61.
・゚✧༄ ・゚✧
capítulo sesenta y uno !
Su último año escolar le trajo a Jude mucho más dolor de cabeza del que esperaba, los deberes de premio anual y las sesiones extensas de estudio la dejaron también agotada.
—Estoy tan cansada que podría dormir durante dos semanas seguidas sin problema —ella murmuró. Jude tenía los ojos cerrados y estaba disfrutando mucho de la caricias de Fred en su cabello.
George y Lee se habían quedado abajo hacían su propia tarea mientras que ellos dos estaban en el cuarto de los hombres, acostados en la cama de Fred.
—Hay café aquí, todavía debe estar caliente —el pelirrojo murmuró, mirando la mesa de luz tratando de ubicar el café por encima de todo el desorden que dejaban al crear sus productos— ahí en la mesa de luz de Lee ¿Lo quieres?
Jude abrió los ojos y lo miro con cuidado.
—¿Que tiene?
Fred sonrió.
—Nada. ¿Por qué piensas eso?
—Porque estás tan desesperado por probar los nuevos productos que hasta me engañarías a mi para probarlos.
—Nunca te engañaría —él le dijo con severidad.
Jude entrecerro los ojos mientras lo miraba.
—Si tomo ese café y me convierto en un canario cuando vuelva a ser yo te mataré —ella le dijo en advertencia, mientras se ponía de pié— lenta y dolorosamente.
—Pues entonces viviré muchos años porque no te convertirás en nada.
La chica tomo la taza que descansaba en la mesa de Lee y se volteó para mirar al pelirrojo, esperando ver algún destello de diversión en sus ojos pero no descubrió ninguno.
Jude se volteó para mirar la mesa de luz, había ingredientes de pociones que ya empezaban a descomponerse pero el olor a pólvora que había en la habitación por las creaciones era mucho más fuerte.
Mientras se llevaba la taza a la boca el olor a tarta de melaza la invadió y cuando dio su cabeza para mirar a Fred se sintió se repente muy enamorada.
—Te amo —ella le soltó de repente.
Fred la miró con sorpresa, en todos los años en que la conocía Jude nunca le había dicho eso, mucho menos ahora que estaban empezando a ser algo. Su declaración lo sorprendió mucho porque el siempre pensó que de los dos, él era el más romántico.
—Yo también te amo, Judex. Muchísimo —Fred le dijo, poniéndose de pié para acercarse a ella.
—Casate conmigo entonces —Jude le dijo, cortando la distancia y tomando sus manos.
El pelirrojo frunció el ceño y la miró por uno momento esperando que ella comenzará a reírse, pero no fue asi, ella lo miro se forma cariñosa mientras esperaba por una respuesta.
—En algún momento...
—Ahora —ella le exigió, apretándole las manos fuertemente.
—Judex.. estás asustandome —Fred se sincero, soltandose lentamente del agarre de la chica y dando un paso hacia atrás.
—¿Yo te asusto? —Jude preguntó y Fred se sintió culpable cuando vio que comenzaba a lagrimear.
—No, no asi —él se apresuró a decir— es solo que... Si quiero casarme contigo pero todavía somos muy jóvenes.
—Cuando a ti te parezca bien entonces también lo será para mi, mi amor —ella le dijo y volvió a acercarse a él para abrazarlo.
Fred se quedó quieto en su lugar sin saber cómo reaccionar. Esto era raro, demasiado raro para su gusto.
Con la única persona que Jude era cariñosa era con su hermano, así que él no estaba acostumbrado a verla actuar así, nunca lo llamo mi amor y hasta dudaba que fuera una palabra que ella dijera de buena gana, siempre decia que las cosas románticas en exceso, como los apodos tontos, de daban ganas de vomitar.
Así que le apoyó una mano en la frente para ver si tenía fiebre.
—¿Estás bien? —él le preguntó con preocupación.
Siempre había imaginado como sería una relación con Jude, pero ni siquiera en sus sueños más locos ella se comportaba así, ellos siempre habían tenido una dinámica peculiar. El moriría por ella. Y ella mataría por él. No hacía falta decirlo en voz alta ni compartir muestras excesivas de cariño.
—Siempre que tu estés a mi lado estaré bien.
—Buenoo..
La puerta se abrió de repente, George y Lee se adentraron riendo, el pelirrojo se dejó caer en su cama y miró a su gemelo.
—¿Que hacen ustedes dos? no me digan que interrumpimos algo.
—No, de hecho.. —Fred comenzó pero Jude no lo dejo terminar.
—Si, interrumpen. Así que si pueden irse se los agradeceríamos mucho.
Lee alzó una ceja en su dirección.
—Oh, que grosera.
—Si, Judy —George se quejó poniéndose de pié nuevamente— solo tenías que pedirlo con amabilidad.
