Culpa
Eran las dos de la tarde y Malena se estiraba sobre su mesa de trabajo. Sentía un cansancio pesado en la espalda y su panza estaba comenzando no sólo a gruñir sino a doler, amenazando con devorarla desde dentro. Había avanzado bastante así que se dispuso a ir por algo de alimento y mientras se encontraba cerrando la puerta de su cuarto de trabajo el sonido de la puerta principal se escuchó en el piso de abajo, por lo que descendió al encuentro de aquel desconocido invitado.
Al llegar al recibidor se encontró con uno de sus hermanos menores obviamente borracho o drogado, o quizás ambos.
—Javier. —Le llamó mientras miraba hacia un lado y otro en busca de algún acompañante, ya que dudaba que hubiera llegado solo en esa condición. ¿Condición? Completamente deplorable. Sentado en el suelo, abrazado a una columna y cantando algo inentendible. —¡Mierda, Javier! No hay caso —soltaba en un tono resignado mientras le obligaba a desenredar brazos y piernas de la pobre columna, para luego llevarlo hasta el estar y dejarlo caer sobre el sofá.
—Aaagguuooo —soltó el hombre de cabello oscuro al igual que sus ojeras y uñas.
—¿Agua? —preguntó ella. Su cabeza comenzaba a doler, cargarle con el estómago vacío le estaba jugando una mala pasada, y además tener que hacer un sobre esfuerzo para entenderle.
Javier solo asintió y después se dispuso a mover sus manos erráticamente, como si estuviera marcando los compases de una canción que solo él parecía escuchar. A lo que ella salió disparada a la cocina para luego regresar con una jarra, un vaso y medio sándwich en su boca, pero aquel del sofá se encontraba dormido, así que dejó las cosas sobre la mesita e intentó terminar su bocado... Pero no pudo a causa del nudo que tenía en la garganta.
—Lo siento —murmuró Malena mientras llevaba las manos a su rostro—. Lamento no haber logrado hacerte dejar toda esa basura.
Cada vez que le miraba se sentía realmente inútil. Ella, la hermana mayor a la que sus padres habían dejado a cargo de sus tres hermanos menores, la que debía protegerlos, ser la guía para todos, había fallado. Los otros dos más o menos habían podido salir adelante, pero con este había fallado completamente. Lo intentó de mil y una formas, desde eliminar cada botella hasta ir a los bares para llevarlo de regreso a casa. Cuando comenzó con las drogas buscó sacarle de allí, hacerle entender que la pesadilla del accidente de sus padres no desaparecería con las mismas, pero nada funcionó. Al día de la fecha conocía cada pasaje, recoveco y pasadizo de la ciudad donde a altas horas de la noche le tenía que arrastrar hasta la casa.
Su mente siempre la torturaba de un modo doloroso y cada vez más complejo, dejándola sentada en el suelo mientras las lágrimas caían y sus brazos rodeaban sus piernas, hundiéndose cada vez más en un remolino de tormento sin tiempo. Fue cuando una mano sacudió su hombro trayéndola de vuelta.
—Oye, por qué lloras —dijo con cierto tono de preocupación aquel que ya llevaba dormido fácil hora y media, por lo que tenía la mitad de las luces prendidas. Jamás la había visto llorar, ni siquiera quejarse, así que no sabía cómo comportarse.
Ella rápidamente limpió sus lágrimas y se puso de pie para agregar—: Genial, ya has despertado, aquí tienes agua y te aviso que me deshice de todas las pastillas de tus bolsillos. —Volvía a ser la de siempre que lo retaba, que lo cuidaba, que se preocupaba. Siguió hablando como si la que lloraba fuera simplemente una ilusión, para salir por un momento de la sala en busca de algo que él no llegó a registrar.
Javier quedó solo en el sofá del estar, con su mente tratando de entender qué había pasado pero, como siempre, harto de pensar se rindió a entender a los demás para centrarse solo en su dolor; volviendo así a recostarse en el sofá y cerrando los ojos dispuesto a volver a dormir. Mas al bajar sus párpados la imagen de su hermana mayor llorando, tan perdida, y luego aparentando firmeza se repetía una y otra vez. Un susurro que no supo si era un fantasma, una alucinación o sencillamente su conciencia le obligó a incorporarse de golpe haciendo estallar su cabeza.
«¿Cuántas veces ha estado rota y fingido estar bien? ¿Cuántas veces había sido por culpa de él?»
2020
M.D.D.
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