Capítulo 18

Leonardo encontraba en las librerías esa sensación de libertad que al cerrar los ojos y concentrarse podía visualizar la infinidad de mundos que albergaban aquel cúmulo de estanterías. Desde pequeño la lectura era su más grande pasatiempo, aunque su madre no entendiera el por qué tenía que regalarle en navidad libros de fantasía donde convivían razas inexistentes. Luego de pasar años escribiendo en foros de forma anónima, es en su adolescencia que decide dar un paso más allá de un seudónimo, y se adentra en la escritura como su profesión soñada. Las clases de castellano y literatura en los liceos de su comunidad sirvieron de práctica constante, hasta que conoció a Raúl y desató su carrera como escritor.

Los comentarios y menosprecios fueron su pan de cada día, sin embargo. Su familia siempre tuvo algo que decir del tipo que escribía cuentos infantiles por ocio, incluso sus padres en su momento se dejaron influenciar por aquellos comentarios malsanos. Creían que ser ingeniero o doctor era lo mejor, hasta que su primer libro se vendió y les aparecía hasta en la sopa. Leonardo había aprendido a vivir con eso y el auto sabotaje respirándole en la nuca, pero no desistió de su aspiración. Lo irónico del asunto es que a posteriori todos demandaban su presencia en las fechas festivas, como si los daños cuáles huellas en la arena, fuesen borrados por el agua del océano.

''Siempre habrá quién te haga dudar de tu talento, cuestionarán tu edad, aficiones, valores y costumbres. Querrán pensar no harás nada al respecto, y la razón por la que debes hacerlo es porque no hay nadie diciéndote que no puedes''

El venezolano sonrió ante ese pensamiento, le había costado casi toda su adolescencia darse cuenta de que en verdad nada estaba mal con él y su pasión por la escritura. Eran los demás quiénes proyectaban sus inseguridades en él.

—Sabes hermano...—Raúl quién se había acercado a la mesita dispuesta para la firma de libros, se sintió curioso por la expresión lejana de su amigo. Como si estuviese meditando a profundidad sobre algo en particular así que lo escuchó con atención.

—Allá afuera habrá alguien que también esté subestimando su talento, y es casi descorazonador que sea por culpa de alguien más. Porque se ha dicho, o está diciendo tantas cosas negativas que le costará entender que no es su culpa—dijo Leonardo con nostalgia, casi reflejándose en ese ser invisible.

—¡Hey chicos!—el grito de Raúl dejó a todos impresionados, Leonardo incluido. Dentro del lugar había alrededor de cuarenta personas que esperaban por su firma y todas voltearon a ver al hombre de mediana edad que se subía a una silla vacía.

—¡Si ustedes tienen algún sueño no desistan! ¡Si les gusta dibujar, pero les han dicho que lo hacen mal o no se parece al de tal artista, sigan dibujando, encuentren su estilo! ¡No dejen que las inseguridades de otros calen en ustedes ¿vale?!—todos gritaron una porra con alegría. Leonardo y todo el grupo que trabajaba en esa librería aplaudieron al hombre, y solo porque ya conocía su personalidad es que no se murió de vergüenza ajena del todo. En verdad esperaba que esas palabras ayudaran a quién las necesitaba.

—Gracias por ser el altavoz de mis pensamientos, eres bastante oportuno—se burló, la fila comenzaba a moverse y pudo escuchar la risa fanfarrona del hombre.

—¿Y tú quién crees que es tu mejor amigo? ¿Un insensible? Hombre deberías darte con una piedra en los dientes porque como yo no hay dos—se jactó Raúl mientras daba algunas indicaciones a los siguientes chicos en la fila.

—¡Pero bueno! Miren a doña presuntuosa, déjame comprar un billete de la lotería, ya que no tienes a Mercurio retrogradando—la alegoría fue una flecha directa al carácter casi cascarrabias del hombre cuando no estaba de buen humor. Pronto dejaron el tema de los astros y las señales cósmicas para centrarse en el público.

