Herida

—Ahora lo voy a cocer. Cuéntame qué hacías allí.

Buscaba a Eliza.

Los ojos de él viajan hacia arriba y a la izquierda pero de repente suelta un quejido al sentir el primer punto.

—Eliza... —susurró y algo dentro de ella ardió, pero continuó con su labor de coser la herida—. Listo. Ahora te pondré una gasa y nos largamos de aquí —dice mientras se gira para deja el maletín en el asiento de atrás y su mente le repite ese nombre que hace volver a aparecer aquella extraña sensación—. Bueno, y cómo se conocieron.

Es una larga historia —contesta mientras deja escapar un suspiro y se acomoda en el asiento tras colocarse con cuidado la camisa—. ¿Tengo que contarla? —agrega con la vista nuevamente sobre ella.

—Anda, cuéntame —insiste junto a una pequeña sonrisa como para darle confianza.

Enciende el coche y lo saca del estacionamiento, dejando su mirada fija en la calle.

Bien. ¿Recuerdas todo el problema que hubo en la última misión que formé parte y por la cual terminé saliéndome de toda esta mierda? Bueno, tras eso estuve bastante mal, con terror y pesadillas, estaba enloqueciendo, fue entonces que conocí a Eliza. Ella me ayudó mucho, me acompañó en los momentos difíciles. Ahora la están buscando y quiero devolverle el favor.

—Comprendo. Me alegra que ella estuviera allí para ti y que te ayudara con todo aquello —soltó en un tono monótono, como una frase aprendida de memoria.

Las luces de la ciudad luchan por apartar la oscuridad, intentando cumplir el rol del sol en la noche, pero son tan frías que solo vuelven a la ciudad más triste ante los ojos de ella.

—Llevas mirando la calle todo el rato. ¿Qué está pasando por esa cabeza? —pregunta con cierto reproche.

Un semáforo en rojo le obliga a detenerse, solo allí le dirige la mirada por un momento.

Pues, estoy conduciendo, es normal que mire la calle ¿por qué tu pregunta? —responde mientas su vista cambia entre aquellos ojos verdes y el rojo del semáforo—. Vamos, anda, sigue contando.

Luz verde, ella lleva nuevamente la vista a la calle y el coche comienza a moverse.

Deja escapar un sonido desde su garganta para hacerle notar lo poco convencido sobre aquella respuesta y le mira por un momento como intentando descifrar aquel muro tras el cual oculta lo que ocurría realmente en ella. Pero al final vuelve la vista hacia su ventanilla, hacía tiempo estaba fuera de ese mundo donde cualquier muestra de emoción era considerada debilidad.

Esa es toda la historia —dice bruscamente.

Así que la aprecias mucho.

—Sí, sin Eliza me hubiera perdido en aquel entonces.

Entonces algo del paisaje de fuera llama la atención de él. No reconoce ninguna de las viviendas que pasan.

¿Dónde estamos yendo?

—Vamos a mi casa, allí no te buscaran. 

2020
M.D.D.

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