siempre ahí alguien peor que tu

Gwen miraba los brazaletes con una expresión de emoción y curiosidad. No podía dejar de pensar en las posibilidades de lo que podría hacer con ellos. A pesar de la extraña sensación que le daban, sabía que había algo especial en esos artefactos. No era una simple joya, y algo en su interior le decía que podía aprender a usarlos.

Gwen (mirando sus brazaletes con una sonrisa emocionada): "¡No puedo esperar a saber cómo usarlos! Siento que hay mucho más en estos brazaletes de lo que parece. Tal vez pueda descubrir algo realmente increíble si sé cómo activar sus poderes."

Max, quien estaba sentado cerca de ella, levantó la mirada de su mapa y la observó con una sonrisa pícara. Aunque solía ser serio, no podía evitar dar sus típicos comentarios.

Max (sonriendo mientras le da un toque en el hombro): "Sabía que te entusiasmarías, Gwen. Pero, recuerda, a veces lo que parece ser un juguete bonito no siempre es tan fácil de manejar. No te precipites."

Ben, sentado en una esquina de la casa rodante, dejó de jugar con su consola y se unió a la conversación. Sabía que Gwen tenía un gran potencial, pero también conocía los riesgos de meterse con objetos tan misteriosos.

Ben (levantando la vista y con tono relajado, pero con un dejo de preocupación): "Sí, Gwen, yo también te apoyo, pero no olvides lo que Hex hizo. Estos brazaletes no son simples adornos, y si no los entiendes bien, podrían ser peligrosos. Aún me acuerdo del caos que armó cuando trató de robarlos."

Gwen (asintiendo mientras observa los brazaletes con más atención): "Lo sé, Ben. No voy a subestimarlos. Pero también siento que puedo controlarlos. Quiero entender cómo funcionan y, si es posible, usarlos para algo bueno."

Max, quien había estado escuchando, se sintió un poco más tranquilo al ver la determinación en los ojos de Gwen. En ese momento, recordó algo que había olvidado por completo. El libro que Ben había logrado quitarle a Hex antes de que se escapara. Sin duda, ese libro podría tener información crucial sobre los brazaletes.

Max (pensando por un momento antes de hablar, con una mirada más seria): "Y, si estás decidida a aprender, ese libro que le quitaste a Hex podría ser la clave. Con toda esa magia que Hex manejaba, ese libro podría decirnos mucho sobre cómo manejar esos artefactos. Es posible que te ayude a aprender más rápido y sin tanto peligro."

Ben (asintiendo, con un aire de satisfacción por haber conseguido el libro): "Eso es cierto. Hex no era tan listo como pensaba. Si encontramos la manera de leerlo, podría tener todo lo que necesitamos para entender cómo estos brazaletes funcionan."

Gwen (con más confianza, viendo el libro que Ben tenía en sus manos): "Entonces, será mejor que empecemos a estudiarlo. Si este libro tiene la información que necesitamos, quiero saberlo todo lo antes posible."

Max (sonriendo, viendo a los dos jóvenes con orgullo): "Eso es lo que me gusta escuchar. Siempre hay algo que aprender, pero más importante aún, siempre hay una manera de usar ese conocimiento sabiamente. Vamos a necesitar todas las respuestas que podamos encontrar."

La conversación continuó mientras el viaje seguía su curso. Gwen se sentía más determinada que nunca a descubrir los secretos detrás de los brazaletes, y con el libro en sus manos, parecía que la aventura apenas comenzaba.

Pero con Lincoln esto no era el caso

La camioneta avanzaba lentamente por el camino, con Lincoln mirando pensativo hacia el horizonte. Aunque estaba agradecido por la oportunidad de viajar y las experiencias vividas, no podía evitar sentir que algo se estaba acabando. Sabía que, pronto, tendría que regresar a su ciudad natal. Esa sensación de que su tiempo de aventura con su abuelo Leonardo y los demás se estaba agotando lo hacía sentirse un poco melancólico.

