CAPÍTULO 16. LOS LOCOS ESTÁN EN TODAS PARTES, NO SÓLO EN LOS PSIQUIÁTRICOS
"The normals, they make me afraid
The crazies, they make me feel sane
I'm nuts, baby, I'm mad
The craziest friend that you've ever had
You think I'm psycho, you think I'm gone
Tell the psychiatrist something is wrong
Over the bend, entirely bonkers
You like me best when I'm off my rocker"
~Melanie Martinez
— Hola, guapa — saludó un chico con voz melosa. Era rubio, con unos ojos castaños llenos de pura maldad, una nariz puntiaguda y una cara de pan. Se acercaba lentamente hasta mí.
— ¿Por qué tan sola? — continuó un segundo tío. Este era castaño, de ojos verdes inexpresivos y una sonrisa socarrona. Pero no esa que tanto me gustaba de esos labios carnosos, no. Era la de un tipo asqueroso.
— ¿Te hacemos compañía? — soltó un tercero. Este tenía la barbilla muy picuda, con una nariz muy ancha y unos ojos oscuros. Era escalofriantemente feo. Yo no era precisamente una obra de arte, pero vaya que el dibujo de un niño de dos años era más hermoso que él.
Parecía que tenían el discurso ensayado. ¿Y quién sabe? Tal vez así era. Patético.
Un cuarto apareció por la derecha de la boca del callejón, uniéndose al resto. Mierda, ¿de dónde coño salían? Este era pelinegro, de ojos tan claros que si no fuera por las pupilas, serían blancos completamente. También era el más grande de todos pero igualmente todos tenían una ancha complexión, con unos cuerpos bien trabajados. Aunque este último resaltara más. Podía imaginarme que practicaban algún deporte que requiriese este tipo de cuerpo. Me acordé del perfecto abdomen de Caín. Y lo cuadrado y bueno que estaba. Jugaban al fútbol, no cabía la duda.
— Dejadme en paz, no estoy de humor — advertí con una mirada afilada que cortaría cualquier cosa que se me pusiese por delante.
— La gatita tiene garras, miau. — El cuarto no había hablado antes, pero parecía que necesitaba con urgencia decir algo. Mejor que se hubiese quedado callado. Sobran palabras de los cerebros pequeños, ¿no es así?
— ¿Qué mierda quereis? — pregunté cansada de la actitud de estos imbéciles. Aunque por el ronroneo en sus voces tenía claro lo que buscaban, la idea tan siquiera de imaginarlo no me gustaba ni un pelo.
— Divertirnos, claro — anunció el segundo acercándose a mí. Este los tenía bien puestos si se acercaba de esa manera.
— ¿Sabéis quién soy? — Buah, esto quedaba de película pero es que si habían visto el Tik Tok, en fin ya sabrían de qué pie cojeo, ¿no? Aunque existen personas muy masoquistas.
— Sí, la que mandó a mi tío a la cárcel. — Mi cabeza hizo "clic", como si se encendiera una lucecita al final del pasillo.
— ¿El pederasta? —inquirí para molestar al sobrino, cosa que conseguí porque me gruñó en respuesta.
— Él no es eso. — respondió muy convencido. Ay, amigo. Qué ciegos están los que no desean ver.
— ¿Ah, no? ¿Y cómo llamas tú a un gilipollas que les gusta secuestrar niñas y violarlas?
— Eres una hija de puta. Ya verá zorra cuando te la meta hasta que sangres. — Arrugué la nariz. En fin, y por eso digo que personas como estas están mejor extintas. Ya verá él cuando le meta un puñetazo, se va a replantear de una puta vez toda su asquerosa y putrefacta vida.
— Inténtalo si puedes, marica. — Lo último fue lo que le hizo rabiar para acercarse a mí, y arremeter. Que conste, en mi vocabulario los maricas son aquellas personas que dicen que van a hacer algo pero luego son tan cobardes que no lo hacen. O que fracasan. Y siempre es utilizada contra un capullo de turno como lo era este.
