23- Amor imposible ( Daniel )
-Hola, Dúnia, ¿ Dónde está Aisha?.
-Hola, Daniel, se ha quedado en la habitación todo el día, este fin de semana tengo que ir a ver a mis suegros y no me gustaría dejarla sola.
-Puedo llevarla conmigo a ver a mi madre y mi hermana.
-¿Podrías? Te lo agradezco mucho, ven siéntate, tengo que hablar contigo.
Me acerqué a la mesa de la cocina y me senté frente a Dúnia. La niña estaba durmiendo en un pequeño moisés a nuestro lado.
-Mira, Daniel, yo tengo ojos en la cara, veo cómo miras a mi hermana y sé que estás enamorado de ella. Ella te ve como un amigo de momento, pero sé que contigo puede ser feliz.
-Dúnia, no lo voy a negar, me enamoré de ella la primera semana de trabajar juntos, justo cuando ella acababa de conocer a Marc. He buscado la manera de terminar con este sentimiento pero no he podido. Lo he pasado realmente mal, teniéndola tan cerca y a la vez tan lejos. Me conformaba con verla y trabajar juntos, pero cuando me hablaba de Marc me moría un poco por dentro.
Mi consuelo era su felicidad, si ella era feliz yo también.
-Ahora Aisha está pasando por momentos difíciles, pero estás a su lado, con un poco de ayuda seguro que puedes hacer que se enamore de ti.
-El listón de Marc está muy alto, ya quisiera yo poder hacer que se ilusione conmigo.
Aunque lo lograra el fantasma de Marc seguirá con nosotros. Y no sé si seré capaz de lidiar con eso.
-Dale un poco de tiempo, lo superará. Si tú sigues a su lado se dará cuenta que existes y tendrás una oportunidad.
-No pienso desperdiciar esa oportunidad, Dúnia.
-Te voy a decir algo que es un secreto entre las dos, un día me confesó que se había sentido atraída por ti. Cuando estábais en Israel.
-¿En serio?
Asintió con la cabeza y una pequeña esperanza creció en mi interior. Tuvimos que dejar la conversación porque oímos que venía hacia la cocina.
Yo me escapé a la calle, ya que tenía que planear mi próxima estrategia.
Pensé en lo que me había dicho su hermana, si era cierto tenía alguna posibilidad todavía.
Llamé a mi madre y le hablé de Aisha, ella ya sabía que era mi compañera de trabajo, pero no se habían conocido todavía.
Le dije que la traería el fin de semana y le expliqué por encima lo que había pasado con Marc.
Mi madre, que no es tonta, ya se había dado cuenta de que yo sentía algo por ella, quería conocerla en persona y tras engañarla, la llevé a casa .
El fin de semana fue muy bien y conseguí que me prometiera que repetiríamos la experiencia.
Se llevaron muy bien las tres, tanto mi hermana como mi madre acapararon a Aisha y yo las observaba desde fuera, viendo cómo la arrastraban y le hacían olvidar su pena por un día.
El domingo volvimos por la tarde a casa y me confesó que lo había pasado bien, que le gustaban mi madre y mi hermana.
El lunes llegó y nos levantamos los dos a la vez. Vivir con ella era dulce y difícil.
Me gustaba con el pelo alborotado por las mañanas. Cuando se ponía el pijama después de ducharse y con el pelo mojado, nos sentábamos a ver una película juntos. Algunas veces se acurrucaba en mi hombro y me sentía afortunado.
Desayunamos y nos fuimos a la empresa.
Desde que vivía conmigo íbamos en mi coche. Llegamos a la oficina y la jefa nos dió la información del trabajo y nos dijo que fuésemos a Roma, Italia. Allí tendríamos que visitar dos hoteles que tenían malas reseñas y comprobar si era cierto todo lo que decían.
—En uno de ellos, hay quejas de la comida y el servicio de habitaciones. El otro de la limpieza.
