Epílogo Grecabo: Love on the Brain

Inicio Ubicado Entre los Capítulos 22 y 23

Habían pasado recién unos pocos días desde que las cosas tanto en la sede, como en la vida de Gustabo, habían vuelto a la normalidad. Su hermano ya se había recuperado y había vuelto a dirigir la sede, permitiéndole a este estar un poco más relajado; ya que a pesar de haberse recuperado por completo de su herida del brazo, habían sido días muy movidos, entre estar cuidando a sus sobrinos (junto con el de barbas) y algunas cosas más en las oficinas. Sin embargo, no se esperaba lo que la vida le tenía preparado para ese día.

El rubio se despertó de repente. Comenzó a parpadear lentamente, intentando acostumbrarse a la luz del día que se filtraba por la persiana. Miró alrededor de su habitación, para luego mirarse así mismo, notando cierto sudor que se había impregnado en sus sábanas. Sintió mucho calor, se comenzó a sentir mareado y notó cierta molestia entre sus piernas. Lo que lo hizo percatarse de su erección, al mismo tiempo que se removía algo incómodo.

— Pero, ¿qué coño? — expresó, mientras pasaba su mano por su cara — no me jodas... no me digas que...

Se retiró la sábana de encima y tomó asiento en su cama, a la vez que buscaba con impaciencia, su móvil. Se percató que tenía un par de mensajes de Greco, de su hermano y de algún número desconocido. Sin embargo, no les dio mucha importancia a las notificaciones, ya que su atención estaba dirigida en busca de la aplicación del calendario. Una vez la encontró, sólo le tomó unos segundos en comprender porqué se estaba sintiendo de esa manera.

—Jooooder... — se quejó, mientras soltaba un suspiro de resignación — justo tenía que ser hoy.

El alfa con cierta brusquedad volvió a tirarse en su cama, esperando que dormir otro rato más le aliviase el malestar que estaba sintiendo en ese momento, cosa que sabía perfectamente sería inútil; ya que lo que necesitaba era ser aliviado de otra manera. De repente, en su mente la imagen de Greco hizo presencia. Intentó en vano tratar de pensar en otra cosa, pero le resultaba difícil, siendo consciente del deseo que sentía por el otro alfa y por la molestia en sus pantalones que no podía ignorar por más tiempo. Así que lentamente su mano fue tomando dirección sur, justo en ese punto donde hacía presión contra el colchón, y con cierta calma fingida, metió su mano dentro de su pantalón de pijama.

El rubio gimió por lo bajo, cuando empezó a mover sus caderas en busca de algo de fricción. Rápidamente comenzó a aumentar el ritmo y como producto de su alto nivel de excitación, sus gemidos cada vez se hacían más fuertes, haciéndolo morder su almohada en un intento de acallarlos. Lo cual no resultó, pues necesitaba más, así que cambió su posición para quedar boca arriba. Se quitó con desesperación el pantalón, quedando completamente desnudo, ya que no llevaba camiseta. Tomó con firmeza su miembro ahora muy duro, y llevó su otra mano a la boca. Lamió dos de sus dedos, humedeciéndolos de saliva, para dirigirlos luego a su entrada.

El alfa era ahora mismo un manojo de sensaciones y sollozos. Mientras que con una mano estaba masturbando su glande con determinación, con la otra estimulaba su entrada; haciendo que estuviese más cerca de alcanzar esa sensación que su cuerpo le ha pedido desde que despertó, sin embargo, se vio obligado a detenerse cuando escuchó una llamada proveniente de su móvil. En primera instancia, decidió dejar que este sonase, pues en estos momentos su mente sólo podía pensar en saciar su necesidad. Aunque, al escuchar nuevamente el tono de llamada resonar con tanta insistencia, no pudo seguir con su tarea. Así que con mucha molestia, tomó asiento una vez más en su cama, cogió el móvil y contestó al tercer llamado, sin ver el contacto en su pantalla.

—¡¿Qué pasa?! — soltó en un gruñido.

—Joder, sí que nos hemos levantado de buen humor — se escuchó la voz de Horacio al otro lado — ¿qué tienes hoy y por qué no has aparecido por la sede aún?

— Nada. No me siento bien, eso es todo — respondió evasivamente.

— ¿Cómo que no te sientes bien? ¿Quieres que vaya a verte? — sugirió preocupado el omega.

—¡No! — respondió el alfa casi en un grito — que digo, no es necesario. Sólo necesitaré un par de días y ya estaré como nuevo.

—¿Seguro? ¿Hay algo que no me estás contando? — inquirió, notando las evasivas de su hermano y por consiguiente, formando un silencio.

Gustabo sabía que no podía ocultarle nada a su hermano, y aunque se tuviesen mucha confianza después de tantos años, su celo es algo que siempre le ha causado cierta vergüenza.

—Vamos Gustabo, que te conozco... cuéntame — le animó, al no recibir respuesta por parte del contrario.

— ¿No vas a parar hasta que te lo diga, cierto?

— Sabes que no — respondió con simpleza, generando otro silencio entre ellos.

— Estoy en el puto celo... — soltó finalmente, después de un pesado suspiro.

— ¡Hostias! — exclamó el omega con sorpresa — pues... sí que vas a necesitar unos días. ¿Y cómo estás?

— ¡¿Y cómo crees que estoy, perro?! — preguntó con molestia — pues jodido, cómo voy a estar. Y tus llamadas no me dejaron pajearme tranquilo.

— Joder Gustabo, tampoco me cuentes detalles — dijo con una risa nerviosa — pues nada, tómate los días que quieras, si necesitas algo me escribes... aunque bueno no es a mí al que le tienes que escribir — sugirió maliciosamente.

— Calla, calla cabrón. Vete ya y no vuelvas — dio fin a la llamada, no sin antes escuchar la risa de su hermano.

Unas Horas Después

El alfa pasó toda la mañana incómodo. Ya se había dado tres duchas intentado calmar sus ansias, y en cada una se masturbó al menos una vez. Estaba pensando en que tenía que comer algo, cuando sus pensamientos se vieron interrumpidos por un nuevo tono de llamada. Se estiró para alcanzar el móvil, observando de inmediato el nombre de Greco saltar en la pantalla. Dudó unos segundos en responder, pero finalmente optó por hacerlo.

— Hola... — saludó Gustabo con cierto desgano.

— ¿Gus?, ¿estás bien? — se escuchó la preocupada voz de Greco — no has respondido mis mensajes desde anoche.

— Ehh sí... es sólo que no he ido a trabajar hoy.

— ¿Por qué? ¿Pasa algo? — inquirió rápidamente el de barbas — puedo dejar a alguien a cargo de la comisaría e ir contigo, ¿estás en tu apartamento?

— No te preocupes Grepos, está todo bien — respondió el rubio — es sólo ehh... un resfriado — ingenia deprisa.

— No te escuchas resfriado... — cuestionó dudoso.

— Bueno... apenas está empezando y eso, pero lo siento venir — expresó nerviosamente.

— Gustabo, ¿por qué no me quieres decir lo que pasa? — preguntó con recelo.

"Joder, no estoy pegando ni una hoy" piensa al verse descubierto.

— No es que no quiera... es que...ehh... — trataba en vano de ocultar su nerviosismo, sintiendo su cara arder ante la vergüenza que le daba tener que contarle.

"¿Pero por qué te cortas tanto gilipollas? Díselo y ya" pensaba, mientras se animaba a organizar sus palabras.

— ¿Entonces?... — se escuchó un suspiro profundo.

— Estoy en mi celo — respondió en un tono muy bajo, el cual si Greco no hubiese estado en la tranquilidad de su oficina, no hubiese alcanzado a escucharlo.

— Oh... — es lo único que logra articular el alfa de barbas como primera reacción — ¿necesitas algo?, ¿has comido?

— No he comido aún — expresó, ignorando la primera pregunta.

— Voy para allá. Te llevaré de comer — dio por sentado Greco.

— No, no, no es necesario que... — no había terminado de decir, cuando el contrario ya había cortado la llamada.

El rubio se llenó de nervios por completo. Tener a Greco en su apartamento, así como estaba, no era lo que tenía en mente. Las cosas con el de barbas estaban marchando muy bien, era como si el tiempo que habían puesto "en pausa" entre ellos no hubiese pasado nunca. Pero aún no habían llegado a ese nivel en su relación, y sabía que si el alfa con aroma a jengibre se quedaba por mucho tiempo, no iba a poder ser capaz de controlar su alfa interior. Así que después de vestirse con algo más decente, se dirigió a esperarlo en el salón; siendo consciente de que si lo llamaba para detenerlo, iba a ser en vano. Por lo que en menos de media hora el superintendente se encontraba tocando el timbre.

— Gus, soy yo. Abre — se escuchó desde el otro lado de la puerta.

El de cabellos rubios se levantó inquieto del sofá, estaba decidido a intentar convencerlo de hacerle cambiar de opinión. No perdería nada intentándolo, por lo que se acercó a la puerta y le respondió.

— Eh... puedes dejar lo que trajiste afuera — dijo aún sin abrir — ya lo recogeré.

— ¿Y por qué mejor no me dejas pasar? — inquirió el mayor.

— Greco... no creo que eso sea buena idea.

— ¿Por qué no?

— Porque yo así... ehh... con esto... no... joder — se sentía tonto, pues con todo, hoy su cabeza no lo estaba ayudando a explicarse bien.

— Gus... no pasa nada — trató de tranquilizarlo — estoy aquí para ayudarte, déjame pasar.

Resignado y sin muchos más argumentos a su favor, optó por dejarlo entrar. Una vez abierta la puerta, Greco se encontró con la mirada (ahora oscura) del contrario. Un fuerte aroma a chocolate amargo inundó sus fosas nasales, hasta el punto de abrumarlo por unos segundos. Por lo que entró sin esperar a que el alfa en celo se lo indicase, pero al hacerlo, tomó un poco de distancia. El aroma lo estaba atrayendo en sobremanera, y quería hacer uso de todo su autocontrol para cuidar del hombre que tenía en frente; al fin y al cabo era por lo que se había desplazado hasta ahí. Lo cual le hizo aclarar un poco su garganta, antes de volver a hablar.

— No sabía qué tendrías en tu refrigerador, así que he comprado víveres para prepararte comida — dijo esto, al tiempo que le mostraba las bolsas con las compras, que había traído en cada mano.

Gustabo pensaba que este traería algo ya listo, no contaba con que quisiera cocinarle. Por un lado esto lo estaba haciendo sentir querido y atendido por ese hombre, pero por el otro, estaba creciendo su preocupación de que iba a tardar más tiempo en irse; y desde que este había puesto un pie dentro del recinto, su alfa interior le estaba gritando que se lanzase a sus brazos.

