capítulo 5
Makarov maldijo entre dientes, sus ojos fijos en Siegrain mientras la tensión en la sala alcanzaba un punto crítico. La reunión acababa de terminar, y el maestro de Fairy Tail estaba al borde de la desesperación. Se había convocado una sesión para discutir el futuro de Erza Scarlet después de sus recientes acciones, y Makarov había estado firme en su decisión. Pero en lugar de la justicia que buscaba, se encontró con una negativa rotunda de los magos santos
“¿Cómo es posible?” - Makarov rugió, la frustración haciendo que su voz temblara - “¡Exigí que se le aplicara el castigo correspondiente! ¡El exilio, el sellado de su magia, la prisión por intento de homicidio! ¿Y ustedes qué hacen? ¡Lo rechazan todo!”
Siegrain, con su expresión imperturbable, permaneció en silencio durante unos segundos. La tensión entre ellos era palpable, como una cuerda a punto de romperse
Finalmente, Siegrain habló, su tono calmado y firme - “El nombre de Erza Scarlet pesa mucho en este continente, Makarov”
Makarov frunció el ceño, confuso y furioso - “¿Y qué? ¿Qué significa eso en términos de justicia?”
Siegrain lo miró con una mezcla de tristeza y resignación - “Erza tiene un peso político y social muy fuerte. No podemos permitirnos clasificarla como una maga oscura y encerrarla. Ella es una figura de gran influencia, y hay muchos que la admiran y la siguen. Si se la etiquetara como maga oscura, no hay duda de que muchos de esos seguidores se alzarían en su nombre”
El rostro de Makarov se endureció al escuchar el nombre de Naruto Namikaze. El recuerdo del hombre que había sido un pilar fundamental para Fairy Tail y la relación con Erza solo aumentaba su furia - “¿Así que todo se reduce a que ella es famosa y que tiene seguidores?” - Makarov apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos - “¡Qué patético! ¿Es esto lo que los magos santos valoran ahora? La fama y el poder sobre la justicia y la moralidad?”
Siegrain hizo un gesto de desdén, pasando lentamente al lado de Makarov mientras hablaba - “Es la realidad, Makarov. No se trata solo de justicia; se trata de política y equilibrio. Erza tiene el poder de desencadenar una crisis si su situación no se maneja con cuidado”
“¿Y qué hago yo ahora?” - Makarov preguntó, la impotencia clara en su voz. “¿Qué puedo hacer si ni siquiera puedo garantizar la seguridad y el bienestar de mi propio gremio?”
Siegrain se detuvo un momento y miró a Makarov con una mezcla de comprensión y dureza - “Déjala seguir con su trabajo como maga. Ignora su presencia y enfócate en lo que puedes controlar. A veces, el mayor acto de justicia es mantener la calma y adaptarse a las circunstancias”
Con esas palabras, Siegrain se dio media vuelta y se dirigió hacia la salida. Makarov, lleno de enojo y decepción, se quedó solo en la sala, la cabeza gacha y los ojos llenos de frustración. La amargura de la derrota le pesaba en el pecho, y la impotencia de no poder actuar lo consumía por dentro
Con un último suspiro, Makarov se dejó caer en su silla, el peso de la decisión cargando sobre él como una losa. Miró la foto en su escritorio una vez más, esa imagen de tiempos mejores con Erza, Naruto y Yuuta, y se preguntó si alguna vez volverían a ser como antes
La habitación quedó en silencio, con solo el sonido de los pensamientos de Makarov llenando el espacio mientras trataba de encontrar una manera de seguir adelante. Sabía que la batalla no había terminado, y aunque sus manos estaban atadas por las decisiones de otros, su corazón seguía ardiente con el deseo de proteger a su familia, cueste lo que cueste
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Erza estaba mal, emocionalmente agotada. La pelirroja abrió los ojos, los cuales brillaron por un breve instante en un color rojo intenso antes de volver a su tono oscuro habitual. Bostezó suavemente mientras se sentaba en su cama, sintiendo el peso de los días que habían pasado desde el enfrentamiento con Erigor. A pesar de que todo en el gremio parecía haber vuelto a la normalidad, ella sabía que nada había cambiado en realidad. Los miembros de Fairy Tail, aquellos que alguna vez fueron su familia, ahora la miraban con desdén y odio. Y ella, atrapada en una vida solitaria, no encontraba consuelo