Teníamos cuatro días para comprobarlo todo. Nuestro vuelo salía en tres horas.
Salimos y antes de llegar al coche inventé una excusa para volver a subir.
Corrí por los pasillos y encontré a la jefa en su despacho.
—Hola, perdona un momento.¿ La habitación en los hoteles es de dos camas?
—Sí, ya lo sabes, Daniel.
—¿Puedes cambiarla por una de matrimonio?
—Sin el consentimiento de Aisha no, lo siento.
—Mira, voy a ser sincero, estoy enamorado de ella y quiero conseguir que se fije en mi. Tú me conoces y sabes que nunca haría nada fuera de lugar.
—Daniel, no puedo hacerlo, lo siento.
—¿Sólo por esta vez?
—Si se entera Aisha nos puede denunciar, Daniel, no voy a arriesgarme.
—por favor, sólo esta vez. Sabes que soy una persona seria, es para hacerla salir de esa depresión, para que se sienta viva de nuevo.
—No insistas, no puedo.
—Está bien entonces. Veré cómo me las arreglo.
Lo había intentado pero no había salido bien. Quizás la próxima vez tendría más suerte.
Recordé la vez que habíamos dormido juntos aparentando que éramos pareja.
¡En fin! Tendría que improvisar.
Llegamos a casa y preparamos el equipaje.
—Aisha, ¿puedes ayudarme a escoger un traje de vestir?
—Voy, Daniel. Mira, este está bien.
Pedimos un taxi y fuimos al aeropuerto.
—¿Comemos algo antes de subir al avión?
—vale, Daniel, podemos picar algo en la pizzeria y luego ya cenamos bien en el hotel de Roma.
—Bien, yo invito.
Nos sentamos en la pizzeria del aeropuerto y la invité a comer.
Cuando volviese de Roma hablaría con Dúnia para averiguar algunos detalles que me ayudasen a atraer a Aisha.
Me gustaba verla comer, y ella parecía que no se fijaba en mí para nada. Pero recordé lo que me dijo su hermana y sonreí.
—¿En qué piensas?
—En nada, Aisha. Por cierto, igual tenemos que cambiar de habitación para comprobar el funcionamiento del servicio de habitaciones y la atención al público.
—Bien, la primera noche en una habitación y por la mañana pasamos a protestar y que nos cambien.
Aisha se había acostumbrado a trabajar conmigo y no cuestionaba mis ideas casi nunca. A veces sugería algo y lo llevábamos a cabo enseguida, a veces era a ella que se le ocurría una idea brillante y la poníamos en marcha también.
En el trabajo era eficaz y resolutiva.
Yo ya había esbozado el plan. Tenía que llevarlo a cabo en Roma, sin que ella sospechara nada.
Llegamos al hotel de Roma sobre las siete de la tarde. Nos instalamos y bajamos a cenar.
La primera impresión era buena. La cena no era de chef pero tampoco estaba mal.
—Tendremos que comer aquí mañana también, Daniel.
—Si, llamaremos por la mañana al servicio de habitaciones para que nos suban el desayuno.
Tras la cena la invité a venir conmigo a dar una vuelta pero puso una excusa y se fue a la habitación.
Debía tener paciencia, no me dejaría acercarme a ella de momento, pero había esperado mucho tiempo y podía esperar un poco más.
Me tomé una cerveza en el bar y subí al cabo de una hora.
Aisha ya estaba en la cama, pero yo sabía que no estaba dormida todavía. Me fuí a la ducha y expresamente me dejé el pijama en la cama. Salí de la ducha con la toalla enrollada en la cintura y me entretuve con el móvil antes de volver a meterme en el baño a ponerme el pijama.
Yo sabía que estaba despierta por su postura en la cama. Y tuve buen cuidado de pasearme por el cuarto de manera que me viese perfectamente.
Después me acosté sin más.
El día siguiente era martes y pedimos, como habíamos dicho, el desayuno en la habitación.
