CAPÍTULO 13. EL PUTO KARMA EXISTE. LA COSA VA DE GUISANTES

"El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen"

~ Johann Wolfgang von Goethe

Tras tres paquetes de guisantes congelados -que ya no lo estaban- puestos sobre mi adolorido cuerpo, seguían sin surtir efecto. Cuando llegué a la mansión, tía Beth casi se muere del susto y me mata. Se pensó lo peor al verme llegar. Venía hecha un cristo... Los nudillos rajados, la mandíbula morada y con ciertos moretones sobre el cuerpo debido a haberme arrojado al suelo para que la niña me usara de almohada. No fue una bonita estampa que digamos. Enoc acudió a mí corriendo y Caín junto a él, me extrañó esta reacción por su parte, teniendo en cuenta el cabreo del otro día. Judas había salido, y se preocupó pero siguió a su bola. Billy incluso estuvo a punto de llamar a la policía, pero los detuve explicándoles lo que había ocurrido. En ningún momento quise reírme, pero es que ponían unas caras que a cada cual peor. Sin embargo, me entristeció ver a tía Beth tan preocupada. Pero lo que más me sorprendió fue escuchar de su boca un "estoy orgullosa de ti" para acto seguido abrazarme y darme un beso en la coronilla. Me quedé estática en ese justo momento, pero le correspondí agradecida. Nadie nunca en la vida me lo había dicho, y sentía como mi corazoncito se llenaba de amor.

Noticia de última hora: Volvía a ser la comidilla del pueblo, aunque esta vez con mejores críticas. Ya me veía en los titulares: "Psicópata salva a niña". Bastante contradictorio, sinceramente.

A Maddie esa tarde casi le da un infarto cuando me vio, luego descubrió que me enviaban notas, pero no le leí ninguna. Simplemente le dije que no era nada importante, que seguro que era alguien que solo buscaba molestar. Igualmente no se quedó tranquila, y por ello me di un tortazo mental de ser tan tonta por haber dejado que lo descubriera. Desde ayer no hemos vuelto a hablar del tema. Y espero que siga así por mucho tiempo, porque si verdaderamente esto no es una tontería de los imbéciles de mis compañeros, podría poner en peligro a cualquiera que se enterase.

- ¿Qué vamos a cenar? - curioseó Enoc en la nevera buscando algo rico. ¡Ay, amigo cuando te enteres! "BUAJAJAJAJAJA", se apoderó de mí la bruja mala.

- GUISANTES- soltamos tía Beth y yo a la vez rompiendo en carcajadas, a sabiendas que Enoc los odia. Puso cara de horror.

- Meg, ¿en serio tenías que utilizar los guisantes? -dijo indignado. - ¿No podrías haber cogido el solomillo para tus dolores? -preguntó señalando el trozo de carne congelado en el frigorífico.

- Cariño hay que comer verduras... - le explicó tía Beth con cariño dándole toquecitos en la mejilla. - Además, acabas de almorzar, ¿otra vez quieres comer? -preguntó sorprendida.

- Nah, qué va. Es que me gusta pensar en mi futuro. - Y luego la glotona era yo. - Y en cuanto a las verduras... Ya lo séeeee, Beth. -simuló la voz de un niño pequeño hablándole. -Pero es que son tan pequeñitas que te puedes ahogar, y tienen un sabor muuuuy raro -especificó haciendo un gesto de asco con la boca. Reí maliciosamente. - Sé que te estás imaginando cómo me ahogo por no haber ido contigo a correr - me señaló apuntándome con el dedo, y con una mano posada en su cadera derecha.

- ¿Fuiste a correr sola? -preguntó mi tía. Miré a Enoc, quién se llevó la mano a la boca.

- Eres un bocachancla. - Bocachancla: dícese de una persona chivata. Ahora sí que lo iba a matar. Lo estrangularía con mis manos alrededor de su delicado pero cuidado cuello. - Fue poco tiempo, y era de día. - me justifiqué enredando un poco la verdad. Enoc me miró arqueando una ceja que decía implícitamente "¿Segura de eso?". Le dediqué una mirada de odio, pero odio del sano. Si es que tal cosa existía.

- Megara es por tu bien. Me da miedo que te pase algo, estoy preocupada. -se cruzó de brazos. El asesino anda aún suelto por ahí, a saber qué anda planeando ahora mismo o quién será su próxima víctima.

- Tranquila, sé defenderme -le mostré mi puño malherido con una sonrisilla de niña pequeña.

- Sí, ya lo sé. Pero es mejor prevenir que curar. - depositó un beso en mi frente.

