3. "Confusión"



Voy tarde. El pasillo que da a mi aula está casi desierto, y eso es lo único que necesito para saber que llevo casi diez minutos de retraso.

Sé que mis intentos por llegar a clase son en vano. De nada sirve que corra por el corredor cuando sé que la profesora Murphy no va a dejarme entrar al aula y va a mandarme directo a detención.

"¡Maldita sea!, ¡maldita sea el estúpido despertador!, ¡malditas sean las odiosas pesadillas!"


Las suelas de mis viejos converse derrapan en el instante en el que me detengo frente a la puerta. Arranco los audífonos de mis orejas y los envuelvo en un puño antes de golpear la madera con mis nudillos.

No pasan más de un par de segundos antes de que Gloria Murphy, mi maestra de álgebra, aparezca en mi campo de visión.

Una de sus perfiladas cejas se alza cuando me mira, pero se toma unos instantes para regodearse con mi mueca preocupada y avergonzada.

— ¿Si? —La arrogancia en el tono de su voz, me hace querer golpearla; sin embargo, me limito a mirarla a los ojos mientras trato de recuperar el aliento.

— ¿P-Puedo pasar? —Mi voz suena agitada y temblorosa.

Ella mira el reloj de pared que se encuentra justo sobre el pizarrón, antes de volverse hacia mí y decir—: Llevas nueve minutos de retraso, ¿crees que voy a dejarte entrar?

—Nunca he llegado tarde a su clase —protesto—. Además, ni siquiera han dado el segundo timbre.

Sus brazos se cruzan sobre su pecho, y suspira con pesadez. Parece estar dividida entre lo que quiere hacer y lo que es correcto. Finalmente, se aparta de mi camino, y dice—: Que sea la última vez que llegas tarde, Marshall.


Entro al salón de clases lo más rápido que puedo, pero sé que todo el mundo está mirándome. La humillación quema en mi torrente sanguíneo y se materializa en mi cara a manera de rubor, pero avanzo entre las filas de butacas sin levantar el rostro para no mirar a nadie.

Estoy a punto de llegar a mi pupitre habitual, cuando me percato que hay alguien sentado en él. Me congelo al instante y observo al intruso que ha osado sentarse en mi lugar. El desconocido tiene toda su atención fija en el libro de texto abierto frente a él pero levanta su vista al sentir mi cercanía.

Entonces, todo mi mundo se tambalea.


Ojos grises me observan con fijeza y un escalofrío recorre mi cuerpo, y me pone la carne de gallina. El aire se atasca en mis pulmones y un grito se construye en mi garganta. El chico del McDonald's -el que me observaba desde el otro lado de la acera cuando corrí hasta casa después de mi sesión con el psicólogo; el que ha estado atormentándome en pesadillas durante toda la maldita semana-, está aquí y me observa con una frialdad indescriptible.

Se ve diferente. Su mandíbula angulosa está libre de vello facial, a diferencia de antes, cuando mostraba una fina capa de barba enmarcando sus facciones duras; sin embargo, sé que es él. Estoy segura...

Es imposiblemente atractivo, pero no es eso lo que me ha paralizado por completo. Es la inexpresividad en su rostro lo que hace que no pueda moverme. Lo que hace que quiera correr lejos.


Luce salvaje, cruel y aterrador, y al mismo tiempo, luce tranquilo y sereno; como un depredador a punto de devorar a una presa que no tiene escapatoria alguna. La falta de emociones en su rostro es más terrorífica que cualquier gesto furibundo que haya visto en mi vida.

Se siente como si estuviese mirando una estatua o una pintura, y no logro entender por qué tengo tanto miedo. Es como si todo su ser despidiera un aura pesada y oscura.


— ¿Qué estás haciendo, Marshall? —La voz de la profesora Murphy suena a mis espaldas—. Toma asiento ya.