— Eh sí, claro. Sabes donde está la cocina, yo ehh... iré a mi habitación mientras tanto — necesitaba alejarse cuanto antes de aquel encantador alfa, por lo que sin esperar respuesta, se encaminó casi que corriendo, en dirección al pasillo que llevaba a su habitación.

El mayor observó con una sonrisa como Gustabo escapaba del lugar, un poco agradecido por ello, ya que necesitaba concentrarse para preparar la comida; y claramente teniéndolo tan cerca, eso no iba a ser posible. Así que sin esperar más, se dirigió con sus bolsas a la cocina para ponerse manos a la obra.

Después de un rato, Greco terminó su cometido. Dejando como resultado un estofado que ahora se encontraba sirviendo en un plato. Posó su mirada en el lugar donde vio por última vez al rubio, sabiendo que tendría que ir a buscarlo, por lo que dejó el plato sobre la encimera y caminó hasta la habitación. Al llegar allí, se encontró con la puerta cerrada, así que golpeó suavemente la misma, avisando que la comida estaba lista. Escuchó ruidos en el interior, seguido de unos pasos, y finalmente se encontró con el rostro algo sonrojado del alfa menor.

Y ahí estaba otra vez, ese exquisito e intenso aroma a chocolate amargo, que cada vez era más atrayente para el de cabellos oscuros. La reacción de su cuerpo, le hizo sacudir un poco su cabeza y dar un paso hacia atrás, para tratar de calmar la sensación que este le estaba produciendo.

— Puedes ir a sentarte — logró pronunciar — ya mismo te sirvo.

— Gra-gracias — respondió nervioso, pues había notado el efecto que estaba provocándole al contrario, por lo que no dudó en ir a hacer lo que le había pedido.

Gustabo tomó asiento en unos de los taburetes de la barra de la cocina, mientras que Greco le extendió el plato con el estofado caliente. El alfa en celo se percató del hambre que tenía, cuando el olor de la comida y la buena pinta que esta tenía, se le presentó frente a él. Sabía que Greco tenía talento en la cocina, ya lo había comprobado antes, cuando estuvo al cuidado de su recuperación y cocinaba para él y sus sobrinos. El recuerdo le hizo sacar una sonrisa, la cual borró de inmediato. No quería pensar en cosas que hicieran a su alfa interior inquietarse, por lo que sólo se limitó en devorar su comida.

Mientras el hambriento rubio almorzaba, el chef del día se entretuvo lavando los implementos utilizados y guardando las sobras en el refrigerador; así el contrario podía tener comida para más tarde. Una vez el menor terminó de comer, el de barbas tomó asiento en el taburete de al lado, apoyando su codo sobre la barra y mirando embelesado al de ojos claros.

— ¿Qué tal? — preguntó satisfecho, al ver que el contrario había dejado el plato vacío.

— Joder, sí que cocinas bien, cabrón — respondió, tratando de ignorar la cercanía existente entre ellos.

Levantó su mirada para encontrarse con los ojos marrones del contrario, el cual tenía una coqueta sonrisa adornando su rostro. Permitiéndose por consiguiente, analizar un poco su vestimenta, recién percatándose que llevaba el uniforme del trabajo. Tiene sentido, ya que dejó la comisaría por venir a cuidarle. Lleva una camisa azul marino con una corbata negra, cuyas mangas se las había recogido, seguramente para poder estar más cómodo en la cocina; dejando ver gran parte de ese tatuaje en su brazo izquierdo. El alfa de barba estaba especialmente atractivo y Gustabo sintió como le empezaba a faltar el aire.

— Pues me alegra que te haya gustado, disfruto siempre cocinar para algu... — sus palabras quedaron inconclusas, consecuencia de que el otro alfa había tomado con fuerza su corbata, acercado sus rostros, al punto que podía sentir su agitada respiración. No le da tiempo de preguntar, cuando siente los labios del contrario devorando con desesperación los suyos. Greco corresponde al beso, tomando con firmeza las mejillas de este, sintiendo como el embriagante aroma del alfa en celo inundaba la cocina.

Pronto, las manos de Gustabo empiezan a picar por mayor contacto; por lo que estas pasan de su corbata a su pecho, levantándose de su asiento para posicionarse de pie, entre las piernas del de aroma a jengibre. Baja sus manos hasta su cintura y lo atrae hacia él, al tiempo que profundiza más el beso. Pequeños jadeos y suspiros se escuchan salir de los alfas, en un intento de respirar, pero sin dejar de besarse con intensidad. El menor empezó a rozar su entrepierna con la contraria, ante este movimiento, el de barbas notó la dura erección lo que lo trajo de nuevo a la realidad. Estaba encantado, pero necesitaba ser la voz del razonamiento.

— Gu... Gus...— intentó llamarlo, pero el mencionado empezó a besar su mejilla en dirección a su cuello — Gustabo — consiguió decir, casi en un jadeo.

— ¿Mmm? — preguntó, sin prestarle mucha atención.

— Gustabo, detente — dijo por fin, separándose con cuidado.

— ¿Qué pasa? — cuestionó en un sutil gruñido.

Su blanquecino rostro estaba sonrojado, su mirada era más oscura de lo normal; y se notaba el alto nivel de excitación encima, dejando ver que todo sentido común, había dejado su ser.

— No quiero aprovecharme de tu estado para acostarme contigo — confesó, mirándolo fijamente — si no paramos ahora, luego va a ser imposible.

La cara del menor era un poema. Una parte de él entendía lo que le quería decir, pero la otra sólo quería volver a enterrarse en su cuello, el aroma a jengibre le estaba haciendo enloquecer. Sabía que esto podría pasar cuando este quiso acompañarlo en su celo, por eso quiso alejarse lo más que pudo, pero ahora mismo poco le importaba. Necesitaba a su alfa, estaba seguro de necesitarlo más allá de una necesidad carnal, quería entregarse de una vez por todas a ese hombre que le ha demostrado de mil maneras lo mucho que le importa y lo que estaba dispuesto a hacer por él. Por lo que es él ahora quien toma el rostro del contrario con sus manos, para que lo mirase fijamente.

— Grepos... — hizo un gran esfuerzo para armarse de valor. Sabía que nunca había sido bueno expresando sus sentimientos, no le gustaba sentirse vulnerable, sólo había sido capaz de abrirse con su hermano, y todavía le costaba. Sin embargo, era consciente de las barreras que poco a poco el de barbas había ido derrumbando en él, lo que le hacía sentir... se sentía seguro a su lado — yo... te necesito, mucho más allá de lo que crees, mucho más allá de este puto celo.

Greco lo miró fijamente, procesando las palabras que le había dicho, sintiéndolas en su pecho. Era consciente del esfuerzo detrás de estas y de lo mucho que significan, sobre todo lo que ocultan. Después de tanto tiempo, el superintendente había llegado a conocerlo en demasía, lo había visto tanto en sus mejores momentos, como en sus momentos más oscuros. En los últimos años, donde había empezado a crecer esta especial conexión entre ellos, había descubierto cosas en él que han ayudado mucho al reconocimiento de sus sentimientos. Quería vivir con Gustabo lo que no ha vivido con nadie antes, quería sentir con Gustabo lo que no había sentido jamás... quería todo, pero con él. Así que posó sus manos sobre la cintura de este, no había apartado sus ojos de él, se habían dicho más con sus miradas que con sus palabras. Sin embargo, quería tener la certeza verbal de lo que estaban a punto de hacer.

— ¿Estás seguro?

— Nunca he estado tan seguro de algo en mi puñetera vida.

El alfa de cabellos oscuros esbozó una sonrisa, para luego besar con ternura los labios del menor. Lo cual no duró mucho, ya que prontamente sus lenguas pasaron a ser protagonistas de ese beso que había aumentado en intensidad. El rubio entrelazó sus manos por detrás del cuello del contrario, haciendo lo más corta posible la distancia entre ellos. Las manos del mayor acariciaron con esmero la espalda de este, acercándose decididamente hacia sus glúteos, los cuales apretó con fuerza haciendo que el contrario dejase escapar un pequeño gemido sin separar sus bocas, rozando al mismo tiempo sus entrepiernas.

En búsqueda de un lugar más cómodo donde puediesen continuar con sus caricias, el de barbas se levantó del taburete haciendo que el otro retrocediera, pero sin deshacer el amarre de su abrazo. El alfa con aroma a jengibre tomó con firmeza la parte baja de su zona trasera, levantándolo del suelo, haciendo que el rubio entrelazara sus piernas por detrás de la espalda del contrario, al mismo tiempo que afianzaba el agarre detrás de su cuello. El alfa lo carga en dirección a la habitación del menor, este último aprovecha, y durante el trayecto empeza a besarlo desde su mejilla, hasta su cuello.

Al llegar a la habitación, Greco busca la cama posicionándose a los pies de esta, dejando con cuidado sobre la acolchonada superficie a Gustabo. Este se deja caer, cruzando miradas con el hombre de pie frente a él, notando el deseo en sus ojos. Sin apartar la mirada, el mayor deshace el nudo de su corbata, este simple gesto hace al rubio estremecerse, quitándose finalmente sus zapatos. Una vez deja caer la corbata al suelo, desabotona su camisa, quitándosela por completo; para luego acercarse al hombre acostado sobre la cama y empezar así a besarlo intensamente. Pronto sus labios pasan de su boca a cuello, mientras que sus manos acarician el abdomen contrario, levantando a su paso la camiseta del menor; la cual termina quitando por completo. Sus labios vuelven a posarse sobre su cuello, bajando hacia su pecho (ahora descubierto) y sin pensarlo, se dirige a ese perforado pezón; el cual empieza a lamer, haciendo que el hombre debajo de él, se remueva de placer.

De su pecho pasa a su abdomen, dejando un rastro de besos por su camino y pequeñas cosquillas, producto de su frondosa barba. Cuando sus labios se encuentran con la línea entre el pantalón y su vientre, este empieza a bajar la prenda con sus manos. El rubio levanta un poco sus caderas para ayudar a quitárselo, junto con su ropa interior, liberando por fin esa erección, dejándolo completamente desnudo.

— Eres hermoso — susurra contra su piel el de cabellos oscuros, mientras besa alrededor de su ingle, haciendo que el rubio se estremezca con su tacto y sus palabras. Dirige sus besos a la parte interna de sus muslos, dejando pequeñas mordidas, que hacen gimotear al menor. Seguido de unas caricias que va dejando junto con besos y marcas de mordidas, ignorando deliberadamente esa erección que pedía a gritos ser tocada.

— Po... por favor, Greco — expresa agonizantemente el alfa, haciendo sonreír al nombrando.

Este detiene su deliciosa tortura, acercando su lengua a la base del miembro del contrario, lamiendo en dirección a sus testículos, succionando sonoramente uno de ellos. Lame toda la extensión, hasta llegar a la zona del glande, la cual mete lentamente a su boca.

