Capítulo 4: Sin Fiarse
Por aquellos días, y sin importar las insistentes ocasiones en que Paimon y Lumine lo llamaban, Izuku declinó cualquier invitación para acompañarlas a derrotar a Davlin, enterado por palabras siguió la historia de la viajera por la ciudad de Mondstadt.
—Deben estar bien —una gota de sudor bajó por su mejilla.
Un par de hojas cayeron sobre su cabeza, era una tarde calurosa, golpeaba un grueso tronco de árbol castaño, mantenía al mínimo el uso de One For All para evitar los mareos, por recomendación de Nana solo practicaba levitar en la noche y alejado de la ciudad para evitar miradas no deseadas.
Muy temprano, Lumine y la hada voladora habían partido con rumbo a la guarida de Stormterror, según tenía entendido, junto con ellas fueron Diluc, el dueño del viñedo del amanecer, Venti, el arconte Anemo y finalmente Jean. De esta última tenía sus dudas sobre la fuerza que poseía, debía de ser fuerte para ostentar un puesto tan alto, pero teniendo en cuenta a los acompañantes (y sin contar a Paimon) tal vez esta no fuera de mucho apoyo.
Del pelirrojo había sido testigo de lo afinada que era su habilidad con el mandoble, dejando el campo de batalla vacío en cuestión de segundos, de Lumine las pocas veces que se habían batido en duelo amistosamente, él siempre terminaba comiendo polvo. De Venti no tenía más que la expectativa.
—Aunque da la sensación de que es débil... un dios que sobreviva a la batalla contra otros dioses no creo que sea mera casualidad.
A lo lejos, resguardado bajo la sombra de un árbol y envuelto en una especie de maleta desgastada, reposaba un libro de la historia del continente. Había tenido la suerte de encontrarlo sobre el escritorio de Lisa mientras esta no se encontraba, era consciente de que estaba mal y que probablemente iba a pagar las consecuencias, pero su curiosidad le ganó.
—Capaz de destruir montañas con el poder del viento, hacer islas con los restos que dejó tras la reformación de su territorio a su gusto. Definitivamente ese bardo es un amo del disfraz...
Mientras daba otro golpe seco al tronco, más dudas empezaron a atormentarlo.
—Aunque su poder varía en función de la creencia que tenga su pueblo, tras tantos años sin haberlo visto, mantienen la iglesia con muchos fondos, una estatua gigante en su honor... por lo que leí ni en Liyue una tierra tan próspera hicieron algo así. ¿Realmente está tan debilitado para recurrir a este tipo de ayuda? —estrelló otro golpe, un sonido le indicó que con el siguiente la madera cedería finalmente.
Acercándose a un pozo, tomó agua para hidratarse, y lavar sus manos. Con cuidado puse vendajes sobre ellas y fue a sentarse para tomar su descanso. Retomó su lectura donde la había dejado.
—Un punto a favor es que no es precisamente un nacido "dios"... pero entonces hay algo más detrás de esto. Barbatos tras todo lo que he leído... no tiene sentido para nada con lo actual.
RUAAAAAR
Alzó la mirada a los cielos, un enorme dragón volaba libremente entre las nubes, sus colores celestes muchos más vivos que antes, lo hacían confundirse con el mismo azul de cielo. Izuku no pudo evitar sonreír, finalmente Lumine y los demás lo habían conseguido...
Sino fuese, porque en ese mismo instante, una silueta se apareció frente a él.
Alta, piel sumamente pálida, el ojo que se dejaba ver ya que el otro era cubierto por una especie de velo de color negro era casi transparente con una leve tonalidad grisácea, cabello rubio muy claro. Poseía algo similar a una corona en su cabeza, una mirada risueña, aunque sonreía no daba la sensación de que todo iba a terminar muy bien que digamos. De figura esbelta y haciendo resonar sus tacones sin importar que no pisara concreto, dejó sin palabras al peliverde.
—Entonces, Izuku si no estoy mal, ¿verdad? —dijo aquella bella mujer.
—¿Te-tengo que responder?
—Intentando hacerte el fuerte, créeme que en una batalla no verías ni de dónde vienen los golpes chico —seguía sonriendo, acercándose cada vez más y más al chico.
El pecoso se levantó en posición de lucha.
—No me gustaría tener que acabar contigo, sabiendo el potencial que tienes...
(¿Sabe lo del OFA?) pensó alarmado.
—No has acompañado a tu amiga en sus misiones, eso está mal, ¿no crees? —ya estaba frente a él, Izuku estaba empezando a temblar.
Su mera presencia hacía que su instinto de supervivencia gritara como loco en su cabeza pidiéndole que huya lo más pronto posible.
—N-no estoy en la capacidad de ayudar...
En esas circunstancias, sabía que decir la verdad era cuestión de vida o muerte.
