70.


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capítulo setenta !

Jude caminaba por los pasillos de Hogwarts con Ginny a su lado, observando a los estudiantes que se apresuraban a llegar a sus clases o se reunían en pequeños grupos. Ser Premio Anual debía ser un honor, pero para ella se había convertido en una carga constante desde que Umbridge había impuesto sus decretos. Ahora, como parte de sus "deberes", debía asegurarse de que nadie estuviera leyendo la entrevista de Harry en El Quisquilloso.

—Me alegra que oficialmente seas parte de la familía. Tendría que haber sucedido hace años... Fred solo es lindo contigo. Con el resto de nosotros, hasta con George, es un engendro malicioso —comentó Ginny.

Jude dejó escapar una risa suave.

—Tu hermano no es malo —ella dijo para defenderlo—. De hecho, estaba muy impresionado con tu actuación en el último partido, realmente estaba orgulloso.

Ginny bufó, restándole importancia.

—Pues eso no ha servido de nada. Perdimos. Sin Harry el equipo ha quedado en decadencia y es probable que..

Las palabras de Ginny quedaron en el aire cuando Jude se detuvo de repente. Su mirada se fijó en un alumno que, al verlas acercarse, dobló apresuradamente una revista y trató de esconderla en su túnica. Jude entrecerró los ojos, considerando si debía intervenir, pero fue un movimiento a su derecha lo que capturó toda su atención: Bastian Parkinson se acercaba con una sonrisa cargada de superioridad, oliendo problemas como un perro rastreador.

—¿Qué tienes ahí, Creevey? —preguntó Parkinson con voz gélida, acercándose al alumno más pequeño.

El chico retrocedió, intentando mantener la revista fuera de vista. Jude suspiró, ya anticipando lo que vendría.

—Si es El Quisquilloso, serás expulsado del colegio, puedo asegurartelo.

—Nadie será expulsado del colegio —interrumpió Jude, cruzándose de brazos mientras lo miraba con severidad.

Bastian se giró hacia ella, su rostro deformándose en una mueca de burla.

—Qué sorpresa, Potter defendiendo a un Gryffindor. Tu favoritismo podría costarte caro ¿Lo sabes, no?

—Jude no hace favoritismos —intervino Ginny, con las manos en la cintura y un brillo peligroso en los ojos—. Simplemente es justa. Las personas tienen derecho a saber la verdad.

—¡Silencio, Weasley! —replicó Parkinson con desdén—. Nadie te pidió tu opinión.

Ginny dio un paso adelante, lista para responder, pero Jude alzó un brazo para detenerla. Sabía que su amiga no tenía miedo de plantar cara, pero ahora no era el momento.

—Cuida tu tono, Parkinson —dijo Jude, su voz baja y peligrosa—. Creevey no estaba leyendo El Quisquilloso. ¿Verdad, Colin?

El chico miró nerviosamente entre los dos, incapaz de responder. Parkinson aprovechó su vacilación para avanzar, extendiendo la mano hacia la túnica del muchacho. Colin retrocedió instintivamente, tropezando con sus propios pies y soltando un leve grito de pánico.

—¿Qué crees que estás haciendo? —Jude se movió rápidamente, colocándose entre Parkinson y Colin.

—Nada que no deba hacer. Quizá debería revisar yo mismo.

—No lo creo. No puedes tocarlo —dijo Jude con firmeza—. Si alguien abusa de su posición aquí, ese eres tú, Parkinson.

La sonrisa de Parkinson se torció en algo más oscuro.

—Pues corre y diselo a Dumbledore ¡Ah, cierto que él ya no puede salvar tu trasero! Umbridge es la que tiene el poder ahora ¿Y a quién crees que le creera? Mi palabra tiene más peso que la tuya.

—Eso es discutible, considerando que tu apellido está cada vez más asociado con mortífagos.

—¡Cállate! —gruñó Parkinson, sacando su varita con un movimiento brusco.

Ginny reaccionó de inmediato, sacando también la suya, pero Jude no se movió. Su postura permaneció tranquila, aunque sus ojos mostraban una determinación inquebrantable.

