La pequeña sonrisa en el rostro relajado de Error llenaba de ternura al pintor, quien se dedicaba a acariciar su rostro con suavidad mientras cantaba parte de una melodía que había escuchado por casualidad y que aún mantenía en su mente.

Estaban acostados en su cama. Error hecho bola, abrazando el torso de Ink mientras enterraba su cara en el pecho de éste, e Ink rodeando con sus brazos la cabeza ajena mientras la acariciaba. Ambos con sus piernas enredadas entre las del otro y compartiendo la calidez de su magia.

Quizás Ink no tenía la mejor voz de todas, pero Error sabía que no disfrutaría aquella canción con otra voz que no sea la de su esposo.

Esa noche durmieron así, Error aferrado a Ink cual niño pequeño, escuchándolo cantar; e Ink brindándole a Error protección y cariño por medio de sus caricias y su tierna canción.