CAPÍTULO 17. NO TODAS LAS CHICAS BUENAS VAN AL CIELO
"Ándate con cuidado cuando expulses tus demonios. No vayas a desechar lo mejor de ti".
~ Friedrich Nietzsche
Tras la interrupción de tía Beth, Caín recibió un mensaje de los chicos para que fuese a buscarlos, Enoc había recaído de nuevo en el alcohol. Aún no había logrado entender qué le pasaba con la bebida, pero era una dependencia estrepitosa que le traería serias consecuencias si no le ponía remedio. Tenía que averiguar el origen de esa adicción, y hablar seriamente con él. No permitiría que le ocurriese nada malo, y mucho menos podría mirar hacia otro lado viendo cómo se destruía. Pero no sería esta noche, no porque no quisiese buscarle solución lo antes posible, sino porque cuando llegaron yo ya había estirado la pata, sumiéndome en un sueño profundo. Me sentía destrozada.
La mañana del sábado llegó de la mano de un dolor de cabeza y fatiga. Desde luego no fue una gran idea por mi parte tomar esos dos últimos chupitos, así como tampoco los cinco que le antecedieron. En mi corta existencia, nunca me había dado por probar las bebidas alcohólicas, haciéndome consciente de que no las necesitaba para vivir. Sin embargo, anoche necesitaba quitarme de la cabeza el hecho de que dentro de cuatro días era mi cumpleaños... Dentro de cuatro días hacía cuatro años que había perdido a Henry y a mi madre. Cuatros años en los que no había vuelto a oír esa risilla risueña de abrelatas. Mi hermano era lo único que me había hecho luchar hasta el último momento... Hasta que pasó lo que pasó. A pesar de que la relación con mi madre no era perfecta, tampoco se merecía ese destino aunque en parte odiara muchos de sus actos. Eso me dejó sumida en una oscuridad profunda y tenebrosa de la que no estaba segura si lograría escapar. Una oscuridad tan inmensa que parecía el mismísimo vacío. Sólo una mano me ayudó a salir de allí, una mano a la que sentía que había decepcionado.
Aún no había sido capaz de escribirle a Leslie, no encontraba las palabras adecuadas para pedirle perdón. ¿Cómo le decía que desde que había vuelto apenas la había recordado más que algunos minutos?¿Es que mi mente estaba iniciando ya el proceso de olvidarla? Eso sería posible debido a que tendemos a olvidar a aquellas personas o aquellos sucesos que están ligados a momentos oscuros del pasado, y que por lo tanto, buscamos enterrar en lo más profundo de nuestra alma para ahorrarnos el dolor que nos provoca recordarlo. Este es un mecanismo de defensa del yo, explicado por Freud al cual llamó represión.
¿La había enterrado en mis recuerdos del pasado, aquellos que estaban asociados a una de las peores etapas de mi vida?
Sentía que verdaderamente la había traicionado. Otras veces pensaba que Maddie había tomado su puesto. ¿Cómo se sentiría ella respecto a esto? ¿Pensaría que de verdad la había cambiado y abandonado? Tantas preguntas y tan pocas respuestas...
Decidida a cambiar este hecho de no saber absolutamente nada sobre la que consideraba una hermana, tomé el bolígrafo de la mesa y una hoja del cajón del escritorio. Comencé a divagar entres varios conceptos que quería dejar bien plasmados, siendo estos la búsqueda de su perdón y cuánto la necesitaba en mi vida. Tras tres intentos fallidos, conseguí escribir lo siguiente:
Querida amiga:
No tengo muy claro cómo expresarte mi perdón más sincero, pues no merezco ser perdonada por cometer el error de jurar en vano, teniendo en cuenta que no tenía idea de dónde continuaría mi camino.
No es justo por mi parte haberte prometido algo que nunca llegó, y es por eso que aceptaré que te enfades conmigo a pesar de haberme dejado claro que no me lo tendrías en cuenta. Aun así, conservo la esperanza de que verdaderamente me perdones. Estoy deseando poder verte y compartir contigo todo lo que me ha ocurrido hasta ahora. No sabía que en un mes podrían suceder tantas cosas. Me encantará compartir contigo todo lo sucedido, si estás dispuesta a hablar. Te echo de menos, Les.