—Hum, al menos eres consciente de tus límites. Nada mal, alguien dispuesto a la gloria se iría directo a una muerte segura en tu caso.
—¿Quién eres, cómo sabes mi nombre y qué es lo que quieres?
—Una por una, viajero. Soy la Signora, octava de los fatui —se presentó a la par que chasqueaba los dedos, los pies de Izuku quedaron cubiertos de hielo al instante.
—¿Me vas a matar?
—No eres una amenaza, matarte no añadiría, ni restaría a mi causa chico... pero hay algo diferente en ti que llamó mi atención...no tienes una visión, y aún así con mis propios ojos he visto rayos brotar de tu cuerpo, flotar como si fueras una corriente de viento. Eso no es normal por aquí —la autoproclamada Signora se acercó al rostro del chico, examinando sus ojos—. Tienes miedo, eso te hace más humano supongo...
Se giró para dar la espalda al pecoso, el cual estaba con el corazón latiendo a toda potencia, sentía que ella en cualquier momento dejaría de dudar y lo mataría.
—Ya respondí tus preguntas, ahora responde la mías.
—... A-algo me dice que lo que veo y me rodea no es lo que parece, me he tomado mi tiempo para investigar la verdad de este mundo —respondió con la mirada fija en el suelo—. Suena extraño pero.
—No —la mujer lo tomó del mentón para que este levantara la mirada, se sorprendió al ver que los ojos de ella estaban abiertos de par en par—. ¿Qué has aprendido?
—Los dioses de aquí, no son los buenos de la historia, ¿verdad?
—Cambio de planes contigo —dijo repentinamente la oji gris haciendo una seña con los dedos, a su espalda aparecieron dos recaudadores Fatui.
La Signora miró el rostro del chico antes de tomar la última palabra.
—Vuelve a Snezhnaya y dile al primero que tengo una solicitud —dijo con una voz autoritaria, nada relacionado con el tono de su previa charla.
—Como ordene —desapareció en una estela entre rojiza y negra dejando muy sorprendido a Izuku.
—Sigan el plan, nada ha cambiado por esto, ¿entendido?
—Si —al igual que su compañero de rango, este también desapareció sin dejar rastro alguno.
La Signora se volteó con una pequeña sonrisa.
—Lamento dejarte aquí, pero no puedo dejar que interrumpas con mis planes, viajero... —el hielo se tornó de un color más blanquecino. Ahora relucía como un diamante—. Con el poder que tienes ahora te costará liberarte un buen rato.
Ella empezó a retirarse haciendo el mismo sonido de taconeo con el que llegó, Izuku gritó para que detuviera su andar, pero ella simplemente lo ignoró, como si su voz no fueran más que corrientes de viento.
—Si quieres más respuestas, búscame cuando el viento grite, o hasta que puedas liberarte jeje jaja JAJAJA —una sarcástica risa en medio de su despedida.
Se perdió de la vista de Izuku, este confiado de que ya no estaría activo el OFA.
—Te confiaste demasiado —golpeó el hielo y para su sorpresa...
No tuvo ni un rasguño.
—No puede ser.
• • •
No podía evitar llorar de la frustración, y en menor medida del dolor. Las vendas que cubrían sus manos ahora estaban totalmente pigmentadas de un color rojo oscuro, no importaba cuantas veces, ni que tan fuerte no hiciera, el hielo simplemente parecía indestructible. Tenía la sensación que se regeneraba de alguna u otra manera.
—¡Maldita sea! —estrelló otro puño contra el hielo, y por fin lo vio agrietarse—. Si me apuro tal vez...
Un soplo brusco de aire lo cayó por completo, el clima tranquilo se alteró, sólo por un par de segundos pero lo suficiente como para percatarse. Izuku sabía lo que había pasado, el hielo en sus pies empezó a brillar de un tono carmesí. Estaba empezando a calentarse, cuando esporádicamente se fragmentó en mariposas de un color rojo claro, como las llamas de una hoguera. El peli verde no perdió el tiempo, y fue corriendo hacia toda velocidad con dirección a la ciudad de la libertad, no sin antes tomar el libro de la biblioteca.
A como el cuerpo y don le permitieron, llegó a las puertas en donde los guardias, aunque extrañados de la prisa con que atravesó la puertas, no impidieron su paso, era una orden directa de la Gran Maestra Intendente que no se podía objetar. Las calles estaban ligeramente vacías, salvo por los hombres y mujeres borrachas que caminaban en dirección a sus casas, el chico no vio a nadie relevante. Su instinto le decía que fuera hacia la estatua de Venti. Pasó de largo y subiendo las escaleras en saltos para ahorrar tiempo, llegó por fin.
Lumine y Paimon estaban tiradas en el suelo junto con Venti, las primeras dos estaban inconscientes, más Venti se tomaba el estómago como si le costara respirar. Frente a ellos, estaba una sonriente Signora que miraba un curioso objeto que sostenía con sus dedos índice y pulgar.
