CAPÍTULO 18. FELIZ CUMPLEAÑOS, POR ADELANTADO
"La muerte le hace una pregunta a la vida: ¿Por qué a mí todos me odian y a ti te aman con locura? La vida le respondió: porque yo soy una bella mentira y tú una triste realidad".
~Roberto Bonafont
Había pasado todo el fin de semana recluida, esquivando completa y exclusivamente al pelinegro. Aún no podía creer que le hubiese besado y la cosa se hubiera subido tanto de tono. No podía permitirme darle esperanzas en algo que no quería, o más bien que no podía, surgir. Quizás para él no había significado nada, sólo un beso caliente con otra chica más. Pero, ¿qué había significado para mí? De todos modos, Caín no era objeto de mi preocupación, teniendo en cuenta que alguien no dejaba de medir mis pasos con regla.
A pesar de ir por los pasillos de Darksville School, no podía evitar analizarlo todo con lupa. Y he contado —más de las que me gustaría—, todas las veces que no me he podido resistir a mirar tras mi espalda para comprobar si alguien me miraba más de la cuenta. Me encontraba en un estado de histeria paranoide. Cualquier risa, llanto o incremento de voz me ponía en estado de alerta, puesto que las cosas se habían vuelto muy turbias desde la última nota, aún más sabiendo que Lía también las estaba recibiendo, lo que me llevaba a pensar que cualquier indicio de que ella fuese la acosadora, quedaba descartado.
Por meras necesidades fisiológicas, entré a uno de los cubículos del baño. Pero, me llevé una grata sorpresa al descubrir el chisme de la semana.
— Genial, ya no tenemos sólo a tres asesinos en el instituto sino que ahora hay cuatro— soltó una chica de voz muy chillona.
— Cierto. No sé quién me da más miedo, si los Darkrow o la psicópata.
— ¿Cómo pudo matar a su familia a sangre fría?
Maravilloso. Me encantaba como la gente me juzgaba. No hay nada más triste en el ser humano que la falta de información y ello conlleva a la ignorancia. Pero... ¿Por qué hablaban así de los hermanos Darkrow? Se supone que todas las chicas estaban pilladísimas de ellos. Bueno, parece que todas no.
— ¿Os acordáis de Alec? Era un tío genial. Si no se hubiera subido al coche con el drogadicto ese, aún seguiría vivo.
¿De cúal de los hermanos hablaba?
— Sí. Y Ben seguiría estudiando aquí si Caín no le hubiese dado una paliza casi de muerte.
¿Qué había hecho qué? Me atraganté con mi propia saliva. Bueno, yo había hecho cosas peores. No me volvería ahora una hipócrita.
Sin embargo, la verdadera pregunta aquí no era lo que había hecho, sino el porqué lo había hecho. A día de hoy, si tenía clara una cosa es que Caín siempre hacía las cosas por algún motivo, sea mejor o peor.
—¿Os acordáis de Samantha? Era muy buena chica. Una pena que se suicidase por culpa de ese malnacido.
— ¿Quién se suicida por un chico? —preguntó sarcásticamente otra. ¿Cuántas chicas había ahí?
— Alguien que no tiene claro lo que le conviene. — solté saliendo del cubículo porque ya estaba asqueada de sus chismorreos. ¿No tenían nada mejor que hacer con sus vidas?
Las cuatro chicas me miraron aterradas, repasándome de arriba abajo. Aunque una quiso arriesgarse a comprobar si de verdad esa la asesina psicópata de la que tanto hablaban.
— Lía no te tragaba, y nosotras tampoco. — se atrevió a decir la morena de ojos claros con gesto de asco. Por la formación en la que se encontraban, se notaba que esta se sentía respaldada. De lo contrario, ni siquiera me hubiese mirado.
— Mira lo que me importa — le dediqué una sonrisa inocente, mientras alzaba una ceja. Luego, le saqué el dedo corazón y lo chupé.
Ellas asqueadas con mi gesto, se marcharon rápidamente. ¡Ni que les hubiera sacado un cuchillo!
¿A esto se refería Steisy con los secretos de Caín? ¿A la pelea? ¿O era otra cosa?
Estaba a punto de saltarme la clase de Filosofía con el profesor Finn para seguir con mi plan de evitar a Caín, pero en cuanto giré la columna de la izquierda, me lo topé de cara. Nunca es tarde para que ocurran nuevas cosas en tu vida, como que los planes te fallen.
— ¿Por qué llevas todo el maldito finde evitándome? — preguntó de forma exigente con el ceño fruncido. La pregunta del millón, muchacho. Cuando lo sepa te lo hago saber, ¿vale?
