[01]-Sus nombres son...

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Capítulo I: Sus nombres son...

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31 de Agosto de 1999

Un verano caluroso en la ciudad de Piedmont, California en el Hospital privado Okland Medical Center se encontraba una mujer de apariencia aproximadamente 30 años de edad, dando a luz en una de las salas de parto que se encontraba en la sala de expulsión del quirófano 4. Los dos residentes ginecólogos incluido el adscrito del hospital, pediatras y enfermeras del área estaban al tanto de la sala correspondiente, esperando a que la mujer terminara de pujar por la cavidad uterina de su vagina para dar a luz al primer bebé, que se auto nombraría el gemelo mayor.

Los pediatras veían el reloj un momento para tomar el tiempo del alumbramiento, y mantenían listo la incubadora para anunciar y anotar la hora en que nacería y dar los primeros 5 minutos de los cuidados inmediatos al recién nacido.

- Ya casi llega, un empujón más señora Pines. ¡Usted puede, solo un empujón! – Le aviso el doctor a la mujer que continuaba su esfuerzo por pujar al neonato fuera de la cavidad uterina. Las manos del adscrito alrededor de los labios vaginales indicaban que estaba coronando al bebé y que en cuestión de un minuto estaría afuera.

- ¡Dios!... esto es demasiado... - Gimió de frustración la mujer, su rostro lucia rojizo tras el esfuerzo, y parte de su frente se encontraba sudoroso. Jadeaba del cansancio apretando la cama de procedimientos. Y tomando inconscientemente la mano del residente para estrujarla con fuerza. – ¡AHHH!.... ¡DEBÍ PEDIR LA MALDITA CESÁREA! – Se aferró a la camilla antes de lanzar un grito más fuerte seguido de un gemido cansado, tras la sensación de liberación en uno.

- ¡La tenemos! – Anuncio el medico ginecólogo sosteniendo con cuidado la cabeza antes de tirar suavemente y sacar el cuerpecito en un movimiento rápido. – ¡Ya salió! - Anuncio con una pizca de alegría sosteniendo por completo el neonato entre sus manos, mientras pinzaba el cordón umbilical con dos pinzas Rochester-Pean curva cortando entre medio con la tijera de onfalótomo. Se apresuró aspirando con una perilla la boca y la nariz retirando las secreciones del líquido amniótico y sangre. Para después estimularla con un masaje en su espalda consiguiendo los primeros lloriqueos de la pequeña. – Es una bella nenita. – Paso él bebé a los pediatras para colocarla en la cuna térmica y terminar de valorarla a la pequeña.

- ¡AHH!... ¡Oh Dios! ¡aquí viene el otro! – Dijo la mujer gritando y luciendo más cansada.

- ¡Póngale puntas nasales y oxígeno a 4 litros! – Aviso el doctor. – Necesitamos monitorizar los últimos signos, preparen la siguiente carga de oxitocina. – Ordenándole a la enfermera. Se dirigió a la paciente para tratar de darle apoyo y calmarla. - Señora Pines un último esfuerzo más, ya viene el segundo necesitare de su fuerza.

- ¡¡AHH!! – Grito al sentir como las contracciones volvían y empujaban por la cavidad al pequeño. - ¡HENRY HIJO DE....! – Apretando con fuerza la mano del residente quien lloraba del dolor.

- Señora Pines... mi mano. – Dijo el médico.

Los pediatras anunciaban los valores de la pequeña señalando que se encontraba saludable, anunciando su talla, peso, apgar, silverman y capurro. La envolvieron en una manta para conservar el calor de la pequeña.

- Eso siga. – Dijo el doctor, viendo la cabecita coronar mientras que la señora pujaba.

En cuanto salió la cabeza y parte del pecho, tiro suavemente llegando a sacarlo para luego pinzar el cordón umbilical y cortar, para después proceder aspirar la boca y la nariz logrando obtener un lloriqueo fuerte del pequeño.

- Es un niño señora Pines – Anuncio el ginecólogo. – Un varoncito.

- Oh es tan lindo... - Dijo la mujer fatigada. Soltando la mano del residente y soltando un largo suspiro.

La enfermera le acerco a los gemelos para colocarlos a su lado y recibieran el primer contacto materno entre madre y bebés.

Después del procedimiento la madre y sus hijos fueron llevados a sala de recuperación, donde serían evaluados.

Mientras que en la sala de espera se encontraba el esposo de la pareja dando vueltas y vueltas por el mismo pasillo. El señor no paraba de morderse las uñas y dales sorbos a una lata de jugo que traía en las manos. Una llamada recibió y cogió rápidamente el celular con sus temblorosos dedos, apretando el botón de llamada.

- ¿Aló diga? – Sonando nervioso de su voz. Puesto desde que encontró su esposa a labor, llevaba alrededor de 3 horas sin saber noticia de ella.

- ¿Ya nacieron?

- Papá espérate un momento, yo llamare y avisare. – Respondió el señor carcomido por los nervios del momento. No pensó que en el momento que iban a salir a comprar el mandado, se le rompería la fuente a su mujer y comenzaría con actividad fuerte en sus contracciones.

- Todos queremos saber si ya nacieron.

- No lo sé acaba de entrar hace tres horas a la sala y no ha salido. – Dijo. – Ni las enfermeras ni los médicos me han dicho nada. Dios ¿y si algo le paso? Jamás me lo perdonaría.

- Tranquilo Henry de seguro están bien.

- Mínimo quisiera saber eso. – Menciono cansado el hombre. – Creo que solo quiero verlos y ya caer sobre piso con unas cuantas mantas encima.

- Henry ¿Cuántas latas de jugo de naranja te has tomado?

- ¿Unas 15? – Respondió avergonzado. – No es mucho eso creo.

- Calmado chico, todo estará bien. – Dijo su padre. – Esperemos que ninguno de los gemelos haya heredado tú vicio por tomar harto jugo azucarado.

- De que lo habrá, lo habrá papá. – Dijo el señor en tono orgulloso. En ese momento salió del transfer del quirófano una enfermera vestida con un pijama de quirúrgico de color azul cielo. – Tengo que colgar papá, hay les aviso. – Colgó el teléfono y se acercó.

- Señor Pines. – Dijo la enfermera sosteniendo una tabla metálica en sus manos.

- ¿Cómo está?

- La señora Pines se encuentra bien, sus niños han salido bien en la valoración, tuvieron un buen peso y talla. Ninguno tuvo complicaciones durante el parto. En unos minutos serán llevados a su habitación y también venia para avisarle algo.

- ¿Qué sucede?

- Bueno señor... le venía avisar que no debe introducir alimentos al área de espera, ya que suelen pasar las camillas. – Señalando la pila de botes de jugo que tenía en las sillas. – Aparte de que necesito que este afuera en el pasillo, por que en unos momentos pasaremos con la camilla. Nosotros le llamaremos cuando su esposa este en la habitación.

- De acuerdo. – Viendo apenado la pila de jugos. – Entiendo y... lo siento por la basura.

- Descuide señor y también felicidades porque es padre de unos hermosos gemelos idénticos, un adorable niño y una linda niña.

