IV. Amy

Víspera de navidad.

Ese olor hogareño, tan cálido, tan... Es tan difícil de describir lo bien que se siente pasar la navidad en tu casa junto a tu hijo.

Verdaderamente, era muy difícil armar una cena entre una erizo. Sinceramente, el pequeño no ayudaba en nada dejando sus juguetes regados en el piso del comedor; además, ese pavo no ayudaba mucho.
Era la primera vez que cocinaba un pavo tan grande como ese. Normalmente, cocinaba un pavo pequeño para dos pero éste año venía más gente de la que esperaba.
Realmente no, pero las tres hacen el colegio entero.

-¿Mami?-preguntó el pequeño, jalando la camisa holgada que traía puesta. La eriza dejó el pavo en la mesa antes de contestarle.

-¿Dime, Eddy?-su voz salió cansada pero tenía la dulzura de siempre.- ¿Pasó algo?

-N-no... No es nada...-la eriza se agachó a su altura y comenzó a acariciar sus púas. Un pequeño susurro de "Vamos, ¡ puedes!" hizo que el chiquitín se llene de valor.- ¿Cu... Cuándo vendrán las tías?

-En un rato llegan. Dijeron que venían dos horas antes de media noche. -le dio un beso en la frente y volvió a pararse- Ahora ayúdame con la ensalada, chiquitín.

Le dio unas cuantas palmaditas en la espalda de su hijo mientras de adentraban a la cocina.

Las cinco de la tarde lentamente se volvieron ocho, luego nueve, luego diez.
Todo estaba listo y las tres personitas que faltaban habían llegado.

Estaban comiendo felices.
Pero esa felicidad no completaba el corazón de Amy.
Necesitaba a alguien más quien pueda llenar el pequeño vacío de su corazón, pero lo disimulaba demasiado bien.

Sin darse cuenta dieron las doce.

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