— Dios...— suelta el rubio en un suspiro, cerrando sus ojos, cuando el contrario engulle por completo su miembro. Este inicia con un movimiento de arriba hacia abajo, mientras que el menor agarra con fuerza los cabellos oscuros, marcando su propio ritmo.

Gustabo se remueve inquieto, sintiendo ese nudo formarse en su vientre. No podía creer la imagen que tenía desde arriba, viendo como el de barbas lo devora con ansias. Por lo que este al percatarse de que estaba cerca, lo empieza a masturbar con una mano, al tiempo que aumenta el ritmo de la felación. El rubio sentía que no podía más, y Greco estaba consiente de eso, por lo que buscó la velocidad perfecta que hiciera al contrario venirse en su boca. El menor tira de sus cabellos para intentar apartarlo, pero este sólo profundiza más la acción, sintiendo el palpitante miembro en su boca, que pocos segundos después, libera ese líquido en su garganta.

El de aroma a chocolate amargo respiraba agitadamente debajo suya, por lo que decide dar una última lamida a su miembro, que hizo gemir al menor, para dirigirse luego a su boca y dejarle un casto beso en los labios.

— Eso me ha gustao'— logró enunciar sonrojado, con una sonrisa.

— Pues me alegra saber eso — respondió divertidamente — porque apenas estamos empezando.

A Gustabo no le da tiempo de responder, ya que Greco lo ha volteado boca abajo sobre la cama, haciéndolo reír ante la sorpresa. Sin embargo, esta risa se convierte rápidamente en un jadeo, al sentir una nalgada por parte del mayor. Sintiendo luego como este besaba su espalda, raspando un poco su piel con los vellos de la barba, una nueva sensación para el rubio, que claramente está disfrutando. Poco a poco fue bajando, besando cada vértebra de su columna, hasta llegar a sus nalgas, las cuales agarra fuertemente con sus manos, al tiempo que las mordía. Haciendo que el menor elevara sus caderas por la reacción que produjo esto en él, aunque por un momento deja de respirar, cuando siente la repentina lengua del alfa saboreando su entrada.

El rubio no podía hacer nada más que retorcerse de placer, aún sensible por el orgasmo vivido hace pocos minutos. El de barbas se aleja un poco, pasando por encima su dedo índice, dándole a entender al menor su intención, por lo que lo anima a seguir.

— En el ca...cajón — intenta decir, al tiempo que señala la mesita de noche, ubicada al lado derecho de la cama. Greco se levanta y se dirige al lugar que le indicó, abre el cajón, encontrando unos preservativos y un pequeño bote de lubricante. Tira los condones sobre la

cama y regresa a su lugar con el bote en la mano, fijándose del sabor impreso en la etiqueta: Chocolate.

— Mmm... mi favorito — dice, al tiempo que lo vierte sobre el orificio del contrario, masajeando un poco antes de introducir un dedo en su interior.

El alfa con aroma a jengibre nota como su abultada entrepierna empieza a molestar dentro de sus pantalones, aún puestos, por lo que al momento de introducir un segundo dedo (que hace jadear al rubio) comienza a desabrochar su correa, para luego bajar el cierre, liberando finalmente su dolorosa erección. Continúa la dilatación con un movimiento de tijeras, y cuando siente que el menor le pide más, termina introduciendo un tercero.

— Greco, fóllame ya — suplica el menor en un hilo de voz, sintiendo que iba a explotar. Necesita sentir a su alfa dentro de él.

Al nombrado no le toma mucho tiempo para terminar de quitarse sus prendas inferiores y posicionarse detrás del rubio. Busca uno de los preservativos que había arrojado anteriormente, para rasgar el envoltorio y colocárrselo. Toma un poco más de lubricante, el cual vierte sobre su glande y lo guía hasta la entrada del contrario. Con cuidado, ingresa lentamente dentro de él, al tiempo que agarra con firmeza sus caderas. El alfa de cabellos rubios se estremece ante la intromisión, y cuando el contrario finalmente se adentra por completo en él, comenza a moverse en señal de que puede continuar.

Lo que había empezado como estocadas lentas, prontamente se tornaron en unas más fuertes y profundas — Agh... joder, Greco — gime Gustabo con los ojos cerrados, al mismo tiempo que se aferra fuertemente a las sábanas, moviendo las caderas al unísono del contrario. Sin dejar de penetrarlo, el mayor pasa su brazo por debajo del torso del rubio, atrayéndolo hacia él, quedando su espalda y su pecho unidos. El menor alza su mano en busca del cabello oscuro, halándolo con firmeza y girando su cabeza, para encontrarse con los carnosos labios del alfa, mordiendo su labio inferior en un apasionado beso.

Las manos de Greco recorren la blanquecina piel, mientras que sus lenguas juegan a ganar una batalla. Entretanto sus dedos estimulan el pezón perforado, su otra mano empieza a masturbar al menor, que jadeaba en su boca. El rubio comienza a sentir nuevamente ese nudo formarse en su vientre, nunca había estado tan excitado, estaba siendo estimulado de muchas maneras y sentía que estaba por perder la cabeza.

— Me... me veng... — sólo unas fuertes estocadas más, junto con unas mordidas en su cuello, eran necesarias para que este se corriese en la mano del de barbas.

Gustabo se deja caer hacia atrás, mientras el mayor lo besa desde su rostro hasta su hombro. Sintiendo los pequeños espasmos en el cuerpo del contrario, como consecuencia de su anterior orgasmo. Con cuidado sale del menor, aún erecto, y lo recuesta junto a él sobre la cama. El rubio se gira para quedar frente a él y besar sus labios, que poco a poco se va profundizando más, así como las caricias entre ellos. El celo del alfa lo mantenía al límite y con ganas de más, por lo que sin más largas, se sube a horcajadas sobre el mayor, para luego atacar con deseo su cuello.

Las manos de Greco se posan inmediatamente en el trasero del hombre encima de él, al tiempo que sus miembros se rozan entre sí. El rubio baja lentamente por el torso del de barbas, hasta llegar a su erección, quita con rapidez el preservativo que todavía tenía puesto; y sin más espera, engulle con ansias el glande en su boca.

— Hostia... — gime el mayor, sintiendo como la boca contraria succiona con cierta experticia. El menor no se queda mucho tiempo abajo, ya que tenía otros planes en mente. Por lo que una vez saca el miembro de su boca con un sonido casi obsceno, retoma a su lugar sobre el hombre de barbas.

El alfa se inclina hacia adelante, para tomar el pene del mayor y posicionarlo en su entrada. De una sola sentada se introduce en él, haciendo que los dos soltaran un suspiro de placer. El hombre de arriba empieza a moverse, mientras que el de abajo disfruta las vistas que le daba su posición. El rubio se inclina hacia atrás, apoyando sus manos sobre los muslos de Greco, al tiempo que mueve sus caderas en un delicioso vaivén. El alfa con aroma a jengibre está extasiado con la imagen, nunca había deseado tanto al menor, le parecía simplemente el hombre más hermoso y sensual que haya visto jamás.

Cuando Gustabo siente ese punto, siendo estimulado en su interior, aumenta la velocidad de sus movimientos, saltando enérgicamente sobre el contrario. Apoya sus manos sobre el pecho del hombre debajo suyo, al tiempo que comparten una intensa mirada, llena de deseo. El mayor lo atrae hacia él, atrapando con desesperación sus labios, gimiendo mutuamente en sus bocas. El alfa de barbas acompaña el movimiento del de arriba, dando fuertes estocadas, haciendo que el sonido de sus pieles chocando, fuese mayor.

En un intento por recuperar algo de aire, el rubio separa sus labios, para dejar pequeños besos en la línea de la mandíbula contraria. Gime fuerte cerca de su oído, lo que hace enloquecer al alfa de aroma a jengibre. En un rápido movimiento, este abraza al menor, haciendo que los dos giren sobre la cama, cambiando de posición. Sin separarse de este, el hombre (que ahora estaba arriba) continúa las estocadas, al tiempo que muerde y lame el cuello del rubio. Los dos hombres estaban al límite, pues esto se podía detectar por los intensos gemidos que envolvían el recinto.

— Gus... Gustabo... te qu-quiero...— murmuró sin aliento en su oído, producto de las miles de sensaciones que invadían el cuerpo del mayor.

Ante la reciente declaración, el cuerpo del alfa con aroma a chocolate siente su cuerpo temblar, así como su corazón estremecerse; por lo que no le toma mucho tiempo, para que sintiera ese ya conocido nudo formarse en su vientre y correrse entre violentos espasmos, manchándolos a ambos. El otro alfa sintió las paredes del interior de este contraerse, lo que lo hizo correrse también dentro de él.

Pasan varios minutos en silencio, recuperando el aliento. El aroma a jengibre y a chocolate amargo inundan la habitación, mezclándose entre sí, trayendo calma a los dos hombres en ella. No se han movido de sus posiciones, pero el de ojos azules no había dejado de acariciar los cabellos oscuros del alfa.

— De haber sabido que la cosa contigo sería así, te hubiese avisado de mi anterior celo — bromea el rubio, en un intento por llenar el silencio. Greco sonríe ante el comentario, removiéndose para salir de él y acostarse a su lado.

— Así que sólo me quieres para eso — responde mirándolo a los ojos. Sabía que no lo decía en serio, pero le encantaba picarse con él.

— Bueno, quien sabe... tal vez ese era mi plan maestro desde el principio — suelta con una sonrisa, para luego levantarse y dirigirse al baño. Se detiene cuando llega al marco de la puerta, se voltea, para poder mirar al hombre acostado sobre su cama — me voy a dar una ducha, ¿me acompañas? — pregunta, con un brillo especial en sus ojos.

Greco no duda ni un segundo ante el ofrecimiento, así que se levanta para acompañar al hombre que le sonríe desde la puerta. Los dos alfas se duchan entre risas, besos y caricias sugerentes, alargando el baño más de lo necesario. Una vez terminan, se dirigen a la cama, cambiando las sábanas por unas limpias; acostándose desnudos sobre ella. Se abrazan, arropándose con una manta. Estaban cansados, por lo que poco a poco el sueño comenzó a apoderarse de ellos. Gustabo se encontraba entre los brazos de Greco, con su rostro sobre su pecho; por lo que recordando el momento anterior, inspira armándose de valor.

— Greco... — lo llama por lo bajo.

— ¿Mmh? — responde, medio dormido.

— Yo... yo también te quiero — expresa nervioso, escondiendo su rostro en el pecho del contrario. Estas conversaciones no son sus preferidas, pero sentía que necesitaba decirlo.

Greco sonríe ante sus palabras. Es consciente de lo mucho que le cuesta al rubio expresar sus sentimientos, así que simplemente lo abraza más fuerte, dejando un beso sobre su cabello, permitiendo que su aroma a jengibre salga; sabiendo muy bien lo mucho que este reconforta al menor. Y así, se dejan envolver en un profundo sueño, después de una tarde muy intensa llena de pasión y sentimientos.

