17- Nuevo comienzo.

Después de consolarnos mutuamente Laura y yo, me acerqué a Daniel y sin mediar palabra le abracé.
—Gracias por venir, no sé cómo te has enterado, pero no importa. Me alegro de que hayas venido.
Se separó un momento, y mirándome me dijo...

—Estás hecha un desastre, peor que en Israel con la intoxicación. ¿Habéis comido algo?

—No, hemos desayunado tarde y no hemos salido del hospital.

—¡Pues vamos!

—Espera un momento, deja que te presente a Laura, la hermana de Marc.

—Hola, Laura, soy Daniel, compañero de trabajo de Aisha y su amigo —dijo mirándome.

—Hola, Daniel, encantada de conocerte. ¿De qué conoces a Marc?

—No, no lo conozco personalmente, sólo lo que me ha contado Aisha, pero he venido para darle mi apoyo a ella y ahora que te veo me parece que tú también necesitarás que te den apoyo.
Venid las dos, ponerme al día con su estado.

Fuimos con Daniel a una pizzería cerca del hospital, allí pedimos una pizza familiar y  comimos todos.
Mientras tanto pusimos a Daniel al día sobre lo que había pasado y su estado actual.

—Tenemos que estar en el hospital a las ocho para volver a verlo.

—¿Cuándo le operarán?

—Los médicos no lo saben todavía, cuando lo estabilicen.

—Esperemos que sea pronto —dijo Laura.

—¿Cómo has sabido que estaba aquí? — le pregunté extrañada.

—Tu hermana me llamó y me pidió que viniera, está preocupada por ti, ella no podía venir porque tenía que acudir al médico.

—Las revisiones del embarazo.

—¿Tu hermana está embarazada? — preguntó Laura.

—Sí, desde hace poco, creo que tres meses.

Hablamos un poco los tres y nos volvimos al hospital de nuevo. Eran las siete de la tarde y esperábamos las noticias del médico.
A las ocho menos cuarto salió y nos llamó. Entramos con él Laura y yo, Daniel quedó fuera esperando.
Parecía preocupado y me dió miedo.

—Vamos a ver, la situación de su hermano no ha cambiado demasiado, sigue inconsciente, hasta que no recupere la consciencia no podemos operarle. En cuanto a las lesiones. Las hemos tratado todas: Tiene tres costillas rotas, que soldarán por sí mismas. La pierna la hemos enyesado y el resto de fracturas también están inmovilizadas.
Sólo falta que recupere la consciencia.

—¿Cuándo cree que la recuperará?

—No lo sabemos, puede ser ahora mismo como dentro de un mes o más.

Dimos las gracias al médico y salimos de la consulta. A las ocho entró Laura a verlo mientras me quedaba con Daniel.

—Aisha, tengo que decirte algo. Sé que ahora mismo no te importa lo más mínimo, pero te lo tengo que comunicar.

—¿Qué tienes que decirme?

—Te han escogido a ti para cubrir la vacante.

Lo miré a los ojos y vi en ellos un destello de alegría que trataba de disimular sin conseguirlo. Estaba contento porque íbamos a trabajar juntos, pero yo en esos momentos no sentía ninguna emoción.
Si me hubieran dicho que un pingüino era mi compañero,  tampoco hubiese reaccionado.

—Qué bien —contesté.

—Sé que en estos momentos no te importa lo más mínimo, Aisha, y lo comprendo, pero tendrás que incorporarte al trabajo la próxima semana.
Intentaré que te den más días aunque luego los tengamos que recuperar, pero no sé si lo conseguiré.

—Yo no me muevo de aquí.

—Aisha, por favor no te juegues el trabajo, podrás venir cuando tengas fiesta.

—No quiero irme hasta que no esté fuera de peligro.

—Hablaré con la jefa, quizás te dé unos días a cambio de no tener descansos después.

En realidad me daba igual todo, sólo quería que Marc se levantara y fuera el de siempre. Quería pasear de nuevo con él por la playa, abrazarle y ver la puesta de sol juntos.
Las lágrimas resbalaban por mis mejillas y Daniel, al darse cuenta, me abrazó.
Abrazados nos encontró Laura, que se quedó un poco sorprendida, aunque enseguida se dió cuenta de que estaba llorando y también me abrazó.
Fuí hacia el cubículo donde se encontraba  Marc, con mis guantes y gorro, con la bata, el corazón roto y la esperanza en mis ojos.
Lo vi por un momento como si estuviera dormido, llegué a su lado y le cogí la  mano como las dos veces anteriores. Le acaricié la mejilla, lo besé, y en voz baja le dije lo mucho que lo quería, que le echaba de menos. Besé sus manos y le conté todo lo que haríamos cuando despertase, dónde  iríamos... De pronto la mano se cerró sobre la mía un instante.
Llamé a la enfermera y le expliqué lo que había pasado, ésta me explicó que a veces se realizan movimientos espasmódicos estando en coma, pero de todos modos avisó al médico y me obligaron a irme.
Salí al pasillo como en trance, con el alma más ligera, pero con el temor de haberme equivocado.
Mientras salía oía el revuelo de médicos ,enfermeras y auxiliares corriendo de un lado a otro. Y al llegar a la sala de espera vi a Daniel abrazando a Laura como había hecho conmigo.
Les conté lo que había pasado y la impresión que yo tenía de ello.
Sin atrevernos a movernos de allí, esperamos noticias del médico. Más tarde salió una enfermera que no nos dijo nada, un médico que tampoco nos explicó nada. Al final se asomó el doctor que siempre nos había informado  con media sonrisa y me dió un vuelco el corazón.