El primer golpe vino por la izquierda pero lo esquivé, el segundo también... Y él se llevó una de mis patadas contra sus joyas de la corona. Cayó al suelo retorciéndose de dolor. ¡Si es que ese era el punto clave, nene! Las alas me molestaban por lo que de un rápido movimiento me las arranqué.
— ¿El siguiente? — pregunté provocando mientras frotaba las palmas. Como habían visto que venir de uno en uno no era buena opción, se aproximaron a la vez. — Nenazas — susurré sonriendo mientras negaba.
Corrí para ganar velocidad y lanzarme al suelo de manera que resbalase lo suficiente para dar una patada en la espinilla del grandullón, y así quitarlo del medio. Saca de la ecuación al más fuerte y será una victoria asegurada, o al menos, eso pensaba yo. Quedé de espaldas a él, por lo que me subí a su gran espalda, evitando las morcillas que tenía por brazos, y le di un puñetazo directo a su cara. Luego de una voltereta lo tiré al suelo.
—Uf, compa. Mañana hielito en la cara, ¿vale? — le aconsejé burlescamente.
Vi que uno me venía por la espalda, con su puño dirigido a mi nuca. Me eché a un lado, su puño pasó cerca de mi oreja, incluso pude sentir la presión del aire en mi oído. Agarré su brazo con todas mis fuerzas, y empleando todo mi odio, lo hice caer de una llave. Aunque se estaban recuperando rápidamente, ya tenía a tres zumbados. El otro se llevó un codazo y un rodillazo en la cara, manchando mi codo de sangre de su rota nariz. ¡Puaj, qué asco, mocos y sangre! La peor combinación.
Pensé que ya le había repartido a todos por igual, pero el primero ya se había recuperado y me había golpeado con algo de metal. Ni puta idea de qué era, pero me desorientó lo suficiente como para caer al suelo y verme atrapada.
— Ahora ya no eres tan guay, ¿eh? — chuleó el paleto del rubio. Volvió a darme con ella en la espalda, porque el cabrón me había dado desde atrás. El muy cobarde.
Los otros, magullados, vinieron enseguida. Me engancharon de los brazos para levantarme y que el imbécil del primero me pudiese apalear a gusto. ¡Qué hijo de puta! Soltó la vara, parecía que quería volverse un hombre ahora. Un puñetazo al estómago. Joder. Me doblé del dolor. No iba a ser muy cariñoso por lo que podía ver. El grande y el de barbilla picuda me sostenían mientras que los otros dos, el rubio y el castaño de ojos verdes me pegaban.
El rubio me sostuvo la barbilla e intentó darme un beso pero le mordí tan fuerte que casi me llevo un cacho su labio inferior.
— ZORRA— vociferó. Me dio un guantazo que me dejó mirando al otro extremo. No me importaba, diría que no me dolía, pero estaría mintiendo, sí que picaba. Aun así, tenía el límite de dolor bastante alto, teniendo en cuenta que mi querido padre se había encargado de ello. Comencé a carcajearme amargamente, muy al estilo Harley Quinn. Cuando has sido un saco de boxeo toda tu puta vida, un mamarracho de esta calaña no va a venir a darte la peor paliza de tu vida. Aunque sí puede quitarme lo poco que queda de mi integridad. — ¿De qué te ríes? Estás loca.
— Me lo dicen a menudo. — coincido.
— Te vas a enterar, guarra. Parece que tenían razón contigo. — ¿Qué? ¿Quién cojones le había hablado de mí?
— ¿Qué mierdas hablas? — balbuceé riendo aún. Me negaba a mostrarme débil ante tal gilipollas.
— Pues que alguien te quiere ver jodida, encanto. No solo yo. — sonrió como todo un psicópata. ¿Sería el acosador?
— ¿Tu eres el enfermo que me ha enviado notas? — arqueé una ceja intentado sonsacarle algo de información.
