Capítulo 2

Advertencia: Este capítulo puede tener contenido algo fuerte, si eres una persona sensible o fácil de impresionar te recomiendo saltarte esa parte.

El apellido Harvey se quedó en mi mente por mucho tiempo, había algo en ese chico que no dejaba que me concentrará en lo que hacía. No sé si eran sus ojos increíblemente azules, la forma en la que me sonrió, o simplemente la sensación de que podía ver dentro de mí pero me inquietaba demasiado.

Mi lío mental me perturbó tanto que cometí errores en la cena, en cuanto vi que el puré de papa estaba un poco salado, que la carne se había cocinado de más y que la crema de champiñones estaba muy aguada, me invadió el pánico.

Estaba aún adolorida de la noche anterior como para aguantar un castigo el día de hoy. Sentía como mi corazón aumentaba su ritmo y mis manos comenzaban a sudar, mi respiración se aceleró. Dieron las 7:30 p.m. en punto el ruido del auto al estacionarse hizo que mi corazón casi parará su pulso.

Tome una respiración profunda. Como un condenado a muerte espere a un lado de la puerta, coloque mis manos frente a mí apretando mis dedos por los nervios.

Vi a mi padre llegar a la puerta, abrió y entró sin siquiera mirarme, vi sus hombros tensos, su día había sido difícil, trague saliva. Me dio el maletín y su saco, subió las escaleras para cambiarse.

Acomode las cosas en el armario y corrí a la cocina, serví una copa de vino colocándola en el comedor, volví a la cocina y serví la crema, la había dejado más tiempo en la lumbre para que espesara pero no fue suficiente.

Lleve la crema a la mesa, mi padre ya estaba sentado tomando su vino, deje el plato enfrente. Me retiré un poco y espere, lo vi comer no hizo ningún gesto, terminó la crema e inmediato le di la carne y el puré, serví un poco más de vino y un vaso de agua.

Comió lentamente, su postura no me decía nada, aun así no me permití relajarme. Terminó la cena, nunca preparaba el postre a mi padre no le gustaba.

Recogí todo y lo lleve a la cocina, él no me había dado permiso de cenar. Regresé al comedor mi padre seguía sentado, me miro estaba a punto de hablar cuando el teléfono sonó, yo no podía contestar, era una de las reglas, no debía contestar el teléfono ni abrir la puerta de la casa.

Vi sus hombros aún más tensos, cada día alguien hablaba con mi padre, nunca era a la misma hora pero mi suerte siempre dependía de esa llamada. Cuando colgó no me volteo a ver.

— Ve a mi cuarto — dijo con voz fría, resignada avance hacia la habitación de mi padre.

Las cosas que siempre pasaban en ese cuarto me hacía temblar, muchas de mis pesadillas eran ocasionadas por las cosas que ahí ocurrían.

Entre al cuarto, no había nada en especial sólo una cama matrimonial, dos mesitas de noche una a cada lado, una repisa donde guardaba algunos libros de medicina un pequeño banco estaba colocado frente a la cama. A un costado de la cama había un armario, toda la pared tenía puertas plegables.

— Ve al cuarto de castigo — mi pulso aumento al oír a mi padre. Habían pasado ya dos semanas desde la última vez que pise ese lugar.

Camine hasta el armario, estaba dividido en dos partes, en una se guardaban los trajes de padre y en el otro se ocultaba la puerta de un cuarto insonorizado.

Entre al cuarto, no había mucho en este. Un banco de cuarenta centímetros de alto se encontraba en el centro del cuarto. En la pared a mi izquierda había una mesa con latas de pintura de diferente tamaño algo viejas y abolladas. En la pared de enfrente cinco cadenas colgaban. Una pequeña tina de metal estaba en la esquina izquierda. En la derecha un estante con cinturones, algunos látigos y probablemente algún objeto de madera.

(Zona de peligro - Repito - Zona de peligro si eres sensible o fácil de impresionar no sigas leyendo)

— Desnúdate y toma tu posición. — mi cuerpo comenzó a temblar. No quería hacerlo. Con los dedos entumecidos me quite la ropa. Avance a la pared de enfrente. Coloque las cadenas en mis piernas viendo a la pared. Después encadene mi mano derecha. Me quedé parada, esperando.

Mi padre se acercó y tomó mi mano izquierda. Un pequeño siseo de dolor salió de mi boca. Padre pareció no darse cuenta. Me quitó la venda que coloque en la mañana y agarró la cadena. La ajustó sacándome unas lágrimas por el dolor que recorrió mi brazo.

La última cadena ataba mi cintura a la fría pared, no podría moverme a los lados sin lastimarme seriamente. Padre jalo más las cadenas para que extiendan de manera firme mis brazos y piernas. El aire frío del cuarto calaba en mi cuerpo. Escuché un ruido tras de mí. Como si abriera una puerta.