Para que nos resulte más fácil contactar, este es mi número de teléfono: 876 23 94 73.
Siempre te querré,
Meg.
No sabía cuánto la echaba de menos hasta que había reparado en dedicarle unos minutos a pensar en ella. En el Centro Psiquiátrico, pasábamos la mayor parte del tiempo unidas. Solíamos robar algo de comida de la cocina, y escapábamos de las cuidadoras para irnos al patio trasero. Recuerdo que esa mañana habíamos tenido otro encontronazo con Jenna, la verdadera jodida psicópata de este centro, la manda más, la que traía a todas por la calle de la amargura... La estricnina personificada... Habíamos tenido bronca apenas unas horas antes con ella y su grupo de barbies mafiosas. De verdad que aún no comprendía el hecho de que les permitieran salir de sus respectivas habitaciones para que estuvieran con el resto de internas. Eran un puto problema de cojones.
Cuando las internas tienen peleas o problemas entre ellas, las aíslan pero parece que no el tiempo suficiente porque a esta chica ruda de metro ochenta y cuerpo de armario, acompañado de una cara de asco del copón, no le entra en la cabeza que no puede ir por ahí dándose cabezazos con todo el mundo. Es propia de la película de Los Croods, para el que no la conozca, es una película animada de unos cavernícolas. ¡Qué coño! Esta tía parecía salida de Caníbal. Nadie, repito, nadie le echaba cara. Luego estábamos Leslie y yo, la excepción. Las que siempre evitábamos tocarle los ovarios, pero siempre acabábamos con un ojo morado, y no porque no nos hubiésemos defendido bien. Ellas siempre iban en manada.
A día de hoy no tenía un diagnóstico claro de lo que padecía, pero por el tiempo que había pasado observando sus movimiento podría decir que en su expediente podría poner claramente que padecía del trastorno de la personalidad límite, el cual afecta gravemente a la capacidad que tiene una persona para controlar sus emociones. Jenna es muy impulsiva, de ahí que pierda los papeles rápidamente, así como repercute negativamente en las relaciones con su entorno. Su falta de empatía por el resto de personas, y el exagerado valor que se da a sí misma podría ser consecuencias del egocentrismo patológico, esto suele darse en el trastorno de personalidad narcisista.
Podría incluso padecer de psicopatía teniendo en cuenta la falta empática, aún así no creo que este sea un factor determinante en ella, pues la impulsividad que demuestran sus actos, están más asociados a los sociópatas puesto que los psicópatas son personas frías, calculadoras y tranquilas. Tan tranquilas que asustan. Creen que las relaciones con las personas no son necesarias, y si se ven obligados a una, ya sea de amistad, amorosa o familiar... es porque les conviene y sacan provecho de ello.
Esa mañana sufrió un brote psicótico — sí, porque a la chica no le es suficiente con lo que tiene, que también sufre a veces episodios de psicosis —. Se pensaba que éramos demonios o bichos raros que conspiraban contra ella para matarla. Todo eso porque había cogido la última manzana de la mesa del desayuno. Para evitar que no llegara a casos extremos se la quise dar, pero ella estaba convencida de que estaba envenenada. Por lo que arremetió contra mí, para variar. Nosotras conseguimos salir pitando de allí para no comernos también el castigo, que obviamente no merecíamos. Aunque sí es verdad que luego nos reímos. No digo que estuviese bien reírse de la situación en la que se encuentra una persona, porque nunca sabremos lo mal que lo está pasando pero es que Jenna tenía la combi completa, y no la de chocha, culo, teta de Daddy Yankee y Nicky Jam, no. La de mala, perra y loca.
Finalizada la carta la guardé en su respectivo sobre, escribiendo tras ella mi dirección, y delante la que había visto en la carta que Leslie me había enviado.
Había avisado a tía Beth de que llevaría al edificio de correos del pueblo una carta, y esta se había ofrecido a llevarme por el hecho de que no quería dejarme sola. Muy a mi pesar, esta mañana me vi obligada a contarle lo que había ocurrido con los chicos. Obviamente omití la parte del beso y lo de mis padres porque por más que buscase, no encontraba la foto que había tomado de aquel sótano. Y tampoco me sentía preparada para preguntar de sopetón.
