74.
・゚✧༄ ・゚✧
capítulo setenta y cuatro !
El sol entraba con timidez por las altas ventanas del Gran Comedor, reflejándose en las copas de jugo de calabaza. Jude, con el ceño fruncido y los labios ligeramente apretados, deslizaba el dedo sobre un pergamino cubierto de sus propios apuntes de Encantamientos. Su pluma descansaba olvidada junto a un plato con tostadas que no había tocado. Frente a ella, Lee parecía más ocupado untando mermelada que repasando sus propios apuntes.
—Deberías desayunar algo, Judy —dijo Lee, con la boca medio llena—. No querrás que tu estómago haga más ruido que tu caldero.
—¿Cómo puedes comer en un momento como este? —replicó Jude, alzando la vista para mirarlo de forma acusadora— mira a tu alrededor, de los alumnos de séptimo eres el único tranquilo.
—¿Cómo pueden no comer? Esa es la verdadera pregunta. Si no como ahora me desmayare cuando tenga mi examen de DCAO y este esa vieja supervisando todo. Ni siquiera se porque todavía sigues estudiando si ya te lo sabes todo.
—Si como algo sin duda lo vomitaré.
El Gran Comedor estaba más tranquilo de lo habitual. Los estudiantes de séptimo y quinto año parecían atrapados en sus propios nervios, inmersos en libros y pergaminos. Incluso Fred y George, que ya habían abandonado Hogwarts semanas atrás, habían dejado una nota de aliento para sus mejores amigos escondida en uno de los libros de Jude que decía: “No se preocupen. Si les va mal, siempre pueden trabajar con nosotros".
El primer exámen fue el de Pociones, Jude tuvo que enumerar ingredientes de pociones que dio desde primer año y luego paso al examen práctico que se llevó a cabo en las mazmorras, donde la temperatura era apenas soportable. Jude sentía las palmas de las manos sudorosas mientras preparaba los ingredientes para la Poción Crecehuesos. El funcionario del Ministerio, un hombre alto y de expresión severa, observaba junto a Snape, cuyo rostro parecía más pétreo que nunca.
Jude trabajó con precisión, triturando colmillo de serpiente y añadiendo gotas de esencia de murtlap en el momento exacto. Su caldero emitió un burbujeo suave, y la mezcla adquirió el tono azul translúcido que había estudiado en el manual avanzado de Pociones.
Cuando el tiempo terminó, dio un paso atrás, evaluando su trabajo con un extraño alivio.
—¿Cómo crees que te fue, Potter? —le preguntó Davies cuando salían juntos del aula.
Sin Fred y George, solo eran tres los alumnos que habían dado el examen de pociones, Davies, Parkinson y ella misma.
—No me puedo quejar. Creo que salió bien, ¿Y tu?
—Mejor que el de Parkinson seguro, esa poción parecía sopa de coliflor.
Parkinson que había salido antes del aula iba por delante de ellos, pero de igual forma los escuchó y se volteó para mirarlos con superioridad.
—Eso da igual porque lo único que importa al final del día son los contactos que uno tiene en el ministerio. Además soy parte de la brigada inquisitorial. ¿Acaso creen que la directora dejara que me vaya mal en los exámenes? Creo que ustedes son los únicos tontos.. de Potter era esperable, pero tu Davies.. que decepción.
—Maldito gay engreído.
Jude se volteó a mirarlo con sorpresa, pues ingenuamente había pensado que ella era la única que sabía aquello y ella misma había prometido no contárselo a nadie.
Davies se rio de su reacción.
—¿No lo sabías? Mira, no tengo nada contra los gays, pero este es insoportable... Bueno, tengo exámen de transformacion. ¡Suerte!
—Igual para ti.
Jude pensó en la profesora McGonagall y en Hagrid, ninguno de los dos sin duda podrían tomar sus exámenes, pues ambos habían abandonado el castillo Hagrid había escapado y McGonagall fue internada en San Mungo luego de intentar defenderlo... Jude pensó que quizás podría enviarle algo.. unas flores o una tarjeta de recuperación.
A medida que la semana avanzaba, los exámenes parecían encadenarse sin respiro. Encantamientos fue el siguiente. Este se llevó a cabo en el Gran Comedor, donde el profesor Flitwick, un examinador y Umbridge los observaban mientras realizaban hechizos complejos, todos sin varita, desde el Encantamiento Lumus solem hasta un movimiento preciso de Wingardium Leviosa sobre objetos encantados. Todo parecía estar marchando bien hasta que el examiandor volvió a consultar su lista de hechizos antes de alzar la mirada hacia Jude.