El chico frente a mí alza las cejas y mi estómago se revuelve con violencia. Estoy aturdida y abrumada, pero me obligo a avanzar hasta el primer asiento vacío que encuentro.

Me siento, pero mis piernas tiemblan y flaquean. El pánico se arraiga en mi sistema y las lágrimas inundan mis ojos.

Nadie parece afectado por la presencia de este chico en el aula. Nadie cuchichea o hace comentarios respecto al tipo nuevo en la reducida habitación. Es como si estuviesen acostumbrados a su presencia.

"¿Será que acaso sólo yo puedo verlo?" Pienso, pero entonces, me percato de la mirada sugerente que una chica le dedica, y de la sonrisa ladeada en los labios de él.

El alivio viene a mí en oleadas intensas en ese momento. El miedo que le tengo a la locura es tan grande, que el solo hecho de saber que alguien más es capaz de verlo me reconforta.


La mujer frente a la clase comienza a hablar acerca de términos matemáticos que no entiendo del todo. No puedo concentrarme por más que trato de hacerlo; y tampoco puedo deshacer el nudo de emociones que se ha formado en la boca de mi estómago.

Mi vista está clavada en la nuca del chico que está sentado a pocas bancas delante de mí, y sólo puedo estrujar mi mente para encontrar algo de sentido a lo que está pasando.


Al finalizar la clase, todo mundo se precipita fuera del aula. Me retraso un par de segundos porque apenas soy capaz de conectar mi cerebro con mis extremidades, pero avanzo como puedo por el estrecho corredor entre los pupitres.

Estoy a punto de pasar junto al tipo de mis pesadillas, cuando éste se levanta y se gira sobre sus talones para encararme. Tengo que dar un paso hacia atrás para mantener mi espacio vital intacto, pero él ni siquiera se inmuta.

De pronto, quiero vomitar. El nudo en mi garganta es tan intenso que duele; la carne blanda de mis palmas se siente adolorida y entumecida porque me he clavado las uñas, pero no me importa en lo absoluto. El dolor es lo único que me hace saber que esto realmente está sucediendo.

Una sonrisa perezosa se desliza por sus labios y los vellos de mi nuca se erizan. No sé qué es lo que quiere de mí, pero tampoco quiero averiguarlo.


— ¡Déjala en paz, fenómeno! —La familiar voz de Emily trae oleadas de alivio a mi sistema, pero se va tan rápido como llegan.

Mi atención se posa en la figura que avanza a toda velocidad hacia nosotros.

El tipo le regala un par de segundos de atención, pero luce completamente aburrido. Ems lo aparta de un empujón y me toma por la muñeca antes de tirar de mí en dirección a la puerta principal.

¿Cómo demonios es que ella lo conoce?, ¿por qué todo mundo parece conocerlo?...


—Ese tipo me pone los pelos de punta —masculla, mientras me arrastra por el corredor en dirección a la clase que compartimos—. Deberías de poner una orden de restricción en su contra o algo.

— ¿De qué estás hablando? —Digo, sin aliento—, ¿lo conoces?, ¿cómo es que todo mundo parece conocerlo?

Mi amiga me mira por encima del hombro. Me observa como si creyera que realmente me he vuelto loca, y eso sólo hace que la confusión se arraigue en mi sistema.

— ¡Por el amor de Dios, Bess!, ¡por supuesto que lo conozco!, ¡el tipo te ha acosado todo el maldito año escolar!, ¿te sientes bien?


El pánico se arraiga en mi sistema, de pronto. Mis manos tiemblan. No puedo respirar. No puedo pensar con claridad. Estoy a punto de sufrir un colapso nervioso y ni siquiera soy capaz de moverme de donde estoy. Todo esto es una completa locura. ¿Cómo es que dice que el tipo me ha acosado durante todo el ciclo si apenas lo vi por primera vez en mi vida hace unos días?