Pocos Medes Antes de la Renovación de Votos del Volkacio

Gustabo salía de servicio, luego de un día muy ajetreado. Se arrepentía un poco de haberle dicho a su hermano que él se encargaría de la sede ese día, para que el omega pudiese ultimar algunos detalles de su segunda boda con Volkov. Sin embargo, ahora se encontraba muy cansado y sólo quería llegar al departamento de su pareja; poder tener una cena tranquila y descansar en el sofá, hasta que ambos se quedasen dormidos. Eran casi las ocho de la noche, por lo que poco le importaba ir con cuidado. Se permitió exceder un poco la velocidad permitida, una vez estuvo unas pocas calles próximas a su destino.

"Ya estoy aquí"
7:57 p.m.

Le notificó a Greco. Retira luego la llave del contacto de su vehículo, para poder salir de este e iniciar camino hacia el interior del edificio. Entra en el elevador y marca el número del piso, ese al que tanto anhelaba llegar. Los segundos parecían eternos, sentía que el piso cada vez se iba alejando y curiosamente se estaba cruzando con más personas de lo normal. El ascensor se había detenido ya en tres ocasiones, retrasando su llegada.

Barbas
"¿Tienes tus llaves?"
7:59 p.m.

"10-4"
7:59 p.m.

Escribió de prisa, al percatarse que ya había arribado a su piso. Por lo que sin perder el tiempo, salió de este, sin mediar palabra alguna con las demás personas que allí se encontraban, para luego caminar por el pasillo. Una vez frente a la puerta, sacó la copia de las llaves que el alfa mayor le había entregado, hace ya un tiempo, para insertarla y poder por fin ingresar al que se había convertido también en su hogar. Pues a pesar de no vivir allí, lo concurría más que su propia casa, además, solía quedarse la mayoría de los días que ambos tenían libre.

— Buenas — saludó el rubio, una vez dejó de lado sus llaves y chaqueta, para luego divisar a su pareja en la cocina; por lo que no dudó en acercarse.

— ¿Qué tal tu día? — quiso saber el mayor, una vez lo vio y sus miradas conectaron — perdona por no recibirte en la puerta, la cena hubiese corrido peligro.

— Sólo no lo hagas costumbre — le dijo ocultando su risa, con el único fin de poder apreciar como el de barba lo volteaba a ver, incrédulo y con una ceja arqueada.

Se quedaron observándose por unos segundos, estallando ambos al unísono en risas. Si bien llevaban ya muchísimos meses juntos, y se habían abierto muchísimo más el uno al otro, seguían sin ser como las demás parejas que se mostraban un poco más "intensas" como les llamaban ellos. Así que aun entre risas, colocaron la cena que Greco había preparado. Se sirvieron, dejando el restante allí; fueron juntos al sofá, donde tomaron asiento para continuar viendo alguna serie, mientras comían. Sin embargo, el alfa de cabellos rubios y ojos celestes, no se esperaba la propuesta que su pareja le tenía preparada, una vez terminasen.

— Creo que con todo lo que comí, he subido 200 kilos — le dijo riendo Gustabo, contagiando al contrario en el proceso — no sé ni cómo llegaré a la ducha — soltó un suspiro, para luego dejar su plato vacío sobre la mesa y volver a recostarse en el pecho de Greco.

— Gus... — lo llamó por lo bajo, mientras le acariciaba el brazo con su mano izquierda, recibiendo un bajo "qué" por su parte, sin abrir sus ojos — he estado pensando mucho últimamente y pues... creo que es un buen momento en el que nos encontramos... e igual no debes sentirte obligado a responderme ahora, pero...

— ¿No irás a pedirme matrimonio, verdad? — inquirió riendo, al mismo tiempo que hacía al de aroma a jengibre sobresaltarse.

— No, no, no, no — se apresuró a negar, mientras que se levantaba, para ahora quedar ambos frente a frente.

— ¿Y por qué los nervios? — le preguntó confundido, pues este no solía comportarse así.

— Joder... — exclamó, soltando un suspiro. Toma la mano derecha del rubio, dejándolo más confundido — sé que llevamos apenas casi dos años juntos, y no me he arrepentido ni un solo segundo — se sinceró, bajo la mirada azulada del alfa — por lo que lo he estado pensando y dándole vueltas últimamente y... Gustabo — lo llamó, conectando una vez más sus miradas — ¿quieres mudarte aquí conmigo?

— Greco... — pronunció sorprendido, pues no se esperaba esa propuesta — yo... joder, siempre me sorprendes, perro — le dijo riendo nervioso.

— No, no tienes que responderme ahora — le repitió, pues no quería causarle incomodidad — como te dije, tú piensalo y...

— Sí quiero — lo interrumpió, siendo ahora él el sorprendido.

El de barba no supo cómo reaccionar de otra forma que no fuese acercándose a este y robándole un beso. Uno que inició siendo tranquilo, pero que incrementó en el momento en que el mayor atrajo al rubio sobre sí, dejando a este sentado sobre su regazo. Mantuvieron sus labios unidos por unos segundos, hasta que la falta de aire los obligó a detenerse, volvieron a conectar sus miradas, para luego soltar una risa a la par y sin alejarse del otro. Mientras tanto, Gustabo no podía dar crédito a lo que acababa de suceder, definitivamente estaba enamorado de ese alfa, y por fin luego de tanto tiempo, era algo que no le molestaba reconocer.

— Te quiero — le dijo Greco, manteniendo sus ojos cerrados, juntando su frente con la del contrario.

— Y yo a ti barbas... y yo a ti — le respondió, mientras que se dejaba acariciar la espalda por este y colocaba sus brazos alrededor de su cuello, para acariciar el cabello.

Una nueva etapa en sus vidas estaba por comenzar.

4 Meses Después del Epílogo Volkacio

La pareja de alfas se bajaba de inmediato del auto del mayor, para dirigirse al interior del hospital a toda prisa. Greco se detuvo unos segundos en la recepción, con el objetivo de consultar la información que necesitaban. Luego, tomando a Gustabo del brazo, caminaron casi corriendo hacia el lugar que les habían indicado, por lo que en menos de tres minutos, ya habían llegado a su destino.

— Tío Greco, Tío Gus — los llamó emocionada Penélope, mientras iba hacia ellos, para luego ser tomada en los brazos del primero.

— ¿Cómo está mi hermano? — le indagó el rubio a Nina, pues era la que se encontraba con los tres cachorros de la pareja.

— Lleva unos 15 minutos en labor de parto, Uve está con él — le respondió la omega que se encontraba con Lily en brazos — le pregunté a una de las enfermeras y dijo que todo iba bien, que sólo podíamos esperar — finalizó, haciendo que el contrario soltase un suspiro y voltease a ver la puerta, por la que debía encontrar su hermano.

— Tío Gus... — lo llamó Lucas, sacándolo de sus pensamientos — ¿Papi va a estar bien?

— Sí mi niño — le dijo de inmediato, tomándolo en brazos para abrazarlo — va a estar bien y dentro de un rato conocerás a tu nueva hermanita, sólo debemos... esperar — terminó, al sentir cómo los brazos de su sobrino lo rodeaban en un abrazo.

No habían pasado más de 30 minutos desde que Volkov los llamó, para decirles que iba para el hospital con Horacio porque su sobrina estaba por nacer. La pareja dejó de lado sus trabajos de inmediato, quedando ambos en la sede del FBI, para partir de ahí rápidamente al hospital. Por otro lado, el ruso había llamado también a Nina (la futura madrina de la pequeña que estaba por nacer) para que esta llegase antes que ellos al hospital, aprovechando además, para que esta pudiese quedarse con sus cachorros; ya que al haber estado todos en casa, tuvieron que llevarlos con ellos. Por otra parte, Alanna quedó al tanto de la situación, pero en casa; pues esta había tenido a sus gemelas hace poco menos de dos meses y no querían importunarla.

— Vamos a sentarnos y a esperar — le propuso Greco, acercándose a estos para dirigirse juntos a las sillas en la sala de espera, donde la omega rubia había estado esperando previamente.

Tomaron asiento y mientras tanto, el alfa con aroma a jengibre, se dedicó a observar a su pareja. Este, a pesar de encontrarse nervioso, escuchaba a sus sobrinos contarle de manera animada e ilusionados, sobre cómo estos planeaban recibir a su nueva hermanita. El alfa de cabellos rubios y ojos celestes les respondía y mantenía una conversación alegre con estos, lo cual le permitió a su mente crear un escenario totalmente único en su mente; sin embargo, inmediatamente prefirió dejarlo de lado, para no seguir imaginando ese tipo de situaciones. Una hora más tarde, todos se pusieron de pie, cuando vieron a Volkov salir con una sonrisa y una claridad visible en sus ojos de que había llorado.

— ¿Cómo está papi? — preguntó de pronto Penélope, acercándose a este, siendo seguido de su hermano y hermana, junto a sus tíos y tía.

— ¿Jolie está bien? — quiso saber Lucas.

— ¿Volkov? — lo llamó Greco, al ver como este permanencia sin responder.

El ruso se agachó para tomar en sus brazos a Lily, pues esta a pesar de tener ahora 8 años, seguía prefiriendo estar en los brazos de este. El peli gris observó a sus cachorros y con una sonrisa les respondió.

— Creo que hay alguien que quiere conocerlos — les informó a sus pequeños, haciendo que el rostro de estos se iluminara. Tomó de la mano a Penélope, mientras que Lucas lo seguía del lado de Lily, una vez la volvió a colocar en el suelo. Les hizo una seña a su cuñado, mejor amigo y amiga para que los siguiese hacia el interior.

Normalmente no permitían que tantas personas ingresaran al mismo tiempo a la habitación donde se encontraba un recién nacido, pero estaba claro que los directores del FBI iban a hacer todo lo posible por pasar ese momento tan importante para ellos, rodeados de sus seres queridos y cachorros. Así que se aseguraron de reservar una habitación privada y alistarla para que Horacio se sintiese cómodo, ya que este con el paso del tiempo, se sentía más inquieto estando en los hospitales.

Greco iba hasta atrás, siendo tomado de la mano por el rubio, lo que le permitía observar la ilusión en el rostro de este por conocer a su nueva sobrina. Ninguno de los dos eran padres, pero gracias a esos pequeños que los llamaban tíos, podían tener una idea del sentimiento que experimentaban sus mejores amigos todos los días.

— ¿Listos para conocer a su hermanita? — la pregunta de Volkov a sus cachorros, lo sacó de sus pensamientos.

— Si, si, si — respondieron eufóricos, bajo la atenta mirada de los mayores.