— ¿Estás de coña? ¿No? —me reí amargamente. — Caín, vivo en tu casa, no podría evitarte ni aunque quisiera. — solté de forma cortante. Pues sí, había tomado la opción de mentir como una bellaca y hablarle mal, porque... ¿no era más fácil así? La única forma de alejarlo de los problemas, era alejándolo de mí.
— ¡No me mientas, joder! — dijo con los dientes apretados, muy cerca de mi rostro. Tanto, que había sentido su aliento a menta. — Si no me he acercado a verte, era para darte tu espacio. Joder, Megara. Casi te violan la otra noche. — Primer puñetazo de realidad. Aún no estaba preparada para entrar en ese tema, y si bien estoy segura, no quiero saber más nada de eso. Como ya dije, no voy a darle más importancia a cosas que no llegaron a pasar. Ya he denunciado, la policía, supuestamente, ya está en ello, por lo que el tema queda zanjado.
— Pues necesito más. Y no lo estás respetando. — di por terminada la conversación. Sí, definitivamente utilizaría la excusa del espacio.
— Chicos, a clase. Ya. — exigió el profesor Finn asomando la cabeza por la puerta. Y me vino genial, a pesar de no querer escucharle hablar de nuevo sobre varias corrientes psicológicas.
Como todo lo que estaba repasado sobre las teorías del desarrollo ya lo sabía, pasé tres santos kilos de mierda de él y me puse a terminar el boceto que inicié el primer día en su clase. La daga estaba quedando bien y realista... Inhalé de forma repentina ¡Joder! Era la misma daga, la misma de aquel día. ¿Cómo la había podido dibujar tan al detalle?
— Señorita Kyteler, se le ve muy entretenida. — señaló hacia el cuaderno que rápidamente giré de un disimulado movimiento para que no viera. —Ya que la veo tan atenta a la clase, ¿podría decirme qué piensa o qué enfoque filosófico de la psicología del desarrollo cree que es más adecuado?
¿Qué pretendía? ¿Darle una lección a la loca de la clase? Pues estaba muy equivocado, yo jamás sería su ejemplo de enseñanza.
— Por supuesto, profe. Nada me haría más ilusión— respondí de forma socarrona con una inocente sonrisa. — Según Watson y su conductismo extremo, las personas somos como hojas de papel, las cuales pueden ser perfectamente maleables. La verdad es que no sabría qué responder, porque debemos tener en cuenta el factor genético, pero si lo ponemos en contraste con los métodos de crianza, creo pensar que esta última tiene mayor peso. Aunque por otro lado, creo que Piaget también tiene parte de razón con respecto a su teoría acerca de que las personas nacemos ya con una serie de conceptos o predisposiciones innatas. También es llamado el constructivismo psicológico que se desglosa en la autoconstrucción cognitiva.
—¿No cree que son ramas un poco contradictorias? — me preguntó frunciendo el ceño mientras ponía cara de gilipollas. Desde luego, buscaba dejarme en evidencia.
— Bueno a Vygotsky nadie le dijo que no pudiese completar ambas teorías, creando el enfoque contextual-dialéctico. Siendo este último incluso mejor debido a la visión global que porta. De esta manera, presta atención a la historia, a las circunstancias ambientales, al desarrollo genético y al filogenético. Pero bueno, para gustos... los colores, ¿no? —el timbre dio por finalizada la clase. Mejor para el profesor Finn porque como siguiera preguntado lo iba a convertir en un pinchito moruno. Sólo quería marcharme de este antro para seguir con mi plan de evitar a Caín. Aunque no parecía que eso fuese ocurrir porque tenía su atenta e interesada mirada encima de mí.
— ¿Qué libro de texto se ha comido? — preguntó el profesor pasmado.
— Ese que usted no ha hecho.
Recogí rápidamente mis cosas de la mesa; no me costó mucho porque únicamente había una libreta y un lápiz.
Saliendo de clase a paso apresurado, bajé la vista al dibujo para observarlo cuidadosamente. ¿Por qué coño había dibujado esto? ¡A la mierda! Lo arranqué y arrugué entre mis dedos. Cuando pasé cerca de una de las papeleras del pasillo, lo tiré. Si quería empezar de cero, tenía que quitar de mi vida toda la mierda. Y empezaría por esto.
Conseguí esquivar a ojitos grises por las escaleras, pero me despisté varios minutos viendo algunos carteles que llamaron mi atención. Eran de la desaparición de Lía... y cuatro chicos más. ¡MADRE MÍA! Eran los de la otra noche.
En uno de ellos resaltaba una tinta que no era propia de la impresora. Comencé a hiperventilar, cuando leí: "Feliz Cumpleaños (Por adelantado)". Otra nota. Se estaban volviendo más constantes.
Unos pasos acercándose a mi posición me alertaron. No lo pensé mucho, me giré con el puño levantado para dar a quién y dónde fuese. Estaba preparada para salir por patas. Sin embargo, ese alguien lo paró justo en el último momento de dar contra su cara.