Mientras tanto, Leonardo, quien estaba sentado al volante, echó un vistazo a Lincoln. Sabía que el joven era muy inteligente, pero también comprendía que aún no estaba preparado para todo lo que el mundo podía lanzarles. Había sido testigo de sus habilidades y valentía, pero también sabía que había situaciones donde la suerte había jugado un papel crucial.

Leonardo (con voz seria y cuidada, mirando a Lincoln de reojo): "Lincoln, sé que eres un chico listo y valiente, pero debes entender que no siempre vas a salir bien. Algunas de las situaciones en las que te has enfrentado, como esa vez con Hex o cuando Gwen fue secuestrada, han sido por pura suerte. No quiero que bajes la guardia."

Lincoln (mirando hacia el frente, con un aire pensativo): "Lo sé, abuelo. A veces me siento como si fuera capaz de manejarlo todo, pero algo me dice que no todo va a ser siempre tan sencillo."

Leonardo (asintiendo, con una mirada que reflejaba experiencia y preocupación): "Exactamente. Y ese reloj que llevas... Debes tener mucho cuidado con él. No es solo una herramienta, es un arma poderosa que puede traerte problemas si no sabes cómo controlarla. No quiero que te enfrentes a algo que no puedas manejar. A veces, el conocimiento y la preparación son más importantes que la valentía."

Lincoln (tocándose el reloj en su muñeca, reflexionando sobre las palabras de su abuelo): "Lo entendí, abuelo. No es solo cuestión de usarlo sin pensar, ¿verdad?"

Leonardo (dándole una sonrisa suave, aunque con un toque serio): "Así es. Tienes que ser cauteloso. Todo lo que has hecho hasta ahora ha sido asombroso, pero has tenido suerte. La próxima vez que enfrentes algo peligroso, no siempre habrá una salida fácil."

Lincoln (suspirando y mirando el reloj, como si comenzara a comprender la gravedad de las palabras de su abuelo): "Supongo que no siempre puedo depender de la suerte. A veces tengo que ser más estratégico."

Leonardo (con tono firme, pero alentador): "Exacto. La estrategia y el control serán tus mejores aliados. Eres capaz de mucho, Lincoln. Solo asegúrate de no sobrepasar tus límites sin antes entender completamente lo que tienes en tus manos."

Lincoln se quedó en silencio, mirando por la ventana de la camioneta mientras el paisaje pasaba rápidamente. Sus pensamientos eran un torbellino, y aunque intentaba mantenerse tranquilo, la verdad era que se sentía un poco abrumado. Sabía que su abuelo tenía razón. Aunque confiaba en su intelecto y sus habilidades, también entendía que aún le faltaba mucho por aprender. La experiencia y la madurez no se ganaban de la noche a la mañana.

Con su mano sobre el reloj en su muñeca, Lincoln reflexionaba sobre todo lo que había pasado en los últimos días. Había enfrentado a poderosos enemigos, había salvado a Gwen y a otros, y había sido parte de aventuras que jamás habría imaginado. Sin embargo, no podía evitar pensar que a veces sus victorias habían sido producto de la suerte más que de su preparación. ¿Qué pasaría si la próxima vez no había suerte de su lado?

Lincoln (pensando en voz baja, casi para sí mismo): "Es fácil decir que puedo aprender... pero poner todo esto en práctica... Eso es otro asunto. No basta con saber lo que hay que hacer, tengo que ser capaz de actuar cuando realmente importa."

Cerró los ojos por un momento, dejando que su mente se calmara. Sabía que la teoría y la práctica a menudo no coincidían. Había leído sobre muchos héroes, historias de grandes luchadores y personas que tomaban decisiones acertadas en los momentos más difíciles, pero cada situación era única, y nada le aseguraba que él podría reaccionar de la misma manera.

Lincoln (con una expresión pensativa, sin dejar de mirar hacia el camino): "No tengo la experiencia que necesitan los grandes héroes... y aunque me entrenen, ¿seré capaz de mantener la calma cuando todo se ponga en serio? ¿Cuando el peligro sea real?"