Ingresaron a la habitación y se encontraron de inmediato con el omega, sosteniendo a la pequeña nueva integrante de la familia en brazos. Los pequeños se acercaron junto con Gustabo, dejando a Greco más atrás, observando ese hermoso momento. Tanto Penélope, como Lucas y Lily parecían estar conteniéndose por no sobresaltarse demasiado y alterar a su nueva hermanita.

— ¿Te sientes bien, papi? — le preguntó Penélope al omega, haciendo que este sonriera.

— Sí, princesa, me siento bien — respondió conmovido — gracias por preocuparte... ¿Quieren sostener a su hermanita? — les ofreció a los tres, quienes asintieron sin dejar de observarla.

Volkov, con la ayuda de Gustabo, los ayudó a subirse a la cama donde el omega se encontraba; para luego permitirle a Horacio el colocar a la pequeña Jolie, en brazos de su primogénita, quien se encontraba en medio de los mellizos. Permitiendo así a la pareja de padres abrazarse, mientras apreciaban dicha escena, que seguramente jamás se borraría de su cabeza. Gustabo por su parte, hipnotizado igual por la pequeña, había sacado su móvil para inmortalizar ese momento, tanto en foto como en video. Acción que no pasó desapercibida por el alfa de barba, quien lo observaba sonriente al ver la ilusión que este mostraba y cómo parecía estar conteniendo las lágrimas para no llorar de la emoción, frente a sus sobrinos y los demás presentes.

— Niños — les llamó Horacio — ¿dejarían a su tío Gus sostener a su hermanita? — les propuso, luego de unos minutos, sorprendiendo al nombrado.

— No, no, no hace falta — aclaró, pero este no le hizo caso y le indicó a Volkov que le pasara la pequeña a este — además estoy grabando y...

— Yo me encargo — intervino Greco, tomando el móvil de su pareja, enfocando la cámara a él y a la pequeña.

Dándole la oportunidad a Nina a que pasara hacia donde la pareja, pues había preferido mantenerse al margen, para no arruinar el momento familiar. Greco por otro lado, se enfocó en su pareja, quien seguía con la vista fija en la pequeña. Sabía cuánto Gustabo amaba a sus sobrinos y había sido testigo de incontables momentos que lo demostraban. Sin embargo, la mirada que este tenía en estos momentos era una diferente que no sabía cómo describirla. Había algo en los ojos celestes del alfa que lo hacía emocionarse, pero de una forma extraña. El ver a Gustabo así de ilusionado, con la pequeña en brazos, lo hizo reflexionar sobre muchas cosas; algunas de ellas hace unos meses habrían sonado descabelladas... pero ahora, tenía un sentimiento diferente.

— ¿Sigues grabando? — la voz de Gustabo lo sacó de sus pensamientos.

— Por supuesto — le respondió con una sonrisa, que el contrario compartía — presiento que luego veré este vídeo en bucle.

— ¿Qué dices? — reprochó sonriendo, mientras se acercaba — ten, tu sobrina también quiere conocerte — le dijo, al tiempo que le entregaba a la pequeña y luego volvía a tomar el móvil.

Una vez Greco tuvo a la pequeña en brazos y la pudo observar con más calma, no pudo evitar comenzar a emocionarse. Sobre todo cuando la imagen de su pareja con esta no salía de su mente. Nunca pensó que esta idea pasara por su cabeza, pero la idea de tener un cachorro propio no era tan descabellada como lo hubiese sido, si lo pensaba antes de ese momento.

3 Meses Más Tarde

— Que descanses princesa —le dijo Gustabo a su sobrina, mientras la arropaba y le daba un beso de buenas noches.

— Aún no tengo mucho sueño, tío Gus — le respondió Penélope, al tiempo que hacía un puchero — ¿Puedo jugar con mi Switch un rato más?

— Como me pase después y te vea con ese aparato, te la vas a ver conmigo — le advirtió, al tiempo que se alejaba camino a la puerta — ya te dejé jugar bastante tiempo, ahora anda, tira a dormir que luego no quiero quejas de tus padres.

— Está bien... — terminó aceptando Penélope, mientras que rodaba sus ojos hacia arriba. Gustabo sonrió, para luego salir de la habitación, cerrando la puerta detrás de él.

— Madre mía, a esta en un par de años le va a sudar todo lo que le diga — susurró para sí mismo, para luego pasar por la habitación de los mellizos, donde escuchó a Greco dándole las buenas noches también.

— Ya, pero Ironman puede hacerse el traje que quiera — escuchó como Lucas le decía a su hermana, con la que venía discutiendo sobre qué superhéroe era mejor.

— Eso también lo puede hacer Wanda y con magia, así como muchas cosas más — le respondió Lily, a la vez que era arropada por Greco.

— Bueno, mucha charla por hoy. Es hora de dormir, pequeñuelos — ordenó, apagando la luz del recinto.

— Buenas noches, tío Greco — soltaron al unísono los mellizos.

— Hasta mañana — respondió con una última sonrisa antes de cerrar.

— ¿Sabes que esa discusión entre ellos va a seguir, no? — le susurró Gustabo.

— Lo sé — respondió el de barba — pero ya se cansarán y se quedarán dormidos, como siempre — finalizó, mientras se dirigía escaleras abajo, con Gustabo detrás.

Una vez llegaron a la planta baja, el rubio se cercioró de que el monitor del bebé estuviese funcionando correctamente. En él, se podía ver a Jolie dormir profundamente en su cuna, donde media hora antes la habían acostado. Se encaminaron al salón, donde dejaron caer sus cuerpos sobre el gran sofá que allí se encontraba.

— Los quiero mucho, pero sí es verdad que terminas agotado — expresó el rubio, al tiempo que dejaba escapar un suspiro — al próximo aniversario, que Horacio y el ruso le pidan a Alanna que los cuide, en lugar de nosotros.

— Ya... no estaría mal — coincidió el mayor entre risas, sabiendo que Gustabo siempre decía lo mismo cada año, pero a la final terminaba ofreciéndose a cuidar de sus sobrinos. Lo que de cierta forma, le motivó a preguntarle eso que había estado rondando por su cabeza hace semanas, quizás meses — ¿Y cuando le tengas que pedir a tu hermano que cuide a los nuestros?

— ¿Los nuestros? — inquirió el rubio, girando su cabeza para mirar con curiosidad a su pareja — ¿Cómo que los nuestros?

— Pues eso, ¿no has pensado en que tengamos algún cachorro en un futuro? — lo observó, esperando alguna reacción de su parte.

—Ehh... — el alfa rubio no esperaba esa pregunta en ese momento, por lo que lo tomó desprevenido por completo y no sabía cómo contestar — honestamente... — comenzó a dudar entre ser sincero o no — yo... no lo había pensado exactamente de esa forma... la verdad — comenzó a explicarse, mientras se acomoda nervioso en el sofá.

Y es que Gustabo nunca había imaginado niños en su vida, claro esto cambió con la llegada de sus sobrinos. Estos pequeños se habían calado en los más profundo de su corazón, haciendo que sonriera de felicidad al ser llamado tío por primera vez. Pero esto ya no era ser tío, aquí frente a él estaba su pareja, con la que llevaba un par de años viviendo etapas que no esperaba vivir al lado de alguien, preguntándole si quería formar una familia; agregar un cachorro a la ecuación.

Si bien, la idea había pasado por su mente hace unos meses, luego de aquella conservación con su hermano en la cocina de este, no había sido capaz de externalizar este pensamiento. Mucho menos consultarlo con su pareja.

— Es algo en lo que ha estado rondando por mi cabeza, últimamente — expresó ansioso el alfa mayor — no tiene que ser necesariamente pronto, aún hay cosas que quiero vivir a tu lado, pero es una posibilidad que quisiera dejar abierta.

Gustabo observaba cómo Greco mira sus manos nerviosamente. Si bien la pregunta le había tomado por sorpresa, imaginándose al lado de su alfa con un cachorro en brazos, no era una idea que le desagradara. Por lo que se acercó más a este, para luego tomar sus manos con cuidado.

— Puede ser una posibilidad... — afirmó finalmente, al tiempo que veía como el de barba dejaba escapar una sonrisa, sintiendo el acogedor aroma a jengibre que tanto le cautivaba del alfa.

Lo terminó atrayendo hacia él, para dejar un sonoro beso en sus labios. El mayor le correspondió, haciendo que el beso se alargase por más tiempo, sujetando con firmeza la cara del contrario. En cuestión de minutos, el beso había ido subiendo de intensidad; ahora Gustabo se encontraba recostado sobre el sofá, mientras que Greco continuaba devorando su boca, paseando sus manos por todo el cuerpo del menor. El rubio mordió con fuerza el labio del contrario, haciendo que este dejase salir un gemido, sintiendo como esto hacía reaccionar a su entrepierna. El alfa con aroma a jengibre empezó a bajar su mano por el torso del alfa menor, cada vez más hasta llegar a su abultada erección, la cual al sentirla, comenzó a estimularla sobre sus pantalones.

— Greco... — dejó salir el rubio entre un jadeo, que sólo animó al mencionado a continuar con la estimulación, pasando así a dejar besos por el cuello de este; al mismo tiempo que iba introduciendo sus manos dentro del pantalón del contrario.

Habrían continuado así, si de repente no se hubiese escuchado el sonido de una notificación, proveniente del móvil de Gustabo. Lo que los hizo detenerse por un momento, en el cual dudaron sobre su quehacer, pero el segundo sonido hizo que el rubio se acomodase para alcanzar su celular.

— Es Horacio — informó, al tiempo que intentaba recuperar un poco el aliento — pregunta por los niños, que en rato van a salir de camino para acá, están un poco lejos.

— Ya...— se limitó a contestar el de barbas, mientras tomaba asiento en el sofá.

El rubio respondió rápidamente al mensaje de su hermano, volviendo a dejar su celular sobre la mesita frente a ellos.

— Pues nada, a tomar por culo la metida de mano — bromeó, mirando al contrario, haciéndolo reír sonoramente.

— Bueno, tampoco creo que era buena idea seguir... — expresó, sintiendo aún los estragos del momento interrumpido.

— Ya verás cuando lleguemos a casa — le insinuó el rubio al oído, dejándole una pequeña lamida en el lóbulo de la oreja, mientras se levantaba y caminaba a la cocina; intentando calmar un poco su reacción a su corta sesión de caricias, bebiendo un poco de agua... dejando sobre el sofá, a un sonrojado Greco.

9 Meses Después

La pareja de alfas llegaba recién al hogar que compartían, luego de un largo día, en el cual celebraron el primer añito de la más pequeña de sus sobrinas: Jolie. Un día que, si bien estos no habían sido del todo honestos con los pensamientos que habían estado rondando por sus mentes, aun así, querían discutirlo con el otro; pero no sabían muy bien cómo iniciar. Por lo que sin decir nada, decidieron actuar con naturalidad, o por lo menos, eso pretendían; sin éxito alguno.