Ambos estaban a punto de irse, pero Fred se soltó del agarre de Jude y se interpuso en la puerta.
—No me dejen solo con ella.
—¿Qué?
—Algo le pasa a Judex, me da miedo —él les dijo.
George y Lee se voltearon para ver a Jude que le sonría a Fred tiernamente. Ella estaba lejos de dar miedo.
—Cambiare de lugar contigo —George le dijo con diversión— a mi no me da miedo. Siempre me he preguntado a qué saben los labios de Jude...
Fred frunció el ceño y golpeó a su gemelo en el hombro.
—¿Has estado pensando en mi novia, asqueroso?
—No es tu novia —George se defendió mientras se tocaba el hombro.
—Pero en mia, sabes que me gusta hace un tiempo.
—Pues quizás es algo de gemelos... —George siguió con diversión. Realmente no le gustaba Jude, solo le gustaba molestar a su hermano— nos gusta la misma chica, que más da, somos iguales y yo no soy celoso.
Fred se abalanzó para golpearlo y cuando George le fue a devolver el golpe se encontró con algo presionado duramente en su cuello.
—Si lo tocas te mato —Jude dijo con severidad.
—Solo nos divertimos, Judy —George le dijo, bajando su puño— sabes que nosotros nos divertimos así.
—De ahora en más busca otra forma de divertirte. Si golpeas a Fred, te mataré. ¿Lo entendiste?
George miró a su hermano con una ceja alzada.
—Da miedo, te lo dije —el respondió en voz baja.
Lee miró a Jude con curiosidad.
—¿Que le diste, Fred?
—Nada —el se defendió. Jude volvió a acercarse a él, lo abrazo u apoyó su cabeza en su hombro— ¿Me crees capaz?
Las amenaza a muerte de recién parecían que no hubiese existido.
—Judy vamos a dar un paseo —Lee le sugirió.
Jude no demostró querer alejarse de Fred, por lo contrario lo abrazo aún más fuerte.
—Solo si Fred va con nosotros.
—¿No la habrás hecho probar la amortentia, no? —George preguntó.
Los ojos de Fred se abrieron.
—No. Tu dijiste que salió mal y se la di a Lee para que la descartara.
Los gemelos se voltearon a ver a Lee que los miraba con culpa.
—Pues al parecer no salió tan mal ¿no?
—¡Lee, te dije que lo botaras!
—Lo hice... En su cena mayoría, tire la poción del caldero por el baño pero durante la mañana me di cuenta que quedaba un poco y ustedes estaban apresurado por ir a pociones.. sabía que se iban a quejar por dejar ese pequeño rastro así que lo junte y lo metí en la taza que está en mi mesa de luz. Lo iba a tirar luego.
—¡Le dije a Judex que podía tomarse ese café! —Fred le espetó.
—¿Y yo como sabría que Jude iba a venir y tomarse esa café? Además ese café está ahi hace como una semana, no deberías de habérselo ofrecido.
—¿Quieres que tome más café? —Jude le preguntó a Fred cómo una niña obediente, separándose de él para ir por la taza.
—¡No! —los tres le gritaron al mismo tiempo.
—¿Que haremos ahora? —George preguntó con preocupación.
—Preguntemosle a Jude que hacer —Lee sugirió— ella siempre sabe cómo salir de los problemas.
Fred puso los ojos en blanco.
—¡Jude es la que bebió la amortentia!
—Solamente está enamorada de ti, no ha perdido la inteligencia. Hay que preguntarle.
—Obsesionada querrás decir.
Lee tenía razón. Fred se acercó a ella y la tomó por los hombros.
—Judex, te he hecho tomar amortentia sin querer. ¿Sabes cuánto dura el efecto?
—Espero que toda la vida —ella respondió con voz soñadora— no puedo imaginarme una vida sin ti.
Fred se volvió a mirar a sus amigos.
—La rompiste —Lee lo reprendió— se ha vuelto una tonta.
Alguien golpeó la puerta y Fred se apresuró a pararse bien frente de Jude, como si fuera algo que nadie más debería ver para no meterse en problemas, como un niño que rompe el jarrón de su madre.
—¿Quién es? —George preguntó.
—La profesora McGonagall busca a Potter —Alicia Spinnet les dijo desde el otro lado— ¿Le digo que ya bajas?
Fred, George y Lee se miraron.
—Si —Lee respondió al fin— Judy ya va.
—¿Que hacemos ahora? —Fred preguntó, preso del pánico.
—Que hastas tu, querrás decir —George le dijo— tu la dejaste tomar eso, así que ahora tu te las verás con McGonagall.
—Y McGonagall ama a Jude —Lee dijo con diversión.
—Vamos chicos... Todos estamos metidos en esto.