Sabía que no podía seguir confiando solo en su rapidez o en la suerte. Cada vez que enfrentaba un problema, lo hacía con un impulso natural, pero la realidad era que aún no estaba completamente preparado para las consecuencias de sus decisiones. La experiencia, el saber cuándo actuar y cuándo esperar, cuándo correr y cuándo enfrentar, era algo que no podía aprender en un solo día.

Lincoln (pensando profundamente): "¿Qué pasará cuando me enfrente a algo más grande que yo? ¿A algo que no se puede resolver solo con valentía? Creo que mi abuelo tiene razón. Necesito ser más estratégico... más calculador."

Por un momento, sintió una mezcla de frustración y determinación. Sabía que su viaje apenas comenzaba, y que aún quedaba mucho por aprender. Pero algo dentro de él también le decía que, aunque no tuviera toda la experiencia, si se esforzaba lo suficiente, podría hacerle frente a lo que viniera.

Lincoln (hablándose a sí mismo con convicción): "Lo haré. No puedo dejar que la falta de experiencia me detenga. Aprenderé, cometeré errores, pero aprenderé de ellos. Porque al final, lo que realmente importa es seguir adelante."

En otra parte

Six Six golpeaba las paredes de su celda con furia, cada impacto resonaba a través del frío metal, un sonido hueco que solo hacía eco de su creciente desesperación. Sus puños ya no eran tan firmes como antes; la tensión y el desgaste de la prisión le habían pasado factura. Podía sentir cómo sus músculos comenzaban a fallar, cómo su cuerpo se rendía lentamente ante la tortura física y psicológica del confinamiento. Cada golpe era un recordatorio de lo impotente que se sentía.

La celda era pequeña, opresiva, y por cada golpe, sentía que se acercaba un paso más a perder el control. El sudor perlaba su frente, su respiración se volvía más pesada y entrecortada. Era evidente que algo no iba bien. Six Six nunca había sido vulnerable, siempre había sido el depredador, el cazador, pero ahora, encerrado en esa prisión, sentía cómo su resistencia se desmoronaba poco a poco. Algo no estaba bien, algo le había pasado en sus experimentos… el gobierno no solo lo había capturado; lo había alterado de alguna manera. No era solo el encierro lo que lo destruía, era lo que le habían hecho. ¿Qué le habían hecho?

Su mente comenzaba a girar en círculos, buscando respuestas que no encontraba. La angustia de no saber qué le había ocurrido, de no saber por qué se sentía tan débil, tan fuera de lugar, lo consumía. Cada vez que miraba las paredes metálicas, sentía que algo lo vigilaba. Estaba en manos del gobierno, y sabía que no le permitirían escapar tan fácilmente. No era solo la prisión lo que lo mantenía cautivo, sino lo que el gobierno había hecho con su cuerpo, lo que lo había transformado.

De repente, un sonido interrumpió su pensamiento. Al principio pensó que era producto de su locura, algo más, tal vez una alucinación creada por su mente sobrecargada. Pero luego, lo oyó de nuevo. Gritos. Gritos desgarradores, provenientes de alguna parte lejana de la instalación. Gritos de alguien que estaba siendo torturado, que estaba siendo… destruido. La angustia en esos gritos era palpable, y algo en el aire cambió. La temperatura parecía descender de repente, como si la misma celda se estuviera enfriando. Los ecos de esos gritos llegaron a sus oídos, retumbando en su cabeza.

Los gritos fueron seguidos por un largo silencio, un silencio que hizo que Six Six se quedara quieto, su mente tratando de procesar lo que acababa de escuchar. ¿Quién estaba allí? ¿Qué le estaban haciendo a esa persona? ¿Era otro prisionero? ¿Alguien más atrapado en este lugar de pesadilla?

Los gritos comenzaron nuevamente, esta vez más fuertes, más cercanos. Podía escuchar el dolor en cada palabra, el sufrimiento que resonaba en cada grito. No era solo un lamento, era el sonido de alguien que estaba siendo desgarrado, torturado, empujado al límite de lo humano. La violencia de esos gritos le erizó la piel, y por un momento, una sensación de horror lo invadió. Aunque Six Six había sido entrenado para ser imparable, para ser una máquina de destrucción, nunca había escuchado algo tan… humano, tan visceral.