"¡Me estoy volviendo loca!, ¡me estoy volviendo loca!, ¡me estoy volviendo loca!..." Mi mente grita con frenesí.

Necesito una respuesta a todas las preguntas que se arremolinan en mi interior; tengo que irme de aquí. Está a punto de darme un ataque de asma. Debo ir a casa. Necesito tranquilizarme. Necesito...

— ¿Bess?, ¿qué estás haciendo? —La voz de Emily me saca de mis cavilaciones. Su expresión preocupada hace que mi ansiedad crezca.

—N-Necesito ir a casa —jadeo.

— ¿Te encuentras bien?, ¿necesitas tu inhalador?, ¿lo traes contigo? —Habla con cautela y cuidado. Suena como si estuviese hablando con una loca.

"¡NO. ESTOY. LOCA!"

—S-Si —tartamudeo.

Tanteo en los bolsillos de mis vaqueros, hasta que encuentro el pequeño aparato. Me lo llevo a la boca y presiono el botón para inhalar una bocanada de medicamentos. El alivio es inmediato, y eso ayuda a que mis nervios alterados se relajen un poco.


— ¿Qué pasa?, ¿te encuentras bien?, ¿quieres ir a la enfermería? —La voz de Ems es terciopelo en mis oídos, pero el miedo no se va.

— ¡No! —Me apresuro a decir—, estoy bien. Yo sólo... —niego con la cabeza—. No sé qué me ocurre, Ems. Lo siento.

Ella no parece muy convencida con mi declaración, así que trato de regalarle una sonrisa; sin embargo, estoy segura de que luce más como una mueca.

—Bess... —suena dudosa.

— ¡Estoy bien! —La interrumpo y me obligo a esbozar una sonrisa aún más grande que la anterior—. De verdad, Ems. Estoy bien.

Mi amiga asiente, pero sé que puede intuir que algo me ocurre.


Nos abrimos paso hacia la cafetería. Emily no deja de parlotear durante todo el trayecto, pero apenas puedo escuchar lo que dice. Estoy tan asustada y tan confundida, que no puedo concentrarme en nada.

Estamos sentadas la una frente a la otra en una solitaria mesa de la atiborrada cafetería, pero apenas puedo seguir el hilo de la conversación. Ella, sin embargo, ni siquiera parece percatarse de que trabajo en piloto automático mientras mi mente revoluciona a mil por hora. Trato de encontrar una explicación lógica a lo que ocurre, pero nada viene a mí.

—No vas a dejarme plantada, ¿verdad? —La pregunta me saca de mis cavilaciones.

— ¿Perdón? —Me obligo a hablar.

Emily rueda los ojos al cielo y dice—: Hablo acerca de mañana —parece notar la confusión en mi rostro, ya que me mira con exasperación—. ¡Bess!, ¡mañana!, ¡la fiesta de mañana en casa de Phil!, ¿recuerdas?

"Oh, mierda..."

— ¿Es mañana? —Sueno más quejumbrosa de lo que pretendo, pero realmente no tengo deseos de ir.

— ¡Por supuesto que es mañana! —La indignación en la voz de Emily me hace saber que se ha dado cuenta de mi renuencia a acompañarla—, ¡y ni se te ocurra intentar cancelarme porque podría ser El fin de nuestra amistad Betsabé!

Ruedo mis ojos al cielo.

—Deja de llamarme de esa manera —me quejo—. Sabes que sólo es Bess.

—Si me dejas plantada o me cancelas de último minuto, Betsabé —hace énfasis en el nombre con el que ha tratado de bautizarme desde que la conozco, y me señala con una cuchara plástica—, no voy a perdonártelo jamás. Lo prometiste.

Quiero protestar y decir que nunca prometí nada, pero me trago las palabras mientras mascullo una queja respecto a sus ganas de arrastrarme a lugares de perversión, tentación y lujuria. Ella termina golpeándome con una servilleta hecha bola mientras se burla del dramatismo de mi frase.