Sentí que pasaron horas, cerré fuerte mis ojos, un grito quiso salir de mi boca cuando un golpe me dio en la espalda. Uno a uno los azotes caían, lastimando mi espalda y costados. Sentía dolor y ardor. No trate de moverme. Ni grite. Lo único que salía de mis labios eran leves gemidos.

Sabía que si gritaba sería peor. No supe cuánto tiempo estuvo azotando, pero sentía mis brazos y piernas débiles, ardían. Me quede ahí colgando cuando mis rodillas cedieron. Escuché que se movía.

— Sabes lo que hiciste mal. — su voz era neutra. — Mi niña, no vuelvas a hacerlo. O podría ser peor. — sentí que algo frío caía a mi espalda.

Grite.

Grité tan fuerte que mi garganta volvió a doler, sentía la espalda como si tuviera fuego. El olor a alcohol llegó a mi nariz, de seguro mi espalda había sangrado. El dolor fue tan intenso que me desmaye.

(Aquí termina la advertencia)

* * *

Cuando desperté me encontraba en el suelo del cuarto. Me sentía entumecida. Despacio me levante. Camine a la salida esperando que mi padre no estuviera. Abrí la puerta y vi por la luz que entraba al cuarto que de hecho mi padre no estaba.

Lentamente caminé hasta mi cuarto. Prendí la pequeña radio para saber cuánto tiempo había pasado. Me metí a bañar, el agua tibia escocía mi piel. Mientras el agua me calentaba un poco escuché la fecha de hoy. Había estado inconsciente dos días.

Salí de la ducha según la radio eran las 8:14 a.m., aún podría llegar a clases, si mi padre llegaba y no había ido a la escuela cuando podía el dolor en mi cuerpo sería más grande.

Parada frente al espejo pude ver en mis brazos las marcas color rojo, algunas heridas se estaban curando. Gire un poco mi torso. Mi aliento se trabó en mi garganta. Mi espalda estaba horrible toda morada y sanguiolenta, podía ver claramente la hinchazón no había lugar en mi espalda que estuviera sano.

No podía ponerme ungüento. Así que tomé unas cuantas pastillas para el dolor y la infección.

Me vende de nuevo la muñeca ahora se veía un poco amoratada. Me comencé a cambiar, no me puse sostén para evitar que algunas heridas se abrieran.

Volví a ponerme una playera de manga larga y cuello de tortuga ya que en mi cuello se podía notar algunas marcas rojas. La playera era negra por si mi espalda llegaba a sangrar. Esta vez me puse un chándal negro.

Deje de nuevo mi cabello suelto, me puse un suéter y tome mis útiles. Antes de salir tome un vaso de agua y agarre una rebanada de pan tostado.

Camine lentamente a la escuela. Días como estos no eran raros así que los profesores no dirían nada. Cada paso que daba dolía, comencé a transpirar, el sudor hacía que la playera se pegará a mi espalda y el roce con la ropa hacía que mi espalda ardiera.

Llegue antes de que dieran las 9:30 me pare frente al aula y abrí la puerta. El profesor ni siquiera volteó a verme. Entre y me dirigí a mi asiento.

Podía sentir las miradas de mis compañeros. Algunos me odiaban por el claro favoritismo de los profesores. Si ellos supieran lo que realmente pasaba, esos profesores no pasaban por alto mis retrasos o faltas por simple favoritismo, algunos lo hacían por miedo a mi padre otros por el dinero que padre les daba y algunos se mantenían neutros para evitar problemas.

Llegue a mi asiento, con cuidado me senté. El dolor recorrió todo mi cuerpo, sé que hice algún sonido pero no le di importancia estaba más concentrada en aplacar el dolor.

Cuando pude respirar mejor, y mi pulso detenía su loca carrera fue que sentí una mirada penetrante. Gire mi vista y el chico nuevo me veía atentamente. Sus ojos azules trataban de descubrir mis secretos.

Trate de evitar su mirada, no quería que siguiera viéndome.

— Señorita Kenned, diga la traducción de la oración que está en el pizarrón. — escuche decir al profesor, mi vista fue a la pizarra, era una frase simple. Al parecer la clase era inglés.

Everyone sees what you appear, but few see what you really are. — dije aclarando un poco mi garganta. A pesar de mi voz ronca la pronunciación estaba perfecta. Mi padre no hubiera esperado menos.

— Bien — el profesor se volteó y siguió la clase. Tome pocos apuntes mis manos temblaban en cada momento.

El timbre que daba inicio al descanso sonó. Todos recogieron sus cosas y comenzaron a salir. Yo me quedé sentada, esperaría un poco antes de poder tomar algo para el dolor, la pastilla que tome hace un rato no fue suficiente. Podía sentir la calidez que recorría mi espalda, también comenzaba a sentir el dolor por tratar de sentarme derecha.

— Faltaste dos días — esa voz me sorprendió. Alcé mi vista Marcus estaba frente a mí. Su cara seria me decía que quería explicaciones. Pero yo no quería darlas.

* * *

Traducción.

* Todos ven lo que aparentas pero pocos ven lo que realmente eres.

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