Six Six (temblando ligeramente, en un susurro): "¿Qué... qué le están haciendo?"

Un grito más fuerte, casi desgarrador, interrumpió sus pensamientos, y Six Six apretó los puños, como si eso pudiera silenciar el dolor ajeno que inundaba el aire. Pero no podía escapar de los sonidos. Los gritos se entrelazaban, retumbaban en sus oídos, llenándolo de una sensación de horror que no lograba entender.

De pronto, los gritos cesaron, y el silencio que siguió fue peor que los ruidos. El vacío era más denso, más pesado. El aire se sentía espeso, como si algo ominoso lo envolviera. Pero entonces, en ese silencio mortal, escuchó algo más. Un susurro bajo, tembloroso, que parecía venir de algún rincón de su propia mente.

"¡Ayúdame... por favor!"

La voz era débil, rota, y la angustia era tan palpable que casi podía sentirla en su piel. ¿Era otro prisionero? ¿O simplemente una víctima más del gobierno? El susurro resonó en su mente, un recordatorio de la fragilidad de la vida, de lo que estaba pasando en ese lugar.

Six Six (con voz baja, pero llena de angustia): "¿Quién... quién está allí?"

El grito anterior, tan fuerte y desesperado, se desvaneció en la oscuridad, y un eco de pasos retumbó a lo lejos. La figura que había estado gritando ya no estaba allí, y Six Six no sabía si esa persona aún estaba viva o si la habían silenciado de la misma manera en que se había silenciado a tantos antes. Pero la pregunta seguía martillando su mente: ¿qué le había hecho el gobierno? ¿Qué hacían en este lugar?

Sus propios pensamientos se mezclaban con los ecos de esos gritos, como si fueran una misma cosa, una misma angustia, y la sensación de estar atrapado en una pesadilla sin fin lo invadió. Six Six, el imparable, el invencible, ahora estaba arrinconado por sus propios miedos, por lo que el gobierno había hecho para controlarlo.

Six Six (en un susurro ahogado, con una mezcla de miedo y furia): "¡Malditos...!"

Y mientras la oscuridad lo rodeaba, mientras los ecos de los gritos se desvanecían lentamente en la distancia, la angustia y el miedo le seguían, inquebrantables.

En otra parte de la misma selva, la escena era aún más inquietante. En una celda aislada, Hex yacía en el suelo, completamente demacrado. Su figura, que antes había sido de imponente presencia, ahora era una sombra de sí mismo. La piel de su rostro estaba tirante, dejando ver cada hueso y cada contorno, como si estuviera siendo vaciado desde adentro. Su cuerpo, antes fuerte y saludable, ahora parecía un cadáver en vida, cubierto por una capa de sudor pegajoso que no parecía hacerle frente al calor denso de la jungla.

Habían pasado solo dos días desde que lo capturaron, y aunque el tiempo había sido breve, su transformación era alarmante. ¿Qué le habían hecho? La rápida desnutrición no parecía natural, como si algo mucho más siniestro estuviera sucediendo. No era solo el hambre lo que lo estaba consumiendo, era algo más. Algo que se movía en las sombras de la celda, algo que se sentía en el aire viciado, cargado de una presencia invisible.

Hex intentaba levantarse, pero sus músculos no respondían como deberían. Los esfuerzos eran débiles, casi desesperados, y su cuerpo temblaba al tratar de moverlo, como si estuviera perdiendo toda su fuerza vital. Su respiración, cada vez más superficial y entrecortada, mostraba lo que estaba ocurriendo dentro de él. No solo estaba desnutrido, sino que algo en su interior parecía descomponerse a una velocidad alarmante.