- ¿Gemelos idénticos? – Dijo sorprendido.

- Bueno es el término que se le da cuando son un niño y una niña, nacidos del mismo cigoto o mejor dicho espermatozoide. – Menciono la enfermera. – Son idénticos solo que cambia en el sexo, un caso raro. Oh puede denominarlo mellizos.

- Vaya... un niño y una niña. – Dijo sonriente. – Cuando dijimos mi esposa y yo de que queríamos que fuera. Quisimos que fuera sorpresa el sexo de los bebés... no pensaba que tendríamos lo que queríamos. – Riendo contento. – Un niño y una niña.

- Pues lo tuvieron y no me queda más que decirle, felicidades. – Comento la enfermera. – Bien en un momento la llevaremos.

- Sí, si esperare en el pasillo.

Después de 20 minutos aproximadamente la paciente fue llevada a su habitación, el esposo entro a la habitación encontrando a la mujer reposando en la cama. Su rostro lucia cansado y se notaba en sus ojos el agotamiento por el esfuerzo que empleo tras largas horas de desvelo. Portaba una solución en su mano derecha donde se le estaba pasando el restante de la oxitocina por una venoclisis. Una hora más paso en lo que ella se recuperaba del parto, se reincorporo con cuidado con la cama móvil para levantar el respaldo un poco. Cuando en ese momento la enfermera toco a la puerta trayendo a los pequeños en dos cuneros diferentes.

- Felicidades señor y señora Pines, los nuevos papás. – Menciono. – Siéntanse orgullosos de recibir al par de pequeños gemelos. – Pasando a los gemelos a cada lado de la madre para acomodarlos en sus brazos. – Los dejare el tiempo que pasen con ellos y solo avisen cuando la madre se quede sola, para venir a recogerlos.

- De acuerdo. – Respondieron ambos.

La enfermera se retiró de la habitación dejando solos a los padres de los gemelos.

- Sus nombres son Mason y Mabel Pines – Dijo la mujer con la tez blanca, el cabello color castaño rojizo y los ojos color verde claro. Abrazaba a sus hijos con ternura entre sus brazos; lucía una apariencia fatigada tras las horas de labor que llevo dando a luz a los mellizos. Su esposo se acercó y beso su frente acomodando los mechones sudorosos a un lado de su rostro. – Mira Henry son tus hijos tienen tú nariz y tú perfil.

- Hola Mason, hola Mabel. – Les llamo su padre sosteniendo sus manitas. – Son tan pequeños y suavecitos como un malvavisco. – Comento el señor de cabello café oscuro y ojos color miel. – Y también son idénticos a ti.

- ¿Qué esperabas? son gemelos, yo los tuve y me esforcé para que llegaran a este mundo. – Sonrió la mujer con dulzura.

- Oh mira. – Dijo el Sr. Pines observando en la frente del pequeño unos puntos alineados que formaban la imagen de un "cucharon". – Una marca de nacimiento.

- Parece una adorable constelación. – Dijo su esposa. – Como esa constelación... ¿cómo se llamaba?

- "La Osa mayor"- Comento.

- Exacto. – Meciendo a los pequeños.

En ese momento la pequeña se retorció entre sus brazos lanzando un quejido seguido de un sollozo que amenazaba con llorar fuertemente. Hasta que después de unos segundos, lloro con fuerza.

- Oh parece ser que Mabel se despertó. – Dijo su madre prestándole atención a la bebé. – Desde que naciste no has parado de llorar.

- Es muy consentida. – Acariciando los chapetes rosados de la pequeña. – Mi pequeña angelito.

La bebé abrió los ojos mostrando un color particularmente mezclado, entre los tonos café y verde dando una apariencia de un tono avellanado al igual que su hermano. Entre caricias, palabras suaves y besos la calmaron. Los padres soltaron un suspiro aliviados de calmar a la pequeña, pero la paz no duro ni menos de 20 segundos, cuando la misma pequeña le propino una patadita al gemelo menor llegándolo a despertar.

- Bueno que se puede decir. – Dijo su padre tomando a Mason quien comenzó a llorar. – Mabel será muy buena para crear un pequeño caos en nuestro hogar. – Sonando burlón.

- Así será jeje. – Dijo Caroline.

•| ⊱★⊰ |•

Al día siguiente habían regresado a casa, el transcurso del viaje fue calmado y sin ningún problema. Los bebés llevaban ropa amarilla pero con las mantas de color azul y rosa, según para diferenciarlos aunque para los padres no se les hacía difícil, ya que Mason tenía su marca de nacimiento. Fueron recibidos por los tíos abuelos junto con el abuelo principal Shermy, habían organizado una pequeña reunión para celebrar la llegada de los gemelos Pines.

- ¡Y hemos llegado! – Anuncio entusiasta la esposa. – Tenemos a los hermosos retoños de mamá.

- Woow... dejen ver a mis nietos – Dijo Shermy extendiendo las manos de forma ansiosa.

- Aguarda papá o se despertaran y comenzaran de nuevo su pelea.

- ¡Uh! pelea de bebés que emocionante. – Dijo Stanley.- Yo quiero ver eso. – Sacando su cámara de video.

- Stanley – Le regaño Ford. - Nada de peleas y baja ese aparato.

- Vamos solo un poco.

- No Stanley.

Shermy tomo a los pequeños entre sus brazos pero en cuanto los tuvo un momento sostenidos, el gemelo menor golpeo con su bracito al mayor consiguiendo despertarla con lloriqueos.

- ¡Sí!, pelea, pelea, pelea – Anuncio Stan entusiasmado moviendo sus brazos.

- Vaya segundo día de nacidos y ya comienzan a discutir. – Dijo Shermy.

- Yo creo que es la venganza de Mason. – Dijo su padre de brazos cruzados.

- Mm... que curioso. – Dijo Ford. – Tiene una marca de nacimiento en su frente.

- Como la Osa Mayor. – Menciono Stan.

- Semejante a un cucharon. – Dijo Shermy.

- Algo como Dipper. – Dijeron los tres al mismo tiempo.

- ¿Dipper? – Dijo Caroline.

- Suena bien. – Dijo Stan - Este pequeño será muy bueno en la vida, lo sé.

- Sí, lo más seguro es que alberga un espíritu aventurero y pasión por los estudios de la ciencia. – Acariciando la cabeza del chico. – Un gran investigador como los grandes científicos, como Einstein o Tomas Edison. – Dijo Ford entusiasmado. – Podríamos llevarlo a nuestras aventuras ¿no crees Stanley?

- Se pondrán celosos Fiddelford y Cipher en cuanto se enteren del nuevo investigador. – Menciono Stan. – Pero a quien les importa, este pequeño será grande.

- Un gran aventurero – Dijo Ford.

- ¡Un Pines! – Gritaron los tíos abuelos.

De repente lloro la niña extendiendo sus bracitos llamando la atención de Stan y Ford. Se acercaron a ella para verla con las mejillas rojas y soltando lloriqueos. Un golpe en sus pechos les despertó la ternura y fragilidad de la pequeña gemela.

- Vaya, alguien esta celosa. – Dijo Shermy.

