14-¡Nos vamos a Israel!
Llegué de madrugada a Barcelona cansada, feliz y con un recuerdo agridulce por haber pasado tan poco tiempo juntos.
Dormí cuatro horas y a las ocho de la mañana estaba en las oficinas.
Mi cara era un poema, clara imagen de mi aventura Mallorquina: ojeras de no dormir y una sonrisa tonta de felicidad. No lo podía negar.
Daniel en cambio era la imagen de una persona fresca y descansada.
—Debes dosificarte un poco, Aisha, veo que estos días de fiesta han sido un poco moviditos...
Me dijo al verme.
Me ruboricé, ¿Tanto se me notaba?
Intenté desviar el tema y concentrarme en el trabajo.
Nuestra jefa directa nos dijo que este sería mi último trabajo y que al regreso ya tendrían claro quién sería contratado.
Nos explicó que esta vez iríamos a Israel para comprobar un hotel que ya formaba parte de la empresa. Habría que ser muy meticulosos, estudiar bien cada detalle y como era bastante grande necesitaríamos más tiempo.
Saldríamos en avión el miércoles, volveríamos el miércoles siguiente. Cinco días laborales, dos festivos intercalados, después, a nuestro regreso, cuatro días de fiesta.
Los billetes de avión de ida y vuelta ya tenían fecha y hora, aunque acabásemos antes no podríamos volver hasta el día estipulado.
El sábado y el domingo, podíamos adelantar trabajo si queríamos pero no podríamos salir de Israel hasta el siguiente miércoles.
—Necesitaréis los pasaportes, ¿Los tenéis vigentes? este es un visado de trabajo. Aisha, lleva un pañuelo para la cabeza y ropa suelta que te cubra las piernas y los brazos. Lo mejor será que os comportéis como pareja. Podéis decir que vais de luna de miel.
Miré a Daniel, que reía por lo bajo, se lo estaba pasando genial.
-¿No podríamos ser hermanos?
—Vuestros apellidos son diferentes, no es creíble.
—Está bien —, acepté —seremos una pareja en luna de miel.
Nos dieron toda la documentación necesaria, salimos y me fui a casa a preparar el equipaje. Llamé y le expliqué a mi hermana dónde iba. Me dio un sermón para que tuviera cuidado y la llamara cada día para saber si estaba bien.
Luego llamé a Marc, pero por la hora seguro que estaba trabajando y no me pude comunicar con él.
El martes pasó como un suspiro y a las diez de la noche volví a intentar hablar con Marc. Me contestó una voz de mujer que me dijo que estaba trabajando y que le daría mi recado.
Desistí de llamarlo de nuevo y le dejé un mensaje donde le explicaba que me iba a Israel, que me llamase cuando pudiera.
El miércoles salíamos a las seis de la mañana rumbo a Israel. Sin escalas llegaríamos a las dos del mediodía, eran ocho horas de avión.
Durante el vuelo, ambos repasamos los datos del hotel en estudio. Era una maravilla con piscina, gimnasio, sauna, spa, vistas al mar muerto. Un sueño.
Una vez planificado el trabajo, nos relajamos y le pregunté:
—Daniel, ¿Has venido alguna vez a Israel?
—Por trabajo no. Estuve hace años de vacaciones, seis días en un viaje organizado. Es diferente, un ambiente distinto, una cultura muy diferente a la nuestra.
—Cuando baje del avión me pondré el pañuelo.
—Póntelo antes de bajar.
—Está bien. ¿Qué has hecho estos días?
—A diferencia de ti, descansar. Fuí a casa de mi madre y mi hermana, relax y dejarme mimar.
—Yo fui a Mallorca pero Marc trabajaba, estuve también relajada durante el día...
—Ya me imagino que las noches serian moviditas.¿Cómo llevas la distancia?
—Daniel, tenías razón, es duro pero creo que lo conseguiremos.
—Me alegro. ¿Sabe él que te vienes a Israel?
—No hemos podido hablar por teléfono, tiene mucho trabajo. Esta noche intentaré hablar con él.
Noté en su mirada una luz inquietante, como si supiera algo que yo desconocía y sin dudarlo le pregunté qué pensaba él.
—Mira, Aisha, no quiero ser aguafiestas y preocuparte con mis tonterías, seguro que estoy equivocado, pero si no has podido hablar con él me da mala espina. Pero espera a llegar al hotel y le vuelves a llamar.
Lo miré, parecía genuinamente preocupado. Éramos compañeros de trabajo pero al pasar tanto tiempo juntos también éramos amigos. Me preocupé un poco al ver su rostro de seriedad.
—Seguro que hoy puedo hablar con él. Me esperaré hasta que sean allí las once de la noche y le llamaré.
Llegamos con un poco de retraso al aeropuerto, según el piloto habiamos dado un pequeño rodeo para evitar una tormenta y eso nos había retrasado. Salimos del aeropuerto en taxi y llegamos al hotel sobre las tres y media.
Ya no podíamos comer allí así que decidimos salir y buscar un sitio donde picar algo antes de la cena.
