Capítulo 6
Esa noche Leonardo buscaba dejar atrás su vida cotidiana y develar su lado dominante bajo las luces tenues de aquel pub; al ritmo marcado de Rosenfeld pulsando de fondo sus sentidos mientras se concentraba en el profundo aroma a cuero. Uno de los encantos de visitar Estados Unidos fue el desapego parcial que notó hacia la sociedad en cuánto a vivir la sexualidad. En Venezuela por ejemplo, las discotecas gays o ''de ambiente'' como se les conocían, eran escasas. Por no decir casi inexistentes debido a los estereotipos antiguos ligados de forma estrecha al machismo.
Podía dar fe de la distinción de los sistemas, aunque en todo el mundo la lucha por la aceptación es constante, los movimientos en su país madre eran nulos. Valía más la frase ''cuidado con una vaina'' como amenaza pasivo-agresiva en los adolescentes que comenzaban a vivir su vida sexual, que brindarles una educación del tema de manera abierta y sana. Leonardo aprendió a llevar una existencia reprimida por sus padres quiénes por mucho tiempo pensaron que era un animal de laboratorio.
¿Cómo podría gustarle a su hijo hombres y mujeres? Era inaceptable porque para ellos, las cosas eran blancas o negras.
Tomando en cuenta que aún cuándo en su momento adoraron a Rafael, seguían resentidos hasta la fecha por la falta de nietos en casa. Cuestiones de ''mantener el apellido'' o algo así decía su padre.
Leonardo tomó asiento en la barra y pidió un par de shots de tequila para calentar un poco su cuerpo. Dar con aquel pub le vino como anillo al dedo en una página que encontró navegando por internet; en cuánto a bares gays había un sinfín, sin embargo, su búsqueda era muy específica: lugares donde encontrar sumisos, que practicaran BDSM y palabras claves similares.
Entonces las páginas que parecieron infinitas se redujeron a unos cuantos sitios de reputaciones diversas. No era común en su rutina frecuentarlos dado la fidelidad que profesó a su ex pareja, por eso su ligero nerviosismo e incomodidad con su propia piel. Aunque poco a poco eso fue disminuyendo gracias al mantra que se repetía para comprender que no estaba haciendo nada malo, ya no.
El hombre observaba con sumo interés la vestimenta de los que se divertían al rededor de la masa de gente en la pista de baile. Mujeres portaban poderosos atuendos de cuero de distintos estilos y hombres en su mayoría solo pantalones y botas del mismo material, incluyéndolo. Aunque a diferencia de los que mostraban sus cuerpos trabajados en gimnasios, él llevaba una camisa bajo su chaqueta de motorista.
En cuánto a gustos se rompen géneros, no es como si tuviera un modo determinado de atraer a alguien en especial porque en cuestiones de flirteo, Leonardo no era tan experto. Esa noche admiró el abordaje de algunos, tan osados y seguros de sí mismos igual que sus fetiches. Varios se acercaron a buscar un poco de diversión sin compromiso, presumiendo sus virtudes como dominantes o sumisos, pero no se decidía por alguien.
—Pareces un poco perdido en este mar del cuero, señor—La voz profunda de aquel hombre se alzó en un susurro cercano a su oreja, Leonardo calculó que podrían ser contemporáneos en edad y supo por sus reacciones al mostrar interés, que el tipo era un sub con bastante experiencia.
Esa frase fue el principio de una larga y armónica conversación sobre sus preferencias. Terminando con el camino al departamento que compartía con Martín. El hombre, de nombre Rubén, no pareció afectado con ser observado por su compañero de piso.
''De camino a casa'' Fue el mensaje que le envió a Martín.
Al llegar el ambiente cambió entre Leonardo y Rubén; el último se arrodilló en el recibidor en silencio y besó los zapatos de quién sería su amo esa noche esperando obediente su próxima orden. Cualquiera que viera aquella escena pensaría que había muchas cosas que estaban mal, es decir ¿Dejar que te manipulen solo por satisfacción sexual?
Ese tipo de pensamientos era claro que provenía de alguien que no se instruyó de aquella cultura, la cual nada tenía que ver con ningún tipo de manipulación. Comenzando desde el consenso de las partes hasta salvaguardar la salud mental y física de cada uno por medio de palabras seguras.
—Quítate la ropa—Ordenó Leonardo; Martín bien pudo haber hecho una fiesta y podía asegurar que Rubén de igual forma se desvestiría sin pudor, lo que comprobaba su experiencia. Observó su estructura fornida y fue inevitable que su propio cuerpo reaccionara con la vista. Había pasado mucho tiempo después de todo.
Leo enganchó la cadena al collar que Rubén tenía puesto y lo condujo desde el recibidor a su habitación caminando cuál perro. Sin prestarle atención al chirrido de una puerta que buscó ser imperceptible al oído. Solo había dos momentos tan íntimos en las cuales se sentía por completo en su elemento: cuando escribía y estar a cargo del placer de su sub.