Después de haber dejado la carta en Correos, mi querida tía me llevó a la comisaría, porque según ella, esto no se quedaría así, por lo que denunciaría los acontecimientos.
En cuanto pusimos un pie en la entrada, todos los presentes giraron su rostro a nuestro cuerpos. Me daban ganas de gritar: ¡ARRIBA LAS MANOS, ESTO ES UN ATRACO! Y poner mis manos en forma de pistola. Reí internamente de mi estupidez. Pasaron varios minutos, y la comisaría volvió a reanudarse, centrando cada oficial la atención en sus cosas. Decidimos acercarnos a una ventanilla de cristal que anunciaba ser la zona de información en un cartel azul.
— ¿Hola? — llamó mi tía dando varios golpecitos en el cristal.
Tras este apareció un señor mayor gordinflón de aspecto serio. La coronilla carecía de pelo, sin embargo, los costados de su cabeza sí que portaban algunos pelillos sueltos encanecidos. Sus ojos verdosos estaban apagados, y las arrugas que los entornaba gritaban que estaba cansado y que lo único que buscaba era la jubilación. Ni siquiera nos preguntó a qué se debía nuestra vista, simplemente nos hizo un gesto de cabeza hacia un lado, preguntado indirectamente qué queríamos. ¡Vaya, cuánta educación!
— Venimos a poner una denuncia— continuó mi tía, nada afectada por los modales del que supuse que se llamaba Jeff por la plaquita con el nombre en su uniforme. El hombre giró en su silla de ruedas y comenzó a rodar por la habitación, yendo de un lado a otro sin levantarse. ¡Será flojo el desgraciado! Me jugaba el pelo a que cada semana tenía que cambiarle las ruedas a la silla. Las desgastaría de lujo.
— Tome. Deben rellenar este formulario, y volver a dejarlo aquí. Luego, pueden marcharse. Lo comprobaremos. — dejó varias hojas en el marco de la ventana y un bolígrafo. Se marchó sin dar explicaciones de ningún tipo. Asomé un poco la cabeza por la ventanilla, en efecto, se había ido y efectivamente, cambiaba las ruedas de la silla. Tenía sobre la mesa, una pila amontonada de cajas con ruedas nuevas. De locos.
Tía Beth se quedó muerta con la inutilidad de la comisaría, en fin qué esperaba. ¿Un recibimiento a lo JLO? Tras una hora rellenando el maldito formulario de mierda, un hombre de pelo castaño y ojos oscuros entró dando gritos.
— ¡MI HIJA HA DESAPARECIDO! ¡QUIERO A TODA LA MALDITA COMISARÍA TRABAJANDO EN ELLO! — ¿Quién se creía que era para exigir de tales modos?
— Alcalde, estamos en ello — salió el agente Greemford y la agente Sully para tranquilizarlo. — Tranquilícese, la encontraremos.
— ¡La encontraréis muerta, y eso no me vale! — gritó colérico. Con razón les hablaba con esas exigencias, era el alcalde Sanders. ¿Lia había desaparecido? Vaya. Pues sí que le gustaba llamar la atención a la chica como para desaparecer.
— Apenas han pasado veinticuatro horas, si fue a la fiesta de Halloween seguramente...— la agente Sully fue interrumpida. Yo no la llegué a ver.
— Y ENTONCES, ¿ESTO QUÉ ES? —le lanzó un montón papelitos amarillos del tamaño de notas... ¡Madre mía! Eran cientos de ellas. Una cayó a mis pies por lo que me agaché a recogerla para ver si era lo que suponía. "Voy a por ti, rubia". Se me cortó la respiración. Era la misma letra que las que recibía. Esto significa.. Quiere decir que el acosador también anda detrás de Lia. ¿Sería el acosador el asesino de Steisy? Mi tía miraba la escena extrañada y algo afligida. Si yo desapareciera, ella también estaría aquí en ese estado.
Debía salir de aquí antes de que la cosa se pusiese peor. Dejé el formulario relleno en la ventanilla en la que hace una hora había estado Jeff, y me dispuse a marcharme con mi tía pisándome los talones. Y cuando estaba a punto de salir por la puerta...
