CAPÍTULO 14. NOS DISFRAZAMOS DE LO QUE SOMOS

"Ser como somos, y convertirnos en los que somos

capaces de convertirnos, es el único fin de la vida"

~ Robert Louis Stevenson

— ¿De que vais a ir disfrazadas? —preguntó curiosa mi tía.

Mad se había venido un par de horas antes de ir a la fiesta para arreglarnos juntas. O más bien, arreglarme a mí. Ah, sí, y para impedir que me rajara de la fiesta. O por la repostería de mi tía. Mmm, no estaba segura. Era una respuesta complicada. Creo que era un poco de todas.

Estábamos en el salón poniéndonos hasta arriba de galletitas de calabaza que había hecho tía Beth para los niños, que aún no habían pasado. Ni pasarían. ¡Qué padres traerían aquí a sus hijos! ¡Si vivíamos prácticamente en el bosque! Total que al final desempeñamos nuestro papel de manipuladoras natas para convencerla de que ningún crío vendría, y así poder comernos las galletas. Como ya nos conocía bien, guardó algunas por si acaso. Muy previsible.

— Es una sorpresa — contestó Maddie arqueando sus cejas y zampándose de un bocado su décima galleta con forma de fantasma.

— A saber qué locura se os ha ocurrido ahora. — miró al cielo para tomar paciencia. A la pobre la traía cansada. Entre lo de la fiesta en la que murió Steisy — que aún no me recupero de haber presenciado otro asesinato—, el castigo del director, la pelea con Lia y lo del centro comercial, apenas ganaba para problemas. Y por supuesto, su trabajo. Delegaban en ella muchos turnos de noche en la enfermería del hospital. Eso sí que era una paliza.

— ¿Hoy no tienes turno de noche? —pregunté curiosa. Aún me estaba replanteando quedarme con ella viendo una peli de miedo.

— No, me han dado la noche libre. Como os vais todos, hemos pensado Bill y yo de pasar un poco de tiempo juntos. — A la mierda lo de quedarme. Bueno, mejor así. No tendría que ver cómo se pondrían ojitos el uno al otro durante toda la noche. Como respuesta me llevé dos dedos a la boca haciendo una mueca de vómito. Ella rio. —Algún día te enamorarás y sabrás lo que se siente. —Fruncí el ceño. —Si es que no lo has hecho ya.

— No creo que llegue ese día nunca. Probablemente me muera antes que enchocharme de un tío. — Ella negó sabiendo que no tenía remedio. Pero en sus ojos, que últimamente estaban más vivos, pude ver que ella creía que algún día lo viviría.

— Siempre y cuando no vuelvas a comer guisantes — se rio el estúpido de Caín que al parecer había estado escuchando parte de nuestra conversación. En esta familia todos eran unos marujas.

Este tío es bipolar, aunque no sé si es un término bien usado. Creo que majara le pega más. A mí no me iba a volver demente con sus jueguecitos de "ahora estoy bien", "ahora estoy mal". Me la pela, me tiene harta. Hasta la santa madre de los cojones. Paso de él, de su culo y de su estirpe. Me la sopla. "Y entonces... ¿por qué le estás dando importancia?", preguntó la loca de mi cabeza. Aunque la loca lo parecía yo, hablando con esta. QUÉ-ME-LA-SOPLA, le respondí. "Tan borde como siempre", contestó. Tan niñata como siempre. Arg, tenía que dejar de pelearme conmigo misma.

La ignoré completamente, como si no existiese. Y también ignoré el pinchacito de dolor que me daba en el pecho por hacerle eso. Pero estaba cansada de que jugara conmigo. O estás enfadado o no lo estás. Pero las dos no vale, eso es palomita. Ante mi comportamiento se marchó molesto. A lo mejor venía a arreglar las cosas y me había comportado como una gilipollas. ¡Ay, no sé qué pensar! ¡LA CABEZA ME VA A ESTALLAR! No sé si he hecho lo correcto. Otra cosa más para la carpeta de "Quebraderos de cabeza not today". Aunque algo me decía que esto tendría que volver a enfrentarlo más temprano que tarde.