Lee suspiró.
—Tendras que acompañar a Jude. La escuchaste antes, no quería salir a menos que tu la acompañaras.
—McGonagall no se dará cuenta —George lo alentó.
Fred suspiró antes de abrir la puerta.
—Vamos Judex —él le dijo
—¿A dónde iremos? —Jude preguntó, tomando su mano con gusto.
—Hablaras con la profesora McGonagall ¿Está bien?
—¿Tu te quedarás conmigo?
—Si.
Bajaron las escaleras lo más lento que pudieron, Fred quería retrasar el encuentro con McGonagall pero la mujer ya los estaba esperando junto a las escaleras.
—Al fin —McGonagall se quejó cuando los vio— señorita Potter necesitamos coordinar algunos asuntos sobre los prefectos, si es tan amable de acompañarme a mi despacho...
—¿Fred vendrás con nosotras? —ella preguntó, mirando al chico esperanzada.
Antes de que el pelirrojo pudiera responder la profesora lo hizo.
—No. El señor Weasley no tiene porqué inmiscuirse en estos tipos de asuntos.
—Entonces no iré —Jude respondió con rotundidad.
—Judex.. —Fred le reprendió en voz baja.
McGonagall la miró con una ceja alzada. Los demás alumnos que estaban en la sala común comenzaban a detenerse y a mirar, ya de por si era bastante extraño ver a su jefa de casa en la sala común.
—Perdon. Creo que no te escuché bien —McGonagall le dijo.
—Si, escuchó mal —Fred se apresuró a decir— Judex debes acompañar a la profesora McGonagall.
—¿Y que pasará contigo? —ella preguntó.
—Te estare esperando aquí.
—Pero no quiero dejarte —Jude se quejó.
—¿Que está pasando? —McGonagall preguntó con severidad. Mirando entre los dos— Señorita Potter, quiero saber la respuesta inmediatamente.
—Puede que le haya dado accidentalmente a Judex un poquito de amortentia.
La boca de McGonagall se abrió con sorpresa.
—¡Weasley... no... me has decepcionado...! —parecia que McGonagall no podía terminar una sola oración mientras miraba al pelirrojo con enojo— ¡Es una poción muy peligrosa, tu ya deberías de saberlo!
—¡No lo hice apropósito!
—Le enviaré una carta a tu madre y recibirás un castigo adecuado, pero primero tenemos que solucionar esto —ella le dijo con severidad— Jude, acompañe por favor, debemos ir a ver al profesor Snape.
—A Fred no le agrada mucho el profesor Snape, no quiero ir —ella murmuró.
El pelirrojo contuvo su risa.
—Judex, tienes que ir.
—¿Por qué?
Él se inclinó y le susurró en el oído:
—En el despacho de Snape encontrás el vestido de novia. ¿O acaso no quieres casarte conmigo?
—Si, quiero.
Jude siguió obedientemente a McGonagall fuera de la sala común, pero de camino a las mazmorras no podía parar de hablar sobre Fred.
—Lo amo mucho.
—Ya lo sé —McGonagall respondió con cansancio— ya me lo contaste nueve veces.
—Su cabello es tan sedoso... Y él es tan divertido.
Fue un alivio para McGonagall llegar al despacho de Snape.
—¿Qué? —Snape preguntó al abrir la puerta. Miró con curiosidad a Jude y luego a McGonagall.
—Tenemos un problema y pensé que tu serías el más adecuado para solucionarlo.
—¿ Y mi vestido de bodas? —Jude preguntó, poniéndose en puntas de pié para ver adentro del despacho sobre el hombro de Snape.
—Este es nuestro problema. La señorita Potter bebió amortentia.
Snape se hizo a un lado, permitiendoles la entrada.
—¿Cómo fue posible? —él preguntó, mirando dentro de los cajones de su despacho, buscando el antídoto— pense que Potter lo sabría mejor, es buena en pociones, se tendría que hacer dado cuenta del olor.
—Fred Weasley se la dio.
Solo hizo falta esa explicación para que Snape entendiera.
—¿Estás buscando mi vestido? —Jude le preguntó a Snape con curiosidad.
—Si, querida —McGonagall le dijo.
Cuando Snape encontró lo que buscaba se acercó a Jude y le tendió un vaso con un líquido transparente
—Bébetelo.
—¿Por qué?
—Fred Weasley me pido que lo tomarás.
—Ah, si te lo pidió él... —Jude murmuró y se bebió el antídoto de un trago.
No paso mucho tiempo para que el antidoto hiciera efecto. Pronto el semblante se Jude cambio y miró sus profesores con vergüenza.
—Lo voy a matar —ella murmuró mientras enterraba la cara en sus manos y McGonagall le acariciaba la espalda con cariño.
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