Si ella me lo pedía, lo intentaría al menos. Pero me iba a costar porque era bastante independiente y solitaria, pero sobre todo cabezona. Cabezona: "dícese de la parte del pene... Nah, es broma", definió la vocecilla chillona. Estás salida, le respondí. Dícese de una persona terca.

La tarde del jueves la pasamos decorando la mansión con la temática de Halloween. Colocamos telarañas falsas por las esquinas, cortamos calabazas, y pusimos un espantapájaros horroroso. Daba más miedo yo recién levantada que ese. Y ¿para qué? Para tener que quitarlo todo de nuevo a los dos días siguientes. En mi opinión, era una pérdida de tiempo pero como Enoc es un bebé, pues hay que cumplir, que sino llora. Y se hace pipí y popo.

- ¿De qué te ríes?

- Popo - dije riendo, se me caían los lagrimones. Él se quedó estupefacto, mirándome reír como una loca.

- Que Dios nos coja confesados-negó varias veces mirando al cielo, y persignándose. Y yo más me reía. Necesitaba parar o al final la que se haría pipí encima sería yo.

Un coche rojo llegó a la entrada de la mansión, y dejé de reír. Mi semblante cambió completamente. Ahora mismo tenía la cara de asesinar a alguien. Mis ojos se posaron en dos cuerpos que habían salido del coche. Un tic nervioso se apoderó de mi ojo izquierdo cuando una pelirroja comenzó a besar sin ton ni son a Caín, casi tragándoselo. Él se dio cuenta de mi presencia y la de Enoc, pero su mirada se quedó pegada a mí. Y lo peor no fue solo eso, sino que se quedó mirándome mientras la besaba y le agarraba el culo como diciendo "en tu puta cara". Al cabo de unos minutos logré desviar la mirada a otra parte porque me parecía una estampa repugnante y asquerosa. ¿Por qué actuaba así?

Además, ¿qué me importaba a mí con quien se morreara? Él no significaba nada. "Dale, miéntete haz lo que tu quieras contigo, esta noche no será tu bebé, y mañana tampoco tu amigo, tu amigooo", cantaba una versión paródica de Tini la puta voz de mi cabeza. Eres una mierda, le solté. "Somos cariño, somos", me aclaró. ¡ARGH! Si pudiera estrangularte... "¿Hablas de mí o de Caín?" ¡DE LOS DOS!

Lo único que pude hacer, fue descabezar de los nervios a una araña que habíamos hecho con porexpán.

- Mi araña - dijo un apenado Enoc, arrodillado en el suelo y recogiendo los restos de porexpán negro. Este se asustó al verme el careto, contrayendo su cara y abriendo su boca como una barbie con modales.

Escuché un motor rachear, y la zanahoria desapareció en su coche rojo por la verja. Caín estaba ahí, de pie, con las manos metidas en los bolsillos, mirándome. ¡Gilipollas! No había vuelto a hablar con él desde el día que se cabreó por lo de la carta... Espera. ¿Esta era su venganza por no haberle dicho quién era John y por lo de las cartas? Noo, pará no me la conté. Imposible, eso significaría que está celoso, y yo no le he dado motivos, porque no tenemos absolutamente nada. NADA. En mayúsculas, en neón e iluminado. NA-DA. No me amargaría por ese imbécil. ¡Bah, que se atragantase con un guisante!

Enoc me miraba con sus perfiladas cejas arqueadas, inquiriendo saber qué pasaba entre nosotros dos. Una mirada mía bastó para hacerle entender. Negó varias veces con la cabeza, haciendo una mueca con la boca y levantando ambas manos como el que no había roto un plato en su vida.

Llegó el momento que el menor de los Darkrow tanto ansiaba, la cena. Nótese la ironía. En el ambiente se podía palpar la tensión. Nadie hablaba. Judas miraba algo en el móvil, Billy y tía Beth se miraban nerviosos, Enoc tenía una pelea interna con los guisantes, y Caín no apartaba sus ojos de mí. Analizándome. ¿Qué le pasa a este tío? ¿Qué tenía en la cara? ¿Monos?

- Bueno chicos, se acabó. -dio una palmada al aire. - Judas deja el móvil y Enoc deja de pelearte con los guisantes. - llamó la atención Billy. - Hay que hablar de un tema. - La pareja unieron sus manos dándose apoyo para decir lo que vendría a continuación.

- Nos vamos de Darksville - me adelanté algo emocionada e intentando adivinarlo. Mi tía frunció el ceño.

- Estás embarazada - me siguió Enoc intentando adivinar.

- Lo vais a dejar - dijo el apático de Caín. Corta rollos. Dícese de la persona que te parte el momento en dos. "A ti sí que te gustaría que te partier..." Shh, calla 'ja puta.