Mientras que Greco guardaba la comida y pedazos de pastel que habían traído del cumpleaños en el refrigerador, Gustabo había optado por tomar asiento sobre el sofá; pretendiendo estar observando cada movimiento que el contrario hacía. El mayor sabía que esto no era así, pues luego de todo lo que había ocurrido ese día y lo bien que lo habían pasado, por la mente de ninguno podía haber otra cosa que no fuese aquello. Sin embargo, ya había perdido la cuenta de cuántas veces esa pregunta había pasado por su mente. ¿De verdad estaban listos para algo así? ¿Era un pensamiento compartido de verdad, o simplemente sus ilusiones? ¿Cuánto iba a cambiar todo si exteriorizaba sus pensamientos?

Para su suerte, el de ojos celestes lo sacó de su rumiación mental, luego de que la mirada de ambos se conectara por unos segundos. Y es que, una vez más, demostraban estar en sintonía, en la misma página, y eso en esta ocasión, significaba mucho más que las veces anteriores.

— Sabes... — inició Gustabo la conversación — muchas veces te he visto cargar a nuestros sobrinos, pero nunca me había sentido como hoy, cuando te vi cargar a Jolie... — se sinceró, mientras que veía como este se le acercaba — fue diferente, y no sé cómo explicarlo, lo sentí aquí — se tocó el pecho, justo del lado donde estaba su corazón, siendo seguido por la mirada de este, una vez había tomado asiento junto a él.

— Pensaba que era sólo yo — soltó en una leve risa el contrario, llena de alivio — la verdad es que... me ha pasado algo muy similar... — hizo una pausa, para poder tomar aire y proseguir — Gus... yo sé que desde el inicio de nuestra relación dejamos muchas cosas en claro. Estuvimos de acuerdo en ellas y nunca presentaron un "problema" entre nosotros, porque siempre hemos estado por decirlo de alguna forma, en la misma página. Sin embargo... — soltó un suspiro — y... sé que hace un tiempo atrás hablamos o por lo menos pusimos esa carta sobre la mesa, dejándola como una posibilidad a futuro... pero...

— Yo también lo he pensado — lo interrumpió, dejándolo sorprendido — yo... no te voy a engañar, desde antes de aquella noche lo había pensado, nunca lo había dicho en voz alta hasta ese momento... — le tomó de la mano — pero la idea de que tuviésemos un cachorro... había rondado por mi mente.

— Sé que en ese entonces te dije que... — tomó la palabra nuevamente — que aún habían muchas cosas que quería vivir contigo antes de eso, pero... no sé cómo explicar la forma en la que me he sentido hoy... incluso me atrevería a decir, desde hace varias semanas atrás.

— Lo he notado — reconoció el alfa con aroma a chocolate amargo — sobre todo cuando no podías decidirte por el regalo que le haríamos a nuestra sobrina — recordó, haciendo que ambos riesen — lo cual como bien sabes, no terminó bien, puesto que al yo estar igual que tú, con eso en mente, no lo sé, creo que... la ilusión que me hizo el escoger su regalo, me hizo pensar en cómo sería si... ya sabes...

— Si fuese para uno nuestro... — finalizó por él, recibiendo un asentimiento de cabeza de su parte — yo... cuando mencionamos el tema hace unos meses, sé que lo dejamos ahí en el aire... pero... quizás...

— Sea un buen momento para comenzar a hablar sobre eso — aceptó Gustabo — Greco... llevamos 4 años juntos... hemos pasado por muchas cosas y nos conocemos el uno al otro, como la palma de nuestra mano — comenzó a puntualizar — y si ambos tenemos este sentir... quizás, debamos escucharlo y... ver a dónde nos lleva.

— ¿Estás seguro? — quiso saber — digo, esto es una decisión que cambiará por completo nuestras vidas... el adoptar a... un pequeño o pequeña, no será fácil y mucho menos algo que podamos retractarnos una vez esté hecho.

— Sí, lo estoy — le respondió de forma sincera — y no te voy a negar que todo esto me genera un temor inmenso, nunca me vi a mi mismo siendo... un padre... pero contigo...

— Lo sé... me pasa lo mismo — finalizó con una sonrisa, para luego acercarse a este y darle un beso en los labios.

Ninguno de los dos estaba seguro de lo que iba a pasar luego de esa noche, pero una cosa sí tenían en claro. Ambos estaban dispuestos a dar el paso y comenzar a buscar la información necesaria para iniciar el proceso de adopción, para así poder comenzar su familia. Familia que ninguno de ellos, o por lo menos más uno que el otro, pensó que iba a ser capaz de tener.

1 Año Después

— Lamento comunicarles esta noticia, pero les negaron el permiso de nuevo... — les informó la mujer del otro lado del escritorio — no quiero que con esto se desanimen, aún hay otras alternativas y como les he mencionado antes, pueden seguir solicitándolo las veces que sea necesario... hasta que les digan que sí.

La mujer continuaba hablando, pero Gustabo ya no la escuchaba. Luego de escuchar "les negaron el permiso" su cerebro inmediatamente dejó de recibir más información. Le costaba procesar la noticia, trataba de asimilar toda la situación; sobre todo cuando no se esperaba para nada esa respuesta. Sinceramente, lo primero que pensó al despertarse era que luego del día de hoy, estarían más cerca de formar su familia. Una que si bien estaban manejando todo el proceso con calma y en privado, no significaba que no tuviesen ilusión. ¿Acaso esta era una señal de la vida para decirles que no iba a ser posible nada de lo que habían estado planeando el último año? Después de todo, esta era la segunda vez en menos de tres meses que obtenían esa respuesta.

— ¿Gus? — el llamado de su pareja lo sacó de sus pensamientos — ¿Estás escuchando? — le preguntó por lo bajo, mientras que colocaba su mano izquierda sobre la pierna de este. En ese momento, Greco se percata que por los ojos del alfa, había caído una lágrima. Lo que lo hizo preocuparse, así que se levantó de su asiento para acercarse más a él y colocar sus manos sobre los hombros de este y acariciarlo, manteniéndose de pie.

— Todo estará bien... — le dijo por lo bajo, luego de darle un corto beso en la mejilla y volver a prestarle atención a la asesora — continúe por favor, ¿qué nos estaba indicando?

— Sí... — retomó la palabra — hay muchas cosas que pueden hacer para asegurar que la siguiente vez les aprueben el permiso de adopción — volteó a ver a Gustabo — y señor García, esto es normal que suceda, pasa más de lo que usted cree y el hecho de que les hayan negado el permiso de nuevo, no significa que haya algo mal con usted y su pareja — comenzó a explicarle — soy testigo de lo capacitados que están ambos para añadir un miembro a su familia, por lo que vamos a trabajar en hacer todo lo posible para que no haya ningún pretexto y dentro de 45 días les aprueben el permiso.

— Nos estaba comentando que habían otras cosas que podíamos hacer para favorecernos — tomó nuevamente la palabra Greco — ¿Cómo procedemos?

— De acuerdo — dijo la mujer, mientras buscaba unos papeles por su escritorio — ¿han pensado en casarse? — les preguntó, ofreciéndoles unos papeles.

La pareja se volteó a ver y permanecieron unos segundos en silencio, en los que parecían estar hablándose con la mirada. Miradas que ambos conocían ya a la perfección y decían más que las palabras en ese momento. Por lo que la asesora, al percatarse de esto, les expresó que podían considerarlo, que no era algo que debían hacer obligatoriamente; sin embargo, que si querían aumentar sus posibilidades, esta era una de las mejores cartas que podían jugar. La pareja solamente aceptó, para luego intercambiar algunas palabras más con la mujer omega y finalmente abandonar la oficina.

Caminaron en silencio hasta su auto, el trayecto no fue nada distinto, la falta de palabras seguía manteniéndose. Greco quería hablar, tenía muchas cosas que quería consultar con su pareja, pero quería darle su espacio; pues el hecho que no les hubiese ido como esperaban ese día, le había afectado más a este de lo que pensó inicialmente. Así que mantuvo su distancia, incluso una vez llegaron a su hogar, donde el menor se adentró en el cuarto de baño; dejando a este solo en la isla de la cocina.

— Supongo que necesita más tiempo a solas... — dijo para sí mismo, luego de escuchar como la puerta del baño se cerraba y la ducha era abierta casi de inmediato.

El de barba, comenzó a buscar en el refrigerador lo que tenían allí dentro para sacar algunas cosas y comenzar a preparar algo de comer. Ambos tenían el día libre, pues Gustabo le había comentado a su hermano que tenía una cita importante y este le cedió el día sin problema. Él por su parte, había dejado todo listo en la comisaría, delegando a su comisario y mano derecha que quedara al mando. Así que quizás no iba a ser una comida de celebración como habían pensado, pero al igual que la vez pasada, no podía permitir que esto detuviese sus vidas.

— ¿Dónde está mi ordenador? — escuchó la voz del otro alfa, luego de unos minutos, en los cuales ya se encontraba nuevamente junto a este — pensé que lo había dejado en mi lado de la cama.

— Lo puse a cargar antes de salir porque estaba casi descargado — le respondió, aún confundido — está en la oficina, sobre tu escritorio.

El rubio no le dijo nada y simplemente se dirigió hacia la oficina que estos tenían en su hogar, en búsqueda del computador, dejándolo nuevamente solo. Así que este aún confundido, consideró que lo mejor era terminar de preparar lo que había iniciado y luego hablar con este; ya que conocía bien a su pareja y si este todavía no le contaba lo que pasaba por su mente, seguro era por algo.

Sin embargo, habían pasado ya unos 30 minutos y este no había vuelto a aparecer. La comida ya estaba lista y el de barba comenzaba a preocuparse. Así que, siendo precavido para no parecer que estaba presionándolo, se acercó a la puerta de la oficina de donde este aún no había salido. Fue ahí donde se percató que este parecía estar concentrado en su ordenador, mientras que anotaba algunas cosas en su libreta.

— ¿Gus? — lo llamó intrigado — ¿Qué haces? — se acercó y colocó su cabeza sobre el hombro de este, pero no obtuvo respuesta — ¿Puedes responderme...? Por favor.

— Separa el jueves de la próxima semana — le dijo en un tono más parecido a una orden, mientras que continuaba sin mirarlo.

— ¿Cómo? — preguntó entre risas, para luego levantar su vista hacia lo que el alfa estaba observando y escribiendo.

Fue en ese momento en el que se pudo fijar lo que había en la pantalla, quedando completamente sorprendido. Quiso corroborar lo que sus ojos veían, con las notas que el alfa había estado tomando.

— Nos casaremos la semana que viene — soltó sin más, haciendo al otro confirmar lo que había visto.

— Gustabo... — lo llamó, a la vez que se separaba — ¿Estás seguro de esto?, no crees que es una decisión un tanto...