- Oh vamos pequeña. – Dijo Stan tomándola entre sus brazos. – Tú serás una pequeña y linda princesita de nosotros. Tan linda y hermosa, pequeña Calabacita.

- ¡Vamos Stan! También ella puede ser una gran aventurera. – Le hizo mimos a la pequeña el hombre de cabello castaño oscuro. – Verdad pequeña, quien será también una gran aventurera, ¿Quién será una gran aventurera? – Haciéndole cosquillas. – ¡Tú lo serás!

La niña se rió ante los mimos y caricias de Ford, ambos habían sentido un apego a los mellizos. Celebrar el nacimiento de los gemelos Pines fue una alegría enorme para la familia misma.

Aunque tiempo después de un año y medio los padres de los gemelos pidieron ayuda a uno de los tíos abuelos; siendo Stanley el que no dudo en ir a cuidar a los pequeños cada fin de semana. Mientras que Stanford se quedaba a terminar sus proyectos de investigación con su mejor amigo y con su "ayudante".

Henry y Caroline salían al trabajo desde las ocho de la mañana hasta las siete de la tarde, siendo un gran tiempo de 11 horas en que dejaban a los gemelos solos. Más en pleno crecimiento, pero eso no representaba un gran reto con Stan. Ya tenía experiencia previa cuidando niños, un ejemplo sería con un empleado de su tienda, Soos. La rutina era bastante sencilla para él, se levantaba todos los días a las ocho y media de la mañana para preparar el desayuno y darles de comer, sentándolos en sus sillas.

- Miren estos ricos Hot cakes – Menciono Stan colocando los platos de plástico con figuras de animalitos y entregando a cada quien su botellita con jugo. – Bien niños a comer.

Los pequeños imitaban a Stan en la forma que comía; Dipper tomaba el panque mordiendo de un lado a otro para después dejarlo, mientras que Mabel comía un pedazo en su mano y lo cubría con la pequeña cantidad de miel de maple que Stan le dejaba.

Después de terminar de desayunar, Stan se encargaba de bañarlos y cambiarlos. Los llevaba a pasear al parque y para terminar los subía arriba para que se quedaran dormidos. Lo que no contó es que los pequeños hicieran de sus travesuras durante la tarde-noche. Por lo que las veces que subía los encontraban fuera del corral o la cuna.

- No otra vez. – Exclamo Stan empezando a buscarlos por toda la habitación mientras que los mellizos empezaban a reírse escondidos en el closet.

Aunque Stan siempre los terminaba encontrando ya sea; dentro del armario, el baño, bajo la cuna, por el pasillo, atrás del sillón, en la cocina comiendo un tarro de crema de maní y nutella, en el patio, dentro de la regadera, sótano, en el cuarto de sus padres y su favorito dentro del bote de la ropa sucia.

Para Stan era un reto cada fin de semana, y por como pasaba el tiempo los pequeños iban creciendo. Aunque para el señor mayor... no le favoreció la edad ya que empezaba a salir más canas. Los viajes que hacía de Oregón a California eran tediosos, 6 horas de ida y 7 horas de regreso cuando había tráfico por turistas, era mucho tiempo para el tío abuelo de los pequeños.

Aun así nunca se rindió y siguió cuidándolos cada fin de semana o incluso hasta se quedaba una semana entera. En las que iba y los recogía del kínder. Stan ya conocía quienes eran amigos de Mabel y quienes eran amigos de Dipper. Se sabía que el gemelo menor era poco sociable y que irradiaba una gran inteligencia, tal como le dijo su hermano Stanford. En cambio el gemelo mayor era muy sociable con cualquier persona que conocía, el único defecto que tenía la chica es que era muy... ingenua y manipulable. Teniendo como conclusión que los mellizos nunca tenían un amigo verdadero o alguien en quien confiar y solo se dependían entre ellos mismos.

A los seis años entraron a la escuela primaria donde enfrentarían los grandes retos de la vida, el hacer nuevos amigos e incluso llevar lo que es educación más avanzada. Tal vez exageraba pero era así como lo veían los pequeños que iban entrando a la escuela, un gran reto. Como olvidar su primer día...

- ¡Tío Stan! – Dijeron ambos gemelos aferrados a los brazos del señor.

- Llévanos contigo. – Dijo Mabel.- Ya nos portaremos bien.

- No queremos quedarnos en este lugar. – Dijo alterado Dipper.

- No conocemos a nadie. – Menciono la castaña. – Por favor... no quiero entrar. – Sus ojos se aguaron viendo desde lo lejos la puerta del instituto.

- Chicos, chicos. – Menciono el mayor. – Es necesario si yo estuviera completamente a cargo, me los llevaría de regreso a casa y nos pondríamos a ver caricaturas y comer toneladas de sándwich con mermelada. – Soltando un suspiro. – Pero... sus padres me confiaron de que los llevara a la escuela y tuvieran buena educación y no terminaran como ese vagabundo que se baja los pantalones gratis. – Señalando un señor que bailaba con los pantalones hasta abajo y en bóxer mientras cantaba "mi vieja mula ya no es lo que era". Cosa que lo horrorizo a Stan y juro lavarse los ojos con agua bendita. – Ahora sean buenos niños y vayan a la escuela.

- Pero... - Menciono Dipper.

- Vamos pequeño te gustara. – Dijo. – Tienen una biblioteca y toneladas de conocimientos.

- Lo sé.

- Y tu Mabel no llores. – Limpiando sus lágrimas. – Conocerás a gente nueva y harás nuevas amistades.

- De acuerdo. – Sorbiendo un poco su nariz.

- Bien pequeños los recogeré a las dos de la tarde de acuerdo. – Dijo.

- Sí.

- Y si se portan bien tal vez los lleve a comer hamburguesas.

- ¡SI! – Dijeron emocionados los gemelos.

Todo iba bien para la familia Pines, al pasar de los meses los pequeños cumplían e iban a la escuela mientras que Stan descansaba en la casa o aprovechaba para ver sus programas favoritos de televisión. Henry y Caroline llegaban hasta tarde y veían a los pequeños, pasando tiempo de calidad con sus hijos. Todo iba bien hasta que... una llamada inesperada dio un giro a la situación.

- Te necesito de regreso a Gravity Falls. – Menciono su hermano al otro lado del teléfono.

- ¿Qué? – Dijo Stan sorprendido. – ¿Qué sucedió? – Mientras veía a los niños por el pasillo vigilando de que estuvieran viendo la tele y no en un canal inapropiado.

- A Bill le quitaron su licencia de manejo. – Dijo agobiado. – Choco con una anciana mandándola a volar a la quinta avenida. Sin olvidar el daño que hizo en el pueblo y parte de la vía pública.

- Oh cielos... ¿y la señora está muerta? ¿Tiene cargos de homicidio? ¿Es grave? ¿ira a la cárcel? Dime que ira a la cárcel. – Suplico Stan con los dedos cruzados y esperanzados de que ese sujeto se largara.

- ¡¿Qué?! No, para nada. La señora está bien no sufrió más allá que una fractura oblicua en la tibia. Solo llevara una férula en su pierna. – Soltó un suspiro. – Quien está en el hospital es Fiddelford.