— ¿Yo? Que va. Yo no mareo la perdiz, primero juego un poquito con ella y luego la mato. ¿Entiendes? — soltó tomándome del mentón. — Y ahora vamos a divertirnos, como te había prometido.
Con una mano me agarró ambas muñecas, tenía todo el cuerpo adolorido. Apenas podía inmutarme, esperaba no tener nada roto. Aunque sentía que ese sería el menor de mis problemas. Esto sumado a lo del otro día con su tío... Comenzó a bajarme la cremallera del corsé. No, no, no, no...
— ¡SUÉLTAME HIJO DE PUTA! — me revolví inquieta utilizando mis últimas fuerzas. — ¡QUÉ ME SUELTES CABRONAZO! — Pero no se paraba ante nada. Seguía bajando y bajando hasta quitarlo completamente y dejando mis pechos al descubierto. El frío me puso los pelos de punta. Una lágrima rebelde bajó por mi rostro. Aquí acabaría todo, me violarían quitándome lo único que me quedaba y luego me arrojaría en una cuneta abandonándome a mi suerte. No podía hacer nada, estaba muy cansada. Apenas podía respirar. Los párpados me pesaban excesivamente.
— ¡Pero qué tenemos aquí! —silbó riendo con el resto de sus amigos. Intenté taparme pero fue en vano. — No veas con la niñata. Con ropa estabas buena pero... joder. — Cuando fue a llevar una de sus asquerosas manos hacía mi pecho izquierdo... fue lo último que dijo hasta que alguien lo apartó de mí.
Había aparecido de la nada derribando uno a uno a los gilipollas, lo veía todo borroso por las lágrimas. Caí al suelo al no ser sujetada por ese cabrón. Intenté taparme con el corsé pero no lo encontraba, la calle estaba algo oscura por lo que hice lo que pude con mis brazos. Me quedé de forma fetal, intentando reunir el mayor calor posible. Y después de tanto tiempo, me sentí pequeña.
A lo lejos veía como una figura alta y fuerte repartía palos sin ton ni son. Era un chico pelinegro, de espalda ancha, con una chaqueta de cuero... En cuanto sus llenos de furia, pero también preocupados ojos grises avioletados conectaron con los míos, supe que estaba a salvo. Se sacó su chaqueta, me la colocó y subió la cremallera, haciendo todo eso mientras me miraba a la cara. En ningún momento desvió su vista hacia abajo, donde me tapaba mi torso descubierto con mis brazos. Me tambaleé un poco y al comprobar que mi estabilidad no era para nada buena, me levantó del suelo en brazos para ahorrarme el andar. En cualquier otro momento no me hubiese dejado, pero no podía con mi cuerpo. Antes de irnos le pegó una patada algo, satisfecho. Supuse que era la cabeza de alguno de los mamones.
— Caín... —balbuceé dejándome llevar por el aroma que desprendía a menta mezclado con esa colonia que lo hacía tan él, provocándome sentir la seguridad que necesitaba.
— Ya estás a salvo, pequeña — oí antes de caer en el vórtice oscuro del cansancio.
***
Unas punzadas de dolor apuñalaban mi cabeza, atravesándola. Me removí incómoda, sentía cada una de mis extremidades doloridas. Parecía que me había atropellado un camión. Separé los párpados e intenté enfocar a mi alrededor. Estaba en un coche... Un Jeep. Precisamente el de Caín. Giré para mirar al asiento del copiloto, y confirmar mis sospechas, y así fue. Estaba ahí, con el ceño fruncido y concentrado en la carretera.
— ¿Q-Qué...? — pregunté algo desorientada, mientras mis ojos se fijaban en la chaqueta que tenía puesta, obviamente no mía pero que olía de maravilla.