Rubén no parecía tener miedo al ser despojado de algunos de sus sentidos más importantes, como la vista y el tacto pues Leonardo se había encargado de privarlo con cuerdas y un trozo de tela que previo a su ida del bar, compraron para utilizar juntos esa noche.
—Hermoso—Expresó Leonardo al admirar como al hombre comenzaba a acelerarse el pulso y su respiración se volvía más agitada—. Luces hermoso muchacho.
—Gracias, muchas gracias, señor—Respondió el hombre mientras ahogaba un gemido; los dedos recorriendo su cuerpo se sintieron demandantes por lo que Rubén no minimizó su voz en ningún momento. Se sentía demasiado bien y quería que su señor lo supiera.
En el otro extremo del pequeño apartamento, se hallaba un Martín vuelto un manojo de nervios con las manos sudando horrores. Él había leído el mensaje de su compañero de piso las veces que fueron necesarias para intentar comprender que este no lo estaba juzgando por su fetiche, todo lo contrario.
Una hora más tarde y con voces escuchándose del otro lado de la puerta de su cuarto, Martín se encontró con su frente pegada a la madera y un sinfín de sentimientos revueltos. La situación que se le presentaba era distinta y no dejaba de aterrarle menos ¿Y sí Leonardo se arrepentía al verlo cerca? ¿Iba a golpearlo y llamarlo enfermo como lo hicieron algunos? Ante aquellos pensamientos Martín se llenó de inseguridades.
Cuándo apenas abrió un poco la puerta y observó a aquel hombre caminando por su casa de rodillas, todo cambió y la curiosidad se volvió su peor enemiga. Estaba atónito, sin salir de su estupor aun tras arrastrarse con pasos lentos fuera del único escudo que lo mantenía a salvo de todo su autodesprecio.
Martín se trasportó a aquel baño público donde descubrió una parte de sí mismo, pero los cubículos fueron desapareciendo conforme los muebles de su casa cobraban forma y lo traían de regreso al presente; con los gritos de profundo placer de un desconocido.
Entre la distancia se acortaba, los gruñidos de Leonardo se alzaban sobre los gemidos de su amante. Martín sentía como su polla se llenaba dentro de sus pantalones, pero sus pies no avanzaron más allá de la puerta abierta de par en par. El miedo seguía mezclándose con sus otras emociones como la excitación.
El español se quedó de pie, apoyado en el marco de la puerta y apenas dejando a la vista el celaje de su figura. Se deshizo del botón de su pantalón con premura; sus movimientos torpes lo desesperaron por un segundo a raíz de la idea de que todo terminaría pronto.
Ciertamente no era el caso dado a la dinámica sexual que llevaban Leonardo y Rubén en la cama. Con el pantalón en sus tobillos y su erección caliente dentro de su mano, Martín comenzó a masturbarse. Se sentía sucio concentrarse en lo mucho que disfrutaban aquellos hombres; los golpes que parecían encender más al tipo que los recibía dado al volumen de su voz.
No sabía qué pasaba, porque no se atrevía a incomodar a la pareja con su presencia. Podía conformarse con eso, pensaba entretanto aceleraba los movimientos de su mano. Hacía tiempo que no se sentía tan emocionado, pero se conocía demasiado bien como para decir que tenía suficiente solo con escucharlos.
Poco a poco fue asomando su rostro más allá del marco de la puerta y la imagen que lo recibió casi lo hizo correrse. Leonardo sostenía al hombre por el cuello, lo estaba follando tan fuerte que el ruido que hacían sus cuerpos al chocar era alarmante y ellos fueron los que provocaron que más líquido seminal brotara sin restricción. Tuvo que apretar la empuñadura para aguantar un poco más.
La tarea parecía difícil pues esa otra faceta de su compañero le tenía abrumado –en el mejor y más sensual de los sentidos– y por si fuera poco, hicieron contacto visual por breves minutos en los que Leonardo sonrió lascivo y le mostró el desastre que era su amante al tomarlo por los brazos y atraerlo a su pecho.
Martín observó el vientre manchado del tipo, ya no tenía una erección, pero seguía perdido en el placer que le brindaba su cuerpo a Leonardo. Fue una vista casi sublime y por la cual no pudo evitarlo y se corrieron juntos; Leonardo en el interior de su amante y él terminó manchando el piso de la habitación.
—Gracias, señor—Incapaz de entender por qué el tipo agradecía a Leonardo, quién le retiraba la venda; Martín se quedó pasmado al sentir el peso de la mirada del desconocido sobre su cuerpo semi desnudo en medio del pasillo. Casi se cae al enredarse con sus propios pies en su maratón hasta un lugar seguro: su habitación.
Leonardo ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar al ver como Martín salía corriendo lejos de ahí, aún pasaba por el trance post orgasmo. Tenía que admitir que se la había jugado con enseñarle el estado que físico de Rubén, la expresión del español le agradó más de lo que podía permitirse y eso auguraba ser un problema en un futuro cercano.
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