Hécate vuelve a calmar las mareas


—¡¿Quién fue?! —cuestionó Quirón, con una repentina desesperación que sorprendió a los campistas.

Parsimoniosa, Hécate les explicó a todos acerca del plan de Hades y Perséfone, que ella estuvo al tanto gracias a sus subalternos en el Inframundo, y que en cuanto se enteró de que se estaba armando un alboroto dramático en el Campamento por ello, decidió ir a aclarar las cosas, tal como había hecho con Démeter cuando Hades secuestró a Perséfone hace eones.

—Ellos están bien. Están en el Inframundo celebrando el cumpleaños del hijo de Hades.

—¿Y por qué no vienen todavía? —preguntó el centauro—. El cumpleaños de Nico fue ayer.

—Desconozco la razón, pero seguramente pronto regresarán.

Nadie agregó algo más, y viéndose cumplida su labor, que desempolvó algunos recuerdos que le causaron melancolía, Hécate se esfumó.

☙☠︎❧

—Uhm, no se ven bien —dijo Hades, viendo el desastre que dejó la fiesta de la noche pasada.

Los cuerpos de todos sus invitados estaban tirados cual trapos viejos por doquier. A Nico y a Will les habían pintado la cara con marcador y alrededor de Jason habían vasos de plástico formando una especie de aureola. Leo estaba tendido desnudo en la mesa de bocaditos, Reyna y Hazel yacían abrazadas en posición de cucharita, Calipso se chupaba el dedo acurrucada en un ovillo debajo de la mesa y Piper murmuraba dormida cosas que no tenían sentido.

Persefone frunció el ceño mientras olía el ponche; lo probó con la punta del dedo.

—¡¿Les has dado alcohol?!

—¿No debía?

—Los niños no toman alcohol, querido. Creo que les has provocado su primera resaca.

—¿Y eso es malo?

Perséfone se empezó a reír, sujetándose el estómago. Como no estaba acostumbrada a hacerlo, su estómago no lo soportaba como el de los humanos de emociones volátiles, aferrándose a sus bromas y risas incluso en los momentos cruciales para no tener que llorar.

—Vamos, tenemos que comprarles ibuprofeno y unos hidratantes.

Hades se acercó al novio de su hijo y tocó con el dedo índice su mejilla. No reaccionó.

—¿Segura que no están muertos?

—¿Acaso no ves que están respirando?

—Menos mal. —Suspiró. Hades no veía respirar a nadie normalmente, así que su confusión era razonable—. No quería tener que hacer doble trabajo de limpieza y distribución.

Perséfone se acariciaba la barbilla, pensativa.

—No creo que sea buena idea dejarlos así mientras vamos al mundo mortal.

—¿Los llevamos?

—Hablaba de llevarlos a una cama —le explicó la diosa como si hablara como un infante—. En una habitación que tenga baño, preferiblemente.

—No tenemos baños aquí, es un palacio para seres que no tienen ese tipo de necesidades. —Hades frunció el ceño. Realmente era un ignorante en cuanto a los vivos y le fastidiaba el tema.

—¿Y cómo le haces con Nico?

—Esa es cuestión de Nico, no mía.

Perséfone se aguantó el golpearse la frente con la palma de la mano por condescendencia para con su denso esposo.

—Tengo algunas habitaciones libres para acomodarlos. —Hades chasqueó los dedos, llamando a los esqueletos a su servicio—. Llévenlos a mis aposentos. —Los esqueletos comenzaron a cumplir sus órdenes, asintiendo enérgicamente, agarrando a los semidioses por los cuellos de sus camisas y empezando a arrastrarlos. El dios agregó, volviendo la cabeza ligeramente hacia atrás y en voz más baja—. Asegúrense de que el hijo de Apolo vaya a una habitación distinta de la de mi hijo.

Así, Hades y Perséfone volvieron a subir a la carroza del primero a recorrer de la mano el mundo mortal, exprimiendo el jugo de cada segundo, como si de un manantial en tierras caprichosas se tratara. Su terapia de pareja estaba saliendo de perlas.