En el hotel nos habían dado una bienvenida especial y nos habían cambiado la habitación que en un principio íbamos a ocupar, por una suite especial cuya reserva había sido cancelada.
Creían que estábamos de luna de miel. Nosotros nos metimos en el papel y nos dimos la mano para entrar juntos.
La sorpresa fue que la habitación tenía sólo una cama de matrimonio, enorme eso sí, pero sólo una cama.
—Esta vez vamos a tener que compartir cama—. Dijo Daniel.
—Ni lo sueñes, yo duermo en el sofá.
—En la habitación no hay sofá, va, prometo portarme como un caballero...
—¿En serio?
Por mucho que estudié la situación, no tenía otra alternativa que dormir en la misma cama.
Comimos algo en un restaurante cercano y Daniel pudo comprobar mis conocimientos de idiomas. Le traduje la carta y pudo escoger lo que más le gustó.
Durante la comida estuve mirándole disimuladamente:
Estaba muy relajado, comía en silencio y me fijé que su ropa no combinaba muy bien. Sonreí para mis adentros, estaba claro que no tenía a nadie que le dijese lo que le quedaba bien o mal.
Me preguntaba si se lo tomaría a mal si le hablaba yo de eso.
En fin, igual al día siguiente le decía algo.
Hacia las cinco de la tarde volvimos al hotel, era un cinco estrellas, nos concentramos en el trabajo. Habíamos decidido acabarlo lo antes posible y disfrutar del tiempo que nos quedara libre.
La recepción del hotel era preciosa, nos hicimos fotos para enviarlas a la central. Como se suponía que estábamos en luna de miel, Daniel empezó a abrazarme, me cogía la mano y a veces por la cintura.
En esos momentos tenía que recordar que era por trabajo. Que no significaba nada, pero mi corazón se aceleró de todos modos. Los trabajadores del hotel eran muy amables, siempre manteniendo las distancias y marcando la diferencia social que supuestamente había entre nosotros.
Cuando creí que ya teníamos suficiente material le dije que parase.
Me sentía un poco incómoda y Daniel se dió cuenta enseguida. En voz baja y al oído me susurró:
—Tranquila, es sólo trabajo, ahora nos vamos a la habitación y bajaremos para cenar.
Oír su voz, sentir su respiración en mi oreja y su cercanía hicieron estragos en mí.
Subimos de la mano al ascensor mas cuando las puertas se cerraron enseguida se separó.
¿Qué me estaba pasando?
De pronto sentía una atracción física por Daniel que no tenia explicación.
En cuanto cerramos la puerta de la suite me fuí al baño y lo dejé solo.
Me miré en el espejo y me refresqué la cara con agua, hacía mucho calor, debía de ser eso. Pensé en Marc y decidí llamarlo. No tenía ni idea de la hora que sería en Mallorca. Pero necesitaba escuchar su voz.
Sonaron seis llamadas y a la séptima contestó.
—Hola, Aisha, ¿Cómo estas cariño?
—Bien —contesté —No sé si te dieron el recado pero estoy en Israel por trabajo.
—Sí, me lo dieron, pero no tengo ni idea de la hora que es allí, no quería molestar. Por eso no te he llamado antes.
—¿Dónde estás?
—En casa, acabo de cenar.¿Cuándo vuelves?
—No lo sé, Marc, hasta el miércoles de la semana que viene no tenemos el billete de avión, luego tenemos cuatro días de fiesta y nos dirán a quien contratan definitivamente. Se acaba el mes de prueba, cobraré la semana que viene y hasta entonces no me puedo escapar otra vez, mis ahorros ya no me dan para más billetes de avión.
—Intentaré ir yo a Barcelona. Voy a pedir un par de días de fiesta.
—Pero tu trabajo es de temporada, Marc, si pides fiesta igual te despiden.
—Me arriesgaré para verte.
Hablamos un rato de nosotros, de cuánto nos echábamos de menos y de lo que haríamos cuando nos encontráramos.
La conversación me sirvió para volver a centrarme y quitarme esa tonta sensación con Daniel.
Él por su parte, se había tumbado en la cama y estaba leyendo.
—Tenemos que deshacer la cama para dar la impresión de que hemos hecho algo juntos... —dijo al verme.
Se notaba que ya había hecho esto otras veces. Se le veía relajado,
Yo en cambio estaba un poco alterada, me asomé por el gran ventanal de la habitación y las vistas me dejaron sin respiración. Se podía ver la piscina, el mar, una terraza enorme y unos jardines muy bien cuidados.
—Esto es precioso...
—Sí, no te lo discuto, pero vamos a tener que trabajar mucho, hay mucho que revisar y tendremos que ser rápidos.
—Voy a mandarle una foto a mi hermana y a Marc. Se van a morir de envídia.
Les envié las fotos de las vistas y Dúnia me contestó enseguida diciéndome que disfrutara con cabeza. Típico de ella.
En cuanto a Marc, me mandó un escueto "Muy bonito"
Me dió la sensación de que tenía un poco de celos, quizás.
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