Erza miró a su alrededor, observando los objetos familiares de su habitación, y soltó un suspiro que parecía contener toda la frustración y tristeza acumuladas en su corazón. Inconscientemente, su mano se movió hacia el lado vacío de la cama, como si esperara tocar a alguien. Pero no había nadie
Sus recuerdos de ese fatídico día eran confusos, fragmentados. Recordaba haber despertado en un bosque, su ropa hecha jirones, su cuerpo cubierto de rasguños y sangre que no era suya. Le contaron lo que había hecho, lo que había sucedido, y aunque su mente se resistía a aceptarlo, al final tuvo que enfrentarlo. No dijo nada, solo asintió en silencio y continuó. Pero por dentro, la culpa la devoraba
Con un suspiro resignado, Erza se puso de pie, arrastrando los pies hacia el baño. Su casa estaba exactamente igual que cuando la había dejado ese día. No había tocado ni un solo cuadro, no había movido ningún mueble. Ni siquiera había sacado la ropa de Naruto y Yuuta de los cajones y el armario. Todo estaba congelado en el tiempo, como un recuerdo doloroso que se negaba a desvanecerse
Entró al baño y comenzó a desvestirse, dejando que las prendas cayeran al suelo una por una, hasta quedar completamente desnuda. Su cuerpo, esculpido por innumerables batallas y misiones, mostraba cicatrices que contaban historias de su vida como maga. Pero esas cicatrices no eran nada comparadas con las que llevaba en su corazón
Erza abrió la llave de la ducha, permitiendo que el agua fría cayera sobre su piel. El impacto del agua helada le arrancó un suspiro, y apoyó su espalda contra la pared del baño. El frío penetraba su cuerpo, pero no lograba adormecer el dolor que sentía
"(Tan patética...)" pensó, una vez más. Esa palabra la había acompañado cada día desde que todo se había desmoronado. Había fallado como madre, como esposa, y ahora no tenía nada. Estaba sola, igual que cuando era una niña
Apretó los puños con fuerza, sintiendo la impotencia que la invadía. Pero pronto, incluso esa furia la abandonó, dejándola vacía. Estaba cansada. Cansada de odiarse a sí misma, de cargar con la culpa, de luchar contra la oscuridad dentro de ella. Y, sin embargo, no sabía cómo dejarlo ir. Era un ciclo interminable de autodesprecio y arrepentimiento
El agua continuaba cayendo, arrastrando con ella las lágrimas que no se permitía derramar. No sabía cuánto tiempo más podría soportar esta vida, esta existencia vacía. Pero en el fondo, una pequeña parte de ella seguía esperando. Esperando que, de alguna manera, todo cambiara
Erza cerró los ojos, dejándose llevar por el sonido del agua que caía, permitiéndose un momento de vulnerabilidad en la soledad de su hogar. Quizás mañana sería diferente. O quizás no. Pero por ahora, solo podía seguir adelante, un paso a la vez
Aunque seguir adelante era muy difícil. Los recuerdos siempre volvían a atormentarla una y otra vez, como sombras acechantes que no la dejaban en paz. Erza deseaba tener recuerdos más claros de aquel fatídico día, poder entender qué había sucedido exactamente. Pero en su mente solo había fragmentos, imágenes borrosas, sensaciones entrecortadas que la llenaban de angustia. Lo único que le quedaba era vivir con la incertidumbre, con la duda constante
No sabía si Naruto estaba vivo o muerto. Ese pensamiento, esa horrible posibilidad, la perseguía a cada momento. Había oído lo que los demás le dijeron: que no pudieron encontrar a Naruto en ningún lado. Ese hecho, por extraño que pareciera, le daba un pequeño atisbo de esperanza. Quizás... solo quizás, él estaba vivo en alguna parte. Y esa esperanza era lo único que la mantenía en pie
Esa era una de las razones por las que Erza tomaba tantas misiones que la llevaban a recorrer todo Fiore. En cada ciudad, en cada pueblo que visitaba, se aseguraba de preguntar, de buscar pistas, cualquier indicio de que Naruto pudiera estar cerca. La idea de encontrarlo, de verlo otra vez, era la luz al final del túnel oscuro en el que se encontraba
Mientras el agua fría seguía cayendo sobre ella, Erza apretó los dientes. Si lo encontraba, si lo volvía a ver, no importaba lo que él le pidiera. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para recuperarlo, para tenerlo de vuelta en su vida. Si Naruto le exigiera que se arrodillara ante él y empezará a laderas, abandonando asi todo su orgullo y dignidad, lo haría sin dudar. Si le pidiera que destruyera aldeas o arrasara con todo a su paso, también lo haría. No había límite para lo que estaba dispuesta a hacer por él