No veo al chico de los ojos grises el resto del día, pero no puedo arrancar de mi sistema la horrible sensación enfermiza que me ha invadido desde que lo vi. Sigo sin comprender del todo porqué todo el mundo parece conocerlo cuando yo no tengo ni un maldito recuerdo de haberlo visto antes por los pasillos de la escuela.

Empiezo a cuestionarme una y otra vez acerca de mi cordura y las dudas crecen poco a poco en el transcurso del día. Ni siquiera cuando estoy en casa puedo alejar la tortura de mi cabeza.


Nathan y Dahlia llegan al apartamento alrededor de las nueve de la noche y me obligan a salir de mi habitación para tener la dichosa cena familiar que se han empeñado en arraigar en nuestra rutina.

Cuando preguntan respecto a la escuela y les hablo sobre la fiesta a la que iré con Emily, me miran como si me hubiese crecido otra cabeza. Supongo que es una reacción natural cuando se es una persona socialmente incompetente como yo; sin embargo, no puedo evitar sentirme un poco ofendida por la sorpresa incrédula en sus miradas.

Al terminar de cenar, Dahlia anuncia que me dejará ir a esa fiesta siempre y cuando Emily me traiga a casa sana y salva. Sé que sólo ha mencionado eso porque necesita imponer su autoridad como la figura materna que trata de asumir, así que la dejo poner las reglas y condiciones respecto a mi salida nocturna antes de irme a la cama.



~*~



Mi sábado comienza con una llamada temprana de Emily. Apenas puedo recordar qué fue lo que dijo, pero estoy bastante segura de que amenazó con atravesarme con una varilla de metal si decido dejarla plantada a última hora. Después de colgar, vuelvo a quedarme dormida y no despierto hasta que dan casi las doce del día.

Mi almuerzo consiste en un paquete de galletas con chispas de chocolate y un vaso de jugo de uva y, después de hacer algo de limpieza, me dedico a pasar mi tarde navegando en internet.


Dahlia llega alrededor de las tres de la tarde con comida china, pero no es hasta que llega Nate que nos sentamos a la mesa a comer.

La plática es ligera y suave. Nate y Dahlia no han dejado de hablar, lo cual agradezco. Es incómodo cuando tratan de hacer que sea yo quien monopolice la conversación. No soy muy buena para entablar charlas naturales y casuales.

Después de comer y holgazanear un rato más, me meto en la ducha para alistarme para la dichosa fiesta de esta noche.

Mientras restriego mi cuerpo con la esponja, no puedo evitar tener un vistazo de la piel enrojecida y destrozada de mis muñecas. Las heridas no han cerrado del todo, y el hilo quirúrgico salta a la vista en mi piel clara.

Las tonalidades rojas y amoratadas no se han ido del todo, y tampoco lo han hecho los bordes irregulares alrededor de los puntos de sutura. Dudo que desaparezcan algún día.

La delgadez de la piel la hace lucir como si fuese papel a punto de romperse y mi estómago se revuelve con sólo pensar en la cantidad de cosas extrañas que han estado ocurriendo en mi vida desde entonces.

He tratado de no pensar demasiado en ese incidente pero cuando lo hago, la opresión dentro de mi pecho es insoportable. No logro concebir la sola idea de no poder recordar nada sobre esa noche, y eso sólo hace que las dudas acerca de mi cordura, me invadan una vez más.


Empujo esos oscuros pensamientos hasta lo más profundo de mi mente y me concentro en terminar de ducharme.

Veinte minutos después, me encuentro lista para salir. Mi elección de ropa consiste en unos vaqueros entallados, una playera estampada con el logo de una banda de los noventas y mis viejas botas de combate.

No me pasa desapercibida la mirada escandalizada de mi tía cuando me mira dejarme caer en el sillón con mi computadora entre las manos; sin embargo, no hace ningún comentario respecto a mi vestimenta.


