Capítulo 8

Había llegado por medio del anuncio de alquiler, la primera vez que se reunieron Martín no pudo apartar la vista de aquellos brazos con los que algunas personas –las más masoquistas– desearían tener como collar, pero que lo hizo abstenerse de expresar su sexualidad dentro de su propia casa.

Luego de independizarse con el fin de huir del yugo abusivo de su homofóbico padre, vivir toda su vida reprimido derivó que asociara los atributos físicos desarrollados del cuerpo en rechazo y posteriori fueran su tipo ideal de pareja sexual. Un aspecto de su vida que conveniente a lo contradictorio que sonaba, tenía bastante sentido si lo analizaba, cosa que nunca hizo por querer ahorrarse hurgar demasiado en sus conflictos internos.

Por lo que Wright al darse cuenta de la tensión sexual que rondaba en torno a ambos inició el acercamiento. Fueron pequeños cambios: compartir cervezas en la sala mientras miraban películas, el roce de sus dedos al pasarle cualquier cosa o que observara con descaro su cuerpo. Todas estas situaciones le brindaron confianza poco a poco a Martín, logrando involucrarse no solo física si no emocionalmente con el futbolista.

En relación a esto no todo fue color rosa una vez confesó sus sentimientos y decidieron salir; por obvias razones que incluían a los amigos del chico y su intolerancia, no fue la relación de ensueño que había idealizado por mucho tiempo. Los problemas solo fueron en aumento cuándo Martín se negaba con mayor frecuencia a tener sexo.

De hecho no es como si repudiara el acto o no le generara placer, era más bien porque se sentía mal cada vez que se tocaba a sí mismo en tiempos clandestinos: cuando Wright tomaba una larga ducha o practicaba sus flexiones en la sala. Para cuándo él quería follar, Martín se hundía en sus remordimientos. Hasta que las discusiones llegaron al clímax que desmoronó su asertividad.

Fue en un pub donde la música estridente y los láseres de neón tenían a Martín demasiado ebrio y mareado. Jamás en su vida desde aquellas visitas frecuentes a los baños públicos de su ciudad natal, había pensado en hacerlo de nuevo. Divisó a Wright besando a una chica o mejor dicho casi follándosela en el sofá de cuero. Tampoco es que lo hubiese seguido a ese lugar, solo a veces las coincidencias eran una mierda en una ciudad como esa.

En resumen lo persiguió a los baños, tomando cuánto trago le ofrecieron en el camino. Ellos estaban en plena faena, escuchaba los gruñidos característicos de Wright y dulces gemidos de la chica; Martín abrió el cubículo contiguo y al ritmo de las embestidas del hombre frotaba su erección. Hasta que al igual que la mujer, jadeó el nombre de su compañero de piso cuando todos llegaron al orgasmo. En su cabeza fue epifanía, llegar al clímax con extraños fue algo que explotó su cabeza, sin embargo, el fuerte sonido provino del puño de Wright en la puerta que antes había olvidado cerrar.  Desde esa vez, los insultos y burlas fueron calando en su sistema.

—¿Martín está todo bien?—. ¿Por qué Wright miraba a Leonardo con hostilidad? ¿Y por qué de pronto lucía tan interesado en él? Entonces reparó en la expresión preocupada del latino y pensó que era probable el haberse perdido demasiado tiempo en sus pensamientos.

—Ah sí, estoy bien ¿Por qué no lo estaría?—hizo un intento de sonrisa mientras se acercaba a Leonardo.
Wright interceptó a Martín tomándolo por el brazo—. Escucha, necesito que hablemos. Tenemos que resolver esto Martín, no fue mi intención hablarte así.

—Creo que eres tú quién no escucha, no me creo eso de ‘‘es que no fue mi intención’’—enfatizó las comillas con un gesto de sus dedos—. Es obvio que esto no iba a funcionar en primer lugar, ahora suéltame—el español observó como el tipo afianzaba el agarre y se quejó, pero este no cedió.

—Sé que te gusto, podemos hablar sobre esa mierda fetichista tuya en privado, no sé, mira tengo un amigo puedo hablar con él para que te folle o que se yo, pero déjame volver—Martín no daba crédito a lo que escuchaba y se sintió asqueado que hablara de él como una simple pieza de carne que podría servir a cualquiera.

—¡Suéltame y lárgate de mí vista! Entiende que no lo puedes tener malditamente todo con esa actitud de mierda que te cargas, gilipollas—cuándo el puño del hombre se alzó, se cubrió por reflejo, pero ningún golpe llegó y de pronto el agarre en su brazo se desvaneció. Al abrir los ojos, no pudo evitar la expresión de sorpresa en su rostro. Wright estaba de rodillas sujetando su vientre y luchando por respirar mientras que Leonardo estaba sujetando su mano lastimada—. ¿Lo golpeaste?—la pregunta fue tonta.