***

— ¿Qué te parece?

¡DIOS MÍO DE MI VIDA! ¿PERO QUÉ LOCURA ERA ESTA? Era una pasada de make-up. Desde luego, si Maddie fallaba en su primera opción como periodista, siempre podría meterse a estilista.

Volteé mi rostro, mirando hacia ambos lados mientras me observaba en el espejo. Creo que nunca me había visto tan guapa. Estaba sorprendida. Había utilizado tonos oscuros que daban una seriedad y gran expresión a mis ojos, enmarcándolos con una gran profesionalidad. Trataba de un eyeliner de sombras difuminado con un toque de marrón rojizo. Aparte de los contornos, el rímel y el colorete, había decidido pintarme los labios de mate rojizo. Por no hablar de lo que me había pintado en el pecho. En un principio no estaba muy segura de eso, porque esa pintura ahí llevaría a que la gente fijasen sus prejuiciosos ojos en mis pechos. Pero ahora que lo veía junto al resto del disfraz, no podría estar más contenta de llevarlo y de lo bien que le había quedado a mi estilista.

— Es impresionante.

— Estás guapísima. Ya verás cuando te vean todos, se le van a caer la boca al piso a más de uno. — Movió las cejas arriba y abajo, sabía a quién se refería. Pero no me importaba en absoluto, me gustaba como iba. Me gustaba a A MÍ. Y con eso era suficiente. — Ya sabía yo que las botas de tacón alto te quedarían fabulosas ese día que te dije que te las pusieras.

Llevaba razón, me hacían una figura mucho más esbelta y acentuaba mis curvas. Pero lo que sí que las acentuaba de una manera totalmente descarada eran el corsé y los pantalones cortos de cuero que apretaban mi piel. Buah, es que me veía impresionante. Parecía Catwoman. Luego le agregué al conjunto el resto de los accesorios: unas medias de redecillas negras, la pasada con los cuernos—también negra—, y las alas de plumas negras. Todo en conjunto con la estrella de cinco puntas que me había dibujado Maddie en el pecho.

Ella había optado por un make-up dorado simple, y los labios pintados en un mate nude. Se había entallado en un corsé blanco, a juego con una minifalda de plumas blancas. En la cabeza lleva un aro, y en su espalda, iban colgadas sus alas blancas. Ella era mi némesis.

Íbamos de ángeles y demonios. Estaba feliz por el resultado, pero sobre todo de tenerla a ella. De no haber sido así, sabía que el poco tiempo que llevaba aquí, habría sido un infierno.

El único problema que teníamos era la forma de llegar, otra vez. Una zorra —como la había llamado ella, yo no aunque... ¡qué zorra la tipa!— nos había dejado tiradas en el último momento. Mad la acababa de tachar de su lista de amigos. Y como se estaba volviendo costumbre, Enoc nos salvó el culo. Iríamos de nuevo con ellos. Sabía que era una buena noticia, pero... Me gustaría no haber tenido que ir en el mismo coche que Caín.

Al bajar las escaleras para reunirnos con el resto afuera de la casa, una mirada dilatada me recorrió de pies a cabeza, repasándome lentamente mientras se mordía suavemente el labio inferior. Joder. JODER. Un calor abrasador se instauró en mi vientre, creando mil sensaciones en mi cuerpo que no sabría describir. Solo podía decir que eran extremadamente abrumadoras. Todos estaban montándose en el coche y cuando me dispuse a pasar por su lado, un estático Caín me agarró del antebrazo suavemente para detenerme. Acercó sus labios a una distancia prudente de mi oído, pero lo suficientemente cerca como para notar su cálido aliento.

Y cuando pensé que me soltaría alguna grosería del tipo "así vestida no subes a mi coche", me impresioné cuando escuché salir las siguientes palabras de su boca:

— Estás despampanante.