— Unos chicos te han intentado... — apretó el volante sin poder continuar, sus nudillos se volvieron completamente blancos. Estaba cabreado. Giró su rostro, conectando su mirada con la mía, dejándome ver en sus ojos una preocupación y una intensidad muy fuerte. — Te vi salir corriendo de la fiesta y pensé que te había ocurrido algo, algún tonto que se hubiese propasado. Te seguí hasta casi el Centro, pero en un momento te había perdido. A los pocos minutos escuché las risas de esos capullos... Y-y cuando te vi en ese estado... — hablaba con asco y rabia. — Me temí lo peor, te di mi chaqueta. Y nos fuimos, no sin antes llevarse una paliza de mi parte.
Ahora lo recordaba todo. Unos chicos me habían interceptado en el camino, venían buscando venganza porque hacía un par de días había mandado a la cárcel a su tío, el pederasta. Pero había más.
— Me venían buscando. — anuncié pensativa. No quería decirlo en voz alta, pero no medí bien mi voz.
— ¿Por qué? — preguntó frunciendo el ceño mientras alternaba su vista de la carretera a mí.
— Uno de ellos era el sobrino del hombre que mandé a la cárcel a golpes el otro día. Pero no era solo por eso... — En mi mente se iban creando hilos entre unas suposiciones y otras. — Alguien me los ha mandado. Aunque todavía no sé quién. El rubio dijo "alguien te quiere ver jodida".
— No tiene sentido, ¿quién haría algo así?
— Alguien que quiere verme sufrir — concluí. Más todavía si es posible.
Vi que tomaba otra dirección que no era la de casa. ¿A dónde me llevaba?
— Este no es el camino a casa — me crucé de brazos, sospechando.
— Ya lo sé. Vamos al hospital. — ¿Al hospital? ¡NO! No quería darle otro disgusto a mi tía.
— ¿Qué? NO. No hace falta. Estoy bien. — Estaba bien, solo necesitaba descansar. Tendría algunos moratones. Me sentía el labio y la ceja hinchada, ambos rotos. Al ver que no me hacía caso proseguí. — ¡Caín, llévame a casa! — espeté.
— Tiene que verte un médico. — recalcó serio.
— Por favor, quiero ir a casa. — pedí esta vez con la voz más rota y dejando caer mi mano en la suya. Parece que fue suficiente, porque gruñó y cambió de sentido. —Gracias. — él solo asintió. No quería pasarme la noche en ese sitio que tan parecido era al psiquiátrico. Necesitaba volver a casa y acurrucarme en mi cama para así dormir e intentar olvidar lo que casi pierdo esta noche. — Ostia, Maddie y los chicos. — los habíamos dejado allí tirados.
— Tranquila, ya les he avisado. Pasaré luego a recogerlos. — asentí. Me había olvidado completamente de mi amiga. "Es normal, chica. Con este tiarrón aquí al lado", soltó Kiki. Siempre igual, si es que no tiene remedio.
Entramos en casa, despacio y sin hacer ruido para no despertar a la parejita. Menos mal que no estaban en el salón viendo una peli, sino ya nos hubieran catado al lejos. Subimos las escaleras con pies de pajarillo, hasta llegar a mi habilitación. Se acercó hasta mí y me colocó un mechón tras la oreja.
— Deberías darte una ducha. — me propuso.
— ¿Insinuas que apesto? — interrogué arqueando una ceja mientras me cruzaba de brazos, y torcía un poco la boca.
— No, Megara. — acercó su cara a mi cuello e inhaló. — Hueles de maravilla. Lo digo por la sangre de tu rostro. — asentí, tenía razón. Una ducha de agua caliente me vendría de muerte.
Cogí un par de cosas del armario, incluida una toalla. Salí de mi habitación con dirección al cuarto de baño. Antes de entrar, Caín me agarró del antebrazo.
— Si necesitas algo, estaré en la puerta. — ¿A qué se debía toda esta amabilidad? Vale que ahora estuviera hecha un cristo, pero coño esta mañana le estaba plantando cara en el campo de fútbol.