—Llegaste justo a tiempo, Izuku. Me hiciste caso. Tal vez habría sido mejor que al menos una de ellas no estuviera inconsciente para verte... mírate, con los ojos llorosos, sangrando con ganas de pelear pero sabes que perderás... como un perro con cadenas —el peculiar objeto la pasó a una maga cincin que lo guardó de inmediato en un caja, como si fuera una pieza de colección—. No me mires con esos ojos de odio, no es nada personal, lo juro jeje.
—Tuuu —apretó los puños tan fuerte como pudo por la impotencia—. Cuando te venza juro que.
Antes de completar la oración, la Signora conectó un golpe en su abdomen que lo mandó a estrellar contra una pared, sacándole todo el aire de facto. Dejándolo en la misma situación que el arconte Anemo.
—Si ella que es más fuerte no pudo, ¿qué te hace creer que puedes? —se arrodilló para tomarlo del pelo y alzarlo sin piedad—. Más vale que hagas algo, no pienso retractarme de mi decisión.
Izuku veía que la mirada que la rubia le estaba dando no era de odio, no terminaba de entenderla. Venti que se paró con dificultad y le dirigió una mirada al chico, sin decir palabra desapareció junto con la todavía inconsciente Lumine y Paimon. Dejándolos a solas frente a la catedral.
—Que buen arconte, dejándote aquí sin nadie para salvarte.
Sosteniendo todavía el pelo del chico, la Signora lo tomó de las mejillas.
—En Liyue las cosas no serán tan bellas como aquí, no me decepciones, ¿de acuerdo?
PUM
Las cosas se pusieron oscuras para Izuku. Con los ojos cerrados ya no estaba en sus cinco sentidos.
—Que duermas bien, viajero jajaja.
El séquito de fatuis desapareció en cuanto escucharon que las puertas de la catedral se abrieron de par en par con brusquedad. La líder provisional de los caballeros de Favonius salió con una mirada preocupada buscando a alguien con la mirada, tirado al lado de una columna lo vio. Era claro que el último golpe lo dejó totalmente fuera de combate. La rubia fue a socorrerlo.
—¡Bárbara, ven ya! —la hermana menor salió en cuanto su hermana hizo el llamado.
Entre las dos lo entraron a la catedral para dejarlo sobre una camilla. En otra habitación, las monjas vigilaban a Lumine y Paimon que no habían sufrido lesiones de gravedad, el bardo reposaba sentado en una silla tomándose el pecho y cerrando los ojos para concentrarse en todo lo que acababa de pasar.
Volviendo al viajero, la diaconisa retiró las vendas, si fuese primeriza en atender heridas habría hecho caras de horror al ver el estado de los nudillos del chico.
—No entiendo... ¿acaso no usa un arma, herma- Jean? —la visión hydro resonó y sobre la mano de Bárbara una gotas musicales empezaron a formarse.
—No, en palabras de la caballera honoraria, no sabe ni como sostener una espada correctamente. Todo lo hace con los puños...
—Esas cicatrices no son normales, ¿las tenía cuando llegó?
Jean solo recordó que aquel chico siempre iba con guantes.
—Es probable que sí.
—Je-Jean, cre-creo que esto es más serio de lo que pensaba...
Bárbara y su hermana mayor abrieron los ojos sorprendida, en la cintura del chico, un radiante luz turquesa empezaba a brillar cada vez más y más hasta que finalmente se detuvo, levitando y adhiriéndose sin dificultad a las desgastadas prendas de Izuku. Una visión Anemo había sido concedida desde Celestia. Siendo un orbe rodeado de un par de alas doradas de tres plumas como si fueran un ave, se indicaba que provenía de Mondstadt. La visión de la Gran Maestra Intendente reaccionó de inmediato brillando también con una moderada intensidad.
Era un espectáculo que nunca dejaba de sorprender.
• • •
—Oh, esto es interesante, deberíamos decirlo a la Signora —una mujer delgada y pelo castaño susurró a una monja vestida de blanco.
—No, déjala, ya no es nuestro trabajo. Además, creo que ya es hora de que alguien la ponga en su lugar, esto sonará raro, que ojalá alguien la baje de las nubes —una maga cincin miraba todo vestida como una monja, infiltrada por órdenes directas de la octava—. Mientras conseguimos el permiso de traspaso, no hables ni digas nada, ¿quieres?
La "monja" se fue dejando a la otra con una cara un tanto escéptica.
—Espero que esta sea la única sorpresa...
Varios meses inactiva, pero por fin hay nuevo cap. Algo prematura le visión pero ya verán el porqué de esta decisión. Perdón por tanto tiempo dejando esto abandonado, intentaré hacer que en Liyue las cosas realmente tomen un buen rumbo, gracias por leer.
Si les gustó dejen su estrellita.
No siendo más me despido.
GottoCatch
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