Ese día había transcurrido tan bien como nunca antes, luego de la firma se reunieron en una sala aparte de la sección de ventas. Era como un salón de conferencias donde él leyó en voz alta el primer capítulo y debatió algunas cosas que se presentarían sin ánimo de hacerles spoilers. Muchos compartieron sus opiniones, halagos y malestar hacia algún personaje en particular, algo que llenaba mucho su alma, tener esa retroalimentación sana con quiénes leían sus obras. Terminaba con ideas nuevas y como un hombre feliz, aunque notó un vacío en su interior. Pensó que sería buena idea llamar a Martín, pero dado que eran tres lugares donde debía estar, casi debían correr al segundo.

La segunda librería les ocasionó problemas por lo que sufrieron un retraso de algunas horas. En ese tiempo, Leonardo se alejó un poco de la gente para llamar a Martín, quería saber cómo iba su celebración, lo raro es que su celular sonó apagado todo el rato. El latino se encogió de hombros y le restó importancia pues se lo imaginaba sentado junto a sus amigos disfrutando el trabajo por el cual dejaron las pestañas pegadas a una computadora y las horas de sueño en el fondo de un cajón. Su niño estaba divirtiéndose y lo tenía bien merecido.

—Logramos resolver el problema, vamos—le indicó Raúl al situarse a su lado. Ambos entraron y siguieron las mismas pautas, sin embargo, había algo extraño.

Leonardo estaba firmando y hablando un poco con sus lectores mientras que sentía el peso de una mirada sobre su espalda, y era bastante raro dado que detrás de él solo había una estantería con un afiche promocional. El venezolano recorrió pues con la mirada de manera disimulada cada uno de los rostros que esperaban con libro en mano, siendo uno el que llamó poderosamente su atención.

No pudo ver su rostro porque llevaba una gorra que cubría parte de este, y toda esa ropa oscura de alguna manera resaltaba entre el gentío. Al poco tiempo la sensación desapareció, el chico no estaba en la fila. Leonardo lejos de sentirse incómodo, parecía curioso sobre aquella figura masculina. Sentía que lo conocía, pero aquel hoodie que ocultaba cualquier dato de su cuerpo que pudiese reconocer, le dificultaba la tarea.

Lo mismo se repitió en la tercera y última librería. Leonardo por un instante quiso retarlo, sin embargo, dos podían jugar el mismo juego. Una vez todo hubo terminado, todos adoptaron sus tareas correspondientes para ayudar a desocupar el lugar, sin embargo, Leonardo se encontró persiguiendo al chico misterioso hasta un rincón apartado, un pasillo sin salida.

—Me preguntaba quién eras, ya que me resultabas familiar—murmuró, bajo y con un tono profundo que hizo temblar al chico que no alzó su mirada ni cuando el hombre mayor fue acercándose, ni cuando se inclinó cerca de su oreja, bloqueando su camino con el brazo sobre el anaquel. El chico solo abrazó el libro que llevaba con fuerza en su pecho, una copia de la obra del latino.

—¿Querías jugar al gato y al ratón niño? De ser así perdiste, te he atrapado—dijo Leonardo en su oreja, arrancando un sonidito húmedo de sus labios. Leonardo alzó su barbilla, reflejándose en aquel cielo azul que comenzaba a nublarse por el creciente placer que la situación le generaba. Martín le devolvió una sonrisa llena de picardía, le envolvió el cuello con sus brazos y susurró sobre sus labios.

—Todo lo contrario, papi. Perdiste en el momento que sentiste curiosidad, como en los viejos tiempos—señaló recordando sus palabras días atrás—. ¿O me equivoco? Creo que gané también esta vez—alardeó, y Leonardo sonrió sin perder de vista sus carnosos labios.

—Tienes razón niño, yo perdí—sin esperar demasiado mientras que Leonardo retiraba la gorra para que el cabello de Martín resbalara sobre su frente, su lengua ya saboreaba su labio inferior y pronto se deshicieron en un beso clandestino y lleno de pasión entre historias extraordinarias.

Había llegado navidad, esa época del año donde es común adentrarse en un limbo transitorio entre sentirse feliz por un nuevo año o triste porque se terminaba, Leonardo no sabía en cuál situarse desde que se independizó. La navidad era bastante curiosa por decir lo menos, pues era como una súper Pangea de emociones y gente alrededor del mundo que la celebraba a su manera. Un pandemónium cultural.

Leonardo disfrutaba las fiestas decembrinas como cualquier otro venezolano: escuchando gaitas, comiendo su plato navideño y bebiendo alcohol para borrar las malas decisiones de los 365 días anteriores y los ''Y sí'' que nunca se atrevió a enfrentar por quizá estar a gusto en su zona de confort y que prometía hacerlo el año siguiente, sin embargo, esta vez era diferente.

