ventanal a sus espaldas.

Ahí estaba él.

Aquella silueta.

Aquellos ojos color carmín, brillantes. Que lo atormentaron durante noches enteras, desde hace semanas.

—¿Quién carajos eres tú?— dijo entre dientes, mientras aquel ser daba un paso al frente. —No te atrevas a acercarte—.

—No creo que estés en la posición para amenazarme, conejito— Taehyung sonrió de manera ladina, mientras observaba a Jungkook correr hacia un lado del escritorio, intentando alejarse.

—No me llames así, ¿Quién eres?— demandó está vez. Y al no ver respuesta alguna por parte del rubio, sacó el arma que siempre portaba oculta en su cinturón, apuntando al demonio.

—Wow, valiente que eres— nuevamente y con porte dominante dió un paso al frente.

Recibiendo como la primera reacción de Jungkook un disparo al hombro del rubio, esperando así alguna respuesta de dolor. Sin embargo lo único que pudo escuchar fue el cristal de un cuadro del ventanal tras Taehyung, romperse en Miles de cristales pequeños ante el impacto de la bala.

Bala que traspaso al demonio.

—Pero... ¿Qué...— aprovechando la distracción del pelinegro, Taehyung se acercó a él, tomándolo con un brazo por la cintura, mientras con la mano contraria tapaba los ojos del humano.

Duerme— susurró cerca de el oído de Jeon, apretando al cuerpo de este contra el suyo cuando este perdió la consciencia debido al hechizo.

Taehyung sonrió triunfante cuando el cuerpo entre sus brazos de balanceó debido al peso, siguiendo ese ritmo, caminó por la habitación, simulando un vals con el pelinegro dormido; el rubio se acercó al cuello del mortal, deleitándose con el aroma de la fresca sangre que recorría por sus venas, saboreando la tersa y blanca piel que lo adornaba con su bífida lengua.

—Adorable, tu piel, tersa y calida— susurro.

Horas más tarde Jungkook despertó.

Encontrándose totalmente solo en medio de lo que parecía ser el bosque.

Con su saco del traje siendo su único abrigo, el frío del atardecer se colaba en su cuerpo por medio del viento que soplaba al caer la noche y que hacía sonar las copas de los árboles más altos. Se levantó del suelo, con sus mejillas sonrosadas y su piel más pálida de lo usual

Metió sus manos en el saco, abrazándose así mismo en busca de guardar un poco el calor y comenzó a caminar.

Con el sonido del viento golpear los árboles y la maleza seca crujir bajo sus pies como únicos acompañantes, reproducía en su mente el último recuerdo que tenía de antes de despertar en aquel lugar.

Aquel ser que invadió su hogar, su vida.

Que llevaba semanas atormentandolo en sueños.

Miró por primera vez en la realidad, aquellos ojos centellantes como llamas devorarlo, sintiéndose de repente angustiado de solo recordarlo, una sensación en su pecho comenzó, mandando temblores a su cuerpo.

Miedo

Sentía miedo.

De no poder conocer a lo que se enfrentaba, de no saber que era esa cosa que dejaba marcas en su cuerpo, que lo acosaba.

De no saber porque estaba ahí.

Tras él.

Caminó hasta que el entorno le era más conocido. Para su sorpresa, aquel ser lo había dejado en un bosque cercano a su hogar, encontrándose fuera con Seokjin.

—¿Dónde carajo estabas?— reclamo el más alto una vez lo vió.

Sus ropas sucias y su mirada perdida del pelinegro lo desconcertó.

—No importa, tenemos trabajo que hacer—

Rápidamente entro a la recidencia, llendo a su habitación para conseguir ropa limpia.

Seokjin solo lo miró irse.

—Asi que tú eres su custodiado— murmuró, al percibir en Jeon el aroma del demonio al que servía.

Cuando la noche cayó, tres camionetas negras abandonaron la casa, llendo en dirección al bar wings.

