72.
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capítulo setenta y dos !
Jude intentaba mantener un semblante serio mientras caminaba en medio de sus mejores amigos, pero la diversión amenazaba con asomar en sus labios cada vez que los gemelos hablaban.
—¿Entonces lo empujaste accidentalmente al armario evanescente? —preguntó Jude, alzando una ceja con incredulidad mientras miraba a Fred, que caminaba a su izquierda.
—Accidentalmente es una palabra fuerte —respondió Fred, encogiéndose de hombros con una sonrisa que Jude conocía demasiado bien.
—Es más preciso decir que Montague tuvo un poco de nuestra ayuda para entrar —añadió George con diversión
Lee se rio.
—Vaya casualidad que los armarios evanescentes son lugares estupendos para reflexionar... o desaparecer por completo.
Jude se detuvo y se giró hacia ellos, cruzando los brazos con un gesto casi teatral.
—Saben que esto es exactamente lo que Umbridge necesita para descontarle puntos a Gryffindor. ¿Se dieron cuenta de que tengo que convivir con sus maravillosas ideas ahora que mi insignia de premio anual desapareció más rápido que Montague? Ya no puedo regalarles puntos, ni sacarlos de los problemas..
Fred se rió con diversión antes de pasar un brazo por sus hombros y seguir caminando.
—Admitelo, Judex. No estarías con nosotros si no adoraras nuestras maravillosas ideas.
Jude lo miró con fingida severidad, pero sus ojos brillaban con diversión.
—Si cualquiera de ustedes hace que Gryffindor pierda más puntos podrían terminar en el armario evanescente con Montague.. como para que no se sienta solo.
George resopló mientras Fred ponía una mano en el corazón con exageración.
—Me hieres, Judex. Justo aquí. Con la única persona que quiero compartir tiempo es contigo, no con el asqueroso de Montague.
Jude rodó los ojos.
—Aqui —Lee dijo de repente, haciendo que todos detuvieran su andar.
—¿Aquí? —Jude repitió con confusión mirando el pasillo desierto.
—Judex, la venganza contra Umbridge por haberte quitado tu insignia acaba de comenzar —Fred murmuro con picardía viendo a George sacarse la mochila y voltearla por completo para dejar caer una gran cantidad de fuegos artificiales.
—La volverán loca —George dijo con emoción— los hechizos normales no pueden frenarlos, solo hacen que se multipliquen.
—¿Es muy divertido, no? —Fred le preguntó a Jude.
—¿Cuando pueden durar?
—Ya lo averiguaremos.
—Es divertido —Lee dijo— aunque sería mucho más divertido meter a Umbridge en el armario.
—¿Ese es un león? —Jude preguntó de repente viendo un fuego artificial, ella lo señaló con el pie antes de que George le pegará suavemente para alejarla.
—Si, lo hicimos por ti —Fred dijo con diversión.
—¡Por tu patronus! —exclamó George, girándose hacia ella. —Para nuestra leona.
—Para mi novia, feroz, leal, elegante... y un poquito aterradora cuando se enoja.
George murmuro un rápido hechizo para que su varita diera fuego y tan rápido como pudo lo acercó a uno y comenzó a correr para alejarse.
Fred tomo a Jude dale brazo y la obligó a correr a su ritmo. Lee los alcanzo con rapidez y solo se detuvieron cuando vieron a Harry, Ron y a Hermione cerca de las escaleras mirando los puntos de Gryffindor en el reloj de arena y de las demás casas.
—Lo han visto, ¿verdad? —comentó Fred.
—Malfoy acaba de descontarnos cincuenta puntos —explicó Harry, furioso, mientras unas cuantas gemas pasaban de la parte inferior a la superior del reloj de arena de Gryffindor.
Jude resoplo con fastidio.
—Deberías de haber dejado que los dementores le chuparan el alma —Lee le dijo a su amiga con fastidio.
—Montague también ha intentado jugárnosla en el recreo —aseguró George.
—¿Qué quieres decir con eso de que lo ha intentado? —preguntó rápidamente Ron.
—No ha podido pronunciar todas las palabras —explicó Fred— porque lo hemos metido de cabeza en el armario evanescente del primer piso.
Hermione miró a Jude con horror.
—¡Ahora sí que se han metido en un gran problema! ¡Judy, no puedes meterte en tales problemas, con Umbridge...
—Judex no estaba así que nadie la puede culpar —Fred la defendió—y solo nos metemos en problemas hasta que Montague reaparezca, y pueden pasar semanas. No sé adónde lo hemos enviado. Además… hemos decidido que ya no nos importa meternos en problemas.