Me soltó, dándome la espalda para montarse al auto. Y yo me quedé ahí parada unos segundos sin poderme creer los cambios de humor de este chico, observando cómo iba vestido. Deportivas, vaqueros, chaqueta de cuero, y bandolera negra en la cabeza. ¿Motero? Ni idea, pero él sí que iba despampanante, andando con esa seguridad que le caracterizaba. Judas había decidido ir de rockero y Enoc de momia, a juego con su brazo dañado de esta mañana. Es que este chico estaba hecho un cómico.

Durante el viaje podía sentir la tensión que reinaba en el ambiente, aunque el menor de los Darkrow intentaba apaciguarlo hablando por los codos. Tampoco habían pasado inadvertidas las miradas que me lanzaba el mayor a través del retrovisor, haciendo que me encogiese en el asiento para ver si así desaparecía. Pero no funcionaba. Jamás había tenido que esconderme, pero esto me estaba superando.

Gracias a Dios que esta vez la distribución había sido más favorable para mí, de lo contrario me hubiese tirado por un puente. Caín conducía, Enoc iba de copiloto, Maddie a mi lado derecho, Judas a mi lado izquierdo, y yo en el centro evitando que ambos quedasen juntos, no porque yo lo hubiese decidido sino porque ambos me lo habían pedido en secreto. ¡Ay, qué dos patas para una mesa!

Hasta justo ese momento había hecho caso omiso a la ubicación de la fiesta. No había tenido la oportunidad de preguntarle a Maddie.

— ¿Dónde será la fiesta? — pregunté para llenar un poco el silencio que se había formado tras Caín pedirle a Enoc que se callase de una manera brusca y desagradable. Aún no lograba entender el problema entre estos dos. Cuando llegué a su casa, hará un mes, vi que tenían una relación aceptable, no extremadamente estrecha pero tampoco como para llegar a estos puntos. Sin embargo, con Judas era algo más amigable. ¿Qué le pasaba con Enoc? Era extraño. Suponía que tenían movidas fraternales.

— Es en una casa abandonada, un poco alejada del centro de la ciudad. Linda con el bosque — me explicó Judas, con quien últimamente charlaba más. Sobre todo de música.

— Se dice que la familia, que vivía ahí, se suicidó en el sótano. Al parecer pertenecían a una secta satánica. Algunos dicen que aún se escuchan los sollozos de los dos hijos — continúo Maddie aportando más información, innecesaria, a la conversación. Le salió la vena periodista. — Siento espelucos nada más pensarlo. — se abrazó a sí misma. Genial, qué gran noticia, lo que yo quería, pensé irónicamente.

— ¿Por qué la hacen allí si tanto miedo da? —. Es de gilipollas.

— Primero: está abandona. Segundo: Da miedo, y los jóvenes solo buscan la adrenalina del terror — iba enumerando Enoc con los dedos—. Tercero y último: Es Halloween, no hay nada en todo el pueblo que dé más miedo que eso.

Sinceramente, no era una persona muy espiritual tampoco creía en fantasmas, pero sí he de decir que la casa aterraba un poco. En cuanto apareció ante mis ojos, el estómago se me encogió. Era, de forma literal, la típica casa maldita de película de terror.

En sus días hubiese sido una casa preciosa, pero ahora solo era más que un monumento en ruinas. Se trataba de una casa convencional formada por dos plantas. La primera planta carecía de una parte del techo. La piedra de la fachada estaba rajada por numerosas partes, daba la impresión de que en cualquier momento se vendría abajo, sobre todo por la fuerza con la que sonaba la música. La mayoría de los cristales de las ventanas estaban destrozados o semirotos, y el que seguramente había sido un jardín cuidado, estaba repleto de maleza. Calculaba que la casa habría sido abandonada hace unos ocho o diez años teniendo en cuenta el deterioro de las paredes.

Nos aproximamos a la casa para adentrarnos en ella. Algunas personas andaban fuera ya borrachas deambulando por ahí con la noción del tiempo perdida. En cuanto pusimos nuestros pies dentro de la casa, comenzó a sonar "I'm a motherfucking woman..." de Kesha. Maddie y yo nos miramos con una cara de suficiencia mientras la fiesta parecía haber parado tras quedarse absolutamente todos mirándonos. Éramos las putas amas. 

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