13-Una dosis de realidad.

Llegué a Mallorca sobre las siete de la tarde. Busqué un taxi para ir a casa de Marc, pero no tenía llave de la puerta de entrada, decidí ir hacia allí y esperarlo en el parque de niños que había cerca.
Estaba emocionada por volverlo a ver, impaciente por tenerlo a mi lado.
Sentada en el banco del parque, analicé por un momento los sentimientos que despertaba en mí.
Lo conocía hacía tan poco tiempo que me sorprendía lo mucho que me gustaba.
Claro que se lo estaba ganando a pulso: Me trataba como a una princesa, no podía quejarme de nada.
Pasaron dos horas hasta que llegó.
Me vino a buscar al parque y fuimos juntos a su casa. De camino compramos una pizza para cenar.
Ya cuando llegamos a su piso soltamos todo de cualquier manera y nos fundimos en un abrazo. Nos besamos y dejamos enfriar la pizza en la mesa mientras dábamos rienda suelta a nuestras emociones.
Doce días sin vernos se habían hecho muy largos, aunque habíamos hablado cada día, nos faltaban las carícias y el contacto.
Daniel tenía razón en una cosa, es difícil mantener una relación a distancia y yo sólo esperaba que lo consiguiéramos.
Pasamos directamente a la habitación, cogidos de la mano, me temblaban las piernas y el corazón me iba a mil. Pero mirando sus ojos me sentía hipnotizada.

—Te he echado tanto de menos Aisha.

—Yo también, Marc, te necesito  ahora.

Y tras mis palabras nos enredamos en una pequeña batalla para quitarnos la ropa lo más rápido posible,  acariciarnos y besarnos sin tregua.
Le quité la camiseta, acaricié su pecho desnudo y le besé. Mientras, él me había desabrochado la camisa, y sus manos ya iban tras el cierre del sujetador.
Mis labios en los suyos, las manos recorriendo nuestro cuerpo, con urgencia, como un sediento en el desierto al ver un oasis.
Le desabroché los pantalones y se los bajé, luego yo misma me quité los míos.
Caímos los dos en la cama, abrazados ya desnudos nos fundimos en un solo cuerpo. Despacio para saborearnos hasta quedar embriagados y, por último, dejarnos llevar por la pasión el deseo y las sensaciones.
Más tarde, abrazados todavía, hablamos de mis viajes y de su trabajo. Hasta que el hambre se hizo notar y nos levantamos a cenar.
Me puse su camiseta y él únicamente los bóxers. Calentamos la pizza y nos la comimos mirándonos a los ojos para grabarnos en la retina el rostro del otro.

—Te he echado muchísimo de menos.

—Yo también, Marc, ¿crees que podremos aguantar todo el verano así? A mi me cuesta mucho estar sin ti.

—Sólo será este verano, si todo sale bien iré a Barcelona a finales de septiembre y me quedaré todo el invierno. Si encuentro trabajo también el verano próximo.

—Te ayudaré a encontrar algo.
Juntos será más fácil.

Esa primera noche no nos dormimos hasta pasadas las cuatro de la madrugada, momento en el que caímos en un sueño profundo los dos.
Al despertar estaba sola y me asusté en un primer momento, hasta que recordé que él ya trabajaba y  hasta el lunes no tendría fiesta.
Me levanté y me di cuenta del desastre que habíamos dejado la noche de antes.
Sonreí, había valido la pena, sólo el recordarlo ya me hacía querer más.
Me duché y recogí el desorden reinante. Mi ropa y la suya estaban por el suelo, la caja de la pizza en la mesa, los vasos y mi bolsa de viaje estaban en el sofá...
Fui recogiendo y limpiando hasta que todo quedó de nuevo ordenado.
Era sábado y Marc me había dicho que tendría mucho trabajo. No lo esperaba hasta las nueve de la noche al menos.
Me había traído el bikini y una toalla y Marc me había dejado una copia de sus llaves para que tuviera libertad de ir y venir cuando quisiera. Decidí ir a la playa, no estaba lejos así que fui caminando y en veinte minutos estaba tumbada en la arena. Me llevé un libro para leer pero no podía concentrarme, mi mente volvía a la noche anterior.
Llamé desde la orilla a mi hermana para preguntarle cómo estaba y asegurarle que yo estaba bien.

—Hola, Aisha, ¿Dónde estás? Se oye ruido de fondo.

-Estoy en la playa, Tata, Marc está trabajando y me he venido a pasar el día aquí, luego comeré en el chiringuito.

—¿Marc no come contigo?

—Los fines de semana tiene más trabajo, pero el lunes libra.
—A ver si la próxima vez viene él a Barcelona.

—Dúnia, no puede venir, es un trabajo de temporada y no tiene vacaciones.

—¿Como fué el reencuentro?

—Genial...

—No piensas contarme nada.

—Tata, sólo tienes que imaginártelo. Doce días sin vernos...

—Vale, vale, no me digas nada más, sólo ten cuidado, tomad precauciones y pásalo bien.

—Dúnia, ¿Los mareos se te han ido ya?

—Si, ahora sólo quiero comer manzanas, me da igual que sean rojas o verdes, tengo a Edu ahora mismo de camino a algún supermercado para que me las compre.

—Pobre Edu, desde luego tiene el cielo ganado.

—De pobre nada, la de las náuseas, los mareos y la que se pondrá gorda seré yo, así que al menos que haga algo.