- Me vais a comprar una batería -se emocionó Judas abriendo los ojos desmesuradamente.

Cada loco con su cuento, nunca mejor dicho.

- No, no, no y no -respondieron a la vez sorprendidos y muy asustados con nuestras ocurrencias. - Nos vamos a casar - soltaron emocionados. Inspiré tanto aire que un guisante tomó otro desvío en mi garganta.

- ¡AJARH, AJARH! - comencé a toser. Me estaba atragantando con un puto guisante. Iba a ser desgraciada y estúpida hasta para morir. Todos me miraban horrorizados. EL PUTO KARMA EXISTE. "Es lo que pasa cuando se le desea el mal a alguien", explicó la sabelotodo. ¡YA LO SÉ!

Comencé a darme golpes en el pecho y Enoc en mi espalda como ungas ungas para echarlo. Unga unga, dícese de... "Déjate de tonterías, que nos morimos Esperansita". Conseguí expulsarlo tras un golpe certero de Enoc en mi espalda. Salió disparado con dirección a... AH. Oh, no. Contuve la risa. Le había dado de pleno en el ojo a Caín, quien se había quejado un poco por el proyectil. Megara 1; Guisante: 0. Guisante: 1; Caín: 0. Megara 1; Caín 0. En fin, batallitas.

-No vuelvo a comprar guisantes- aceptó tía Beth muy asustada pasando su mirada de mi cara a la de Caín, quien se estaba sobando el ojo derecho, y luego a la del sobrino menor. Enoc estaba cruzado de brazos con una cara de suficiencia que decía claramente "te lo dije".

Megara no te rías, Megara por tu santa madre no te rías. Estallé en carcajadas junto a toda la mesa, quienes nos habíamos quedado completamente callados por la tensión de hacía unos instantes. Aún no me creía que pudiese haber estirado la pata. Pero aquí estábamos, aliviando tensiones mientras nos reíamos de un buen susto.

La noticia me había chocado un poco, bueno un "mucho". Sinceramente no me lo esperaba. Pero estaba muy feliz por ellos. Por lo que me levanté y los abracé a ambos. Cabe decir que el resto también se acercaron para abrazarnos, qué poca personalidad. En verdad, los quería. Con sus menos y sus más. Aunque a Caín lo estrangularía. "Sí, morreándolo...". Le puse los ojos en blanco mentalmente a esa voz que no me dejaba ni respirar tranquila.

Ahora sí, unga unga, dícese de la persona que utiliza acciones cavernícolas.

***

- Tía que te digo que está raro conmigo.

Hoy la profesora había decidido faltar y obsequiarnos esta hora libre antes finalizar la jornada del viernes, a punto de entrar en el puente de Halloween. Estábamos en las gradas del campo de fútbol, picoteando golosinas. Maddie llevaba media hora comiéndome el oído con su teoría del porqué el mediano de los Darkrow pasaba tres carajos y medio de ella.

- Mira, fíjate - señaló hacia los tres hermanos que venían hacia el campo equipados con sus respectivos uniformes. A los tres le sentaba como un guante, pero es que no podía pasar por alto cómo le quedaba al mayor. "Eso sí que es un caramelito". Ya llegó la team Caín. Los tres se dieron cuenta de nuestra presencia, pero solo uno nos saludó, mi guisante con patas. Caín simplemente me lanzó una de sus miradas escrutadoras. Para luego darme la espalda. - Vale, estamos jodidas. Por lo menos a ti te ha mirado- Quise responderle que a mí me daba exactamente igual si no me saludaba ese subnormal pero Enoc interrumpió...

- ¡Qué bellezones de animadoras! - nos silbó desde el campo. A lo que ambos de sus hermanos se giraron hacia él para mirarlo seriamente. "Si las miradas mataran, estos dos enterraron a Enoc ", canturreó. Por una vez estaba de acuerdo con mi voz interior.

Maddie tenía razón en lo referente a Judas, a parte de haber visto como ni siquiera la había mirado hace unos segundos, me había fijado en que hacía semanas que pasaba de su lindo culo. Calculo que desde la noche en que murió Steisy y tuvimos el pequeño accidente. ¿Por qué este repentino cambio? En algún momento incluso el propio Judas me había preguntado si Mad me hablaba de él. Era más que obvio que estaba interesado en ella, no entendía absolutamente nada. En fin, hombres. Siempre tan complicados.

Al campo comenzaron a llegar más jugadores, y es que, a pesar de nosotras no tener clases este último día de instituto, ellos sí tenían entrenamiento con el entrenador Jill. Un hombre cuarentón que traía a todas las profesoras y a algunas alumnas locas. Cuanta mayor distancia existiese entre él y tú mejor, era capaz de reventar tímpanos con su estruendosa voz.