— No hace falta, creo que estaré bien. — Me daba pena que esperara ahí de pie, pero por otro lado, me gustaba lo que intentaba hacer por mí. Tampoco le iba a pedir que entrase... Mm. NO. No, lo haría. Megara, deja de pensar esas cosas, por amor de Dios.
— Me quedaré igualmente— me soltó y se volvió de espaldas, como si fuera un portero cuidando un reservado. Sonreí. Este no era el Caín de esta mañana, este era uno bueno que verdaderamente se preocupaba por la gente... No, por la gente no. Por mí.
Me adentré en el baño, comencé a bajar la chaqueta de cuero mientras observaba en el espejo los moretones violáceos que cubrían mi espalda, palpándolos con cuidado. Un gruñido llamó mi atención. Sin darme cuenta no había cerrado del todo la puerta del baño, había un hilo que había quedado abierto y a través de él, Caín había visto el estado de mi espalda. Apretó la mandíbula y los puños hasta que sus nudillos se volvieron completamente blancos, todo resumido en un gesto de impotencia. Su mirada me demostraba que verdaderamente se preocupaba por mí. Le sonreí de manera tranquilizadora.
Entró al baño tanteando mi reacción. La chaqueta aún cubría mis pechos, pero no mi espalda. Con sus dedos acarició esa zona amoratada, creando impulsos eléctricos por todo mi cuerpo.
— Si hubiese llegado antes... Esto no habría sucedido — se lamentó con un gesto triste, mientras me daba un beso en el hombro izquierdo. — Lo siento, pequeña. — Un calorcito despertó en mi corazón, y es que fue en ese momento que supe que me gustaba, pero que me gustaba de verdad. Caín era muchas cosas, pero entre ellas también había un chico cariñoso y eso me sorprendió.
— Calla, idiota. Si no fuera por ti, probablemente ahora mismo no estaría aquí... Así que gracias. Gracias por salvarme, Caín. — Y como no soportaba no hacerlo y las ganas me mataban, me acerqué a su boca e iba a hacer lo que verdaderamente tenía ganas pero... Al final acabé dándole un beso en la comisura de su labio. Él se sorprendió de mi gesto, luego sonrió cual bobo.
— Te esperaré en tu habitación, voy a buscar un botiquín. Tu tía es enfermera, tiene que tener uno por cojones. — soltó algo más tranquilo. Mi respuesta fue un asentimiento.
Entré en la ducha despojándome de toda la sangre seca, tanto de la mía como la de esos asquerosos y del maquillaje corrido. Me restregué la esponja bien fuerte para intentar eliminar el rastro de las manos de ese cabrón, no sin apretar los dientes por el dolor que me provocaba la presión de la esponja contra mi piel.
Cuando llegué a mi cuarto vestida con una camiseta oversize y unos shorts de pijama, vi el mini botiquín tirado en mi cama y a Caín en mi escritorio con algo entre las manos. Su expresión volvía a ser una de cabreo.
— ¿Qué cojones es esta mierda, Megara? — exigió saber enseñándome las notas amarillas del acosador que había estado recolectando en un cajón del escritorio.
— E-Eh, pues... ¿Qué haces hurgando entre mis cosas? — pregunté enfadada y cruzada de brazos. ¿Por qué coño tenía que mirar entre mis cosas?
— Estaba buscando unas tijeras para cortar la tirita que te iba a poner en esa ceja partida, chulita— soltó en tono burlesco, aunque aún se le notaba el enfado de las notas, los mensajes no eran poemas de amor precisamente. — Contesta a mi pregunta— ordenó algo más serio.
— No. No pienso involucrarte a ti también. —respondí decidida. Ya tenía suficiente con que se hubiese enterado Maddie. Aunque ella no las había leído, Caín sí.