— ¿Qué coño haces? — preguntó una profunda voz mientras me observaba intensamente. No se había dado cuenta del porqué estaba tan alertada. Mejor.
— ¡ARG, CAÍN! ¡Deja de perseguirme!
— Sólo quiero hacerte una pregunta.
—Pues hazla, y déjame de una puta vez.
Iba caminando a grandes zancadas hacia la puerta, y él me seguía igualando mi paso.
— ¿Para ti no significó nada?
Me paré en seco a tan solo dos metros de la salida. Estaba devanándome los sesos por decirle alto y claro que... ¡SÍ! ¡JODER CLARO QUE SÍ! Sí, significó algo para mí. Pero, también era la oportunidad para alejarlo del monstruo, para alejarlo de mí. Y de mis problemas.
— No, no significó nada. — Sentí el asco y la repugnancia en la boca. Nunca una mentira me supo tan mal.
Jamás pensé que cuatro palabras fueran a significar tanto, ni tampoco que producirían una mueca de dolor en la cara del chico del que probablemente me estuviera enamorando, porque por mucho que intentase negarlo, estaba ocurriendo.
Casi pude verle hecho añicos, pero nada de eso importó cuando al retroceder varios metros unas gotas cayeron sobre mi frente y mi mejilla.
Llevé mi dedo índice al mejunje espeso esparcido por mi rostro para observarlo.
El olor metálico llegó como una bofetada a mi nariz.
Sangre.
Una mirada gris aviolatada me escudriñó aterrada.
Esto podría ser perfectamente una escena dramática del cielo llorando sangre por haberme cargado lo que pudiese haber florecido entre Caín y yo, pero no. Aunque lo pudiese haber sido, no lo era.
Cinco cuerpos colgaban de la entrada del instituto como adornos navideños.
Con la mano izquierda tapé mi boca al descubrir que la chica del medio era Lía y que los otros que la acompañaban eran los chicos que me habían asaltado la otra noche, y aunque por una parte me alegrara saber que habían sufrido, por otro lado, creo que nadie merecería una muerte así.
Los cinco estaban desnudos y tenían cortes por todo el cuerpo: cara, piernas, pecho, abdomen... Sin embargo, los cortes del estómago llamaron mi atención porque tenían una especie de forma. Una espiral. Era una puta espiral. Clavada a la que había dibujada en el suelo del sótano de la casa de los horrores.
Cuando mi mirada continuó bajando... ¡Oh, Dios mío! Le habían extirpado los genitales. Una lágrima rodó por mi rostro cuando me fijé en la cara de Lía. Tenía la boca cosida, y sobre ella, su dedo índice, haciendo el gesto universal de silencio.
Una notificación llegó a mi móvil, y estaba decidida a ignorarlo, pero necesitaba apartar la vista de aquella escena terrible que Caín visualizaba junto a mí con gesto de horror.
<<Desconocido: ¿Te ha gustado mi regalo?>>.
Tiré mi móvil por inercia y este cayó al suelo de un fuerte golpe.
¡¡OH DÍOS MÍO!! ¡TIENE MI NÚMERO! ¡¿CÓMO MIERDA TIENE MI NÚMERO?!
Varias patrullas de policías llegaron al instituto. De una de ellas, se bajó Luck Greemford, el comisario. Con paso decidido y determinado, se acercó hasta nosotros. Sacó las esposas del bolsillo lateral de su cinturón.
— Lo siento. — se disculpó.
Asentí porque ya sabía lo que aquí estaba pasando.
— Megara Kyteler, queda detenida por el supuesto asesinato de Lía Sanders, Logan Hurrige, Glen Astront, Jake Brisly y Dan Ford. Tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra en un tribunal. Tiene derecho a la asistencia de un abogado durante su interrogatorio. Si no puede pagarlo, se le asignará uno de oficio.
Y sinceramente esto me mató, y no por el hecho de que me hubiesen esposado y metido en un coche a pesar de la discusión que Caín estaba manteniendo con los agentes, sino porque todo el mundo había visto la escena. Ahora todo el mundo pensaba que yo era la asesina psicópata y despiadada.
Otra vez volvía a repetirse la historia. Otra vez volvía a ser la demente.
🗡🗡🗡
¡¡Hola, dementes!! ¿Cómo están anímicamente con respecto a este capítulo? ¿Qué os está pareciendo?
¿Qué hay de esos secretos que rodean a los Darkrow?
Aún quedan muchas incógnitas por resolver.
¿TE QUEDARÁS PARA AVERIGUARLAS Y JUGAR CON EL MOSNTRUO?
PD. Este capítulo ha sido más cortito, pero han salido a la luz algunos temitas.
Besitos de loco ❤️ ❤️
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