Hago un poco de tarea antes de que mi teléfono suene. Ni siquiera me molesto en responder, porque sé que es Emily anunciando su llegada.

—Me voy —anuncio, mientras apago el ordenador.

— ¿Te traen? —Mi tía me mira desde el sillón frente a mí, donde se ha instalado para leer.

—Si —trato de sonreír de forma tranquilizadora.

—No bebe, ¿cierto? —Me mira con escepticismo.

—Si lo hace te llamaré para que vayas por nosotras —resuelto.

Ella parece estar conforme con mi respuesta, ya que no dice nada más. Entonces, salgo del apartamento y hago mi camino hacia el elevador.

El auto de de Ems aparece en mi campo de visión, así que me apresuro para trepar del lado del copiloto.


—Dos segundos más y subía por ti —bromea y le regalo una mirada irritada.

—Te dije que iría.

—Sólo quería asegurarme de que lo harías —enciende el auto y comienza a conducir por las calles cargadas de automóviles.

La música a todo volumen llena el silencio entre nosotras cuando tomamos la autopista rumbo a Alhambra, el lugar donde vive el dichoso Phil Evans. Emily canta a todo pulmón mientras golpetea sus pulgares contra el volante al ritmo de la música, y no puedo evitar contagiarme con su buen humor.


Al cabo de quince minutos, aparcamos en una calle solitaria. El suburbio es uno bastante tranquilo, del tipo en el que viven familias grandes, con muchos niños. Puedo imaginar perfectamente la cantidad de niños pequeños que podrían correr por estas calles sin peligro de ser arrollados por un auto.

Emily baja del coche y se echa a andar por la acera. Me toma unos instantes reaccionar y seguirla. Debo trotar para alcanzarla, pero ella ni siquiera se inmuta cuando digo—: ¡¿Qué demonios?! ¿No podías decirme que debía bajar?, ¿dónde será la dichosa fiesta, de todos modos?, la calle luce demasiado vacía y silenciosa, si me lo preguntas.

—Relájate, Bess —Ems me mira con diversión—. Me estacioné a varias calles de distancia porque no encontraremos lugar más cerca de la casa de Phil. He escuchado que sus fiestas son bastante concurridas.

Un suspiro brota de mis labios, pero me obligo a avanzar en silencio. Al cabo de unos instantes, el rumor de la música llega a mis oídos. Con cada paso que damos, el sonido aumenta de intensidad y la cantidad de vehículos aparcados aumenta considerablemente.


Al cabo de unos instantes, nos encontramos abriéndonos paso entre un puñado de adolescentes medio ebrios que gritan, ríen y bailan afuera de una casa enorme. La música retumba con tanta fuerza, que puedo sentir en mi pecho la vibración del bajeo.

Al entrar a la residencia, el olor a perfume, alcohol, tabaco y marihuana invade mis fosas nasales. Emily me toma de la mano cuando me detengo a observar a mí alrededor, y grita en mi oído, para hacerse oír por encima del escándalo—: Sólo relájate. Será divertido.


Mi amiga encaja rápidamente con un grupo de chicos de último año, y no puedo evitar sentirme como una sombra mientras ella recibe el tipo de atención que me haría sudar si la tuviera. Ella parece manejarlo a la perfección, sin embargo.

Eventualmente, un chico la invita a bailar y yo me quedo aquí, en un rincón de la habitación, sin estar muy segura de qué hacer o qué decir para romper el hielo con las personas solitarias que están cerca.


Mi vista viaja por toda la estancia y se detiene al momento en el que lo miro. Mi estómago se retuerce con tanta violencia, que duele; y quiero golpearme por reaccionar de esa manera ante la presencia de un tipo al que ni siquiera conozco. Es casi ridícula la forma en la que mis puños cerrados tiemblan a pesar de todos mis esfuerzos por mantener a raya mi nerviosismo.