Había luchado con uñas y dientes contra Lissana para ganarse el amor de Naruto. Había derramado sangre, había sufrido, y no estaba dispuesta a perderlo ahora. Si tenía que matar para mantenerlo a su lado, lo haría. Sin importar a quién tuviera que quitar de en medio. Naruto era suyo, y nadie, ni siquiera el destino, se lo arrebataría
Erza cerró los ojos, tratando de controlar los pensamientos oscuros que inundaban su mente. Sabía que había perdido casi la cabeza. Después de todo, ¿quién no lo haría en su situación? Perder a su hijo, a Yuuta, había sido devastador. Y que después le dijeran que ella misma había herido, casi matado, al hombre que más amaba en el mundo... eso era suficiente para enloquecer a cualquiera
Erza se deslizó lentamente por la pared de la ducha, dejando que el agua cayera sobre su rostro, mezclándose con las lágrimas que ahora sí dejaba salir. Las emociones la superaban, la asfixiaban. Pero en el fondo, incluso en medio de ese torbellino de sentimientos, había una determinación feroz. No importaba cuánto dolor, cuánta culpa o desesperación sintiera, no dejaría que eso la destruyera por completo
"Naruto..." — susurró, apenas audible, mientras las lágrimas corrían libremente por su rostro— "Lo encontraré. Cueste lo que cueste"
El eco de su voz en el baño vacío le recordó cuán sola estaba en ese momento. Pero también le recordó que aún tenía una misión, un propósito. Erza estaba rota, sí. Pero no estaba destruida. Mientras quedara una chispa de vida en ella, seguiría adelante, seguiría buscando. Porque eso era lo único que podía hacer
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Naruto soltó un suspiro mientras estaba sentado en su cama, con la espalda recostada contra la fría pared de aquella vieja casa donde se refugiaba. El aire estaba cargado con una extraña mezcla de tranquilidad y pesadez, como si el silencio fuera una manta que lo cubría todo, opresiva pero reconfortante a la vez. Su piel desnuda apenas sentía la brisa que se colaba por la ventana rota, el frío no lo molestaba; estaba acostumbrado a sensaciones mucho más intensas. A su lado, Seilah, con su cuerpo igualmente desnudo, se acomodó bajo las sábanas, sus movimientos lentos y calculados. La suave tela cubría apenas lo necesario para dejar a la vista su silueta, una visión que haría a cualquier hombre perder la cabeza, pero no a Naruto
Ella giró su rostro hacia él, una sonrisa juguetona curvándose en sus labios mientras lo miraba con esos ojos llenos de una extraña mezcla de afecto y malicia
"¿Te sentiste bien?" —preguntó con una voz suave, como si la respuesta fuera lo menos importante del mundo
Naruto no dijo nada al principio, dejando que el silencio hiciera eco en la habitación antes de finalmente hablar
"¿Por qué siempre termino acostándome contigo si te odio?" — Su voz sonaba neutral, carente de la pasión o furia que sus palabras podrían sugerir
Seilah no se inmutó ante la dureza de la pregunta. En lugar de eso, su sonrisa se amplió mientras alzaba una mano y acariciaba lentamente el brazo de Naruto. La luz tenue del amanecer se reflejaba en su piel, dándole un brillo casi sobrenatural
"Es tu naturaleza, Naruto" —dijo con suavidad, dejando que sus dedos se deslizasen lentamente por la piel marcada del hombre. El brillo en sus ojos no desapareció— "No puedes evitarlo. No puedes calmar tus instintos. Nuestros cuerpos..." —se inclinó hacia él, sus labios apenas rozando su oído— "...se buscan el uno al otro, anhelan esa cercanía... y también ansían la reproducción"
Naruto cerró los ojos brevemente, intentando bloquear las sensaciones que las palabras de Seilah despertaban en su interior. Luego, sus ojos se abrieron de golpe, mirándola con una intensidad contenida
"No tendré hijos con alguien como tú" —respondió con frialdad, como si esa declaración fuera un hecho irrevocable, grabado en piedra
Seilah rió suavemente, un sonido dulce pero con un trasfondo venenoso. Se apartó un poco, manteniendo esa sonrisa traviesa en su rostro
"¿Por qué no? Podría darte otro Yuuta si lo quisieras" —Sus palabras estaban cargadas de una provocación calculada
De inmediato, Naruto giró su rostro hacia ella, sus ojos fijos en los de Seilah. No había furia en su expresión, pero sí una advertencia peligrosa en el aire que los rodeaba.