— Alguien te está acosando, ¿y tú no me lo vas a decir? — Se levantó del escritorio, acercándose lentamente hasta mí. — Megara, ¿por qué te envían notas de esas? — volvió a preguntar esta vez perdiendo la paciencia, y yo solo podía pensar en lo bien que sonaba mi nombre en su boca.
— Al parecer tengo un admirador secreto. — Total, si ya las había leído y había llegado a la conclusión de que me estaba acosando... Prácticamente lo había averiguado ya, solo buscaba que le diese más detalles. Me miró de forma interrogativa — No sé quién es. En los lugares menos pensados siempre encuentro una, aunque hace un par de días que no he vuelto a recibir nada. No es que me lleguen por correo, no. Es que siempre están pegadas en el sitio idóneo en el que la voy a encontrar. Por ejemplo, la última estaba en la esquina de un callejón cerca del Centro. Fue ese día que le pegué al pederasta.
— ¿En la misma esquina del callejón donde hoy te han interceptado? —Asentí. En mi mente se escuchó un "clac", como si un engranaje hubiese coincidido con otro. Ostia puta, tenía razón. — ¿Te los habrá mandado ese cabronazo?
— No tengo ni puta idea. Pero de algo estoy segura... —levanté la mirada del suelo para conectarla con la suya, porque no sabía en qué momento había agachado la cabeza ante él. Suponía que cuando me había exigido saber sobre las notas. — Esos chicos han sido enviados por alguien, y pienso averiguar quien es el titiritero. Mujer o hombre.
— En ese caso, cuenta conmigo. — Asentí sonriendo de boca cerrada. No me hacía ni puta gracia meter en esto a gente que me importaba. "Anda, pero qué oyen mis oídos. Caín te importa, eso es nuevo". Calla, cerda. — Ven anda, voy a curarte eso
— No es necesario, puedo hacerlo sola. — respondí.
Negó, dando varios golpecitos en la cama. Me senté donde minutos antes había estado su mano. No lo convencería, era tan cabezota como yo.
De la caja del botiquín, sacó varias gasas, alcohol y una crema para la inflamación. Impregnó la gasa del alcohol y fue limpiando cuidadosamente cada una de las heridas de mi cara. Ni siquiera apreté los dientes cuando tocó la ceja, realmente estaba siendo delicado.
— Levántate la camiseta por la espalda. — me pidió. ¿Qué? Arqueé una ceja. —Tendré que echarte la crema, ¿no? — asentí poniendo los ojos en blanco.
Hice lo que dijo, primero porque si no aplicaba la crema inflamatoria, mañana no podría mover ni el dedo meñique del pie; y segundo, porque quería sentir sus manos sobre mi piel. Me excitaba más de lo que me gustaría admitir. Jamás pensé que admitiría esto.
Al final, el que se suponía que era el principal objetivo, ponerme la crema, se convirtió en hacerme un masaje para... Ni idea para qué pero me estaba poniendo cachonda. Movía los dedos en círculos y hundía su pulgar para estirar los tensos músculos de mi espalda. Mordí mi labio inferior para evitar soltar un sonido inapropiado, pero fue tarde porque la mezcla entre un suspiro y un gemido, abandonó mis labios.
Caín paró al instante para observarme de esa única forma que él solo sabía hacer, intensamente. Se acercó lentamente a mis hombros para depositar suaves besos sobre ellos. Mm, se sentía tan bien. Este chico me hacía sentir cosas que jamás había experimentado. Su cercanía me ponía nerviosa, y su aroma me atraía como la miel a las avispas.
Giró su rostro para tener mejor acceso a mis labios, tomó mi barbilla para levantarla un poco en dirección a su boca, y cuando pensé que por fin iba a llevar a cabo lo que había descubierto que tenía unas ganas locas por hacer, se detuvo y agachó la cabeza dejándola caer en mi hombro, abatido.
— Lo siento. — se disculpó levantando la cabeza. —No debí haberte hecho esto, n-no tengo excusa — sentí un pellizco en el pecho que me impedía respirar. Se había arrepentido en el último momento, ¿en qué estaba pensado? No podría permitirme esto, ahora no.