Nos lo trajeron bastante más tarde y frío. Lo anotamos en los informes.
Me vestí y salí de la habitación diciéndole que iba a pedir que nos cambiaran de habitación.
—Por favor, necesito que nos cambien la habitación pues estamos recién casados y queremos cama doble, no dos camas.
El recepcionista me miró pero no dijo nada. Me dió la llave de la otra habitación y me dijo que antes de las doce teníamos que haber desalojado la habitación en la que habíamos dormido.
Subí y metí prisas a Aisha. Entre los dos recogimos nuestras cosas y me la llevé a la otra habitación.
La prueba de fuego sería la cama, cuando la viese no sabía cómo reaccionaría.
Al entrar enseguida le dije que no quedaba libre ninguna habitación de dos camas y me creyó.
Primera prueba superada.
Durante ese día estuvimos comiendo y cenando en el hotel y descubrimos que la cena estaba bien pero las comidas del mediodía eran algo más que mediocres.
La noche del martes para mí sería un poco dura, ya que la tendría a mi lado y no podría tocarla como yo quería y necesitaba.
Como siempre intenté invitarla a salir pero tampoco quiso. Esta vez subí con ella a la habitación y dejé que se duchase en primer lugar. Después me duché yo y «olvidé» de nuevo el pijama.
—Aisha, necesito un favor.
—Dime, Daniel.— contestó con voz cansina
—Me he dejado el pijama en la habitación y ya estoy mojado, ¿podrías acercármelo por favor?
—Voy en un momento.
Me preparé a conciencia para despertar los instintos de Aisha.
Mi piel estaba mojada, brillante por el efecto de la luz y el agua. Enrollé una toalla pequeña a mi cintura, y había dejado la toalla de baño lejos de la ducha.
Abrí la mampara para que pudiese verme bien.
Estaba excitado y se notaba bajo la mini toalla.
Entró Aisha con el pijama y me dí cuenta que se quedaba parada en la puerta, mirándome, se quedó sin habla y para que pensase que no me daba cuenta le pedí también la toalla grande.
—Gracias, Aisha, hoy no sé lo que me pasa, estoy despistado.
- Tranquilo, te espero en la cama.
Alcé las cejas y enseguida rectificó
—Bueno para dormir, se entiende— rectificó enseguida poniéndose roja.
—Claro, claro, se sobreentiende.
Aunque yo no sabía cómo podría dormir con ella a mi lado.
Tardé menos de cinco minutos en ponerme el pijama y salir.
Me tumbé en el lado de la cama que me dejó y traté de que habláramos aunque fuese de trabajo, para que fuera consciente de que estaba a su lado.
Nos pusimos uno mirando al otro.
—Mañana nos vamos al otro hotel. Podemos rellenar el informe por la mañana antes de irnos.
—Sí, creo que será lo mejor. Pediremos el desayuno en la habitación a ver si viene bien y sólo ha sido casualidad lo de hoy.
—Daniel, creo que hay dos equipos en este hotel, uno trabaja bien y el otro es mediocre.
—Eso mismo he pensado yo, dejaremos claro el problema en el informe.
Vi que un mechón de pelo se le metía en el ojo, e instintivamente se lo retiré, provocanfo un escalofrío en ella.
—Bueno, vamos a dormir. Buenas noches, Aisha.
Y así dejé de provocarla. Me parecía suficiente para una primera vez.
Me giré de espaldas a ella, pero no me dormí, me dí cuenta de que ella tampoco dormía.
Debía estar totalmente sorprendida incluso asustada de su reacción. Hubiera deseado no tener que hacerlo, pero era la única forma de que reaccionara y volviese a estar viva de nuevo.
En ese viaje no quise presionar más y en el segundo hotel que visitamos me comporté como siempre.
Esperaba que cuando hablase con su hermana le ecplicase lo que había experimentado y ella me lo dijese a mi, para saber si iba por buen camino o tenía que buscar otra estrategia.
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