Capítulo #3

https://youtu.be/ZE_BCBckcCY


– Es ridículo que no pueda salir, ¿no crees? – pronunció el chico que estaba tirado en el césped viendo las nubes pasar.

– No me digas que estás pensando en... - ella fue interrumpida.

– ¿Qué tal si vamos a pasear un rato? – preguntó sin preocupación alguna.

– ¿Estás loco verdad? Clara jamás te dejaría salir... o quizá sí, pero no sé si sería una buena idea.

– Te divertirás, te lo prometo. Además, necesitas distraerte un rato vives como una anciana de noventa.

– Pero, solo si tú le preguntas y dices que fue cien por ciento tú idea – indicó volteando a verlo.

– Trato hecho – él se levantó y extendió su mano para que ella la tomará y la ayudase a levantarse, pero ella se paró sin ayuda dejando al chico con la mano extendida.

...

–¿A qué hora volverían? – preguntó Clara mientras guardaba algunos trastes en la alacena.

– Antes de las seis, te lo prometo.

– ¿Seguro que Claire conoce bien la ciudad? No quiero que se pierdan.

– Sí señora, además, solo iremos a un parque de diversiones, he ido de excursión con mi escuela cada año desde que soy una niña y le aseguro que no pasará nada y estaremos aquí antes de las seis en punto – indicó la joven.

– ¿Y cómo piensan ir?

– Claire conoce las líneas del metro y las paradas de autobús.

– Creo que me sentiría mejor si les pido un taxi – añadió Clara.

Aidan volteo a ver a su amiga quien solo alzó los hombros y asintió –. Bien – respondió.

– Vayan a buscar sus cosas que ahora lo pido – suspiró –. No hagan que me arrepienta.

– Gracias! – exclamaron alegres, el joven salió corriendo seguido de Claire para buscar una mochila, un cargador y una sudadera.

Habían pasado ya tres semanas desde que los padres de Aidan se fueron de la casa, Claire iba casi diario a ver al chico luego de la escuela y Clara se había vuelto un poco más flexible con las reglas de la casa y en el corto tiempo que había pasado ya le había tomado cariño a la joven. Ella pensaba que era bueno que Claire lo estuviera acompañando, no había visto al chico sonreír de esa forma desde que era un niño, él merecía salir y divertirse con otras personas, nunca había estado muy de acuerdo con la vida que le daban al joven, encerrarlo sin tener contacto o poder socializar con alguien más que su familia.

...

– El taxi está afuera – indicó Clara.

– Gracias, te veremos más tarde – se despidió Claire.

– Nos vemos – dijo el muchacho acercándose a la salida a abrir la puerta.

– ¿Listo? – preguntó la joven.

– Siempre – respondió él.

Ambos subieron al taxi y este empezó a avanzar en dirección al parque, Aidan iba viendo por la ventana del auto mientras Claire le enviaba un mensaje a su mamá avisándolo que saldría un rato, aunque seguramente no vería el mensaje ya que su trabajo como mesera la hacia estar bastante ocupada especialmente los domingos.

La chica vio la sonrisa que estaba formada el rostro de su amigo, una sonrisa que estaba llena de ilusión y esperanza como la de un pequeño niño cuando le compraban un juguete nuevo.

– ¿Y qué es lo primero que quieres hacer?

– Tú eres la experta, dime qué crees que debemos hacer.

– Bien... primero que nada no debemos comprar comida antes de subir a los juegos, no quiero que me vomites encima – advirtió –. Segundo creo que lo mejor será empezar por el carrusel así te empezaras a acostumbrar al movimiento y a dar vueltas en los juegos.

– Tampoco soy un niño.

– Hay personas que se espantan con el simple hecho de subirse a un carrusel, mejor prevenir ¿no crees?

– Claro, como sea.

– Y en tercero luego del carrusel podremos pasar a juegos con más adrenalina, ¿te parece?