Él sabía que algo no estaba bien. No solo era la falta de comida. La sensación de descomposición física iba mucho más allá. Sentía como si algo extraño estuviera drenando su energía, su vitalidad. El tiempo parecía ralentizarse mientras su mente trataba de comprender lo que estaba sucediendo, pero cada vez que intentaba concentrarse, la sensación de confusión se intensificaba.

Hex (pensando en voz baja, con dificultad): "Esto... no es normal... ¿Qué me están haciendo? ¿Qué... me están... quitando?"

Una sombra cruzó frente a la celda, momentáneamente bloqueando la luz tenue que llegaba desde afuera. Hex, con los ojos entrecerrados y completamente agotado, intentó levantar la cabeza para ver quién pasaba. En el silencio abrumador, solo pudo escuchar sus propios pensamientos y el sonido amortiguado de sus débiles respiraciones.

De repente, una ráfaga de ruidos cortó el aire, distantes, pero inconfundibles. Gritos. Gritos humanos. Y, aunque la procedencia parecía lejana, algo en esos gritos era diferente. No era un simple lamento, sino una manifestación de terror, desesperación. No eran solo los gritos de alguien más. Había algo oscuro, algo extraño en ellos que hacía que la piel de Hex se erizara.

Hex (en un susurro, casi inaudible): "Es... es como si todo aquí... fuera parte de algo más grande... algo que no comprendo."

Los gritos se desvanecieron en la distancia, dejando tras de sí una inquietante calma. La sensación de terror seguía flotando en el aire. El dolor físico de Hex no era solo el de un cautivo hambriento; era el de un hombre que sabía que estaba siendo manipulado, alterado, marcado de alguna manera por fuerzas que no podía controlar ni comprender.

Con una última mirada vacía, Hex se recostó nuevamente en el frío suelo de la celda. Su mente era un torbellino de pensamientos, pero había una certeza cada vez más clara: no era solo el hambre lo que lo estaba destrozando. Era algo mucho peor. Algo que podría incluso dejarlo irreconocible, tanto por fuera como por dentro. Y en ese momento, el futuro parecía un laberinto oscuro del que no podría salir.

Hex, debilitado y con la visión borrosa, vio cómo la puerta de su celda se abría lentamente, el chirrido metálico resonando en el espacio reducido. El destello de la luz exterior, aunque tenue, lo cegó momentáneamente, obligándolo a entrecerrar los ojos. En el umbral, una figura se mantenía inmóvil, observándolo. Era imposible distinguir sus rasgos; la luz detrás de él lo convertía en una silueta oscura y ominosa.

Hex intentó incorporarse, sus movimientos lentos y pesados como si su cuerpo estuviera hecho de plomo. La presencia de aquella figura le dio una chispa de fuerza, un impulso de esperanza o tal vez de desafío.

Hex (con voz quebrada y apenas audible):
"¿Quién eres?... ¿Qué... me han hecho?..."

El hombre no se movió, ni siquiera un parpadeo delataba alguna emoción o intención. La presencia inquebrantable del extraño hizo que el aire en la celda se volviera más denso, opresivo.

Hex (con más fuerza, intentando un tono amenazante):
"¡Responde!... ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué están... planeando conmigo?"

El silencio que siguió fue aún más perturbador que la presencia misma del hombre. No hubo ni un sonido, ni una respuesta. La figura simplemente se quedó allí, observando, como si estudiara a Hex, como si su sufrimiento fuera una especie de experimento.

Hex (desesperado, casi gritando):
"¡Maldita sea, habla! ¡Dime algo!"

Pero no obtuvo nada. La figura permanecía impasible, como una estatua sombría en la entrada de su prisión. La sensación de impotencia creció en Hex, mezclada con una ira visceral que no podía descargar. Cada pregunta, cada grito parecía disiparse en el aire, sin respuesta, sin eco, solo un abismo de silencio y desesperación.

Finalmente, agotado por el esfuerzo, Hex cayó de nuevo al suelo, sus fuerzas desvaneciéndose. Su respiración era errática, sus ojos fijos en la figura que aún no mostraba signos de moverse o hablar. La incertidumbre de la situación lo desgarraba por dentro, dejándolo en un estado de angustia insoportable.