- ¡A JUGAR! -gritó. Agradecí estar alejada de este vikingo que se hacía llamar Jill.

Los chicos comenzaron a moverse por el campo, pasándose la pelota. Corrían de aquí para allá como pulguitas. Maddie no paraba de comentar las jugadas del equipo, por lo que entendí que le gustaba mogollón el fútbol americano. Yo no entendía ni mierda lo que me hablaba, pero asentía como toda una entendida.

Según ella iba comentando, se movían bien, era un equipo bien formado. Los pases eran buenos, y los tiros aún mejores. Pero no estaba segura de si ganarían el torneo contra los chicos del Linkins, el equipo estudiantil del pueblo vecino.

Había identificado al guisante como el número seis, al rockero que pasaba de mi amiga con el número diecisiete, y al pelmazo con el trece. Bonito número, al menos tenía algo de gusto.

Justamente tenía la mirada posada en este. Era muy rápido y sus tiros tenían una puntería y unos alcances grandísimos. Jugaba muy bien. Pero no entendí el porqué no se la pasó a su hermano menor, teniendo en cuenta que era el que tenía más cerca. Mad pensó igual que yo, sólo que ella lo expresó en voz alta.

Al final Enoc consiguió el pase de otro de sus compañeros, porque estaba clarísimo que sus hermanos no le iban a dar ni la hora, lo que me pareció un gesto muy infantil por parte de ellos. Y... ¡GOL, GOL, GOL DE ENOC! Mad y yo nos levantamos celebrándolo, y él se vino corriendo hacia las gradas con los brazos levantados para celebrar con nosotras, a pesar de ser entrenamiento y no un partido importante, pero al menos al él le había bastado. El resto también lo celebraron, menos los dos cara culo. ¿Qué mierda le pasaban? ¿Era envidia? Es que no lo podría comprender.

El partido continúo, aún le quedaban unos diez minutos de juego. Le estaba cogiendo el gustillo a este deporte, no estaba para nada mal. Sin embargo, lo que sí que no me gustó fue ver a Caín acercarse peligrosamente a la posición de su hermano pequeño. Este último estaba a punto de recibir un pase de uno de sus compañeros, pero Caín se interpuso haciéndole un placaje. ¿En serio? Enoc no se levantaba, estaba quejándose en el suelo.

Maddie y yo nos levantamos inmediatamente de las gradas y fuimos corriendo hasta él para ver qué tan grave era la situación. El partido se había parado y el resto de los jugadores se habían arremolinado alrededor de Enoc.

Nos hicimos hueco entre los armarios, intentando entrar en el núcleo del problema. Enoc yacía en el suelo tirado quejándose de un brazo y despotricando hacia la nada. Caín se había quitado el casco, estaba sudoroso y con una expresión seria. Diría que estaba guapo, que lo estaba, pero qué ganas tenía de cruzarle esa cara.

- Pero... ¿A ti qué mierda te pasa? Joder, que es tu puto hermano, gilipollas. - le grité dándole un empujón que apenas lo movió del sitio. El resto de jugadores nos miraban sorprendidos, algunos portaban una sonrisilla de lado. Más marujas que las vecinas del pueblo. Vi que no respondía, solo me observaba respirando muy fuerte.

- A falta de serlo por poco... - soltó Enoc intentándose hacer el graciosillo para restarle importancia al asunto dando a entender que le faltaba poco para hacerse puto. En cualquier otro momento me habría reído de su estupidez, pero ahora mismo lo veía todo negro, roja de la furia.

Buscando una respuesta por parte del mayor de los Darkrow, le di otro empujón en el hombro para que reaccionara. Es verdad que lo estaba provocando, pero quería saber qué cojones le pasaba. Pensé que no recibiría respuesta, pero decidió agarrar una de mis muñecas en la distancia. Con la mano que tenía libre arrojó el casco con fuerza hacia el suelo, acercándose hasta pegarse a mí a grandes zancadas con un gesto de determinación y furia. Pegó su frente a la mía, retándome. Y cuando pensé que nos íbamos a dar de hostias, susurró con los dientes apretados y la mandíbula tensa:

- No me gusta que se acerquen a lo que me pertenece.

Y el tío sin más se fue. ¿Lo que le pertenece? ¿De qué cojones estaba hablando? Cada día tenía más claro que este tenía un problema de ira.

- ¡APARTAD! - me llevé un mano al oído intentando calmar el dolor en el tímpano que me había provocado el entrenador.

A gritos, Jill supuso que lo que tenía Enoc era un esguince en la muñeca. No era tan grave, podría haber sido peor. Pero definitivamente no jugaría en el próximo partido contra los Linkins.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top