"No digas el nombre de mi hijo" —advirtió con una voz baja y controlada, cada palabra un filo cortante— "Si lo haces de nuevo, te aseguro que no podrás volver a hablar"
Por un momento, Seilah lo observó, su sonrisa apenas disminuyendo, como si estuviera sopesando el peligro que él representaba. Luego, con un suspiro fingido, se dejó caer sobre la cama, tumbándose junto a él. Se giró hacia el techo, dejando que sus palabras flotaran en el aire
"Tan protector... tan emocional" —El sarcasmo era evidente en su tono, pero se suavizó cuando cambió de tema— "¿Por qué dejaste Fairy Tail, Naruto?"
El suspiro que siguió fue largo y pesado, como si todo el peso del mundo cayera sobre los hombros de Naruto en ese instante. Sus ojos se nublaron ligeramente, perdiéndose en algún lugar lejano, en recuerdos que preferiría enterrar
"Demasiados malos recuerdos... en un solo lugar" —confesó, su voz baja, como si temiera que decirlo en voz alta le hiciera más daño— "No estoy seguro de poder pisar ese edificio sin..." —sus palabras se cortaron brevemente, luchando por salir— "romperme emocionalmente"
Seilah lo observó en silencio, sus ojos siguiendo el contorno de su rostro, buscando alguna señal de debilidad, algo que pudiera explotar. Pero lo que encontró fue un hombre roto, cuyas piezas aún seguían cayendo
El silencio se alargó, envolviéndolos en una burbuja de melancolía compartida, aunque ninguno de los dos lo admitiera en voz alta. Seilah, siempre la provocadora, mantuvo su distancia esta vez, permitiendo que las palabras de Naruto quedaran suspendidas en el aire entre ellos, tan frágiles como él mismo en ese momento
Naruto cerró los ojos, dejando que el peso de sus pensamientos lo sumergiera en un abismo oscuro. El suave murmullo del viento a través de la ventana rota apenas lograba distraerlo de la tormenta emocional que rugía en su interior. Ignoró la presencia de Seilah a su lado, su mente escapando a un pasado lejano, a un tiempo en el que las cosas parecían tan simples, tan felices
En su mente, se veía a sí mismo regresando a ese tiempo, encontrando una forma de corregir todo lo que había salido mal. Volvería con su familia, su hijo Yuuta y su esposa Erza a su lado, los tres juntos de nuevo, compartiendo momentos de alegría y amor. Recordaba cómo solían mirar las peleas en el gremio, riendo juntos, disfrutando de la camaradería que se respiraba en Fairy Tail. Esa simpleza, ese calor, se sentían tan lejanos ahora, como si pertenecieran a otra vida
La realidad era que quería volver. Anhelaba esos días más de lo que estaba dispuesto a admitir, incluso para sí mismo. Pero cada vez que se acercaba a esa idea, a esa esperanza de regresar a Fairy Tail, el peso de su dolor lo aplastaba. Estaba tan psicológicamente dañado, tan roto, que sabía que si cruzaba las puertas de ese gremio, no sería capaz de soportarlo. El mero pensamiento de enfrentarse a los recuerdos, a la gente que amaba y perdió, lo llenaba de un temor que le paralizaba
"Maldita sea..." —murmuró entre dientes, apenas audible. Estaba claro que la vida misma le odiaba, que todo lo que alguna vez tuvo, lo había perdido de la manera más cruel posible
A su lado, Seilah lo observaba en silencio. La sonrisa que curvaba sus labios era una mezcla de diversión y calculada malicia. Sabía que él estaba vulnerable, y no dudaba en aprovechar cualquier grieta en su armadura emocional para manipularlo a su antojo. Pero Naruto era consciente de sus intenciones, aunque no lo mostrara. Sabía exactamente lo que Seilah intentaba hacer, cómo intentaba jugar con su mente, con sus emociones, para convertirlo en una herramienta más para Tartarus
Seilah, con sus cabellos sueltos cayendo sobre sus hombros desnudos, se inclinó un poco hacia él, dejando que su voz sedosa rompiera el silencio que los envolvía
"Naruto, no tiene sentido resistirse tanto" —susurró, sus palabras llenas de una dulzura envenenada— "Ambos sabemos que Tartarus tiene grandes planes para ti. Estás destinado a cosas mucho más grandes que... esto" —bSu mano hizo un gesto vago hacia la habitación destartalada, como si fuera un símbolo de todo lo que él había perdido