El hombre dio un paso hacia adelante, acercándose a Hex. Aunque aún no podía ver su rostro, el simple acto de acercarse intensificó el temor en el corazón de Hex. La sombra que proyectaba el extraño parecía envolver todo a su alrededor, dejándolo sumido en la más absoluta oscuridad.

Hex (en un susurro, casi inaudible):
"¿Qué... quieren de mí?"

El silencio fue la única respuesta.

El hombre en la celda de Hex no respondió. Tras un largo y tenso silencio, dio media vuelta y salió, cerrando la puerta tras de sí con un chirrido metálico que resonó en la oscuridad. Hex quedó solo, su mente inundada de preguntas sin respuesta, su cuerpo débil y su espíritu desgastado por el misterio de su situación.

En otro lugar del complejo, en una sala de vigilancia fría y estéril, tres hombres del gobierno observaban las pantallas de seguridad. Cada monitor mostraba una celda diferente, algunas albergaban criaturas alienígenas, otras contenían formas de vida de aspecto monstruoso. Las imágenes eran un recordatorio de los horrores ocultos en ese lugar.

Hombre 1 (mirando las pantallas, con tono indiferente):
"Estos dos son los más nuevos. Apenas llevan aquí dos días."

Hombre 2 (sin apartar la vista de las pantallas, con una sonrisa cínica):
"Sí, pero mira lo rápido que se están deteriorando. Especialmente Hex. Apenas dos días y ya parece haber pasado semanas."

Hombre 3 (con tono más serio, cruzando los brazos):
"No son los primeros, ni serán los últimos. Tenemos muchos más aquí. Cada uno con su historia... y su utilidad."

La conversación dejaba un aire de misterio sobre el número real de prisioneros en el complejo. Los monitores no mostraban todas las celdas, solo una selección. La magnitud del lugar y el número de criaturas detenidas seguían siendo un secreto, incluso para ellos.

Hombre 1 (con un suspiro, cambiando de monitor):
"¿Cuánto tiempo lleva esto funcionando? A veces me pregunto si alguna vez se nos saldrá de control."

Hombre 2 (riendo suavemente, sin preocupación):
"Eso no es asunto nuestro. Solo seguimos órdenes. Mientras mantengan las cosas contenidas, estamos bien."

La pregunta quedó flotando en el aire: ¿cuántos más estaban en ese lugar, y cuánto tiempo llevaban allí? Las celdas, las criaturas, todo parecía ser parte de un proyecto mucho más grande, uno cuyo alcance y propósito eran desconocidos incluso para aquellos que trabajaban dentro de sus muros.

En otra parte, Lincoln estaba sentado en el asiento del copiloto, hablando por teléfono con sus padres. Su abuelo Leonardo estaba al volante, conduciendo con calma por la carretera. A pesar de estar enfocado en la conducción, Leonardo mantenía un oído atento a la conversación de Lincoln.

Lincoln (con voz tranquila, tratando de sonar despreocupado):
"Sí, mamá, todo va bien. Ha sido un viaje tranquilo, nada de qué preocuparse."

Rita (desde el otro lado de la línea, con tono preocupado):
"¿Seguro, Lincoln? Sabes que siempre puedes llamarnos si necesitas algo. ¿Cómo te está yendo con tu abuelo?"

Lincoln (sonriendo para tranquilizarla):
"Sí, mamá, está todo bien. Abuelo Leonardo es genial, me está enseñando muchas cosas. Hemos estado viendo algunos paisajes increíbles y probando comida local. Es como unas mini vacaciones."

Leonardo esbozó una ligera sonrisa al escuchar a Lincoln. Sabía que su nieto estaba haciendo un esfuerzo por mantener a sus padres tranquilos, evitando cualquier mención de los recientes encuentros alienígenas y las situaciones peligrosas que habían enfrentado.

Rita (suspiro aliviado):
"Me alegra oír eso, cariño. Sólo recuerda que puedes hablar con nosotros cuando quieras, ¿de acuerdo?"

