IIIII. Más desaparecidos.

Ocho de la mañana. El día es agotador.

¿A qué clase de persona malvada se le ocurrió que los niños debían de asistir a la escuela a las ocho de mañana? ¡Qué tortura! Como todas las mañanas se dirigió al salón de su querido y hermoso mejor amigo y futuro marido para saludarlo como ya le era habitual. Oh, sí. Nuestro pequeño detective estaba seguro que se casaría con él.

Pero tal fue su sorpresa al no encontrarlo ahí.

— Oye... —se le acercó a un niño muy bajito.

— ¿Qué pasa? —contesta cerrando su revista de cosméticos, de esas que lee su queridísima señora madre.

— ¿En dónde está Kaminari? El rubito. —pregunta.

— No hay llegado, a lo mejor viene más tarde. A veces tarda en llegar.

Bueno, eso era cierto. Y no decide preguntar ni despedirse para salir de ahi para dirigirse a su salón. Después de todo, ya era tarde y no tardaba para que un profesor llegara a poner esas horribles actividades. Hoy por fin probarían con los escritos después de una intensa semana de pegar macarrones y estar viendo sumas de dos dígitos, ¡De dos dígitos! Qué personas más desalmadas.

—♥—

— ¿Y Kaminari? —pregunta una vez que llega. El pequeño niños vuelve a cerrar su catálogo que seguramente le robó a su mamá.

— No vino.

Eso era imposible. Ahora que miraba bien el interior, el salón estaba medio vacío. No había casi nadie asi como en el suyo. Algo extraño estaba sucediendo.

— Algo anda mal... —susurra el pequeño detective sacando sus notas. Hay algo que de seguro se le escapa de las manos ante la desaparición del pequeño Midoriya porque incluso ese sujeto seguía sin aparecer.

Algo está pasando.

Intuye que...

Un tipo grande como ropero entró a la escuela y secuestró a Midoriya.

O...

Un tipo grande como ropero esperó a que a que saliera de la escuela u secuestró a Midoriya.

Era extraño.

Y es que los profesores ninguno les decía algo importante desde que Midoriya empezó a faltar.

Y no sólo él.

También habían otros niños desaparecidos.

Parte de la clase A había desaparecido.

Y eso era muy extraño.

Su hermoso mejor amigo.

Midoriya.

El mal partido ese que se hace llamar Kirishima.

El casi Dios Todoroki.

La castaña que se le declaró a Bakugō.

La chica amable de coleta extravagante.

La amiga de esa chica amable.

La chica que se sienta al lado de esa chica.

La lista era enorme. Esto dejaba un total de cuatro niños y cuatro niñas desaparecidas. ¿Es que esto no se podía poner más extraño?

Esta vez no podía esperar más. Tenía que enfrentarse ante la verdadera maldad para saber qué ocurría.

Los profesores.

—♥—

— Dices que estás llevando una investigación acerca de dónde están los niños desaparecidos desde hace una semana, ¿Estoy en lo correcto? —el profesor Aizawa le da un largo sorbo a esa marga bebida que sólo los adultos consideran deliciosa.

— Así es. Necesito los archivos de cada uno de los desaparecidos. —Shinsō observa sus notas.— Todo parece indicar que se trata de un secuestro múltiple.

— A veces los niños faltan.

— ¡Pero no mi mejor amigo! —exclama.— Quiero decir, no todos faltan, algunos incluso llevan bastantes días como... ¡Midoriya! —saca de sus notas un dibujo de ese particular sujeto.

Aizawa toma el papel y lo mira con detenimiento.

— ¿Hablas de Izuku Midoriya? —Shinsō asiente con la cabeza.— Deja esta "investigación", verás que van a regresar tus amigos.

— ¡Pero—!

— Ve a almorzar que el receso no es eterno. —y le cierra la puerta.

Demonios.

De verdad necesitaba entrar ahí pero... ¿Cómo haría eso? Necesita ayuda y sin su querido mejor amigo realmente no hay mucho que hacer. ¡Demonios!

— Hey, chico raro. —el gran Bakugō se le pone delante. Shinsō siente la necesidad de hacer una reverencia pero su inquietud no le permite y sólo se limita a verlo.

— ¿Sí?

— Ven conmigo. Tenemos que hablar.

La investigación quedaría aquí.

Por ahora.

***
Capítulo corto. En el siguiente no habrá bitácora porque será continuación de este.

¿Acaso el gran detective está en problemas?

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