Naruto mantuvo los ojos cerrados, su expresión endurecida, negándose a darle la satisfacción de una respuesta inmediata. Sabía que Seilah y Tartarus lo necesitaban, pero no sabía exactamente para qué. Sin embargo, una cosa estaba clara en su mente: no sería parte de sus estúpidos planes
"No sé para qué me quieren" —dijo finalmente, su voz baja y controlada— "Pero no me interesa. No voy a ser una pieza en su juego, Seilah"
Ella soltó una risa suave, un sonido que resonó en la habitación como un eco malicioso
"Eso dices ahora..." —murmuró, como si tuviera un secreto que él desconocía. Seilah se acercó un poco más, sus labios apenas rozando el hombro de Naruto— "Pero todos tenemos un precio, Naruto. Y el tuyo, estoy segura, no es tan alto como crees"
Naruto abrió los ojos, su mirada encontrándose con la de Seilah. El brillo en sus ojos dejaba claro que, aunque estaba roto, aún le quedaba fuerza para resistir.ñ
"No sabes nada de mí, Seilah" —Su tono era gélido, cortante como una hoja afilada— "Y nunca sabrás lo suficiente como para controlarme"
Seilah se apartó ligeramente, la sonrisa nunca abandonando su rostro. Observó su rostro con detenimiento, buscando alguna señal de duda, alguna flaqueza en su resolución. Pero lo que encontró fue una pared impenetrable, una determinación que incluso en su estado más bajo, era inquebrantable
El silencio volvió a instalarse entre ellos, pesado y cargado de tensión. Naruto, una vez más, cerró los ojos, ignorando la presencia de Seilah como si fuera un fantasma, una sombra que él podía desvanecer con la mera fuerza de su voluntad. Pero en el fondo, sabía que esta batalla estaba lejos de terminar. Tartarus lo necesitaba, Seilah lo necesitaba... y aunque él no supiera exactamente por qué, estaba seguro de una cosa: no se dejaría doblegar, no importaba cuán profundo fuera el abismo en el que estuviera
La batalla dentro de él continuaba, y mientras tanto, el mundo exterior seguía su curso, indiferente al dolor y la lucha que se libraban en el interior de ese hombre. Pero Naruto, aun roto, aun perdido, sabía que no se rendiría. Y eso, quizás, era lo único que le quedaba
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Minato se encontraba en medio del cementerio, sus manos endurecidas por el trabajo sosteniendo con firmeza la pala mientras cavaba otra tumba en la vasta tierra de Dromase. Su rostro, siempre sereno en el pasado, ahora estaba vacío de emoción, un reflejo de la fría desolación que lo consumía desde dentro. Era como si su corazón se hubiera congelado en el momento en que perdió a su familia, y cada tumba que cavaba era un recordatorio de su propio dolor, enterrado bajo capas de tierra y desesperanza
Había comenzado a trabajar en este cementerio tiempo después de la desaparición de su hijo mayor, Naruto. Para Minato, esta tarea no era solo un medio de subsistencia, sino una forma de alejarse de todo lo que alguna vez amó. En cada tumba, encontraba una especie de alivio, un retorcido consuelo en saber que al menos, estas personas podían descansar en paz. Algo que él no había podido hacer con su propia familia
El cielo sobre él estaba gris, reflejando su estado de ánimo, mientras una suave brisa hacía crujir las hojas secas a su alrededor. Minato detuvo su trabajo un momento, secándose el sudor de la frente con el dorso de la mano. Observó la tumba que acababa de cavar, una más en la interminable fila de sepulturas que llenaban el cementerio. Un suspiro pesado escapó de sus labios mientras alzaba la vista hacia el cielo, como si buscara alguna respuesta, alguna señal que nunca llegaría
Pero entonces, sintió una presencia detrás de él, una que había estado allí por un tiempo, observando en silencio. Sin girarse, Minato habló, su voz resonando con un tono apagado pero firme
"¿Vas a hablar o solo te quedarás allí, mirando de manera tétrica?" —Preguntó, girándose lentamente para enfrentar al intruso
Delante de él estaba José Porla, el maestro del gremio Phantom Lord, conocido tanto por su poder como por su astucia. Una sonrisa torcida curvaba los labios de José, una que no llegaba a sus ojos, llenos de malicia. Vestía su usual atuendo oscuro, lo que hacía que su figura pareciera una sombra entre las tumbas
"Minato Namikaze" —dijo José, su tono suave pero cargado de intención— "¿Has reconsiderado mi oferta para unirte a Phantom Lord?"