- ¿Qué? ¿Y a ese que le paso? – Pregunto.

- Bueno Fiddelford venía en el copiloto con Bill y este al ir en exceso de velocidad, freno de golpe y mi amigo termino dándose un golpe con el techo y la ventana lateral, termino con un esguince cervical en la C3 y C4, fractura conminuta de cubito y un golpe en el temporal. No tuvo mucho daño con base a lo craneal... pero los doctores dijeron que tenía que estar bajo valoración neurológica en caso de que tuviera una contusión o hemorragia intracraneal. Lo que llevaría una o dos semanas de reposo exactamente, aparte de que tiene consulta con psiquiatría por el reciente accidente ya que le viene lagunas mentales.

- Diablos ¿Cómo un Dorito volador pudo haber chocado una camioneta? – Dijo Stan. – Sí que es pésimo para manejar.

- Ehmm... otra cosa, no fue la camioneta. – Dijo Ford avergonzado. – Fue tú auto.

- ¡Mi Cadillac rojo! – Dijo furioso. – Grrr... cuando llegue a Gravity Falls voy a ahorcar a Cipher y a ti también por dejarlo conducir mi auto.

- No pensé que lo chocaría. – Dijo. – Ya había manejado anteriormente, pero enserio ¿no sé qué le paso? Me extraña que haya chocado.

- Y tú le crees al demonio. – Menciono molesto. – ¿Algo más que le hizo a mi bebé?

- El parabrisas está quebrado del vidrio sin olvidar que el espejo retrovisor se rompió. – Dijo Ford. – Aunque Bill esta ileso.

- Es un puto demonio que se regenera y es inmortal. – Se mordió la lengua al decir malas palabras en voz alta. – Espero que no me hayan escuchado.

- Lo siento Stanley. Veré que hace Cipher pero por el momento ha estado encerrado en el cuarto. – Dijo Ford. – Supongo que anda molesto, él ha estado actuando raro estos meses.

- Espera a que lo ahorque al idiota y lo cuelgue de un pedestal. – Sonando furioso. – Porque cuando regrese lo voy a desollar como un pollo en un corral en plena mañana.

- Stanley ¿entonces regresaras? Necesito que me ayudes en esto. Debo ir a dejar algunos trabajos de investigación y ver a Fiddleford al hospital. Entre otras cosas y necesito urgentemente desplazarme a la universidad a dejar un proyecto. – Dijo.- Aparte necesito hacer un viaje de exploración para recabar unos datos de sumo interés.

- De acuerdo. – Soltando un bufido. – Comprare un boleto de regreso y le avisare a Henry y a Caroline. Bendita suerte que son vacaciones de verano. – Viendo el calendario de junio. – Ellos se quedaran a ver a los chicos.

- Gracias hermano. – Dijo Ford aliviado.

Stan colgó el teléfono y vio a los chicos ver la televisión, estaban viendo una película animada que se llamaba «Vecinos invasores» mientras comían palomitas y tomaban refrescos. Se sentó junto con ellos mientras disfrutaban de la película y comenzaban a reírse con cada chiste que hacían los animales.

Pasado las dos horas llegaron sus padres siendo recibidos por los gemelos. Stan pidió hablar con sus padres un momento a solas en la cocina, cuando los pequeños subieron a la habitación.

- ¿Qué sucede Tío Stanley? – Dijo Henry.

- Veras me hablo mi hermano y acababa de surgir un problema en el pueblo, necesito regresar a Gravity Falls. Resulta que un amigo nuestro sufrió un accidente y pues era el conductor quien llevaba a mi hermano a todas partes, incluso salía en sus viajes de exploración y eso. – Sobándose el cuello. – Y pues no podré estar aquí con ustedes para disfrutar las vacaciones de los chicos.

- Oh... sobre eso. Stanley resulta que... Caroline y yo. – Dijo Henry apenado. – Contábamos que cuidaras un poco más a los niños.

- ¿Y eso sería? – Levantando una ceja.

- Este verano para ser exactos. – Dijo Caroline con las manos juntas. – Resulta que debemos de viajar a Florida y de ahí a Canadá

- ¡Eso es mucho!

- Es un viaje de negocios. – Dijo Henry. – La empresa lo pide, aparte es una excelente oportunidad para ascender y ganar más.

- No lo sé... Ford me necesita. – Dijo Stan. – Estarían muy aburridos en el pueblo no hay playas como aquí hay en Piedmont. Aparte de que sería un cambio repentino con respecto a la ciudad y el pueblo, nuevos amigos y ellos apenas se están adaptando.

- Por favor Stan... solo este verano. – Dijo Caroline. – Ayudaremos en los gastos, les enviaremos cada quincena. Solo por favor ayúdanos en esto.

Stan vio el rostro de desesperación de los padres de los gemelos, habían esperado la oportunidad de ascender a un mejor puesto en la empresa que trabajaban y ahora que lo conseguían solo necesitaban una niñera de tiempo completo.

Sin más vueltas al asunto termino aceptando y decidió llevarse a los gemelos al lugar donde residían su hermano y él. Sería un lugar nuevo y esperaba a que ellos pudieran mínimo pasar este año socializando y teniendo más actividad en la naturaleza del bosque, en vez de tenerlos aquí ahogados en la televisión.

[...]

En cuanto los padres de los gemelos le comentaron la noticia, ellos no estaban muy felices como digamos. Ellos esperaban ir a la playa a un centro turístico o ir al famoso parque temático de Disneylandia como lo habían planeado desde hace varios meses. Pero por obras del destino y la autora de este libro enfermo y lindo, terminaron yendo al pueblo de Gravity Falls que se encontraba en el condado de Oregón.

Llegando a la parada de autobuses decidieron comprar un poco de comida antes de iniciar su viaje de siete horas largas y continuas. Sentándose en medio los gemelos se acercaron un poco a lado de su tío abuelo. Por suerte nadie había comprado lugar enseguida de él.

- Tío Stan nos lees un cuento. – Dijo la castaña de unos diez años llegándose a sentar a su regazo.

- Claro calabacita. – Tomando el libro mientras iban acomodándose los pequeños a su lado. Iba hacer un largo viaje de siete horas de Piedmont a Gravity Falls. Era mejor leerles algo que matarlos de aburrimiento. – Okey empecemos... este se llama "Al este del Sol y al oeste de la Luna"... ¿tú favorito Mabel?

- Sí. – Asintió con su cabeza.

- Bien.

[Fragmento 1/6]

Érase una vez un pobre carretero que tenía muchos hijos. Era tan pobre que no podía alimentarlos bien ni darles ropa que ponerse en el cuerpo; todos los hijos eran muy guapos, aunque la más guapa de todas era la hija pequeña.

Un jueves por la tarde, a finales de otoño, hacía un tiempo horrible. Estaba oscurísimo y además llovía y tronaba de tal forma que las ventanas crujían. Toda la familia estaba sentada alrededor de la chimenea, ocupado cada uno con su trabajo. De repente llamaron tres veces a la ventana. El hombre salió a ver quién era, y entonces vio a un gran oso blanco.