—¿Ahora qué, Parkinson? ¿Vas a hechizarme? —preguntó con sarcasmo— eres un matón.

—Quizá lo haga. Después de todo, hechizar a tu hermano sería aún más satisfactorio.. probablemente lo haga luego de hechizarte a ti.

—Si te atreves a poner un dedo sobre mi hermano te mataré. ¿Me escuchaste?

El aire se tensó entre ellos pero antes de que alguien pudiera moverse, un chillido desagradable resonó por el pasillo.

—¡Inaceptable!

Dolores Umbridge apareció al final del corredor, caminando apresuradamente hacia ellos con su característica expresión de falsa indignación.

—¡Una Premio Anual amenazando a otro! ¡Completamente inaceptable! —exclamó, su mirada fija en Jude—. ¡Devuélveme tu insignia ahora mismo!

—¡Pero Parkinson empezó! —protestó Ginny.

—¡Silencio, señorita Weasley! —espetó Umbridge sin siquiera mirarla—. Jude Potter, tu comportamiento es completamente inapropiado. Con tu historial, nunca debiste haber sido elegida para este puesto.

—Profesora, esto es un malentendido —intentó Jude, manteniendo la calma—. Yo no...

—¡Te escuché claramente! —la interrumpió Umbridge, extendiendo una mano con la palma hacia arriba—. Entrega tu insignia. Ahora.

Con una mezcla de rabia y resignación, Jude sacó su insignia y la colocó en la mano de Umbridge de forma brusca.

—Esto no ha terminado —murmuró Parkinson con una sonrisa triunfal mientras ella se alejaba por el pasillo, tratando de ignorar las miradas de todos los presentes.


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Ginny caminaba a paso rápido por los pasillos, sus manos cerradas en puños mientras intentaba contener la ira que hervía dentro de ella. Cuando llegó al salón en desuso que Fred y George usan para crear sus productos, no se molestó en golpear; simplemente empujó la puerta y entró, interrumpiendo una conversación animada entre los gemelos y Lee Jordan.

—¡Pero si es Ginny, nuestra nueva jugadora estrella! ¿qué dramatismo traes ahora entre manos? —bromeó Fred, pero su sonrisa se desvaneció cuando vio la expresión de su hermana.

—Es Judy —dijo Ginny rápidamente, apenas dándoles tiempo para reaccionar—. Umbridge le acaba de quitar el puesto de Premio Anual.

El aire en la sala pareció volverse más denso. Fred se levantó de inmediato, sus ojos buscando a su hermana en busca de más detalles.

—¿Qué? —su voz era grave, cargada de incredulidad y rabia—. ¿Qué pasó?

—Esa mujer horrible apareció mientras Parkinson estaba acusando a un chico de leer el Quisquilloso. Jude intentó defenderlo, pero Parkinson la provocó. No hizo nada malo, lo juro, pero Umbridge... —Ginny apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos—. Le exigió que entregara su insignia. ¡Fred, ella no tuvo ni siquiera oportunidad de defenderse!

Fred dio un paso hacia la puerta, pero Ginny lo detuvo, colocando una mano en su brazo.

—No sé dónde está ahora. Salió del pasillo antes de que pudiera seguirla.

—La encontraremos —dijo Fred con determinación, su rostro endurecido por la furia contenida.

—Y le daremos a Parkinson algo de qué preocuparse —añadió George, su tono ligero contrastando con el brillo peligroso en sus ojos.

Lee asintió.

—Primero Jude. Luego nos encargaremos de ese maldito bastardo.

Fred no esperó más y salió de la sala, con George y Lee siguiéndolo de cerca.

Mientras buscaban por los pasillos, discutían en voz baja posibles lugares donde Jude podría haber ido. Estaban cerca de la entrada de la biblioteca cuando una figura alta y severa apareció frente a ellos.

—¿Qué están haciendo fuera de sus aulas? Deberían de estar en clase ahora mismo.

La profesora McGonagall los miraba con una expresión seria, pero sus ojos brillaban con una emoción que no podían identificar del todo.