—No seas mala, Dúnia, está teniendo mucha paciencia contigo.

—Ni que fuera un ogro...

—Tata, le pediste un helado de oreo y cuando por fin lo encontró ¡le dijistes que habías cambiado de opinión y querías de frambuesa!

—Jajaja. Eso fué divertido. Puso una cara...como de querer matarme.
Tú ten cuidado cariño.

—Bueno, te prometo tener cuidado, nos vemos el martes.

Sobre las dos me fui a comer a un restaurante cerca de la playa y sobre las seis ya estaba en casa de Marc.
Miré la nevera para ver qué podía preparar para cenar. No quería que fuese una cena muy copiosa ni tampoco que la cena se alargase mucho, prefería pasar el tiempo haciendo otras cosas.
Como no encontré nada que me inspirase bajé a la calle en busca de un supermercado.
Entré en el primer súper y compré tomates, lechuga, mozzarela, nueces y algunas cosas más para preparar una ensalada completa. Para postre encontré brownies de chocolate y compré nata para montar.
Llegué a casa y preparé la ensalada, la dejé en el refrigerador para que estuviera fresca y me senté en el sofá para ver la televisión.

Perdí la noción del tiempo, cuando llegó Marc ya eran las once de la noche, estaba cansado y no quería cenar. Le ofrecí el brownie con nata y los dos nos lo comimos pero sin la nata.
Lo abracé y traté de darle un masaje en la espalda para que se relajara. No surtió efecto, estaba enfadado por no sé qué historia del trabajo. Me pidió que lo dejase un momento solo.
No me enfadé en el estricto sentido de la palabra, pero me sentí un poco molesta por el desprecio a la comida que había preparado con tanta ilusión.

—Bien, te espero en la habitación.

—Gracias, Aisha, perdona pero necesito estar solo un momento para tranquilizarme.

—Hasta luego.

Me metí en la habitación y me tumbé en la cama. Tenía ganas de llorar, aunque sabía que era una reacción egoísta por mi parte. Estaba cansado del trabajo y debía comprenderle, pero estaba tan acostumbrada a la versión feliz de Marc que no supe encajar esa otra cara suya.
Al cabo  de  una  media  hora entró en la habitación y yo me hice la dormida. Se acostó a mi lado y se durmió como un leño. En cambio yo no pude pegar ojo en toda la noche.
Llegué a pensar en marcharme a Barcelona esa misma mañana, pero algo en mi interior me decía que esperase.
La mañana del domingo, al despertar me encontré con una nota de Marc:
"Buenos días. Lo siento, Aisha, ayer no fui la mejor versión de mi mismo, me comporté como un desconsiderado y de verdad quiero que sepas que la cena que preparaste tenía una pinta deliciosa. Gracias por cuidar de mí.
Aunque a veces no me deje".
La leí varias veces antes de decidir nada. Finalmente ganó mi lado más benevolente y preferí quedarme un día más.
También  el domingo estaría sola gran parte del día, aunque volviese un poco antes que el sábado.
Me llamó a media mañana...

—Hoy estaré hasta las seis trabajando, espero volver a casa antes de las ocho de la noche y si te apetece podemos salir a cenar fuera.

—Marc, yo te quiero para mí sola esta noche. Yo preparo la cena.

—Está bien. Nos vemos luego.
No parecía muy convencido de quedarse en casa. Pero no le di más importancia.
Salí a la playa y disfruté de un paseo. Regresé después  de comer para dedicarme a preparar la cena de nuevo.
Sobre las seis y media ya lo tenía todo preparado.  Me duché en un momento y me puse un conjunto de ropa interior muy sexi y un vestido ajustado. No es que tuviera un cuerpo diez  pero estaba bastante bien. Me miré en el espejo y me pareció que a Marc le gustaría.
Me senté a esperarlo con una copa de vino.
Pasaron los minutos y no venía, pasaron las horas y no llamaba.
Sobre las diez de la noche estaba preocupada. Le llamé a su móvil y no me respondía.
No podía llamarle al trabajo porque no tenía el número, estaba de verdad preocupada cuando de pronto lo vi entrar en casa como si no pasara nada.
Por un lado me sentí aliviada y por el otro enfadada.

—¿Qué ha pasado? —le pregunté seria.

—Un problema en el trabajo, no te preocupes.

—¿No podías haberme avisado? la cena está fría, el vino caliente y yo muerta de preocupación.

—Lo siento, Aisha.

—¿Que lo sientes?

—No tengo excusas, es el dichoso trabajo que se ha complicado...

—Bueno, está bien. Dame un beso Marc, aprovechemos nuestra última noche juntos hasta que pueda volver a venir.
Me miró y su semblante cambió, se suavizaron sus rasgos y sonrió por primera vez desde que había vuelto.
Se acercó a mi y nos abrazamos.
Lo había echado tanto de menos que cenar fue un suplicio. Comía sin dejar de mirarle a los ojos, después nos dirigimos directamente a la cama.
Había comprado unas velas durante mi paseo y las encendí. Nos amamos a la luz de las velas, con desesperación porque sabíamos que el día siguiente por la noche volvería a Barcelona.
Mis labios recorrieron todo su cuerpo, y apenas dormimos.
El lunes nos levantamos pronto, dimos un paseo y regresamos enseguida a su casa. No queríamos perder ni un instante del tiempo que nos quedaba.
Hicimos el amor nuevamente y ya de noche, cogí el último avión que salía hacia Barcelona.

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