— Kyteler— me llamó el agente Greemford. Me detuve al instante, maldiciendo en susurros. ¿Por qué siempre estaba el sitio idóneo? Giré mi cuerpo para encararle. —¿Qué hace aquí? — preguntó pasando tres carajos del alcalde, quien en ese momento estaba siendo atendido por la agente Sully. En los ojos del oficial noté cierto atisbo de interés en mi respuesta. Tía Beth se mantenía al margen, a pesar de verse encantada de entrometerse en cualquier momento. Estaba tan cansada de la situación como yo, pues estaba enterada de mi buena relación con este tío que no llegaba ni a los treinta años. Aún me pregunto cómo se consigue aquí un puesto siendo tan joven. Aunque tampoco es algo que me interese mucho.
—He venido a denunciar — solté tranquilamente. Él arqueó su ceja izquierda, inquiriendo saber el porqué. Si se lo decía a lo mejor hacían más rápido su trabajo, aunque verdaderamente dudaba mucho de su eficacia, teniendo en cuenta que la otra vez intentaba culparnos. — Anoche cuatro tíos intentaron violarme. — "¡Ea, más directa no podías haber sido!". Y eso es lo que hay, Kiki.
Le cayó como balde de agua fría tanto a mi tía como a él. Aunque mi tía lo supiese, las formas no habían sido las correctas. Ella fue el motivo de que me arrepintiera de haberlo soltado de tal manera. Greemford abrió los ojos sorprendido ante mi respuesta, no la esperaba. Su semblante se volvió totalmente serio, cerró sus puños a sus costados, realizando un gesto nervioso. Sus labios se fruncieron en un gesto de asco. Sí, esa fue mi cara anoche.
Me tomaba el tema con frialdad y tranquilidad porque no quería otro motivo en mi lista de mierdas, por la que derrumbarme, nuevamente. Había pasado miedo, sí. Me aterrorizaba la idea de que me hicieran sabe dios qué, sí. Me había ocurrido algo finalmente, no. Pues entonces no quería darle más importancia de la que tenía, porque sino... Mi mente sólo viviría de desgracias, y no estaba el patio para eso.
— Muy bien, venga conmigo. Esto no puede quedarse así — soltó sorprendiéndome. Jamás pensé que fuese a reaccionar de tal manera, parecía que por fin buscaba hacer su trabajo en condiciones. Aquella noche se propasó hablando cosas de mí que no debería haber dicho, y con Caín igual. Quizás se pensó que éramos carne blanda con la que podía jugar a poli malo para sonsacarnos algo de especial relevancia. No fue el caso.
Entramos al epicentro de la comisaría donde estaban distribuidas no más de cinco mesas. Desde luego, este sitio no destacaba por la abundancia de trabajadores. Al fondo se encontraba un despacho cerrado por cristaleras. Entramos en él, y mientras tomábamos asiento, Greemford iba cerrando las persianas para que los policías que estaban fuera no pudiesen cotillear.
— ¿Fue a la fiesta de anoche? — asentí recibiendo un pellizco discreto de mi tía en mi codo. No quería que hablase de más, y lo comprendía. Tenía razón. Lia también había desaparecido en la fiesta. No quería decir nada que me señalase de alguna manera, mucho menos teniendo en cuenta que ella no era de mi especial agrado. — ¿Vio algo extraño? Algo fuera de lo normal, me refiero...
— ¿Me está preguntado por lo que me ha sucedido o por lo que le ha sucedido a Lia?— fui directa al grano, ganándome una cara sorpresiva por su parte. No me gustaba que la gente se ande con rodeos, las cosas de frente, chico. Parece ser que no quiso continuar con la desaparecida...
— ¿Qué te pasó? — Y ahí acabó el hablarme formal. — ¿Es por ello que tienes la cara en tal estado? — preguntó con un rostro muy serio señalando mi rostro con visibles heridas. No me imaginaba su cara si viese el estado de mi espalda.