Lincoln (con firmeza):
"Claro que sí, mamá. Los mantendré informados."

Después de despedirse de su madre, Lincoln colgó el teléfono y miró por la ventana, dejando escapar un leve suspiro. Sabía que mantener a sus padres al margen de los eventos más peligrosos era lo mejor para evitar su preocupación, pero también sentía el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.

Leonardo (sin apartar la vista de la carretera, con un tono calmado):
"Lo estás manejando bien, Lincoln. Tus padres están tranquilos, y eso es importante. Pero recuerda, si alguna vez necesitas hablar de lo que realmente está pasando, yo estoy aquí."

Lincoln (mirando a su abuelo, con una ligera sonrisa):
"Gracias, abuelo. A veces es difícil, pero sé que estamos haciendo lo correcto."

Ambos continuaron su viaje en silencio, con la carretera extendiéndose frente a ellos y la sensación de que los desafíos aún no habían terminado.

Mientras Lincoln miraba por la ventana, una sensación de inquietud lo invadía. Sabía que las cosas no serían iguales cuando regresara a casa. Había visto y experimentado demasiado en este viaje como para pensar que su vida volvería a ser normal. La tranquilidad aparente de la carretera contrastaba con los pensamientos que se agolpaban en su mente. Sabía que, aunque trataba de proteger a su familia de la verdad, él mismo no podía escapar de ella.

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En otra parte del universo, en el corazón de una nave espacial imponente, Vilgax, el conquistador galáctico, estaba de pie frente a una consola de control. Su semblante era de pura determinación mientras observaba el despliegue de cápsulas que contenían sus droides de combate, listos para ser enviados a la Tierra con un solo propósito: recuperar el Omnitrix.

Azmuth (apareciendo en una pantalla de comunicación, con un tono sarcástico):
"Vilgax, ¿cuántas veces has intentado esto? Y ahora envías más de tus máquinas a hacer tu trabajo sucio. Si tanto deseas el Omnitrix, ¿por qué no lo haces tú mismo?"

Vilgax giró lentamente hacia la pantalla, su rostro severo y sus ojos brillando con furia controlada. Su voz resonó con un tono profundo y amenazante.

Vilgax:
"Azmuth, no subestimes mis decisiones. Mi presencia en la Tierra con toda mi nave sería un movimiento innecesariamente arriesgado. Los Plomeros han demostrado ser más que un obstáculo menor, y sus números, aunque no son un desafío para mi poder, complicarían la misión."

Azmuth (con una ceja levantada, desafiante):
"¿Entonces admites que les temes? Siempre pensé que Vilgax no conocía el miedo."

Vilgax (rugiendo con una mezcla de ira y paciencia):
"¡No es miedo, Azmuth, es estrategia! Si ataco con toda mi flota, los Plomeros y sus aliados, esos inútiles terrestres que has ayudado a equipar durante años, se unirán en una fuerza demasiado grande para que sea práctico enfrentarlos de frente. La superioridad numérica no es algo que deba ignorarse. Mis droides son dispensables y eficientes; obtendrán lo que necesito sin llamar demasiado la atención."

Azmuth (cruzando los brazos, con un tono burlón):
"Siempre la misma excusa. Mandar a otros a hacer el trabajo difícil mientras tú te quedas atrás. Tal vez, después de todo, el Omnitrix está en mejores manos de lo que pensaba."

Vilgax (con un susurro amenazante):
"El Omnitrix será mío, Azmuth. Y cuando lo tenga, te asegurarás de ver la magnitud de tu error al ponérmelo en el camino."

Azmuth mantuvo su mirada firme, sin dar señales de intimidación, antes de que la comunicación se cortara. Vilgax observó cómo las cápsulas con sus droides eran lanzadas al espacio, dirigidas hacia la Tierra, donde esperaba que su nueva estrategia diera frutos. Su mente, sin embargo, seguía planeando los próximos pasos, consciente de que cada movimiento era crucial en su búsqueda para conquistar el Omnitrix y, finalmente, dominar el universo.

Fin del capítulo

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