—Señorita Potter —dijo—, quisiera que intente realizar el Encantamiento Fidelius.
La petición le cayó como un balde de agua fría. Jude sintió que todo el aire se escapaba del aula, y por un momento, no pudo evitar mirar al profesor Flitwick, quien frunció el ceño con una intensidad que rara vez mostraba.
—¡Ridículo! —exclamó el diminuto profesor, avanzando rápidamente hacia el centro del aula. Su tono agudo estaba cargado de indignación—. ¡No hay absolutamente ninguna necesidad de que esta alumna intente un hechizo de tal magnitud!
—Es una prueba legítima, profesor Flitwick —replicó el examiandor con calma glacial—. Estamos evaluando las capacidades avanzadas de los estudiantes.
Umbridge, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, se inclinó hacia adelante con su característica sonrisa venenosa.
—¿Acaso hay algún problema, profesor? —dijo con un tono que destilaba falsa dulzura—. Si la señorita Potter no está a la altura del estándar, tal vez deberíamos anotarlo. Después de todo, no querríamos otorgar calificaciones inmerecidas, ¿verdad?
Jude sintió una oleada de rabia subirle por el pecho, pero antes de que pudiera responder, Flitwick alzó una mano, interrumpiéndola.
—La señorita Potter no tiene porque demostrar que sabe tal encantamiento. ¡Nunca antes se le había pedido a un alumno que realice tal tipo de encantamiento! —dijo el profesor con firmeza—. No pondré a mis estudiantes en situaciones que no solo son innecesarias, sino profundamente inapropiadas.
—Con el debido respeto, profesor Flitwick —intervino el examiandor, su tono cortante—, no creo que sea usted quien deba decidir qué es apropiado en este contexto.
—Con el debido respeto, señor, soy el jefe del Departamento de Encantamientos en esta escuela, y conozco las capacidades de mis alumnos mejor que nadie —replicó Flitwick, sus mejillas encendidas de indignación—. La señorita Potter es la mejor estudiante que he tenido en años, y su talento está fuera de toda duda.
Jude abrió la boca para intervenir, pero Flitwick volvió a alzar la mano.
—No, señorita Potter. No tiene que hacer esto.
Por un instante, el silencio volvió a llenar la sala.
—Qué decepción —dijo Umbridge finalmente, con un suspiro exagerado—. Uno esperaría que alguien con el apellido Potter fuera... más competente, después de todo.
Jude la miró con los ojos brillando de furia contenida.
—El exámen de la señorita Potter ha concluido. Si desean discutir mi decisión, pueden hacerlo más tarde en privado.
Mientras Jude salía del Gran Comedor, alcanzó a escuchar a Flitwick.
—Espero que entiendan lo inapropiado de su solicitud, especialmente considerando la historia personal de esta alumna. Estoy dispuesto a elevar una queja formal al Ministerio, si es necesario.
Afuera, Lee la estaba esperando con una sonrisa torcida y un paquete de grajeas de todos los sabores en la mano.
—¿Cómo te fue? —preguntó, aunque por su tono, ya sabía que algo había salido mal.
—Podría decir que... interesante —respondió Jude, aceptando una grajea sin mirar. Al instante, hizo una mueca cuando se la llevo a la boca—. ¿Cera de oído? ¿En serio, Lee?
—Un regalo para aliviar el estrés. —Lee se encogió de hombros, tratando de reprimir una risa—. Pero, ¿en serio, estás bien?
Jude asintió, soltando un suspiro.
—Sí. Estoy bien. O al menos, lo estaré.
Lee la observó por un momento, luego le dio un leve golpe en el hombro.
—Bien. Porque si Umbridge vuelve a molestarte, haré que Fred y George le envíen uno de sus pantanos portátiles directamente a su despacho.
Jude rió suavemente, dejando que la tensión se disipara un poco.
Herbología fue todo un reto más físico que mental. En el calor de los invernaderos, Jude tuvo que lidiar con un arbusto carnívoro que parecía decidido a devorar sus guantes de dragón.
—Tranquila, Jude, estás ganando —gritó Lee desde unos metros más allá, mientras luchaba con unas raíces trepadoras.
—Agradezco tu apoyo moral —dijo ella, su tono lleno de ironía.
Pero nada resultó tan agotador como Cuidado de Criaturas Mágicas. En los terrenos, Firenze les presentó un grupo de Hipogrifos nerviosos. Jude respiró hondo, inclinándose con cuidado ante uno particularmente inquieto. La criatura la observó con sus ojos amarillos antes de responder al gesto.
—¡Buen trabajo, señorita Potter! —exclamó el supervisor—. Este hipogrifo no confía en cualquiera.