— ¿No quieres casarte conmigo? — cuestionó directamente, viéndolo a los ojos y utilizando un tono de voz más tranquilo, al que había estado utilizando antes. Por lo que gracias a esto, el de barba fue capaz de percatarse de que en las últimas palabras de este, había cierta desilusión en su voz.

— No, no Gus... — se apresuró a aclarle, mientras que volvía a acercarse a este y se agachaba frente a él, para seguidamente tomarlo de las manos — claro que me quiero casar contigo... es sólo que, nunca pensé que tú quisieras. Ya habíamos hablado de esto y no quiero que te sientas obligado a hacerlo para tener más probabilidades de obtener el permiso de adopción.

— Sé... que puede llegar a ser una idea descabellada — lo interrumpió — y sí, reconozco que nunca había pensado en casarnos, pero porque nunca lo consideré que fuese importante... ya sabes, hablamos de esto hace unos años y estuvimos de acuerdo en que no necesitábamos un papel que confirmase lo nuestro.

— ¿Y entonces? — quiso saber, mientras que tomaba asiento en la silla contigua a este.

— Pues ahora sí que es importante para lograr lo que queremos, para lo que ahora es lo más importante para nosotros... — se expresó, pues llevaba considerando todo eso desde que salieron de la oficina de la asesora — por lo que creo que deberíamos casarnos y...

No pudo terminar de hablar, los labios del contrario interrumpieron su discurso, al unirse con los suyos. Uno que sirvió como confirmación a todo lo que el ojiazul había propuesto. Se separaron luego de unos segundos para tomar aire e intercambiar una sonrisa de complicidad. Después de todo, parece que casarse con la persona que amaban no era una idea tan descabellada.

Una Semana Después

La pareja se encontraba frente a frente, con sus manos entrelazadas y una sonrisa nerviosa. Si estos eran sinceros, ninguno de los dos estaba prestando verdadera atención a las breves palabras que el hombre frente a ellos les estaba dedicando. Por lo que fueron sacados de estos pensamientos, cuando este mismo les indicó que podían proceder a firmar esa "acta matrimonial" que los uniría legalmente de por vida.

El primero en hacerlo fue Greco, el cual sin dudarlo y conteniendo su respiración, se acercó al podio para tomar el bolígrafo y dejar escrito en papel su firma. Una vez hecho, levantó su vista para mirar al alfa de ojos celestes y cederle el bolígrafo, dándole paso para que este firmase. El menor así lo hizo, sin embargo, los nervios se apoderaron de él y volteó a ver a su alrededor; buscando esa seguridad de que lo que estaba por hacer, era lo que quería. Sus ojos primero fueron a parar en su hermano, y es que tanto Horacio como Volkov, habían aceptado a ser los testigos de dicha ocasión. En su hermano siempre había visto esa vida que él de cierta forma, nunca se pensó merecedor, ni tan siquiera digno de alcanzar. Sin embargo, con el tiempo y la llegada de Greco a su vida, se fue dando cuenta de que esa vida no era nada parecida a lo que él quería. Pues con el alfa de aroma a jengibre, quería mucho más de lo que podía ver reflejado en cualquier otro tipo de relación. De lo cual fue capaz de percatarse, conforme su relación fue avanzando.

Seguido a esto, volteó a ver al hombre que amaba, el alfa que cambió su vida, que llegó y le hizo dar un cambio de 180 grados. El alfa con el que estaba dispuesto a todo. Lo que incluía ir hasta el fin del mundo si fuese necesario para cumplir todo lo que tanto él, como este, anhelasen. Lo cual le recordó el motivo por el cual estaban allí, firmar esos papeles y unirse en matrimonio era algo que los podría acercar a formar esa pequeña familia que tanto añoraban. Por lo que luego de sonreírle al de barba, posó sus ojos nuevamente en aquel papel y firmó sin dudarlo.

— Te amo — le dijo al alfa mayor, una vez volvieron a fijar sus miradas.

— Y yo a ti — le respondió, uniendo sus labios en un corto, pero tierno beso.

Una vez terminaron, dieron paso a Horacio y Volkov para que pudiesen acercarse y firmar donde les correspondía como testigos de dicha unión. Greco y Gustabo por su parte, voltearon a mirarse nuevamente para compartir un abrazo; sabiendo que a partir de ese momento, estarían más cerca de poder iniciar esa etapa de sus vidas que tanto se morían por alcanzar.

1 Año Más Tarde

El día por fin había llegado, luego de su boda express, transcurrieron dos meses para que les aprobaran el permiso de adopción. Uno más para poder comenzar a ir a las casas de hogar, donde luego de pocas semanas, conocieron a ese pequeño de apenas dos años. Asímismo, por esta razón, se encontraban en la oficina de la que fue su asesora durante todo ese arduo proceso.

— ¿Y si ha sucedido algo de último momento? — le comentó Gustabo, preocupado a su pareja — ¿ Y si al final no podemos llevarlo a casa?

— Gus... — lo llamó, al tiempo que tomaba sus manos — todo saldrá bien... ya estamos aquí, hemos pasado por todos los protocolos necesarios y lo más importante... conectamos con Liam.

— Pero...

— Por fin lo llevaremos a casa con nosotros — lo interrumpió, haciendo que este soltase un suspiro nervioso.

Y es que durante los últimos meses, la pareja había estado conociendo al pequeño Liam. Un niño de 2 años y medio, cuyos padres lo dejaron a su suerte y desde antes de cumplir su segundo año de vida, ya se encontraba en manos del estado en un hogar de acogida. Los alfas llevaban conociéndolo y conectando con él, durante todo el tiempo que estuvieron siendo evaluados, para poder adoptar al pequeño. Tanto Greco como Gustabo, estaban seguros de que ese cachorro era el que querían en sus vidas, para ayudarlo a salir adelante y compartir con este por el resto de sus vidas. Aunque ya les habían indicado que ese día iban a ser capaces de por fin llevárselo con ellos a su hogar, seguían sin poder creerlo del todo; pues con todo lo que habían pasado, no querían ilusionarse demasiado hasta que estuviesen los tres en casa.

— Caballeros — ingresó Gabriela, la joven asesora, testigo principal del deseo de esos alfas por adoptar — oficialmente, les presento a Liam García Rodríguez, su hijo.

La pareja se puso de pie de inmediato, al mismo tiempo que otra mujer se acercaba a estos con el pequeño en brazos. Este al verlos sonrió y fue entregado a los brazos del alfa con aroma a jengibre. Momento en el cual ambos, ahora padres, se miraron el uno al otro, para luego dirigir toda su atención al pequeño. Aquel, cuyos ojos azulados brillaban, como cada vez que se encontraban. Aquellos con los que Gustabo se vió reflejado y Greco no pudo evitar "enamorarse" otra vez.

La primera vez que lo conocieron, sus ojos fueron esa ventana de comunicación entre ellos. En estos, se lograban reflejar una mezcla de muchas emociones (no precisamente positivas) en un ser tan pequeño. Gracias a los acercamientos que obtuvieron por las visitas y la costumbre de ver a esos dos alfas, el menor fue destellando en su mirada, cierta ilusión en cada ocasión. Estos lo fueron notando, y no podían sentirse más conmovidos y orgullosos al respecto.

— Hola pequeño — le habló por lo bajo el de barba, mientras que Liam tomaba uno de los dedos del otro alfa, para jugar con este como siempre hacía.

— Hoy vendrás a casa — le dijo ilusionado el de aroma a chocolate amargo, sin poder evitar emocionarse, sobre todo al notar que en los ojos de su pareja, se formaban unas lágrimas — tu nuevo hogar... permanentemente — se le acercó, dándole un tierno beso en sus cabellos rizados color azabache.

— No volverás a estar solo — le siguió diciendo el de barba al pequeño.

Mentirían si dijesen que estaban preparados por completo para iniciar esta nueva etapa de sus vidas. Sin embargo, la ilusión que compartían en estos momentos con su pequeño cachorro, luego de todo lo que les había costado hacerlo oficialmente su hijo, era algo se permitirían disfrutar todo el tiempo que fuese necesario. Adoraban a ese niño, e iban a hacer todo lo humanamente posible para devolverle la felicidad que su mera existencia, provocaba en ellos.

6 Meses Después

— ¿Quieres más? — le preguntó Gustabo a su cachorro, luego de ver como este ya había finalizado con el cereal que le había dado, obteniendo como respuesta un gesto de negación — vale — se le acercó para tomar el recipiente, ahora vacío, volviendo al área de la cocina — sabes... — le continuó hablando — papá y yo estábamos pensando en ir a visitar a tus primas y primo hoy, ¿te gustaría jugar con Jolie? — elevó su cabeza, para ver cómo este asentía. El menor se baja de su silla, para acercarse al rubio con pasos algo torpes — ¿que pasó, pequeño? — se agachó para quedar al nivel de este — ¿quieres algo? — Liam asintió, para luego señalar la parte superior del refrigerador, dándole a entender al alfa de inmediato lo que quería, haciéndolo reír — está bien, pero no le diremos nada de esto a papá, ¿de acuerdo? — propuso, recibiendo como respuesta, una sonrisa cómplice.

Liam era un niño muy especial y muy inteligente, sin embargo, debido a todos los eventos traumáticos que este había vivido a su corta edad, aún no había sido capaz de pronunciar palabra alguna. Esto fue algo que los sorprendió de primeras a la pareja, pues cuando lo conocieron por primera vez, el ojiazul tenía ya más de dos años. Tanto el alfa de barba como el de ojos celestes, habían aprendido poco a poco a comunicarse y conectar con él, sin que este necesitase expresarse de forma verbal. Aún así, esto no dejaba de ser una preocupación para ellos.

La psicóloga infantil les había informado que en casos de menores (sobre todo en la primera infancia) con pasados traumáticos, desarrollar mutismo era una de las particularidades esperadas. Afortunadamente, no significaba una imposibilidad del habla de manera permanente, ya que con el paso del tiempo, la adaptación al nuevo hogar, las nuevas estimulaciones y el amor brindado constantemente, junto con el acompañamiento profesional; eventualmente sus habilidades de comunicación irían evolucionando. Así como aquellas otras habilidades que se le irían reforzando.

— ¿Chocolate, vainilla, fresa o los tres? — le ofreció, a la vez que se los acercaba. El pequeño le mostraba dos dedos, dejando en claro que quería la segunda opción — sabes... — lo tomó en brazos, para sentarlo sobre la encimera y que este estuviese cerca suyo mientras le servía el helado — mi favorito también es el de vainilla, el de tu padre por otro lado... es el de chocolate — dijo esto último riendo, tomando una cuchara para colocarla en el plato y caminar hacia el sofá con Liam en un brazo y el helado en otro.