Llendo en la primera de ellas Heechul, acompañado de Jungkook y Hyuna.
En la segunda venía Hyungsik con un par de hombres como apoyo, en caso de que fuera necesario en algún punto de la noche el uso de su personal armado.

En la tercera conducía Seokjin,  siendo únicamente acompañado por Jongsuk en la parte trasera.

En el suelo de la camioneta, amordazados y golpeados lo suficiente para dejarlos casi sin fuerzas, venían aquellos traidores.

Padre e hijo, que aquella misma noche verían por última vez el resplandor de la luna a través de la carretera.

—Hombre, has caído tan bajo. Mira que vender la vida del que te dió un trabajo, dinero que gastar en Miles de mujeres y además protección— Jongsuk apuntó con su arma directamente a la cabeza del que alguna vez fue guardia de Heechul, quien lloraba desconsolado en busca del perdón. —Oh no, no llores como si esa fuera la solución para dejarte vivir.

—Ya no es necesario, maldito cerdo— maldijo Seokjin al volante, mientras seguía a las otras dos camionetas. —Dinos ahora todo lo que sepas de Leeteuk. Si no quieres que ahora mismo le volemos la cabeza a tu hijo—

El chico al escucharlo comenzó a moverse, intentando deshacer el amarre que apretaban sus muñecas, cabeceó para quitar el pedazo de tela que le impedía soltar palabra alguna para intentar salvarse. Siendo inútil cada uno de sus intentos.

Jongsuk; harto de los jadeos e intento fallidos del chico que se removía alterado, golpeó su nuca con la empuñadura de su arma, dejándolo inconsciente. Quitó la tela de la boca del padre que seguía llorando desconsolado.

—T-tan solo nos pidió información de los bares... Fue lo único que le dimos, el prometió, dejarnos después de esto... Solo...—

—¿A sí? ¿Y que planeaban hacer después de esto? Seguir como si nada aún con Heechul, ¿Matarlo?—

El hombre bajó su mirada, soltando un suspiro, rendido, tan solo esperando que los hombres frente a él, le dieran una segunda oportunidad de vivir.

—Quería irme, con mi hijo, darle una vida... Digna. Con el dinero que obtuvimos—

Jongsuk lo miró, segundos llenos de un silencio crudo que le hicieron pensar al hombre que tal vez, este era el fin. Hasta escuchar la risa, cínica y llena de burla del pelinegro que aún le apuntaba con el arma. Alzó la vista, llena de miedo.

—Hiciste lo más estúpido para conseguirlo...—

El grupo arribó en ese momento al bar, bajando Jungkook de la primera camioneta junto con Heechul y Seokjin, dejando a Hyuna y Hyungsik a cargo del grupo fuera, comunicándose a través de pequeños aparatos ocultos en las mangas de sus impecables trajes.

Entraron al bar, dónde el aroma del alcohol y drogas a montones los recibió junto a las luces neon que daban un aspecto surreal a cualquiera que no sé encontrará completamente en sus cinco sentidos.

Contrario a lo que esperaron  encontrar, en el lugar no se hallaba nada fuera de lo común.

Hasta que Seokjin lo vió.

Sentado en una esquina en el bar, con una copa en sus manos con lo que parecía ser el restante de una margarita se encontraba él.

Seokjin era el único en ese lugar que podia sentir el aroma del celestial.

Dulce, fresco como el rocío sobre la tierra y el césped.

Además que la energía que irradiaba era totalmente blanca y liviana.

Jimin lo miró, sus cabellos platinados caían rebeldes sobre su frente, acentuando con su color de ojos, celestes.

—¿Serás tú el demonio con quién debo pelear?— murmuró para si mismo el arcángel.

Pasando su mirada de aquel mortal maldito, al que era su verdadero objetivo; Jungkook, que sin notar su presencia como relevante tomó asiento en una de las mesas de la esquina contraria al celestial.


Espero les haya gustado.

Si ven algún error háganmelo saber.

—Akira.


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