— Sí. Anoche no me encontraba bien, como comprenderá no estoy acostumbrada a beber, por lo que dos chupitos me sentaron fatal — más tres. Mentí con el número porque no tomaría en cuenta mi declaración si pensaba que iba ebria, y ese no era el caso. — Decidí caminar para intentar aliviar el malestar, y cuando me vine a dar cuenta acabé en el Centro. Intenté recordar el camino a casa, y sin querer me metí en un callejón sin salida. Fue ahí cuando salieron esos malnacidos. Intenté defenderme, pero no fue suficiente. Me atraparon entre dos y comenzaron a pegarme. Cuando se cansaron me quitaron la parte de arriba de mi disfraz, estuvieron a punto de tocarme pero apareció alguien que lo impidió... — decidí que sería bueno omitir lo de la presencia en el sótano, lo de mis padres y lo de las notas. Tampoco creía correcto mencionar a Caín, por lo que iba a explicar que estaba oscuro y que no vi quién me salvó pero Tía Beth se adelantó.
— Menos mal que Caín la vio salir de la fiesta. Gracias a Dios que la encontró y pudo apartarla de esos asquerosos. — soltó mi tía. A la mierda la coartada que tenía preparada. En fin, era cuestión de tiempo que el pueblo se enterase. El comisario, porque acababa de descubrir que era él al entrar en su despacho y ver la placa reluciente en su escritorio, se mostraba impasible sin alguna expresión descriptible.
— Muy bien. Pues dame sus descripciones y no dudes en que los encontraremos — aseguró asintiendo muy convencido.
Jamás me imaginaría que este hombre me ayudaría realmente, pero estaba mi tía de testigo por lo que, no estaba loca, o al menos, no del todo.
Estábamos a punto de marcharnos pero Tía Beth me pidió que esperase un momento fuera. Tenía que arreglar unos papeles para la boda. Yo tampoco quería seguir allí, por lo que me vino de perlas. La esperaría en el coche.
Pensé que encontraría el auto cerrado, pero al tirar de la manija, descubrí que se lo había dejado abierto. Mi tía, pobrecita de ella, estaba perdiendo la cabeza. Subí al asiento del copiloto y me acomodé mientras ponía la radio para entretenerme escuchando música. "All the good girls go to hell" comenzó a ser cantada por la hermosa voz de Billie Ellish. Incluso Dios tiene enemigos, una cruda realidad. Así, como que a veces siento que camino con grilletes. Y sí, sería bueno tener al diablo en tu equipo. Joder, sería una pasada.
En el reflejo de la pantalla del móvil, vi las magulladuras en mi cara. Estaba horrible, pero peor me sentía al saber que no les di una buena lección. Desplegué la visera del parasol para ver mejor mi aspecto en el espejo. Me llevé una non grata sorpresa al descubrir lo que había allí pegado. Otra punta nota. "Muy bonito tu atuendo de Halloween, demonia. Al fin y al cabo todas las chicas malas van al infierno, ¿no era así? Pero como dijo Nietzsche: ándate con cuidado cuando expulses tus demonios. No vayas a desechar lo mejor de ti". Hijo de puta.
Había preparado todo este montaje nada más que para verme la cara de tonta. Claramente, había llegado a la conclusión de que el muy capullo había forzado la puerta, puesto esa canción que tan acorde le venía y colocado la nota. ¡JODER! ¡¿Cuándo mierda iba a parar?! ¡¿Qué cojones quería de mí?!
Estaba cansada de llevar siempre tras de mí a esta puta sombra, como la pillase... Desearía no haber nacido nunca.
***
¡Hola, dementes!
¿Qué tal? ¿Os está gustando? Hacédmelo saber en los comentarios.
Si veis algún error o fallo no dudéis en comentármelo. Esto es debido a que este capítulo ha sido un poco escrito apresuradamente, porque a pesar de tener que estudiar para algunos exámenes no me gustaría que la historia quedase interrumpida, y como este ya lo tenía planteado, con la idea preconcebida y tal, pues quería compartirlo con vosotros.
Quiero dejar claro que la historia está sujeta a cambios constantes por lo que veréis algunas notificaciones en vuestro perfil de Wattpad míos dando un poco la tabarra jajajaja.
Y bueno, ¿qué pensáis de Megara y Caín? ¿Y ese beso? Uf, se puso caliente la cosa. Pero, ¿qué querrá hacer Megara con eso? ¿Continuar con el juego de su primastro (TENEMOS BODA SEÑORES Y SEÑORAS, de Elisabeth y Billy claro) o lo ignorará por completo?
Ahí os dejo algunas preguntitas.
Besitos de loco, º>º <3<3<3<3<3
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