—Buscamos a Jude —dijo Fred rápidamente, sin molestarse en ocultar su propósito—. De casualidad, ¿No la a visto, profesors?

McGonagall frunció el ceño, pero no parecía enojada con ellos.

—No. Aunque me he enterado de lo que sucedió con la señorita Potter. Es una grave injusticia y necesito hablar con ella luego de hacerlo con el profesor Dumbledore —Sus labios se apretaron en una fina línea—. Lo que la profesora Umbridge le ha hecho hoy es inaceptable.

Los chicos se miraron entre sí, sorprendidos por la declaración.

—¿Entonces le devolveran a Judy su insignia? —preguntó George.

—No puedo darte una respuesta para eso. Pero no me quedaré de brazos cruzados. Jude Potter es una de las mentes más brillantes de esta decada. No hay nadie que merezca más este puesto que ella. Dolores Umbridge ha abusado lo suficiente de su poder... Ya no es tolerable. Si encuentran a la señorita Potter, díganle que venga a mi despacho que necesito hablar con ella.

Fred asintió, sintiendo una chispa de esperanza al ver a McGonagall tan firmemente del lado de Jude.

—Lo haremos.

McGonagall asintió una vez antes de alejarse, su tunica ondeando detrás de ella.

—Bueno, eso fue inesperado —comentó Lee—. Nunca la había visto tan furiosa.

—Es porque Judy obviamente es su favorita —George dijo.

Fred no respondió, pero sus pasos se aceleraron. Ahora más que nunca, necesitaba encontrar a Jude.

Finalmente, la encontraron en la sala de trofeos, un lugar que todos conocían bien, pues en innumerables castigos habían tenido que limpiar el lugar sin magia.
Jude estaba de pie frente a la vitrina que contenía las insignias de Premio Anual de sus padres, Lily Evans y James Potter. Tenía los brazos cruzados y la cabeza inclinada hacia abajo, sus hombros ligeramente temblorosos.

—Jude... —Fred llamó suavemente, su corazón hundiéndose al verla tan abatida.

Ella no se giró, pero sus dedos se aferraron al borde de la vitrina, como si buscara apoyo.

—¿Saben cuánto me esforcé para llegar aquí? —su voz era baja, casi un susurro—. Quería que ellos estuvieran orgullosos de mí, en donde sea que estuvieran. Quería ser digna de ser su hija.

Fred se acercó lentamente, colocando una mano en su hombro.

—Ellos ya están orgullosos de ti, Judex. Siempre lo han estado.

—Fred tiene razón —intervino George, su tono más suave de lo habitual—. Lo que has logrado no desaparece porque Umbridge sea una vieja amargada.

Lee se apoyó contra la vitrina, observando con una pequeña sonrisa.

—Eres mucho más que una insignia, Jude.

Finalmente, Jude se giró hacia ellos, y cuando Fred vio las lágrimas en sus ojos, sintió que su enojo hacia Umbridge y Parkinson se multiplicaba.

—No es justo —murmuró Jude, su voz quebrándose—. Trabajé tanto...

Fred no dijo nada, simplemente la envolvió en un abrazo, sosteniéndola como si pudiera protegerla del dolor. George y Lee se unieron, formando un círculo alrededor de ella.

—Estamos contigo, Jude —dijo Fred en voz baja—. Siempre.

Ella sollozó contra su pecho, permitiéndose por fin liberar la frustración y el dolor que había estado cargando.

—Vamos a arreglar esto —añadió George con una sonrisa traviesa—. Pero antes, debes de saber que no tienes que sufrir sola. Si algo te ha molestado ven con nosotros, no te aisles, no somos Harry, no necesitamos que seas fuerte por nosotros.

—Lo haré..

—Te conviene.

Jude dejó escapar una risa entre lágrimas, aferrándose a ellos.

—Ahora —cuando todos se separaron, Fred le tomo la cara a Jude con cuidado y le impío las lágrimas— la profesora McGonagall desea verte y nosotros tenemos que encargamos de alguien.

—¿Que harán? —ella preguntó con diversión.

—Nadie se mete con nuestra Jude y se sale con la suya —Lee dijo con picardía.

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