- - Buenas tardes -dijo el oso.

- - Buenas tardes -dijo el hombre.

- - Si me das por esposa a tu hija menor -dijo el oso-, te haré tan rico como pobre eres ahora.

Al hombre no le pareció mala idea, pero dijo que primero lo tenía que consultar con su hija; entró y contó que afuera había un gran oso blanco que le había prometido que le haría tan rico como pobre era ahora si le daba por esposa a su hija menor. La muchacha, sin embargo, dijo que no, que no quería saber nada de aquel trato.

El hombre volvió a salir, habló amistosamente con el oso y le dijo que volviera el jueves siguiente por la tarde, que entretanto ya vería qué podía hacer.

Intentaron convencer entonces a la muchacha y le contaron de todas las maneras posibles lo ricos que podían llegar a ser y lo bien que le iría también a ella.

Finalmente ella accedió, lavó el par de harapos que tenía, se arregló lo mejor que pudo y se preparó para el viaje. Cuando el jueves siguiente, por la tarde, llegó el oso, le dijeron que sí, que todo estaba en orden. La muchacha se montó con su hatillo sobre su lomo y se pusieron en marcha. Una vez recorrido un buen trecho, el oso le preguntó:

- - ¿Tienes miedo?

Ella contestó que no, que no tenía ningún miedo.

- - Sujétate siempre muy fuerte a mi pelambre - dijo el oso -; así no te pasará nada.

[Fragmento 1/6]

Stan estaba leyendo mientras que los gemelos veían atentos los dibujos y ponían atención a la historia. Mabel por lo general aun no captaba el mensaje del cuento, en cuanto a Dipper siempre decía lo mismo al final de la historia, diciendo que era una historia de amor absurda y egoísta.

•| ⊱✿⊰ |•

En cuanto iban entrando a Gravity Falls los chicos vieron por la ventana del autobús como el sol se iba poco a poco ocultando entre los árboles, no tardaron en despertar a su tío Stan dándoles golpecitos en las mejillas y tirando de sus cachetes flácidos.

- Okey, okey estoy despierto. – Lanzando un bostezo cansando y estirándose completamente hasta que escucho crujir su espalda y algunos huesos de su cuerpo, la edad le estaba haciendo pagar su pobre cuerpo. – Oh percebes eso si dolió. – Sobándose.

- Llegamos. – Dijo Dipper tomando su maleta verde.

- Hay muchos árboles Dip-Dop – Menciono Mabel tomando su maleta rosa con stickers de diferentes figuras y colores.

- Bien pequeños renacuajos no se separen de mí hasta que lleguemos a la cabaña del misterio, de acuerdo. – Llevando la otra maleta. – Vaya sí que sus padres me entregaron una lista de todo lo que tienen prohibido comer. – Encabezando lo primero de la lista que son lo dulces. – Bien directo a la cabaña del misterio. – Volvió a repetir.

- ¿Cabaña del misterio? – Hablaron al unisonó los gemelos.

- Les gustara mocosos. – Revolviéndoles el pelo con ternura. – Verán que este lugar es muy diferente de su casa.

Dipper y Mabel siguieron a Stan por todo el sendero del bosque a paso temeroso, mientras miraban a su alrededor varios árboles de pino, cedros entre abetos y robles cubiertos de enredadera que crecían de forma alargada y hojas frondosas de color verde intenso. Una inmensa cantidad de arbustos llenos de flores silvestres, moras y lo que podría ser hierba venenosa. Y entre cada pie de árbol; musgo, hongos y rocas de diferentes tamaños, tan brillaste como gemas. Aunque a Dipper le sorprendió ver pequeños cristales y animales muy extraños alrededor. En cambio Mabel estaba maravillada por el paisaje, pero no confiaba mucho de que fuera aparecer una criatura temible y los atacara.

Llegando al final del sendero vieron varios carteles que los guiaban al lugar de atracción turístico y lo que se podría denominarse el hogar de los tíos Stan y Ford. En cuanto llegaron Stan pudo visualizar su auto dañando, pero prefirió tomar una larga respiración antes de lanzarse a matar a Bill. Se acercó a los chicos para llamar su atención. Haciendo una expresión de orgullo y asombro Stan hacia los gemelos.

- Bienvenidos a la cabaña del Misterio Shack. – Posándose en el tótem. – El museo de la rareza y lo desconocido. Y con su anfitrión el señor misterio. – Señalándose a si mismo.

- ¡Woah! Esto es genial. – Dijo Dipper corriendo a ver por dentro del lugar. – ¡Mabel mira!

- Espérame Dipper – Grito Mabel corriendo con su maleta de rueditas en mano.

- Si estoy seguro que les gustara mucho. – Dijo Stan siguiendo al par de gemelos. – Tal vez no estaba equivocado pensando que no les gustaría venir a este lugar.

El castaño miraba anonado el lugar viendo cada artículo y escultura del museo, mientras que Mabel disfrutaba de ver cada cosa de la tienda de recuerdos pensando que todo era real. En ese momento los gemelos se toparon con un señor idéntico a su tío, solo que con la diferencia de traer patillas y una ropa menos veraniega; sostenía varios libros y mapas en su mano.

- ¿Tío Stan? – Dijo Dipper.

- ¿Cuándo te cambiaste de ropa? – Pregunto Mabel tomando de su gabardina. – Me gusta tu nuevo look. – Mientras tiraba infantilmente de esta colgándose de un lado a otro.

- Ahmm... - Actuando confundido ante el asunto. - ¡Stan! – Grito Ford.

- Hola Ford... veras es una excelente noticia la que te contare. – Acercándose a los pequeños. – Ellos pasaran sus vacaciones y también se quedaran un año entero en la cabaña. No es estupendo.

- ¿Son Dipper y Mabel? – Colocando una expresión de sorpresa. – Oh cielos vaya sí que han crecidos. – Agachándose a su altura, para dejar las cosas en la mesa y saludarlos. – Hola chicos hace rato que no los veo sí que dieron un gran estirón. Soy su tío abuelo Stanford, pero pueden decirme tío Ford o Ford o gran tío Ford. – Acariciando sus cabezas de forma animosa.

- Vaya tiene Seis dedos. – Dijo Dipper impresionado. – Leí en un libro de biología en la biblioteca, que esto se le llama polidactilia.

- Un dedo más amigable que el otro, jeje. – Examinando su mano y colocando la suya para comparar su tamaño. – Mira Dipper su mano es grande.

- Bien Stan pero ¿Qué rayos sucede aquí? – Volviendo con su hermano. – Cuando te dije que regresaras a Gravity Falls, te pedí que fueras tú.

- Oh veras... hubo un ligero cambio de planes. – Dijo Stan.

- Sí, necesito saber esto. – Menciono un poco molesto. – Te dije que ocuparía tu ayuda. No podemos llevarlos a ya sabes dónde, es un lugar muy peligroso para los niños.