– Esta bien – el chico se quedó pensando unos segundos para luego voltear a verla –. Luego ¿podemos comprar un algodón de azúcar? – dijo con una sonrisa.

– Sí, también podemos comprar algodón de azúcar – respondió.

...

– ¿Seguro que esta cosa es segura? – preguntó Aidan mientras el operador del juego terminaba de bajar las barras de seguridad del asiento en el que ambos adolescentes iban.

– Por quinta vez, le aseguro que no hemos tenido accidentes ... o al menos desde hace años – dijo el operador dirigiéndose al siguiente asiento en el que había pasajeros.

– ¡¿Desde hace años?! ¿Quiere decir que si ha habido accidentes? – cuestionó alarmado.

– Disfruten del viaje – habló nuevamente el operador, ignorando por completo lo que el chico había dicho.

– Relájate – pronunció la chica dándole un suave golpe en la pierna con la palma de su mano.

Los carros de la montaña rusa empezaron a avanzar, primero de forma lenta mientras subían cada vez más alto por los rieles de esta.

– No – dijo el chico luego de haber visto hacia abajo –. Mala idea, quiero bajarme – admitió mientras la joven solo rodaba los ojos y soltaba una pequeña risa burlona –. No te rías – habló volteando a verla –. Mamá tenía razón en no traernos – volvió a hablar mientras cerraba los ojos y echaba su cabeza hacia atrás –. Estás cosas son una abominaaaaa, ahhhhhhh... - de pronto empezó la primera bajada haciendo que él gritara con todas sus fuerzas que se detuviera.

– Levanta las manos, ¡es divertido! Wuuuu! – exclamó la joven.

– Madre míaaa! ¡Dios mío sálvameeeee! – gritó nuevamente.

Claire tomó la mano izquierda del chico haciendo que la levantará por lo que este gritó aún más fuerte...

...

– Claire recuerda mis palabras, en mi vida vuelvo a subirme a esa cosa – afirmó aún con los nervios de punta.

– Lo que digas, ahora... ¿quieres subir a la caída libre?

– ¿Eso qué es? – preguntó intrigado por saber, aunque solo el nombre no le daba buena pinta.

– Es ese – dijo dándose la vuelta y señalando el juego.

– Jamás! ¡Primero muerto! – exclamó –. ¿Acaso quieres que me de un paro cardiaco o algo así?

– Aguafiestas – bufó negando con la cabeza.

– Ya subimos a demasiados juegos por hoy y yo quiero comer mi algodón.

– Ok – respondió la chica de mala gana – Ven allí hay un vendedor – se acercaron para poder pedirlos –. ¿Disculpe podría darme dos algodones?

– Cómo no, uno para la señorita y otro para el joven – entregó los algodones con una sonrisa.

– Gracias, aquí tiene – Claire le entregó el dinero.

– Gracias a ustedes que tengan buen día.

Ambos se dirigieron a una de las bancas que había en el lugar y comenzaron a comer, mientras veían a la gente pasar frente a ellos.

– Deberíamos hacer esto más seguido.

– Acabas de decirme que jamás te volverías a subir a uno de estos juegos y ahora me dices que quieres hacerlo otra vez.

– No me refiero a la montaña rusa, me refiero a salir y divertirnos.

– Claro, aunque esta semana tengo exámenes finales en la escuela, entonces quizá el próximo fin de semana, ¿qué dices?

– Bien, sí quieres puedo ayudarte a estudiar, por si no lo sabías soy muy bueno en las clases – dijo orgullosamente.

– Si como no – dijo entre una risa.

– Piensa lo que quieras – respondió el chico mientras le daba otra mordida a su algodón de azúcar –. Esto es delicioso – admitió haciendo que su amiga sonriera y volteará a verlo. Se quedaron viendo por unos minutos hasta que Claire llevó su mirada de nuevo al frente.

– Gracias.

– ¿Por qué? – ella volvió su mirada al joven.

– Por hacerme sonreír como nunca antes lo había hecho. 

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