El tipo de los ojos grises está recargado en una columna de concreto y hay una chica que tiene los brazos envueltos alrededor de su cuello. Él sonríe mientras ella trata de besarlo, pero no hace nada por buscar ese ansiado contacto.


Entonces, como si se hubiese percatado de mi presencia, me mira. Un atisbo de sonrisa se dibuja en las comisuras de sus labios, y la pesadez se apodera de todo mi cuerpo. Hay algo extraño en él. No es como las demás personas aquí y no logro averiguar porqué...

La chica entre sus brazos susurra algo en su oído y él ahueca su rostro entre sus manos antes de besarla con intensidad.

Me siento como una intrusa, así que desvío la mirada y me obligo a perderme entre la multitud de adolescentes medio borrachos.


No sé cuánto tiempo pasa antes de que me encuentre sentada sobre la barra de la cocina, con una lata de cerveza entre los dedos y un tranquilizante adormecimiento de palmas. No estoy borracha; al contrario, estoy bastante sobria. Sin embargo, la lata casi congelada ha hecho que mis manos se adormezcan y ardan.

Un chico a mi lado habla y habla acerca de su ex novia, y de cuán devastado se siente por su traición. Ha insinuado que desea tener sexo de venganza conmigo más veces de las que puedo contar, pero no sabe que se ha topado con la chica equivocada.

Finalmente, parece captar el mensaje de que no estoy interesada ya que se excusa diciendo que necesita buscar a alguien y desaparece por la entrada de la estancia.

Me quedo un par de minutos más, antes de tirar el líquido restante de la lata y emprender mi camino para encontrar a Emily.


Trato de buscarla entre la gente, pero no la localizo por ningún lado. Subo al segundo piso de la casa y toco cada una de las puertas de las habitaciones mientras digo su nombre en voz alta, pero nadie responde. Decido que debo hablarle a su teléfono celular, pero el escándalo no me deja escuchar ni siquiera el tono de llamada. Debo salir si quiero tener la oportunidad de escucharla.


El frío me golpea en el instante en el que pongo un pie fuera de la casa de Phil. El aire helado cala mis huesos, pero agradezco el cambio de ambiente. Aquí afuera, el sonido de la música es amortiguado por las paredes de concreto. La poca gente que hay, son un par de parejas adolescentes que se besuquean en los rincones oscuros debajo de los árboles. Hay un grupo de chicos fumando del otro lado de la acera; sin embargo, parecen ajenos a la figura de la patética chica que se encuentra de pie con un teléfono celular pegado a la oreja.

Emily no responde y no sé qué hacer. No quiero entrar de nuevo, así que vuelvo a intentar con su número de teléfono.


El grupo de fumadores se encamina hacia dentro de la casa al cabo de unos minutos; y un poco más tarde, una de las parejas entra a la casa, mientras que la otra se encamina hacia la calle y desaparece al girar en una esquina. Ni siquiera quiero pensar a dónde es que se dirigen.

Trato de decidir qué es lo mejor que puedo hacer, pero nada viene a mí. No puedo marcharme y dejar a Emily aquí; pero tampoco quiero esperarla hasta que amanezca o hasta que termine lo que sea que está haciendo ahora mismo.


Mis ojos se cierran con fuerza y tomo una inspiración profunda cuando siento que el aliento me falta. Odio tener que recurrir a los medicamentos para respirar con normalidad. Tener asma apesta.

Finalmente, me rindo y busco mi inhalador en el bolsillo trasero de mis vaqueros. Pongo el pequeño aparato en mis labios y presiono el botón que libera esa pequeña dosis de fármacos que necesito para conseguir que el aire entre a mis pulmones.


Decido que lo mejor que puedo hacer es volver a buscarla dentro. Estoy a punto de echarme a andar devuelta a la casa, cuando me percato de un movimiento justo junto al inmenso roble que se encuentra en el jardín del lugar.