A pesar del agotamiento, Jude se sintió satisfecha al ver cómo el Hipogrifo extendía sus alas con orgullo.
En las pocas horas libres que tenía, Jude encontraba tiempo para ayudar a Hermione, quien estaba al borde del colapso nervioso con los TIMOS.
—Hermione, respira. No vas a fallar.
—¡Pero olvidé como se realiza el filtro de paz! —gimió Hermione, mientras revisaba desesperadamente su pergamino.
—El filtro de paz es una poción que calma la ansiedad y alivia el nerviosismo, Hermione, quizás necesites un poco ahora —Jude le dijo con diversión— vamos, repasemos de nuevo, seguro que lo sabes, los ingredientes son polvo de ópalo, jarabe de eléboro, púas de puercoespín y cuerno de unicornio. Recuerda que solo con cuatro. Debería ser de un azul turquesa cuando esté terminado y hervido a fuego lento antes de consumirlo.
Incluso Harry y Ron buscaron su ayuda en Encantamientos.
—¿Cómo se supone que voy a recordar todo esto? —preguntó Ron, desesperado.
—Practiquen juntos —respondió Jude, señalando a Harry—. Si haz estudiado podrás recordarlos, ten más fe en ti mismo.
El último día de exámenes llegó finalmente. Jude salió del aula de Alquimia con el corazón latiendo rápido, aunque esta vez no por los nervios. Lo había logrado. Todo lo que había estudiado, cada noche en vela y cada página repasada, había dado sus frutos.
Lee la estaba esperando en la salida de nuevo con una sonrisa de oreja a oreja y un paquete de ranas de chocolate.
—Lo hicimos, Judy. Ahora podemos salir a festejar.
—No voy a negarme y... ¡Ron!
El pelirrojo pareció desorientado por un momento antes de encontrar a Jude y acercarse a ella corriendo.
—¿Que tal te fue? ¿Pudiste recordar todos los encantamientos?
—Yo si, no.. ¡Jude! ¡No puedo ahora, es Sirius!
Antes de que Ron pudiera alejarse de nuevo corriendo, ello lo tomo del brazo.
—¿A qué te refieres con Sirius? ¿Que sucedió?
Ron miró a Lee de reojo antes de susurrar:
—Harry.. tuvo un sueño o algo así, no se, vio como quién tu sabes torturaba a Sirius en el departamento de ministerios.
Jude frunció el ceño.
—Eso es imposible, Sirius no tiene permitido salir del cuartel. Solo habrá sido un mal sueño, está muy estresado por los exámenes y no pudo cerrar su mente como el profesor Snape le pidió que hiciera..
—Harry ya no toma más esas clases.
—¿Como dices?
Ron se acobardó ante la mirada penetrante de Jude.
—No desde hace un tiempo.. pensé que lo sabías.
—Pues evidentemente no —ella respondió con enfado— y ahí está la respuesta. No me digas que tu también piensas que Sirius está en el ministerio ¡Por Merlin Ron, es un prófugo de Azkaban, ese es el único lugar al que no iría!
—¡Harry sonaba muy convencido!
—Harry es un idiota ve y dile eso. Ahora mismo iré a hablar con Snape pera verificar solo por las dudas, pero dile que cuando lo encuentre deberá de darme muchas explicaciones.
Jude soltó el brazo de Ron y se volteó para mirar a Lee que parecía sorprendido.
—Luego hablamos —ella le dijo antes de alejarse hacia las mazmorras.
Jude caminaba con paso firme hacia las mazmorras, aunque su mente era un torbellino de emociones. Estaba furiosa con Harry por ocultarle que había dejado de tomar las clases de Oclumancia, pero también estaba preocupada. Algo en la mirada de Ron había despertado un mal presentimiento en su pecho, como si la advertencia de su hermano pudiera tener algo de verdad. Sirius en realidad era capaz de salir del cuartel.
Cuando llegó a la puerta del despacho del profesor Snape, golpeó con fuerza.
—¡Profesor, soy Jude Potter! —llamó— ¡Es urgente, necesito hablar con usted!
El silencio fue la única respuesta. Jude golpeó de nuevo, más fuerte esta vez, pero no hubo señales de vida tras la puerta. La preocupación se apoderó de ella. ¿Y si Harry tenía razón? ¿Y si Sirius realmente estaba en peligro?
Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie la estaba observando. Luego, sacó su varita, murmuró un Alohomora y empujó la pesada puerta, que cedió con un chirrido.