Mientras tanto, Nico y Will despertaron. Nico vomitaba sentado en su cama y Will, quien no se sentía en mejores condiciones pero podía prescindir de la parte de vomitar, lo atendía, haciéndole el cabello hacia atrás y tendiéndole un cazo de cerámica de la época de la antigua Grecia con ilustraciones del Inframundo que encontró por ahí para que pudiera seguir expulsando su vómito. Al parecer no había servido la táctica de Hades de meterlos a habitaciones separadas.

—Has bebido demasiado.

—¿Y tú no?

Will se sonrojó.

—No sabía que el ponche tenía alcohol.

—Will —Nico tosió, gimiendo por el malestar—, se podía sentir el alcohol a la primera probada. Incluso se podía oler.

—Pensaba que solo era algún ingrediente que lo volvía algo potente. —Nico lo miró con cara de «¿En serio?»—. ¿Qué? No es mi culpa no saber cómo sabe el alcohol. Nunca me ha llamado la atención.

Nico volvió a vomitar, recargándose en Will por la debilidad después de hacerlo.

—Esto es horrible —musitó, pero una sonrisa fue asomándose poco a poco en sus labios—. Pero valió la pena. Ha sido el mejor día de mi vida.

Will se sintió súbitamente frustrado, recordando todo lo que había planeado para el cumpleaños de Nico y lo mucho que se había esforzado para, al parecer, nada.

—Teníamos programado algo aún mejor, solo para ti. Sé que lo habrías amado. Pero la intervención de tu padre...

—Will. —Nico haló su rostro hacia sí para darle un beso en la mejilla—. Bastó tu presencia para que lo amara.

Y en ese momento, Will sintió que flotaba en los Campos Elíseos. Permitió que las palabras de Nico se esparcieran por su mente como una verdad razonable e ineludible, liberando su frustración y demás sentimientos angustiosos que lo habían llevado a no disfrutar por completo la experiencia que había vivido. Besó a Nico en los labios en agradecimiento, pese a que supieran en algo a vómito, y luego lo abrazó con fuerza, dándole las gracias, sin especificar si por sus palabras o si por el mero hecho de existir. Nico solo sonrió y se dejó abrazar, dándole algunas palmaditas en la espalda. Jason, Piper, Leo, Reyna y Hazel los encontraron en el acto, aliviándose de verlos.

—Por un momento pensamos que habían muerto y que por eso no estaban aquí. Esta ha sido la última habitación que nos quedaba por revisar —expresó Hazel, agitada tanto por lo que había recorrido a paso presuroso como por su preocupación por su hermano y su amigo.

—Disculpen por interrumpir su momento íntimo —añadió Piper. Jason rodeaba su cuello con un brazo y lucía tan descompensado como Nico.

—He vomitado unas cuatro veces de camino aquí. Espero que a tu padre no le importe. No pudimos encontrar ningún baño. —Lo dijo como si fuera una tragedia mayor a la de la Guerra de Troya.

—Aquí no hay baños —informó Nico—. Cuando me hospedaba aquí tenía que viajar por las sombras al mundo mortal cada vez que quería ir al baño. Imaginen qué osadía.

Leo, quien se había vestido con una túnica de Hades que le quedaba demasiado grande y le hacía ver ridículo como un pelele con un mal disfraz, se adelantó para sumar su parte a la conversación.

—Qué recuerdos los de la noche pasada, chicos. Estuvieron geniales todos. Aunque también habría estado genial seguir el plan. Siento que nos hemos esforzado por nada.

—Todavía tenemos los implementos para lo que habíamos planeado en el Campamento —sacó a colación Reyna, dirigiéndose a Nico—. Podemos celebrar otro día de tu cumpleaños con ello cuando salgamos de aquí. Si tú gustas, claro.

—Pese a que me siento como la mierda, estoy de buen humor, así que, encantado.

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