2. ¡Oh sorpresa!

CASTIEL POV'S

—Han pasado casi dos años y no lo superas —dijo mi amigo dejando la guitarra sobre el sillón de mi sala. 

—¿Cómo podría? —pregunté—. Ella solo desapareció sin permitirme explicarle nada. 

Lysandro se rió de mí.

—La mandaste al diablo frente a Debrah —recordó—, no iba a esperarte después de verte besarla sin que te importara que estaba allí.

Mi amigo me miró burlesco y yo chisté los dientes.

—Era parte de mi venganza —dije y el albino movió la cabeza, divertido—. Me encantaría volver a verla —dije más para mí que para mi acompañante y, dejando mi guitarra también, caminé por una botella de agua al refrigerador.

—Por supuesto que te encantaría —concordó mi amigo poniendo en palabras lo que de mí veía. 

Lysandro tenía razón, él me conocía del todo. Solo él sabía de mis planes con Debrah y mi amor por Maryere. Un amor que hice pedazos por una estúpida venganza.

Lysandro dijo que no valía la pena, que perdería lo más por lo menos, pero no quise escucharlo. Debrah me dolía y no pensé que Maryere lo tomaría tan personal.

En aquel entonces pensé que ella no me amaba, pensé que no le dolería, pero esa tarde, después de besar a Debrah frente a sus ojos que se hacían de agua, pensé que quizá me amaba demasiado, pues pude ver su alma hacerse pedazos.

—Éramos pura diversión —dije.

—Eso es lo que quieres pensar —replicó el albino—, pero todos sabíamos que ustedes se amaban aunque no se lo decían.

Reí.

—¿Cómo iba a decirlo si ni siquiera me di cuenta? —pregunté casi dolido.

Lysandro golpeó mi hombro suavemente con su puño, tal vez intentando darme ánimos. Hablar de Maryere siempre me hacía mal.

—Ay compadre, pues ya ni llorar es bueno. Igual algún día —dijo y me sonrió no tan feliz.

—Ojalá ese día fuera hoy —casi supliqué y nos fuimos a nuestro primer día del segundo año de universidad.

Algunas horas después estaba en el salón de clases, esperando que esta terminara, cuando pude ver a una chica de hermosa cabellera completamente roja entrar al aula.

Ella se acercó al profesor mientras le regalaba esa sonrisa de la que dos años atrás me había enamorado completamente. Le entregó unos papeles que él firmo y se fue despidiéndose con otra sonrisa y un apretón de manos.

La vi irse pero no me moví, estaba en shock, quizá, o quizá estaba seguro de que era solo un sueño jugándome una mala pasada. Eso fue hasta que Lysandro entró corriendo a mi salón.

—Vi a Maryere en el pasillo —dijo entre jadeos.

Al albino casi se le salía el corazón pero, después de sus palabras, el que casi abandonaba un pecho era el mío. 

Me levanté y salí corriendo a más no poder. Corría como si mi vida dependiera de ello, como si fuera mi única oportunidad y, siendo realista, tal vez era mi única oportunidad de hablar con ella. Ella era de las que desaparecían sin dejar huella ni rastro que seguir, ya me lo había demostrado.

Recorrí todos los pasillos, revisé todas las aulas y, de ella, ni sus luces. 

«Debí haber reaccionado a tiempo» me maldije internamente.

—Demonios —dije mientras me detenía frente a la puerta del campus. 

La universidad era enorme, no sería capaz de encontrarla. Así que, derrotado, me dejé caer detrás de la pared de un edificio.

Estaba confundido y desesperado cuando escuché una estúpida y horrible familiar voz. 

—Es increíble —dijo Nathaniel—... realmente no puedo creerlo.

Me enojé, yo sufriendo y ese estúpido feliz. Aunque no es como si él supiera lo que me pasaba o que le importaran mis cosas tampoco.

Iba a irme antes de topármelo de frente y romperle la cara, pero la respuesta a su comentario me detuvo. La chica que llevaba buen rato buscando estaba con el peor de mis personas indeseadas.

—Te lo juró Nath —dijo Maryere con un tono por demás divertido—, debe ser el destino que al fin se puso a mi favor.

Me puse de pie para ir a encontrarla, pero ella me encontró. Al dar vuelta en la esquina en que yo estaba chocó contra mi pecho. Se apartó de mi empujándome suave con ambas manos. Apartó una de sus manos para sobar su frente y dejó la otra sobre mi pecho. Eso me estaba matando.

—Lo sie... —dijo levantando la cara—... ¿Castiel? —susurró incrédula y escuchamos al exdelegaducho reír a carcajadas.

—Yo creo que el destino juega contigo —dijo—... me voy.


Continúa...

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