El despacho de Snape estaba oscuro y frío, como si la misma habitación compartiera la hostilidad de su ocupante habitual. Jude buscó rápidamente una chimenea, con la esperanza de usarla para contactar el cuartel de la Orden del Fénix, pero no encontró ninguna.
El tiempo se agotaba. Sabía que Harry no se quedaría de brazos cruzados y que su impaciencia podría llevarlo a hacer algo imprudente. Tenía que actuar rápido.
Entonces, se le ocurrió una idea. Era arriesgada y no estaba segura de que funcionara, pero no tenía otra opción. Apuntó su varita al suelo y se concentró.
—Expecto Patronum.
Un brillante león plateado emergió de la punta de su varita, iluminando la habitación con un resplandor plateado. Jude respiró hondo y grabó su mensaje con claridad.
—Dirígete al cuartel de la Orden del Fénix. Diles que Harry cree que Sirius ha sido capturado por Voldemort. Si no es cierto, que alguien envíe una señal inmediatamente o aquí las cosas se saldrán de control.
El león la miró antes de salir disparado a través de las paredes del despacho, desapareciendo en un parpadeo. Jude dejó escapar un suspiro de alivio, pero su corazón seguía latiendo con fuerza.
Se dio la vuelta, lista para salir del despacho y enfrentar a Harry, pero la puerta se abrió de golpe.
Allí estaba Snape, con una expresión que oscilaba entre la ira y la incredulidad.
—¿Qué demonios cree que está haciendo aquí, Potter? —exigió.
Cerró la puerta con un movimiento de su varita y luego, con un ademán rápido, convocó su propio Patronus.
Una elegante cierva plateada apareció en medio de la habitación, irradiando una luz suave. Jude no pudo evitar sentir una punzada de curiosidad, pero no era el momento para preguntas.
Snape se acercó a la cierva y habló con voz rápida y precisa:
—Informa a Dumbledore: Potter ha huido con un grupo de estudiantes al Ministerio de Magia. Sospecho que el Señor Tenebroso estará esperando allí.
Jude apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que la elegante cierva plateada de Snape desapareciera con su mensaje.
Snape se giró lentamente hacia ella, sus ojos oscuros clavándose en los de Jude. Ella se quedó inmóvil, pálida y con el corazón latiéndole a toda velocidad por lo que acababa de escuchar. Harry en el Ministerio... Voldemort probablemente esperándolo allí... la idea era insoportable.
—¿Qué ha hecho Harry? —murmuró Jude, como si al decirlo en voz alta pudiera disipar la gravedad de la situación.
—Exactamente lo que haría cualquier cabeza hueca con un complejo de héroe y sin la más mínima capacidad para razonar —respondió Snape, con la voz impregnada de desdén.
Jude dio un paso hacia la puerta.
—Tengo que ir al Ministerio. Harry me necesita..
—No irá a ninguna parte, señorita Potter —la interrumpió Snape.
Con un movimiento rápido de su varita, las puertas del despacho se cerraron de golpe y se trabaron.
—¡Tiene que dejarme salir! —exclamó Jude, su voz subiendo un tono por la desesperación—. Harry es mi hermano, ¡no puedo quedarme aquí sin hacer nada!
—Precisamente porque es su hermano es por lo que debería saber mejor que nadie que actuar impulsivamente no hará más que empeorar las cosas. Ya tenemos suficiente con un Potter que no sabe controlar sus emociones.
Jude apretó los puños, temblando de frustración.
—¡Esto no es justo! ¡No voy a quedarme de brazos cruzados mientras Harry está en peligro!
—¿Cree que correr hacia el Ministerio resolverá algo? —Snape la miró con dureza—. Su hermano ya ha cometido una estupidez monumental, pero usted es lo suficientemente inteligente como para no añadir más leña al fuego.
El despacho quedó en silencio después de las palabras de Snape. Jude respiraba con dificultad, su mente una maraña de miedo y culpa. Se sentía atrapada, no solo físicamente, sino por la impotencia de no poder proteger a Harry.
Snape observó su expresión durante un momento, luego se apoyó en su escritorio y habló con un tono más bajo, aunque no menos firme.
—¿De verdad cree que estar en el Ministerio de Magia ahora mismo hará algo por su hermano?
Jude no respondió. Su mirada estaba fija en el suelo, pero su silencio hablaba por sí solo.
—Si se deja llevar por las emociones, Potter, no será capaz de convertirse en nada más que una sombra de lo que podría ser —continuó Snape, más tranquilo ahora—. Y según tengo entendido, usted tiene grandes aspiraciones.
Jude levantó la cabeza, frunciendo el ceño.
—¿Qué está diciendo?
Snape cruzó los brazos y la miró fijamente.