- Bueno el punto es que... Henry y Caroline tienen que salir por este verano fuera de la ciudad. – Comenzando a explicar. – Las niñeras son sumamente caras y no prestan mucha atención respecto a los cuidados de los niños, y pues Dipper y Mabel aún no se acostumbran del todo en tener a alguien que los cuide. Y pues...

- Deja la muletilla del "pues", que ya no estamos en primaria. – Le regaño Ford. – Y ya dime bien el asunto.

- Yo les hice el favor de traerlos y cuidarlos por ese mínimo lapso del verano. Se pasara tan rápido que ni nos daremos cuenta. – Dijo Stan.

- Cabeza hueca aun no entiendes verdad. – Dijo Ford sobándose la sien para pensar calmadamente. – Nosotros debemos de salir este verano, tengo todo planeado. Y mi viaje es peligroso para los niños.

- ¿Qué?

- Podían haberlos dejado con Shermy. – Comento. – Él casi tiene tiempo de sobra, es jubilado y aparte así no se tendrían que haberse ido de Piedmont.

- Eso no lo pensé antes. – Dijo avergonzado.

- Diablos Stan esto es un lío, bueno dos líos. – Volteándose a los pequeños. – Sin ofender chicos. – Para después regresarse con su gemelo. – Te das cuenta del gran error que ocasionaste, te dije lo delicado del asunto y me sales con ellos. Ellos necesitaran de mucho cuidado y vigilancia durante este verano.

- ¡Vamos! no será problema podemos turnarnos e ir a la par con sus horarios, cuando terminen las vacaciones entraran a la escuela.

- Tú lo dijiste pero nadie podrá verlos vigilarlos. – Dijo Ford cruzándose de brazos.

- Venga vamos a discutirlo un poco más privado. – Dijo Stan. – Mientras que... niños vean la tele está en la sala.

Ambos gemelos solo asintieron y corrieron al pequeño cuarto de sala a ver la televisión viendo extraños canales al igual que películas que nunca habían visto en la tele. Mientras que Stanley y Stanford hablaban en la cocina.

- Bien Stanley ¿cuál era tu plan? antes de darme la sorpresa – Golpeando los dedos sobre la tabla de la mesa.

- Darles un buen verano a los pequeños. – Dijo Stan. – Y tal vez hacerlos convivir con la gente del pueblo, que conocieran y exploraran tal como tu querías.

- Sí, pero por última vez te repito que estaremos muy ocupados. – Menciono. – Sí Fiddelford no estuviera en el hospital, tal vez nos turnaríamos. Pero no, él está en el hospital y los médicos andan analizándolo.

- ¿Qué hay de Soos?

- Tiene 20 años Stanley. – Dijo Ford. – Es muy joven y de seguro anda ocupado.

- Es un buen candidato. – Cruzándose de brazos. – Sabe usar la caja registradora y reparar maquinas.

- Hasta que venga su madre y te regañe nuevamente.

- De acuerdo no me meteré en más problemas. – Dijo Stan refunfuñando.

- Debemos pensar en un sujeto indicado, que esté disponible de horario y sobre todo que no cobre demasiado. – Llevándose una mano a su barbilla para sobarla.

- Ese sujeto que se llama Tad Strange. – Dijo Stanley. – Dice que adora el pan. Le podemos pagar con pan.

- No meteré a un desconocido a este hogar. – Dijo Ford. – Además ese tipo da miedo. Lo has visto cerrar los ojos, lo hace de uno a uno. Sin olvidar ese raro traje que lleva todo el tiempo, lo hace ver como un godinez de oficina que busca una oportunidad de empleo.

- Tienes razón. – Dándole la razón a su hermano. – Ese sujeto da miedo puede ser un psicótico.

- ¿Linda Susan?

- Es una broma Seis dedos. – Dijo Stan. – Linda Susan, primero me tiro de la ventana del segundo piso y eso que es un riesgo para mí por mi problema.

- Vamos solo quería ver tu expresión de angustia. – Se rió de su hermano. – De acuerdo no la llamaremos.

Estuvieron un buen rato pensando quien sería bueno para cuidar a dos pequeños gemelos, durante toda la tarde pensaron en la persona indicada. Tuvieron que pedir pizza para no perder tiempo en su concentración. Los gemelos veían a sus tíos pensativos mientras comían de la rebanada de pizza. Ya entrada la noche tuvieron que detenerse un momento para bañar a los chicos. Claro que cuando ellos escucharon la palabra baño salieron corriendo, cual alma lleva el diablo, pero Stan ya era un experto para atrapar a los niños. Por ejemplo Mabel caía fácilmente por los dulces, en cambio Dipper... fue difícil para Ford atraparlo.

Habían preparado la bañera con burbujas y la pequeña no protesto cuando vio los juguetes en el agua. Saltando rápidamente en la tina, con todo y toalla enrollada a su cuepo, haciéndole más fácil el trabajo a Stan mientras lavaba su cabello corto. Mabel siempre disfrutaba de la hora del baño aunque siempre le seguía el juego a su hermano menor. En cambio Dipper...

- ¡No quiero! – Dijo agarrándose de la perilla de la puerta.

- Vamos Dipper es un baño, te gustara. – Dijo Ford jalándolo de las piernas. – Mira a tu hermana lo disfruta.

- ¡No, no, no! – Se soltó de la puerta pero alcanzo agarrar el toallero. – No quiero baño.

- Vamos apestas.

- No quiero.

- Serás un niño cochino si sigues así. – Tirando del chico.

- No me quiero bañar, cuatro ojos.

- ¡Stan! Haz algo. – Dijo rendido.

- Lo siento, pero te toca liderar con él. – Dijo entre risas. –Te llamo cuatro ojos.

- Vamos Dipper entra a la tina.

- No.

- ¡Stanley! – Grito Ford irritado.

- Dipper si no entras no habrá historias de escalofríos. – Menciono Stan viendo como el castaño ponía una mirada rojiza de los ojos y un leve puchero. – Hablo enserio.

Tras media hora de baño cuando al fin pudo bañar a Dipper, el pequeño estaba de brazos cruzados y con una cara de pocos amigos.

- Stanley – Le llamo Ford en medio de susurro bajo. – No crees que los chicos ya tienen la edad suficiente para que se bañen aparte, digo traen toallas y eso, pero están creciendo y los estas mimando demasiado.

- Sí sobre eso... - Hablo Stan. – No se sienten bien estando separados, aparte... Dipper anda de rebelde.

- Mabel va querer privacidad. – Dijo Ford. – Es una niña, Caroline debió enseñarle. No puede seguir con toalla enrollada a su cuerpo y bañándose con Dipper, que por cierto trae también toalla.

- Ese será un reto difícil. – Dijo Stan nervioso.

Mientras que Mabel salía envuelta, fue y tomo otra toalla seca de color rosa de brillantina, cambiando la suya y salió corriendo de un lado para otro. Stan intento alcanzarla pero el dolor en su espalda y el tiempo que estuvo hincado le hicieron detenerse a descansar.

- ¡Ay! Me gano otra vez. – Se quejó el mayor.

- ¡Mabel regresa! – Dijo Ford.