Una vez tomaron asiento allí, el pequeño comenzó a comer, mientras que el rubio sólo se dedicaba a observarlo. Le seguía pareciendo surrealista lo mucho que amaba a ese cachorro y como había cambiado su vida en los últimos seis meses que llevaban siendo una familia oficialmente. Por lo que seguía sumido en sus pensamientos cuando sintió al pequeño colocar su mano sobre el brazo de este, en busca de llamar su atención.

Gracias... — escuchó por lo bajo aquella nueva voz que había llegado a sus oídos.

— Liam... — pronunció el nombre de este sin poder creerlo — tú... tú, me hablaste — comenzó a decir ahora emocionado, al mismo tiempo que dejaba el plato vacío a un lado y tomaba a este en brazos para abrazarlo, no pudiendo evitar que sus ojos se cristalizaran.

El niño sólo sonreía sin comprender del todo el motivo por el cual su padre se encontraba tan contento y lo abrazaba tan fuerte. Lo cual evidentemente, no estaba siendo una incomodidad para el pequeño, pues con una sonrisa se aferró fuertemente a los brazos del alfa para corresponderle. Demostrando una vez más en el último minuto, como el vivir en un ambiente lleno de amor, era capaz de hacer hasta lo que se creía imposible.

— Dios — volvió a pronunciar el alfa — tengo que llamar a tu padre, tengo.. tengo que decirle — dijo mientras sacaba su móvil, sin soltar al pequeño para iniciar una videollamada, sin importarle que su pareja estuviese trabajando.

Definitivamente ese día era uno que ambos iban a recordar y atesorar en sus recuerdos por el resto de sus vidas.

1 Año Después

Un año más pasó, y como se había vuelto costumbre, Gustabo, Greco, Volkov y Horacio se encontraban juntos en un parque; lugar que tenía cierto valor sentimental para la pareja de alfas. Uno al que frecuentaban para llevar a sus cachorros y en algunas ocasiones a sus amiguitos, para que estos compartieran juntos en un espacio diferente y al aire libre. Sin embargo, el día de hoy ambas parejas tenían un sentimiento extraño presente, uno de nostalgia, el cual los hizo observar a sus pequeños y reflexionar un poco en cómo el tiempo había transcurrido en un abrir y cerrar de ojos.

Penélope se encontraba sentada en los columpios, siendo acompañada por su mejor amiga, Melissa; las cuales ahora tenían 14 y 15 años respectivamente. Estas, una vez todo entre sus padres se resolvió, retomaron aquella amistad que habían comenzado a construir. Ahora incluso asistían a la misma escuela e iban a los entrenamientos de fútbol, pues luego de que la pelirroja acompañase a la castaña en varias ocasiones, esta se comenzó a interesar y ahora era otra actividad que compartían y disfrutaban juntas. Acciones que tanto Horacio y Volkov, como Darya y Nikolai, agradecían.

Lucas y Lily por otro lado, tenían 12 años. Con el paso de los años, estos habían comenzado a realizar actividades más independientes. Lily había seguido por el camino de la danza y luego de unos años en ballet, le comenzó a interesar la danza contemporánea y llevaba ya dos años practicando en un centro diferente, con nuevas compañeras y amigos. Lucas por otro lado, continuó por el camino de la música durante varios años, perfeccionando su habilidad para tocar el piano; gracias a sus clases, así como la ayuda de su tío Nikolai. Sin embargo, ahora se encontraba probando otro tipo de actividades, pues pese a su corta edad, estaba seguro de que quería hacer más de una actividad en su tiempo libre. Aún así, el par de mellizos continuaba pasando juntos el resto del tiempo, ya que como sus padres habían previsto desde el nacimiento de estos, su lazo de hermanos iba a ser uno único y especial, que los acompañaría y se reforzaría conforme fuesen creciendo.

Por otro lado, no muy lejos de donde la pareja de adultos estaban sentados, el pequeño Liam y la pequeña Jolie ( de 4 y 5 años respectivamente) se encontraban en el arenero, donde siempre que iban, intentaban construir juntos un castillo de arena; el cual con cada visita, lograban llegar más lejos de realizarlo. Estos dos se habían hecho más que unos primos, ambos tenían una especie de complicidad que hizo a la pareja de alfas conmoverse. Ni Gustabo ni Greco, pensaban que su pequeño, luego de todas las dificultades por las que había pasado antes de convertirse en su hijo, iba a lograr soltarse más y comenzase a reír con mayor frecuencia. Esto gracias a la ayuda del resto de su familia, especialmente de la más pequeña.

— Papá — Liam caminó a paso rápido hacia la pareja de alfas, llamando su atención y tomando la mano del rubio — ven, ayuda — le pidió, haciendo a este reír, para luego ir al encuentro con su sobrina y ayudarles a cumplir su cometido.

Gustabo nunca se consideró a sí mismo ser capaz de convertirse en un buen padre, mucho menos en ser "material" de esposo. Sin embargo, los años le habían demostrado todo lo contrario, y es que gracias al impacto que tuvieron tanto Greco, como el pequeño cachorro que compartían; estos esquemas mentales que tenía de él mismo, fueron cambiando paulativamente. Se dio cuenta, gracias a estos, de que era tan buen esposo como padre y es que el equipo que formaba junto con el de barba, hacía que todo fuese más fácil. Después de todo, sus sobrinos y ahijados le habían enseñado cómo ser un padre, desde antes de convertirse en uno.

— Iré con ellos — les dijo Greco a la otra pareja, los cuales asintieron con una sonrisa, para luego ir hacia donde su pequeña familia se encontraba.

El de barbas por su parte, viendo a su esposo e hijo, no pudo evitar que su mente se transportara al pasado y se detuviese en aquellos recuerdos de cómo se fueron dando las cosas. Recordaba el inicio de su relación, incluso antes de que esta se definiera, y cómo por lo sucedido con sus mejores amigos, afectó el avance de la misma. Llegó incluso a considerar que su futuro no iba atado al alfa, por el que sentía tantas cosas, y que la idea de estar juntos... era sólo un imposible. Sin embargo, ahora mirando hacia enfrente, no pudo evitar sonreír al recordar todos los momentos felices y significativos que había compartido durante los últimos años. Si bien, las cosas habían sido complicadas de definir y poder concretar en un principio, ahora estaban casados y habían sido capaces de adoptar a ese pequeño, que llegó para alegrarles más sus vidas de mil maneras.

— Creo que ya me estoy acostumbrando — le dijo el omega a su esposo, mientras continuaba observando a su hermano, junto a su pequeña familia.

— ¿A que? — le preguntó curioso el ruso.

— A verlo así de feliz — respondió con simpleza, para luego ejercer un poco de presión en la mano de esposo, la cual había estado sosteniendo desde que tomaron asiento.

— Nunca lo harás, créeme — le dijo con una sonrisa, levantando la mano de este, para dejar un suave beso — yo sigo tratando de acostumbrarme a algunas cosas, una de ellas... tu belleza.

— Tonto — no pudo evitar sonrojarse. Se acerca al mayor y le da un corto beso en sus labios.

Para ambos la idea de ser padres, nunca fue cercana a lo que había terminado siendo y era actualmente. Mucho menos, luego de haber perdido un cachorro hace 7 años atrás. Además, haber estado a punto de perder a Penélope, el mismo día de su nacimiento. Asimismo, el incidente por el que pasó Lily, el día del cumpleaños de su hermana. Eso, sin mencionar las cantidades de veces que la vida de ambos ha estado en riesgo por su trabajo y diferentes situaciones de la vida, como lo fue el tema de su separación.

Volkov siendo el primero. Ese momento en el que decide romper su lazo de destinado con Darya, ese en el que estuvo a punto de no regresar y perder todo el futuro del que ahora disfrutaba. Pero al mismo tiempo, comprendía que el haber hecho esto, fue una pieza clave para que las cosas fuesen como lo eran. Con el paso del tiempo, aprendió a perdonarse a sí mismo, por muchas cosas, entre ellas aquello que para él fue el detonante de todo; el haber olvidado la fecha de aniversario de su hermana. Ahora entendía que no debía haberse sentido mal, ni mucho menos culpable por eso. El tener a Nikolai cerca fue algo que lo ayudó en demasía, pues era como tener a Aleksandra a su lado. Aunque este estaba en otra relación, comprendió que al igual que su hermana estaría feliz y orgullosa porque el alfa al que amó en vida, había logrado seguir adelante; de la misma forma, ella estaría igual de orgullosa por él, por el hecho de haberse casado, haber formado su familia...de haber sido feliz.

— Bueno... — comenzó a decir el moreno, una vez se separaron — ya que estamos hablando de cosas que nunca vamos a poder creer... — colocó su mano en la mejilla contraria — sigo sin poder creer lo increíble que eres, tanto como alfa, como padre y como esposo.

Horacio de igual forma, había analizado todo lo que había sido su vida: haberse enamorado de su alfa, haberlo perdido, haberlo recuperado. Lo que poco a poco, hizo que ese sentimiento de haber fallado como padre, que le generó toda la situación con Volkov, fuese desapareciendo. Comprendió que todas las cosas que sucedieron y las malas decisiones tomadas, afectaron no sólo su vida, sino también la de todas las personas a su alrededor; desde sus compañeros de trabajo, hasta toda su familia, sus hijos y sobre todo a su hermano.

— ¿Vamos con nuestros cachorros? — le propuso el ruso, poniéndose de pie, al tiempo que le ofrecía su mano.

— Me encantaría — aceptó con una sonrisa, para luego de la mano de su esposo, acercarse a estos.

La realidad era que ambas parejas habían pasado por muchas dificultades y por muchos momentos en los que más de uno, no vio la solución o quizás la vieron muy lejana. Fueron tantos que aún luego de los años, les seguían resultando extrañas sus vidas actuales. Unas vidas en paz, llenas de amor, belleza y alegría, sin tragedias y momentos como los pasados de por medio. Por fin habían alcanzado aquella estabilidad que tanto anhelaron y aspiraron tener. Claro, esto no los hace exentos de que las cosas se vuelvan a complicar, ya no para ellos, sino para esos pequeños que apenas estaban empezando a vivir y a definirse de manera personal e independiente; teniendo como base todo lo que sus padres les habían y seguirán enseñándoles.

Pero eso... eso ya es para otra historia.

~FIN~

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La verdad es que no tengo palabras en estos momentos, esta historia ha sido todo un viaje de emociones para mi y ha sido todo un reto el lograr terminarla.
Gracias todos los que llegaron hasta aquí, por haber continuado leyendo a pesar de que demoré más de lo pensado en terminarla.
Gracias infinitas por cada comentario, cada voto y palabras que me dieron para motivarme y animarme a terminarla, pero sobretodo, gracias a mi amada ItsMilaReading por ser una vez más mi mano derecha en todo esto.

❤️ Hasta la siguiente historia ❤️

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