—Ser pocionista, ¿es eso lo que realmente desea?
La pregunta tomó a Jude por sorpresa. Durante años, había estado segura de que quería dedicarse a las pociones. Había estudiado, trabajado y demostrado su talento una y otra vez. Pero, en ese momento, con el peso de la situación aplastándola, las dudas surgieron como sombras.
—Es lo que quiero —dijo finalmente— Las pociones son una forma de entender y crear, de resolver problemas. Siempre he sabido que era lo mío.
Snape asintió lentamente, evaluándola con su mirada penetrante.
—Entonces demuéstrelo, Potter. Demuestre que tiene la disciplina, la paciencia y el juicio necesario para ser más que una estudiante destacada en una escuela. Las pociones no perdonan los errores, y tampoco lo hará el mundo que la espera fuera de estas paredes.
Jude sintió cómo las palabras de Snape calaban en su interior. Por un momento, la tensión en su pecho se alivió un poco, reemplazada por una determinación renovada. A pesar de todo, tenía que confiar en que la Orden manejaría la situación. Harry era terco, pero no estaba solo.
Snape pareció notar el cambio en su expresión y asintió con aprobación.
—Ahora siéntese y espere. No toleraré más dramatismos en mi despacho.
Snape permaneció en silencio, observando a Jude mientras ella se sentaba en la silla frente a su escritorio. A pesar de su actitud aparentemente serena, él podía ver cómo apretaba los puños sobre sus rodillas, su mandíbula tensa mientras miraba fijamente al suelo. Había algo en su postura, en la manera en que sus labios se curvaban ligeramente hacia abajo, que lo golpeó con una oleada inesperada de recuerdos.
Lily.
Por un instante, no estaba en su despacho en Hogwarts, sino en los terrenos del colegio, sentado junto a la joven de cabello rojizo que había sido la luz en su vida. La forma en que Jude fruncía ligeramente la nariz cuando estaba contrariada era exactamente igual a la de Lily. Incluso su insistencia, esa mezcla de terquedad y valentía, era tan parecida... Snape desvió la mirada rápidamente, incómodo con la dirección de sus pensamientos.
Jude Potter no era Lily. Ella era su hija, sí, pero también era una Potter, con todo lo que eso implicaba. Snape sabía que Harry estaba en el Ministerio, y aunque el chico tenía un don casi sobrenatural para meterse en problemas, la Orden estaba en camino. Ellos lo protegerían, como siempre lo hacían, aunque fuera a pesar de sí mismo. Pero Jude... Ella estaba aquí, sentada frente a él, y no podía evitar sentir una responsabilidad que lo carcomía por dentro.
Esta niña frente a él era la hija de Lily, una extensión de lo que él había perdido y nunca podría recuperar. No podía dejar que muriera defendiendo a su imprudente hermano, por mucho que ella se pareciera a su madre en su determinación de proteger a quienes amaba.
Snape cerró los ojos un instante, los dedos rozando el puente de su nariz en un gesto que no era solo de cansancio, sino de algo mucho más profundo.
Ella no es nada mío, se recordó con frialdad, como si las palabras pudieran protegerlo de la maraña de emociones que amenazaban con arrastrarlo.
Pero esa fría verdad no ahogaba el recuerdo que ahora se filtraba, como un espectro al que no podía desterrar. Lily, con su risa brillante y esa mirada que siempre parecía atravesarlo, le había dicho una vez, entre bromas y sueños de un futuro que nunca llegó:
—Si alguna vez soy madre, Sev, quiero que tú seas el padrino de mi primer hijo.
Había sido una promesa infantil, hecha en uno de esos días tranquilos cuando eran solo dos amigos en el mundo. En ese momento, él no se lo tomó en serio. ¿Cómo podría haberlo hecho? Pero ahora, sentado en su despacho y mirando a Jude Potter, no pudo evitar sentir el peso de esas palabras, un eco lejano que lo atormentaba.
Lily había muerto y ellos ya no eran amigos cuando Jude nació. Nombraron a Lupin como su padrino.. y aunque las cosas hubiesen sido diferentes sabía que James Potter jamás lo habría permitido.
La miró de nuevo. Esa niña que ahora era una mujer, tan diferente y, a la vez, tan parecida a su madre. No tenía nada suyo, se repitió, pero había una conexión que no podía ignorar.
Ella no es nada mío, volvió a repetirse mientras la observaba. Pero en el fondo, sabía que Lily jamás lo habría perdonado si dejaba que esa joven corriera hacia su propia destrucción.
Por eso se quedaría allí, vigilándola, asegurándose de que esta vez, al menos, no fallaría.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top