En cambio a la pequeña castaña se le ocurrió la grandiosa idea de ir explorar la cabaña, por lo que abrió la puerta, saliendo del cuarto de baño haciendo que Dipper aprovechara rápido y tomara la toalla seca y corriera al igual que ella.

- Maldición salieron corriendo esos loquillos. – Dijo Stan agotado.

- No que lo tenías controlado Stanley.

- No todo. – Saliendo del baño. – ¿A dónde habrán ido esos diablillos? Siempre se esconden. Rápido Ford revisa en el ropero y en las habitaciones.

- Pienso que están demasiado grandes para bañarse con ayuda – Se quejó el mayor.

- Lo sé, pero no saben lavarse la nuca y la espalda los flojos – Dijo Stan.

Mientras tanto Mabel corría por los pasillos de la casa descalza y riendo con la toalla envuelta alrededor de su cuerpo, como si de un vestido se tratase, hasta que choco con algo haciéndola caer de nalgas contra el suelo. La pequeña levanto su rostro encontrándose con un sujeto alto y de cabellera rubia desordenada tan brillante como el oro, portaba un parche en su ojo izquierdo y llevaba la mitad de un traje formal de color amarillo; solo portando la camisa de color blanco, su pajarita de color negro y los pantalones ajustados con el corte slim. Llevaba un pequeño sombrero oscuro a un lado de su cabeza. Su orbe dorado brillante y de un tono amarillo con la pupila afilada como la de un felino que acechaba a su presa, miraba a la pequeña con extrañez como si de un ser extraño e inferior se tratase.

La niña lo miro comenzó a retroceder teniéndole miedo, más por su ojo anormalmente amarillo y la expresión de enojo que portaba el rubio en su semblante o eso es lo que le hacía entender. Cuando el demonio sintió el miedo de la pequeña y leyó un poco su mente, embozo una sonrisa tétrica y rió siniestramente mostrando sus afilados colmillos.

- Vaya, vaya, vaya miren que tenemos aquí. – Chasqueo los dedos haciendo levitar a la niña para admirarla bien. – Pero que pequeñez acaso es un ratón o una pequeña gatita perdida. – Dijo en tono de burla. – No creo que sea un buen lugar para que un humano como tú, este jugando por esta área.

- Tío Stan... - Comenzó a llorar la pequeña soltando grandes lagrimales y lloriqueos fuertes mientras pataleaba en el aire.

- ¡Oh vamos! Pequeña mocosa no te hecho nada. – Colocando una expresión de fastidio. – Así que guarda silenció pequeña bolsa de carne con patas. Si no terminaras en un lugar muy feo y horripilante.

- ¡Tío Stan! – Grito más fuerte la pequeña.

El rubio se sentía incómodo de tanto grito que soltaba la pequeña niña, era demasiado agudo para el demonio y aparte le empezaba a incomodar demasiado al verla con los chapetes rojizos y esos ojos cristalizados por sus lágrimas... que extrañamente la hacían ver ¿adorable? Sintiendo un extraño calor en su pecho y un sentimiento de culpa.

Comenzó a girarla buscando por todo su cuerpo alguna clase de interruptor o un botón de apagado para calmar sus lloriqueos, opto por tomarla entre sus brazos mientras rascaba su cuello con su dedo o buscaba por su espalda.

- Debe haber un maldito botón para los humanos que dice "apagarse aquí". – Dijo molesto tocando con un dedo su espalda mientras la picaba. – Deja de llorar.

- ¡Tío! ¡Tío! – Grito la pequeña retorciéndose en sus brazos. - ¡Suéltame!

- Vamos guarda silencio. – Comenzando agitarla de los hombros. – ¿Y si cubro tu boca? – Colocándole una mano para tapar su boca, pero solo se hacía un murmullo entre su mano. – No, no funciona.

- ¡Déjame! – Dándole golpecitos con sus manos.

- ¡Oye! a mí nadie me pega. – Poniéndose furioso. – Si sigues así entonces tendré que castigarte. – Levantando su mano.

- ¡No! – Se cubrió comenzando a temblar en sus brazos y sollozar en voz baja. – No...

- Bueno tan si quiera ya no estas gritando. – Teniéndola entre sus brazos para mecerla con cuidado y examinarla observando su rostro enrojecido y con lágrimas. Quedando sus pies colgando y apoyando su cabeza en su pecho mientras tocaba su cabello húmedo. – Solo tenías que quedarte quieta.

- No me pegues. – Dijo en voz baja y con sus orbes brillantes.

- Si actúas así, te ganaras unos buenos azotes. – Sonando irritado. - ¿De dónde saliste? No hay hembras por esta casa. Y dudo mucho que Seis Dedos o Fez sean procreadores de engendros. Siendo ellos machos y no fértiles.

- ¿Dé que habla? – Pregunto la menor mirando el rostro del sujeto.

- Eres una mujer ¿o no? – Sonriendo. – Diminuta pero muy llorona.

La pequeña no hablo solo comenzó a empujarlo para liberarse de su agarre, a lo que el demonio tomo sus manos y las retuvo.

- Deja de luchar. – Le dijo examinando más a la pequeña. – Eres una cosa diminuta y algo... suave. – Acariciando la piel de sus brazos. – Hueles a flores. – Olfateando a la pequeña cerca de su rostro. – Y sé que eres una hembra, no en edad de procrear descendencia ¿Quién te trajo aquí? – Mabel solo hincho sus mofletes ladeando su rostro. – ¿Con que no me dirás?, conque en esas estamos humana. Te sacare información a como sea y sabré más de ti, pequeña mocosa. – Amenazando con una sonrisa.

En ese momento apareció Stan y Ford con Dipper en brazos, viendo como el demonio de los sueños tenía en sus brazos a Mabel. Aliviados se acercaron al rubio tomando a la pequeña de regreso a ellos.

- Qué bueno que la atrapaste. – Dijo Ford. – Corre muy rápido esta niña.

- Muy mal Mabel podías haberte perdido. – Le regaño Stan.

- ¿Qué es esto? acaso hicieron incesto entre ustedes dos, si me salen que son sus hijos. – Dijo el demonio extrañado.

- No seas idio... - Viendo a los niños. – No seas mal pensado. Son los hijos, de nuestro sobrino. El hijo de Shermy. – Aclaro Ford al demonio.

- Dorito haces que cada día piense que pierdes una porción de tu cerebro. – Dijo Stan.

- ¿Quiénes son? – Cruzándose de brazos. – No creo que estas bolsas de carnes hayan llegado por su cuenta a la cabaña.

- No, porque llegaron justamente hoy junto conmigo. – Le recalco Stan. – Y ya me entere de mi Cadillac rojo.

- Ya estaba viejo y con las llantas bajas. – Dijo en su defensa.

- Maldito rubio oxigenado.

- ¡Stan lenguaje! – Le regaño Ford.

- Entonces. – Dijo el demonio recargado en la puerta del pasillo. – Van a presentar a los mocosos.

- Bill... ellos son Mason y Mabel Pines. Aunque al chico le puedes llamar Dipper. – Dijo Ford. – Son los hijos de Henry y Caroline. Técnicamente son nuestros sobrinos nietos.