Leonardo no entendía muy bien lo que pasaba ni la dinámica que precedía a la ex pareja, pero algo que conocía muy bien era como casos de acoso terminaban en palizas. Él no tuvo problemas con el tema en propias carnes, no obstante de algunos de sus estudiantes no podía decir lo mismo. Aunque la violencia no se resolvía muchas veces con más violencia, no iba a dejar a Martín ser golpeado. Aun cuando no tuviese idea de cómo hacerlo de forma correcta.

—Claro que lo hice ¡Iba a hacerlo primero! Y… ¡Mierda vamos!—su reacción al ver como el tipo se incorporaba poco a poco fue tomar la mano de Martín y salir corriendo como el infierno de ahí.

Sus piernas se movieron solas y solo podía agradecer a su sistema de protección biológico porque joder si sabía pelear, en su vida lo había hecho y no quería averiguarlo con un chico que pese a ser más joven, le triplicaba en contextura. Estaba casi seguro que su muñeca estaría agonizando varios días sin miedo a exagerar.

—¡Leonardo joder hace dos calles que abandonamos el parque! ¡Ya no siento mis pies! —ante la queja se detuvo, con su corazón bombeando como loco y los pulmones ansiando bocanadas que le brindaran el vital oxígeno.

Leo jadeó—. L-lo siento—ambos se sostenían en sus rodillas mientras regulaban sus respiraciones. Luego de un momento Martín comenzó a reír, a Leonardo le gustaba escucharlo por lo contagioso del sonido—. Ya sé lo que vas a decir, que soy un cobarde y todo eso, pero coño al menos estamos con vida y el gracias es algo que aceptaría sentados en una barra.

—Hombre claro ¿Por qué asumiste eso? Estoy en deuda contigo, así que esta noche pago yo las copas.

En ese mes de convivencia, era primera vez que escuchaba hablar tanto a Martín. El español siempre tenía en pie toda su artillería de defensa y murallas, pero ahora sentados en aquel bar era solo un chico que había tomado malas decisiones en torno al amor. En definitiva odiaba a Wright por crearle tantas inseguridades sobre su sexualidad, deseaba ser esa persona adecuada que le enseñara que no estaba defectuoso. Sabía las normas que impuso antes de alquilar su habitación, pero nada le impedía disfrutar de lo que le gustaba ¿O sí?

—Déjame mostrarte que no hay nada de malo contigo. Espera mi señal—dijo antes de levantarse de la mesa e ir a sentarse en la esquina de la barra. El bar estaba lleno y si no fuera porque se tomaba aquella situación como una lección, se hubiese mofado de la expresión confundida de Martín. No pasó demasiado tiempo para que un hombre contemporáneo a su edad se sentara a su lado.

—Otra ronda de lo que él está tomando—se presentó y Leonardo aceptó el trago sonriéndole a su nuevo objetivo sobre el vaso—. ¿Estás libre ahora?

—¿Quieres averiguarlo?—procedió a levantarse y tras un guiño a Martín se fue al baño con señor brinda copas.
Martín del otro lado se encontraba nervioso, había captado la señal de Leonardo ¿Pero qué carajos iba a hacer con él? Pasó la barra caminando a trompicones torpes y estrellándose con varias personas. Parecía caminar sobre lava pues todo su cuerpo ardía y mucho temía que no tanto por el grado de alcohol en su sangre.

Al entrar al baño, su corazón se aceleró como la mierda y toda la sangre se acumuló en la zona sur de su cuerpo. Su reacción primaria fue esconderse aunque ya hubiese anunciado su presencia con el sonido del metal contra su espalda. No había nadie más que la pareja en los urinales y él.

—No te escondas, ven aquí—el corazón de Martín se saltó un latido con el tono autoritario y su polla estuvo de acuerdo, de alguna excitante forma.

—No sé qué papel juego yo en esto—respondió inseguro, una cosa es que una pared lo separara de su fetiche y otra muy distinta una invitación como esa.

—¿Acaso no te da curiosidad saberlo?

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N/A: woah, es que yo pensaba que no podría volver a escribir sobre estos dos en un buen tiempo ಥ‿ಥ pero estos días he estado leyendo más y gracias a un video de Thelma Study me dije a mí misma "oye mija pero deja la procastinadera porfa" y aquí estoy con un capítulo algo corto pero con la promesa de un poco de sinrespeto en el siguiente (ya saben de que hablo -wink wink- ( ͡° ͜ʖ ͡°) )

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