—¿Les ha importado alguna vez?
—Claro que sí —respondió George—. Nunca nos han expulsado, ¿no?
—Siempre hemos sabido cuándo teníamos que parar —añadió Fred— Judex siempre nos los ha recordado amablemente.
—A veces nos hemos pasado un pelín de la raya… —admitió su gemelo.
—Pero siempre hemos parado antes de causar un verdadero caos —dijo Fred.
—Es verdad —Jude admitió con resignación— una vez intentaron probar si el profesor Flitwick podía crecer.. tuve que detenerlos o habrían sido expulsados en primer año.
Lee se rió.
—Ya no recordaba eso..
—Bueno pues ahora… —empezó George.
—… que no está Dumbledore… —siguió Fred.
—… creemos que un poco de caos… —continuó George.
—…es precisamente lo que necesita nuestra querida nueva directora —concluyó Fred.
—¡No lo hagan! —susurró Hermione—. ¡No lo hagan, de verdad! ¿No ven que le encantaría tener un pretexto para expulsarlos?
—Veo que no lo has entendido, Hermione —dijo Fred—. Ya no nos importa que nos expulsen. Nos marcharíamos ahora mismo por nuestro propio pie si no estuviéramos decididos a hacer algo de justicia por Judex. Bueno —miró su reloj—, la fase uno está a punto de empezar. Yo en su lugar entraría en el Gran Comedor, y así los profesores sabrán que no han tenido nada que ver.
—Nada que ver ¿con qué? —se extrañó Hermione, alarmada.
—Ya lo verán —dijo George—. Y ahora, corran.
Jude soltó una carcajada cuando Fred volvió a tirar de ella para que corriera.
Cuando se alejaron lo suficiente pusieron ser espectadores pasando desapercibido.
El caos había comenzado a reirnar en los pasillos revoloteaban dragones compuestos de chispas verdes y doradas que despedían fogonazos y producían potentes explosiones; girándulas de color rosa fosforito de un metro y medio de diámetro pasaban zumbando como platillos volantes; cohetes con largas colas de brillantes estrellas plateadas rebotaban contra las paredes; las bengalas escribían palabrotas en el aire; los petardos explotaban como minas y en lugar de consumirse y apagarse poco a poco, esos milagros pirotécnicos parecían adquirir cada vez más fuerza y energía.
・゚✧༄ ・゚✧
La noche había caído sobre Hogwarts, y la sala común de Gryffindor estaba tranquila. Las llamas de la chimenea bailaban suavemente, proyectando sombras cálidas sobre las paredes. Jude estaba sentada en uno de los sofás, rodeada de libros y pergaminos. Sus ojos estaban clavados en un complicado diagrama de Pociones, pero de vez en cuando miraba de reojo a Fred, que estaba inclinado sobre una hoja de pergamino, escribiendo con su habitual rapidez y letra desprolija.
—¿Cuántos pedidos llevas ya? —preguntó Jude sin apartar los ojos de su libro, aunque una sonrisa se asomaba en sus labios.
Fred no respondió de inmediato, lo que la hizo levantar la vista. Lo encontró mirándola, con el pergamino abandonado a un lado y una expresión extrañamente seria en su rostro.
—¿Qué? —preguntó Jude, confundida por su mirada.
Fred se inclinó un poco hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.
—Extrañaré esto.
Ella parpadeó.
—¿Esto? ¿Te refieres a ver cómo me rompo la cabeza estudiando mientras tú escribes listas interminables de pedidos?
Fred dejó escapar una risa suave, pero su expresión no cambió.
—No, me refiero a... estar contigo todo el tiempo. Aquí, en la sala común, en Hogwarts.
—¿De qué estás hablando, Fred?
Él se pasó una mano por el cabello, algo que rara vez hacía a menos que estuviera nervioso.
—Sabes que George y yo siempre hemos querido abrir nuestra tienda. —hizo una pausa, observando su reacción antes de continuar. —Bueno... hemos decidido que no vamos a esperar más. No tiene sentido quedarnos aquí cuando podríamos estar allá afuera haciendo lo que realmente queremos.
Jude se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. Claro, sabía que Fred y George hablaban constantemente de su tienda de bromas, su gran sueño. Pero siempre había asumido que esperarían a graduarse, que aprovecharían estos últimos meses en Hogwarts.
—¿No van a terminar el curso? —preguntó finalmente, su voz más suave de lo habitual.