Se aproximaba el viaje a su país natal en compañía de su pareja, y decir que estaba nervioso como la mierda era quedarse corto. Leonardo preparaba las maletas, o eso intentaba pues Martín lucía más entusiasmado en envolver algunos regalos vistiendo un ridículo suéter feo de navidad, iba y venía con un oso sobresaliendo en su pecho que era más perturbador que lindo. Las patas y brazos del animal parecían las ubres de una vaca, pero por obvias razones no iba a decirle eso a Martín pues él no vestía muy diferente: un Santa Claus le agregaba tres tallas a su abdomen, y un gorro cuyo pompón blanco le causaba una terrible alergia era su conjunto de esa tarde, porque sí, Martín había comprado un modelo diferente para cada día. Al parecer era fanático de ese tipo de suéteres.

—Pareces bastante animado, aunque así no se bailan las gaitas venezolanas, ven te enseñaré algunos pasos, seguro que mi madre te amará mucho más si bailas con ella mientras canta—se rio y se levantó del sofá, no le importó dejar la maleta a medio hacer, le extendió la mano a su chico, este la tomó y el mayor lo atrajo al medio de la sala para enseñarle algunos pasos; de fondo se escuchaba la voz de Betulio Medina y su Maracaibo 15. Sin imaginar que estarían bailando por más de media hora antes de correr a terminar todo para llegar tiempo al vuelo.

—Ahora los aviones me traen lindos recuerdos—murmuró Martín preparándose para dormir una siesta, lo que básicamente era recostar mitad de su cuerpo en el regazo de Leonardo y acunarse en su cuello, pero con los suéteres era un desastre de posición.

—Estaría mejor sin la imagen de Claus comiéndose la boca de tu oso—ambos se carcajearon en voz alta, llamando la atención de algunos pasajeros. El vuelo duró alrededor de catorce horas incluyendo las escalas hasta llegar a la capital.

—¿Nervioso niño? Margarita te va a gustar ya lo verás—Martín se quedó en silencio, quizá se cansó, Leonardo lo entendía, por suerte solo faltaba un paso hasta llegar a su destino.

¿Nervioso? Martín sentía como sus piernas temblaban. Desde una perspectiva más clara cayó en cuenta que Leonardo era su única pareja formal que intentó conocer a sus padres, con algunos años ya de relación estable y de la cual pasaría año nuevo junto a sus padres, santa mierda si no estaba siendo serio con ese hombre que le cortaran la polla.

Ni siquiera los años que habían pasado evitaban que sintiera cosquillas en el estómago con tan solo admirarlo, y es que desde la distancia que había tomado para dejarlo encargarse del equipaje era consciente del tirón en su pecho al observar su barba crecida y la seguridad que transmitía entre la multitud.

El puerto naviero en la isla fue como transportarse a otro mundo, el viento salado le golpeaba el rostro. Martín nunca había estado tan cerca del mar en su vida por lo que se había quedado entretenido en la orilla del muelle, como un niño con juguete nuevo, hasta que Leonardo se situó a su lado y le dirigió hasta una parada de taxis.

—¿Por qué no dejaste que tu padre viniera?—Martín pudo notar cierta tensión en los hombros de su hombre, sintió curiosidad por la razón, aunque tenía sus sospechas.

—Hace tiempo no los veo, desde que bueno, ya sabes toda la historia, desde esa vez no les presento a nadie—dijo el latino con sinceridad. Martín asintió—. Y sé que les caes bien, pero no confío demasiado en llamadas en grupo—Leonardo limpió por tercera vez sus manos en el pantalón, por lo que se aventuró a entrelazarla con la suya para brindarle un poco de estabilidad.

—Todo estará bien, solo vamos a respirar y dejarnos llevar por lo que pueda pasar ¿Crees que no lucharé por ti? Recuerda que soy bien testarudo cuando quiero—se rió, dejando un beso en sus nudillos. Se tranquilizó al observar que el mayor lo hacía también.