Minato lo observó por un momento, sus ojos azules, que alguna vez habían brillado con vida, ahora eran fríos como el hielo. Rodó los ojos con desdén antes de responder
"Voy a seguir rechazando tu oferta, una y otra vez" —dijo con calma, antes de volver a tomar la pala y retomar su trabajo
José frunció el ceño, irritado por la respuesta del viejo mago. Dio un paso adelante, sin intención de rendirse tan fácilmente.
"¿De verdad piensas seguir desperdiciando tu poder y tu magia cavando tumbas para muertos que ni siquiera conoces?" —Preguntó con un tono ácido— "Eres un mago formidable, Minato. Podrías estar en cualquier lugar, haciendo grandes cosas. Y sin embargo, aquí estás, jugando a ser un simple sepulturero. Es patético"
Minato no se inmutó. Continuó trabajando, aunque su tono reflejaba la frialdad que sentía en su corazón
"Puede que no los conozca, pero sé que las personas a las que les hago estas tumbas fueron, sin duda, mejores personas y menos idiotas que tú, José"
La burla en las palabras de Minato fue clara, y José apretó los dientes, sintiendo cómo la rabia crecía en su interior. Dio un paso más cerca, su mirada fija en la figura encorvada del sepulturero
"Eres un viejo y solitario mago, Minato" —José escupió las palabras con veneno— "Si tan bueno eres cavando tumbas, ¿por qué no le hiciste una a tu nieto y a tu hijo?"
El silencio que siguió a esas palabras fue abrumador. Minato se quedó inmóvil, su cuerpo rígido como una estatua. El viento parecía haber cesado, y el aire estaba cargado de tensión. José, creyendo haber dado en el blanco, sonrió con arrogancia
Pero antes de que pudiera reaccionar, sintió un agudo dolor en su mano izquierda. Miró hacia abajo y vio, con horror, cómo dos de sus dedos caían al suelo, cortados de un tajo limpio. Un grito de dolor escapó de sus labios mientras retrocedía, sosteniéndose la mano ensangrentada
"¡¿Cómo te atreves?!" —gritó José, el miedo mezclado con la ira en su voz— "¡¿Atacar a un mago santo?! ¡¿Estás loco, Minato?!"
Pero la única respuesta que recibió fue otro corte, esta vez no de los dedos, sino de la mano completa. Minato había desenvainado un kunai tan rápido que José apenas había visto el movimiento. Ahora, el mago oscuro se tambaleaba, sin mano, mientras la sangre brotaba de la herida
Minato, con una expresión tan muerta como su voz, miró a José fijamente
"La próxima vez que menciones a mi familia..." —dijo con un tono bajo y mortal— "Lo próximo que cortaré será tu cuello"
José, ahora pálido por el dolor y la pérdida de sangre, no dijo nada. Desapareció en medio de un círculo mágico, sus palabras de advertencia llenas de desesperación
"Pagarás por esto, Namikaze..." — fue lo último que dijo antes de desaparecer
Minato permaneció inmóvil, observando el lugar donde José había estado momentos antes. No había emoción en su rostro, solo un vacío abrumador que lo consumía. Guardó su kunai con un movimiento lento y meticuloso, como si el enfrentamiento no hubiera sido más que una molestia pasajera
"Agradece que eres un mago santo" —murmuró para sí mismo— "Porque si no lo fueras, ya estarías muerto"
El viento volvió a soplar suavemente, llevándose con él cualquier rastro de la tensión que había llenado el aire. Minato se giró hacia la tumba que estaba cavando y retomó su trabajo, como si nada hubiera pasado. El mundo seguía girando, la tierra seguía acumulándose en la pala, y el dolor en su pecho seguía siendo su única constante
Fin de capítulo
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