Fred negó con la cabeza.
—No tiene sentido para nosotros. Todo lo que necesitamos saber ya lo sabemos, y lo que no sabemos, lo aprenderemos sobre la marcha.
Jude desvió la mirada hacia las llamas, intentando ordenar sus pensamientos. No estaba molesta, porque conocía a Fred mejor que nadie y sabía que no necesitaba un título para triunfar. Pero la idea de no verlo todos los días, de no tenerlo a su lado constantemente, la llenaba de una tristeza que no esperaba.
Fred rompió el silencio.
—¿Estás enfadada?
Jude lo miró de nuevo.
—No. —hizo una pausa, escogiendo sus palabras con cuidado. —No estoy enfadada. Estoy... supongo que estoy un poco triste.
Fred frunció el ceño, inclinándose un poco más hacia ella.
—¿Por qué?
Ella lo miró directamente, con una pequeña sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—Porque me gusta tenerte aquí, Fred. Me gusta saber que puedo encontrarte en los pasillos, o en el Gran Comedor, o justo aquí, en este sofá. Y sé que la tienda será increíble, que tú y George serán los mejores, pero...
—Pero me extrañarás. —Fred completó la frase por ella, con una sonrisa suave y un poco arrogante.
Jude asintió, pero no dijo nada más. Fred extendió una mano y tomó la de ella, entrelazando sus dedos con los suyos.
—Oye, esto no significa que te esté dejando atrás. Estés donde estés, Judex, siempre serás mi persona favorita.
Ella dejó escapar una risa corta, mirando sus manos entrelazadas.
Jude lo miró, y por un momento, el peso de lo que estaba por venir quedó suspendido en el aire. Sabía que lo apoyaría, porque no podía imaginarse no hacerlo. Pero también sabía que la sala común de Gryffindor nunca se sentiría igual sin él.
—Prométeme algo —dijo finalmente, su voz firme.
Fred inclinó la cabeza, curioso.
—Lo que quieras.
—Prométeme que vendrás a la graduación.
Él sonrió, esa sonrisa despreocupada que siempre parecía iluminar todo a su alrededor.
—Eso no me lo perdería nunca.
Jude apretó un poco más su mano entrelazada con la suya y habló.
—Estoy orgullosa de ti, Fred. Por todo lo que has logrado, por lo que tú y George están construyendo, sé que van a hacer algo increíble allá afuera.
Fred la miró fijamente, con esa intensidad que reservaba solo para ella. Su sonrisa se suavizó mientras deslizaba su pulgar sobre el dorso de su mano.
—Y yo estoy orgulloso de ti, Judex. —dijo con sinceridad— se que te preocupas mucho por Harry, por los demás... pero quiero que pienses también en ti. Eres brillante, más de lo que te das cuenta. —se inclinó un poco más hacia ella, buscando sus ojos. —No tienes que preocuparte por ser premio anual o por lo que diga Umbridge. Esas cosas no definen quién eres.
Jude bajó la mirada, pero Fred no le permitió esquivar el tema.
—Mírame —pidió suavemente, y cuando ella lo hizo, continuó— eres más que una calificación o una tonta insignia, Judex. Eres la mejor pocionista que he conocido, la más inteligente, la más bondadosa y la única persona que puede mantenerme a raya.
Ella dejó escapar una pequeña risa al escuchar lo último.
—Fred...
—No, escucha. —Fred interrumpió con una sonrisa, aunque su voz era firme— Vas a triunfar, Judex. Más de lo que imaginas. Y sé que eres increíblemente dura contigo misma, pero quiero que recuerdes algo: para mí, siempre has sido la mejor.
El silencio se instaló entre ellos, roto solo por el crepitar del fuego. Finalmente, Fred se inclinó más, tocando suavemente su frente con la de ella.
—Te amo, Judex. Y aunque esté fuera de Hogwarts, nada cambiará eso.
Ella cerró los ojos, dejando que sus palabras calaran profundamente en su corazón.
—Yo también te amo, Fred.
Fred sonrió, esa sonrisa despreocupada que siempre la hacía sentir en casa, y se inclinó para besarla suavemente. Por un momento, todo lo demás se desvaneció: los libros, las preocupaciones... Solo quedaban ellos dos, juntos, al calor de la chimenea.
Cuando se separaron, Fred volvió a tomar su pluma con una expresión ligeramente traviesa.
—Ahora, si no te importa, tengo que terminar esta lista. No quiero que George me regañe por retrasarnos.
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