Supuse que vio la decepción reflejada en mi semblante porque inmediatamente soltó lo siguiente:
— Te voy a ser claro, hermosa. No te he besado porque me pediste que me alejase... Y de verdad que lo he intentado, he intentado incluso odiarte. Pero me es imposible, imposible porque contigo pierdo el control y cualquier atisbo de razonamiento. Siento esta agonía... — expresó cerrando su puño y llevándoselo al pecho— ...que no me deja dormir cada vez que pienso que no puedo tocarte al tenerte tan cerca, pero ya no puedo alejarme más...
—Hazlo—frunció el ceño sin comprender. Con lo rápido y espabilado que era para unas cosas y que el tío no entendiera ahora. — Bésame. — casi le rogué. Lo necesitaba, necesitaba ese contacto tanto cómo él.
Colocó una mano en mi mejilla, y sonrió atrayéndome a su boca. En menos de un segundo, plantó sus labios en los míos, moviéndolos habilidosamente. Comenzó siendo delicado y suave, pero con el tiempo se volvía más feroz y necesitado. Puso su mano en mi nuca para profundizar aún más el beso si podía y yo llevé una mano a su sedoso pelo y la otra a su mejilla. Me agarró de la cintura con cuidado de no tocar en las zonas doloridas y me puso a horcajadas sobre su regazo, haciéndome sentir completamente lo que provocaba en él. Luego me mordió el labio inferior, lo que causó que se me escapara un gemido por el contacto inesperado de su, por lo que podía sentir, dura extremidad y la mordida. "No lo enmascares. El chaval portaba uno tremendo". Pues eso. Un calor, proveniente del bajo de mi vientre, se iba extendiendo por todo mi cuerpo... Maldito el momento en el que le pedí que se alejara de mí, no tenía ni puta idea de lo que me estaba perdiendo. ¡Joder! No me había dado cuenta de las ganas que tenía de hacer esto el primer día que le vi saliendo de la piscina.
Y cuando pensé que nada interrumpiría este maravilloso momento colmado de excitación alguien llamó con dos toques a mi puerta. Nos detuvimos en seco cuando escuchamos la voz de mi tía. Nos miramos con los ojos casi fuera de las cuencas. Ambos teníamos los labios muy hinchados y rojos. Si habría esa puerta... ¿cómo cojones explicaríamos la situación?
— Megara, ¿estás bien? He oído que has regresado ya. — preguntó tras la puerta, haciendo que rápidamente me quitase de encima de Caín y que éste corriera a esconderse en el balcón. —¿Ha pasado algo que te haya hecho volver tan temprano?— abrió la puerta para verme, pero antes me cubrí con la sábana hasta el cuello y hundí mi cara en la almohada, para así evitar que viese mi estado.
— No, tía Beth es que estaba cansada y necesitaba dormir. Las botas esas, que son destroza pies. — Me sabía mal mentirle pero era eso o decirle que había descubierto que mis padres pertenecían a una secta, que unos idiotas habían intentado abusar de mí y que me había besado con mi primastro. Sí, desde luego la iba a matar de un susto.
— Vale, cariño. — Se acercó y me besó la coronilla antes de marcharse.
— Pff, por el pelo de un calvo, pequeña. — sonrío Caín maliciosamente, moviendo las cejas animadamente
— Y que lo digas.
Solo podía gritarme una y otra vez lo siguiente: ¿QUÉ MIERDA ACABABA DE HACER?
***
¡Hola, dementes! Espero que estéis disfrutando mucho con la lectura. No suelo dejar mucho mensajitos por aquí pero últimamente me siento animada a hacerlo. ¿Qué tal os está pareciendo? Vaya tela con la química de estos dos. Pero... ¿será suficiente para lo que les espera? Mm... Lo comprobaremos más adelante... ;p
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