Me congelo de inmediato, pero no estoy segura de haber visto algo realmente ya que todo está oscuro hasta la mierda.

Me quedo quieta unos instantes, antes de captar otro movimiento por el rabillo del ojo. Ésta vez, se siente más cercano que el anterior, así que giro sobre mis talones sólo para quedar de frente al pórtico de la casa.

Mi corazón late con tanta fuerza, que temo que pueda perforar un agujero en mi pecho escapar lejos.

Trato de tranquilizarme a mí misma y decirme que todo está bien, pero la sensación de estar siendo observada ha regresado y esta vez, lo ha hecho con más fuerza que nunca.

No me muevo. No dejo de mirar hacia todos lados. Ni siquiera me atrevo a respirar...


Algo pasa a mi lado con mucha rapidez. Puedo sentir la ventisca provocada por la velocidad del movimiento, y chillo cuando mi cabello cubre mi rostro, haciéndome imposible mirar alrededor.

Aparto los mechones lejos de un movimiento brusco y miro hacia todos lados. Entonces, toda la sangre se drena de mi rostro...


Una espesa neblina se arremolina a mí alrededor, y el hielo se instala en mis venas.

Poco a poco, la neblina va solidificándose y separándose en sombras espesas y amorfas, y ahogo un grito en el instante en el que una de las figuras empieza a tomar forma. Primero, una silueta humana se dibuja, y después se solidifica con lentitud.

"No es real. No es real. No es real." Me repito una y otra vez, pero el pánico que siento es más real que cualquier otra cosa que haya sentido en mi vida. Mi corazón late con tanta fuerza, que duele; mis manos tiemblan, mis pulmones arden y las cicatrices en mis muñecas pican.

Cada una de las sombras va materializándose. No tienen rostro. Su cara es un borrón indescifrable hecho de sombras y tinieblas, pero el resto de su cuerpo es humano.

"¡¿Pero qué demonios...?!"

Estoy aterrorizada. Tengo tanto miedo que creo que voy a desmayarme en éste momento. El pánico dentro de mi cuerpo apenas me permite moverme.


De pronto, todo pasa a una velocidad impresionante. Una de las figuras se abalanza en mi dirección y me empuja con una de sus poderosas y heladas manos.

Mi espalda golpea contra el suelo con tanta brutalidad, que siento el crujir de mis vértebras. El dolor estalla en mi columna, y ahogo un grito adolorido. Su peso me deja sin aliento y la adrenalina hace que sea más difícil respirar.

Pataleo y forcejeo con todas mis fuerzas, pero es imposible retirar el peso que hay sobre mí. El horror se apodera de cuerpo y golpeo el pecho de la figura con mi puño cerrado. Una de sus manos heladas se cierra en mi muñeca, y un grito taladra en lo más profundo de mi cabeza. Me toma unos instantes descubrir que el grito no es mío, sino de la figura que me ha atacado.


El peso cede de pronto, y me arrastro lejos. Trato de incorporarme, pero mis extremidades apenas parecen responder. Mi respiración es irregular y forzada, mi garganta quema con cada inhalación y el aire es cada vez más escaso. El sonido silbante en mi garganta con cada exhalación y la tos intensa, es lo único que necesito para saber que está a punto de darme un ataque de asma.

Apenas puedo procesar mis movimientos. Trato de alcanzar mi inhalador, y al mismo tiempo trato de huir de la escena. Mi vista recorre el espacio frenéticamente, y noto cómo las figuras restantes se abalanzan en mi dirección.

Reprimo el grito que amenaza por abandonarme y aprieto mis ojos mientras espero la colisión contra mi cuerpo.

Uno...

Dos...

Tres segundos pasan..., pero el impacto nunca llega. Abro los ojos y entonces, lo veo...

El chico de los ojos grises está ahí, de pie frente a mí, dándome la espalda; interponiéndose entre las sombras y yo.

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