Llegaron a la casa de playa que había alquilado la madre de Leonardo, era un sitio hermoso frente a la playa de Pampatar, era casi el mediodía y había personas bañándose, otras disfrutando del sol, el alcohol y juegos de playa como el vóley. Era el ambiente de una playa normal, sin embargo, el ambiente era totalmente diferente, le gustó más.

Cuando la puerta se abrió frente a ellos, una puerta de madera rústica de la cual salió una versión femenina de Leonardo y le seguía una versión del mismo pero con más años. Dejaron a Martín impávido y repleto de nervios, ahora en verdad parecían ridículos con aquellos suéteres de navidad. El español no sabía qué hacer, Leonardo tampoco, y la intensa mirada de los padres sobre ellos no mejoró el ambiente hasta que la mujer rompió en lágrimas y se aferró a ambos. Una bienvenida que no estuvo tan mal después de todo.

—Bienvenidos chicos, Martín eres una preciosura en persona. Lucen bien juntos aunque bueno, esto es—la mujer señaló a los renos que sobresalían de sus pechos intentando en vano soportar la risa—, algo extravagante.

—No te burles de nuestro espíritu navideño—le recriminó con toda confianza, haciendo un puchero—. Además, también les traje uno a ustedes, espero que no lo rechacen.

En poco tiempo se instalaron y Martín se encontró en la madre de Leonardo a una mujer que extrañaba mucho a su hijo, y que a él también lo consideraba como uno, además que le agradecía haberle devuelto la sonrisa sincera y alegre a Leonardo. Fue un choque de realidades a la suya donde sus padres seguían satanizando su estilo de vida ''en pecado''

—Nosotros éramos un tanto mente cerrada al principio, creíamos que Rafael era un buen chico ¿Sabes? Hasta que quiso ponernos en mal ver la profesión de nuestro Leo. Lo mandé a la mierda también. El trabajo de mi hijo no daña a nadie. Ahí me di cuenta de que esa relación no iba para el baile y razón tuve. Aunque sé que Leo estaba mal a nivel emocional. No comía y tuvo que irse con Raúl al extranjero por su carrera, y ahora es ese niño feliz de antes, muchas gracias—Martín estaba llorando, culpó a las cebollas que cortaba, había decidido ayudar a la mujer con la cocina mientras Leonardo iba con su padre de compras.

—¿Por qué lloras cariño? ¿Dije algo mal?—la preocupación de la mujer removió más cosas en su interior, y sin pensarlo, se abrió con ella sobre la historia con sus propios padres.

Cuando los hombres llegaron, se encontraron con la imagen casi impresionista de una madre abrazando a su hijo. Martín cruzó su mirada acuosa con la preocupada de Leonardo, quién lo atrajo a sus brazos y acarició con suavidad su espalda.

—Iremos a descansar un rato—anunció sin mirar la reacción de sus padres, su niño requería atención y era lo único que le importaba.

Al entrar en la habitación, Leonardo pasó el seguro y con total delicadeza introdujo sus manos dentro de la tela acolchada. Tocó la piel caliente de su chico y aspiró su aroma. Lo llevó a la cama y en las sábanas dejaron sus preocupaciones al ritmo de sus cuerpos convertidos en uno solo. Martín respiraba en el pecho de Leonardo cuando susurró todo lo que había pasado con su madre, y lo mucho que apreció su abrazo.

—Y esto es apenas el primer día, joder—dijeron al unísono, lo que fue gracioso.

—Supongo que todos hemos cambiado ¿eh?—Leonardo miraba por la ventana los colores naranjas del cielo—. Es bueno estar en casa después de tanto. Ahora esta también es tu casa.

—Gracias papi, te amo hasta la luna y de regreso—besó sus labios con besos cortos, que fueron aumentando hasta quedar nuevamente bajo el cuerpo pesado de su pareja, quién abría sus piernas y volvía a hundirse en su interior.

—Eso fue bastante cursi niño, debo admitir que me sentí avergonzado y vas a pagarlo con tu cuerpo.

—¿Hasta el infinito y más allá te gusta más, papi?—La respuesta fue una estocada que lo llevó a perderse en el placer del dolor que sintió. Martín siguió avergonzando a Leonardo toda la noche. Sin tener idea que el día siguiente les proporcionaría una sorpresa que removería ciertos complejos.

N/A: ¿Cual será esa sorpresa? ¿Les da curiosidad? No se olviden dejar su comentario. Los quiero!

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