—Bueno, tengo buenas noticias por fin, el señor Marc Gandús ha despertado del coma. Ahora mismo le hemos hecho una evaluación de su estado de consciencia y parece ser que se encuentra bien, habla con dificultad debido a que en un primer momento ha estado intubado, pero esto irá pasando poco a poco.
Vamos a permitir que entren ustedes dos — refiriéndose  a Laura y a mi —, cinco minutos, después deberá descansar toda la noche en la unidad de cuidados intensivos. Mañana podrán volverlo a ver a las diez de la mañana. Después le prepararemos para la intervención.

Por primera vez en dos días mis lágrimas eran de alegría, y no de dolor.
Entramos emocionadas y, al vernos, Marc esbozó una sonrisa que llenó mi corazón.
Lo besé en los labios y Laura en la mejilla.

—No nos dejan estar mucho tiempo, cariño, tienes que ser fuerte, mañana te operarán y después pasarás a planta en uno o dos días.

—Te quiero, Aisha. Y a ti, princesa.

Su voz sonaba ronca, y le dijimos las dos que también  le queríamos y que le echábamos de menos.
Los cinco minutos pasaron rápido y salimos a la sala de espera donde Daniel nos esperaba con una sonrisa.
Nos abrazamos los tres y salimos a la calle.

—Tenemos que celebrar que por fin ha despertado tu hermano —dijo Daniel —,y después os acerco a su casa para que descanséis.

—¿Tú a dónde vas a dormir? — le pregunté.

—Buscaré una habitación de hotel.

—¿Por qué no te quedas con nosotras? Puedes dormir en el sofá —expresó Laura.

Daniel dijo en un primer momento que no, pero al final cedió. Laura dormiría en la habitación de invitados, que era la que utilizaba siempre que venía a ver a su hermano.
Yo en su cama y Daniel en el sofá.
Cenamos de camino a casa de Marc. Yo esa vez pedí sólo una tortilla francesa y un flan, Daniel cenó como si no hubiera comido en días y Laura también comió bastante aunque no tanto como Daniel.
A las diez de la noche aparcó el coche de alquiler frente a la casa de Marc, yo me había quedado  dormida en el asiento después de casi cuarenta y ocho horas sin dormir, me despertaron suavemente y entré en su casa, donde todo me recordaba los momentos que habíamos vivido juntos Marc y yo.
Lo cierto era que estaba tan cansada que en cuanto entré en la habitación  me puse el pijama; me tumbé en la cama y me dormí de inmediato.
A la mañana siguiente me despertaron Daniel y Laura, von el desayuno preparado y listos para salir en cuanto desayunaran.

—Buenos días, Aisha, vístete pronto, son las ocho y media y a las diez tenéis que entrar a verlo antes de que lo operen.

—Enseguida estoy lista.

Me duché y vestí en un abrir y cerrar de ojos. Desayuné y salimos de casa.
Pudimos hablar con Marc antes de que se lo llevaran a quirófano, ahora sólo quedaba esperar que todo saliera bien.
Nos sentamos en la sala de espera, los tres juntos. Daniel salió un momento a hablar por teléfono, Laura y yo no podíamos dejar de mirar la pantalla en la que ponía que la operación de Marc estaba en curso.
Fueron más de seis horas de operación, pero el cirujano que habló con nosotros dijo que todo había salido bien.
Respiramos por fin tranquilas cuando a las siete de la tarde pudimos entrar a verlo, todavía un poco dormido por la anestesia, nos sonrió y lloré por la emoción.

De camino a casa me preguntaba cómo se podía querer tanto a alguien en tan poco tiempo. Nunca había sentido esto por nadie.
Esa noche Daniel llamó a nuestra jefa y consiguió que retrasase nuestra vuelta dos dias más. En vez del lunes tendríamos que ir el miércoles.
Para entonces Marc estaría fuera de peligro y podría llamarlo y hablar con él todos los días. Hasta que pudiese volver a venir a Mallorca.

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