El demonio vio a los pequeños viendo lo idénticos que eran en su rostro y apariencia, excepto por el chico quien lo identificaba por la marca de nacimiento y por su género masculino. Chasqueo la lengua de desaprobación picándole la frente al pequeño.

- Tiene cara de haber comido una manzana podrida. – Menciono divertido, luego se acercó a la pequeña nuevamente volviendo a centrar su atención en ella. Seguía molesta con el rubio por lo que el demonio solo pincho sus mejillas y soltó una risa. – Ella sí que se volverá fea si sigue haciendo esa cara de agrio.

- Tupido. – Le tiro la palabra a Bill.

- ¿Tupido? – Dijo extrañado.

- Bueno un día Mabel me escucho decir la palabra "estúpido" por lo que esta niña no pudo decir la silaba "es" por lo que lo resume en "tupido" la palabra, una forma menos insultante de decir la palabra completa. – Comento Stan viendo la cara de impresión de Ford y Bill. - ¿Qué? La pequeña fue a terapia de lenguaje, los niños tienen problemas de adaptación social.

- Ya comenzaba sospechar que Fez no tuviera inteligencia. – Dijo Bill.

- Cierra la boca Bill.

- Suficiente. – Dijo Ford. – Stanley llévalos a la cama... que sería la habitación en el desván.

- Oye ese lugar es mío Seis dedos. – Menciono molesto Bill.

- Ya no Bill. – Dijo Ford – Desde ahora estarás en esa habitación. – Señalando el viejo cuarto de descanso.

- Que mierda. – Bufo molesto.

- ¡Bill lenguaje maldita sea!

- ¡Stan las palabras por el amor a la ciencia! – Dijo Ford.

- Somos pésimos. – Dijo Stan. – Llama a ese sujeto que adora el pan.

- Ni mierda voy a querer al puto de Tad Strange aquí. – Dijo molesto Bill.

- No queda otra opción. – Dijo Stan. – Saben que iré a dejarlos arriba se me están durmiendo en los brazos y como que cargar 29 kg en cada lado, no es muy bueno.

Stan se retiró con los pequeños a la habitación mientras que Bill irritado se largó a la habitación que habitaría de ahora en adelante. Para ser un demonio más viejo que el universo y solo pensar en un único objetivo; crear un enorme caos en el pueblo. Estaba siendo tratado como un humano más. A pesar de que su apariencia no le ayudaba mucho haciéndolo ver muy adulto.

En cambio Ford estaba agotado de ideas necesitaba un cuidador un niñero el cual podría confiarle a los niños, pero teniendo tan poco tiempo no encontraba a la persona adecuada. Vio a su hermano bajar las escaleras con pereza y cansancio dirigiéndose a la sala a tirarse en el sillón.

- ¿Alguna idea?

- No hay nadie que cuide a esos chicos.

- Diablos, esto es muy malo. – Dijo Stan. – Sí fueran más grandes no tendríamos problemas.

- Oh si tuvieran algunos amigos en el pueblo.

- También.

Después de lo que fue varios minutos pensando en la persona indicada, Stan se giró a su hermano y coloco una sonrisa malévola.

- Un momento estamos olvidando de alguien. – Dijo Stan.

- ¿Quién?

- ¿Cómo que quién? Piensa cerebrito. – Dijo. – ¿Quien es más viejo y alberga una gran cantidad de conocimientos en esta casa?

- Oye, para con las ofensas sé que tengo 68 años, pero sigo siendo un adulto joven. – Dijo Ford.

- No idiota. – Menciono Stan. – Me refiero del torpe triangulo.

- ¿Bill? – Colocando una expresión nada agradable. – Stan estás loco si piensas que negociare con él. Lo más seguro es que anda con sus cambios de humor y aparte está actuando muy raro desde hace meses, tanto que me pide que lo deje salir.

- Ni que fuera una chica en sus días. – Dijo Stan. – Solo haz un trato con él. No pedirá mucho.

- Y crees que acepte. – Dijo Ford. – Te recuerdo que le quitaron su licencia de manejo.

- No necesita un auto, puede volar o teletransportarse, yo que sé es un ciclope volador en forma de triángulo, que gusta disfrazarse de un rubio filántropo playboy con una riqueza en una dimensión desconocida.

- Debe cumplir servicio comunitario, tuve que convencer a los policías que lo haría dentro de la tienda.

- Ya lo está haciendo, cuidar niños también es parte de ese servicio.

- Sabes que odia a los niños.

- Tienen diez años, en dos meses cumplirán once. – Dijo Stan.

- ¿Y que hay con los niños?

- Lo aceptaran. – Dijo. – No creo que sea tanto problema para el rubio estarlos cuidado por un verano.

- Stan.

- Le dejaremos los números de emergencia y aparte ese demonio me debe el favor ya que estrello mi Cadillac rojo.

- No creo que sea buena idea. – Soltando un suspiro. – Iré a hablar con él.

Ford fue a la habitación del demonio de los sueños, notando que la había remodelado en tan solo unos minutos. Notando sus cosas que se había traído de su dimensión.

- Bill – Le llamo Ford - Quiero hacer un trato contigo.

- Te escucho. – Dijo el demonio terminando de leer uno de sus libros.

- Necesito que cuides a los niños.

El demonio solo embozo una sonrisa cínica antes de lanzar una carcajada y retorcerse en el sillón rojizo que tenía.

- Es una broma Seis dedos, para tu show de comediante, estuvo muy buena. – Dijo. – Ahora hablando de eso, necesito urgentemente salir. Llego un tiempo en que nosotros los demonios tenemos que salir a ya sabes, hacer travesuras y otras cosas para liberar cierto problema de estrés. – comento. – Lo llamo mis vacaciones.

- Bill no es un juego, necesito ayuda los niños necesitan un cuidador. Y tú eres el indicado y el único que queda en el pueblo.

- No puedo.

- Si puedes.

- Es enserio Stanford necesito salir. – Dijo el demonio frustrado. – Si no tengo mi momento de libertad tendré muchos problemas más adelante. Y creo que ya cree uno. – Recordando que estrello el carro al distraerse viendo a varias chicas.

- Solo este verano te pido y te dejare salir todo lo que quieras. Ni te preguntare a donde iras.

- Lo necesito ahora.

- Cipher solo un verano es lo que pido. Vamos te lo pido como amigo y compañero de investigación del portal.

Bill pensó un poco necesitaba el portal si quería traer el Raromagedón, algo que estuvo trabajando por años junto con él. Pero también ha estado con sus problemas personales desde hace meses y el accidente que tuvieron es prueba de que su problema va en aumento.

- Un trato más.

- Solo un verano. – Extendiendo una mano con fuego azul.

- Es un trato amigo. – Estrechando su mano para ver como las llamas se extinguían en las palmas de sus manos. – Le avisare a Stan que ya tenemos niñero. – Salió de la habitación corriendo mientras que dejaba solo al demonio.

- ¿Qué puede ser tan difícil cuidar a dos bolsas de carne? – Colocando sus manos en la cadera. – Sería bueno ir reclutando soldados para mi ejército.

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.

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Continuara

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