Capítulo 14
Martín había insistido en ser quién lo sorprendiera en su primera cita, porque ninguno quería contar la desastrosa visita al parque de atracciones, hubiese estado mejor cualquier cosa más allá de la golpiza con su expareja. De ser adivino y saber que terminaría perdiéndose algunos grandes momentos nocturnos con su compañero de piso, habría abortado la misión, sin embargo, no se arrepentía de defenderlo. Todo lo contrario, ahora podría decir con base que su relación avanzaba.
El venezolano rió al sentir como el español enroscaba sus piernas con las suyas, la escena bien podría transmitirse en Animal Planet, él un pequeño conejo que encontraba su final entre el cuerpo escamoso de una serpiente. La única diferencia es que en unos tantos movimientos, se hizo con el control de la situación y los suspiros de placer mañanero de su compañero.
Leonardo navegó entre las sábanas que los cubría para comenzar un tratamiento de besos en el abdomen de Martín, quién se removió apenas frunciendo el entrecejo. Con ganas de seguir adelante con sus planes, chupó uno de sus pezones y les mordió la punta, obteniendo un quejido que pronto se convertirían en gemidos. Martín era demasiado sensible, quizá había encontrado una zona erógena, pensó Leonardo al ver la dureza del miembro del chico con un gesto satisfecho.
—Mierda... Leo ¿Qué haces tan temprano?—jadeó el español, si el mayor se prendió, aquella imagen del joven empuñando la almohada y mordiéndose el labio inferior, terminó por empalmarlo.
—Buenos días, niño hermoso—con una risita seductora se deshizo de la molesta tela de su ropa interior para comenzar un vaivén de caderas, sus miembros reaccionando a la fricción de sus vientres—estoy disfrutando lo que me pertenece, tu placer es mío desde luego.
Aquella afirmación orgullosa hizo clic en el español quién abrazó al hombre por las caderas par aumentar la velocidad, sin embargo, Leonardo lo detuvo enterrando sus dedos en las del chico. Negando sujetó su verga y la apretó con fuerza, Martín se quejó excitado abriendo sus piernas temblorosas para dejarlo hacer lo que quisiera.
—Buen niño, esta es tu recompensa: puedes correrte cuando quieras—trabajando sus erecciones el latino los llevó al orgasmo, Martín fue el primero en soltar hilos de su esencia caliente sobre el pecho y mentón de Leonardo. Quién no duró mucho al ver tal expresión de disfrute en su chico mientras limpiaba el hueso de su mandíbula con la lengua.
—Buenos días, papi—tanto Martín como Leonardo se tensaron un poco al escuchar sus palabras—Rayos, dije eso sin pensar—apuró.
—¿Por qué te disculpas? No he dicho que esté mal, puedes llamarme como gustes: Papi; señor, amo, maestro. Lo único que me importa es que te sientas cómodo con ello—dijo acariciando el costado del rostro del chico—. Sabes, me pregunto ¿Cuándo fue que comenzaste a gustarme tanto? Antes solo me quejaba de mi ex mientras veíamos Discovery Home & Health y criticábamos vestidos de novia—Vio que Martín tenía aquella pregunta rondando en su cabeza por mucho tiempo también. Aunque se burló del comentario que parecía tenía nada que ver en absoluto de su enamoramiento.
—¿Crees que yo lo sé? Durante toda mi vida pensé que era un bicho raro, ahora se me pone dura cada vez que te escucho llamarme niño ¿Tiene algo de sentido eso tío?—Leonardo supuso que no, porque algo tenían las relaciones nacidas sin querer que eran cálidas y entrañables.
Se ducharon y arreglaron como de costumbre, una de las ventajas del baño compartido era que podían tardarse más tiempo mimándose. Hasta que el agua caliente se acababa y era una tortura china seguir. Martín había tomado tal confianza en sí mismo que no sentía vergüenza al pasearse por la casa despojado de toda tela y modelarle sus opciones de conjuntos mientras él observaba desde el sofá.
Cuál criticólogo fashionista siempre votaría por la mínima cantidad de ropa para retozar en el sillón hasta quedar ambos satisfechos y sin energías. La diferencia de aquel día era que Martín disfrutó darle largas a la mañana entretanto preparaba su bolso de viaje. Estaba curioso, pero ningún tipo de soborno fue capaz de sacarle alguna información, no usó su voz dominante porque le agradaba ver al español morderse el labio ansioso cuando comprometía su espacio personal para provocarlo y respiraba hondo antes de negar a la nada o a sí mismo para no caer en la tentación de comerle la boca a besos.
El plan de Martín era disfrutar juntos el premio obtenido en el concurso de ilustración y Leonardo no quería ser aguafiestas al mencionar la poca ética profesional de los organizadores al desentenderse de cubrir los gastos del ganador, incluyendo los boletos de avión que ambos cancelaron por partes iguales luego de una pequeña discusión.
—Pero quería que fuera una sorpresa, papi—se quejó el español en susurros y con un puchero infantil, la imagen le resultó ridículamente excitante, pero se mantuvo firme en su rabieta.
—Que desearas compartir esto conmigo ya es sorprendente niño y estoy muy emocionado créeme, pero no iba a dejar que pagaras todo. Estamos en una relación y espero que nos veamos como iguales en este tipo de situaciones—Martín suspiró y asintió suave al acariciarle la nuca—. Buen chico.
Qué gracias a Leonardo Martín sentía cosas que no tenían explicación era tan cierto como si su vida sentimental hubiese dado un giro de 360° en menos de tres meses. La honestidad con la que respondió a su pregunta fue muy real, no supo en qué punto se acercaron y mucho menos en cuál su compañía se había vuelto indispensable y natural día con día. Lo que creía que jamás tendría el valor de decir en voz alta era lo agradecido que estaba por impulsar su propia estima. Le agradaba hacerle sentir orgulloso de sus avances personales y disfrutaba como una intoxicante droga su expresión de satisfacción, pero lo más importante era se sentía consigo mismo.
Por eso aquel viaje fue la oportunidad perfecta para retribuir parte de lo que habían construido juntos. Hasta que el tema monetario fue un debate, debía admitir que le sorprendió su protesta, es decir, le hizo darse cuenta de otra de las muchas cosas que estuvieron mal con su expareja pues no recordaba haber pagado en conjunto nada, ni siquiera una cena o entradas al cine.
—¿Por qué te ríes?—cuestionó su compañero una vez que el avión comenzó a ganar altura.
—El vacío en mi estómago—murmuró entre carcajadas, siempre le había hecho gracia aquella extraña sensación cada que volaba, era como si su estómago fuera condenado a una zona en su interior que pulsaba su caja de risa mientras que los demás pasajeros rezaban. Siempre lo justificaba a un tipo de nerviosismo bastante raro.
—¿Tú también? Pensé que era el único al que le pasaba—se rio—. Siempre llevo un libro para disimular que es gracioso leer sobre una chica que desea con fervor ser vampira, pero en realidad es mi estómago quién tiene todo un stand up de comedia.
—¿Es en serio?—quizá fue su expresión incrédula que puso a Leonardo en su modo más reina del drama.
—¿Qué?—Leonardo fingió indignación—. ¿Acaso no caíste rendido por hombres lobo en tu adolescencia?—Martín se esforzó en no reírse de su riña.
—Es solo que pensé qué todos los Doms eran tipos rudos que vestían de cuero y hacían lo que querían donde querían con sus Subs, o eso leí en una revista de amos y sumisos por internet.
—¿Eso crees niño?—tanto su expresión como postura cambiaron a una determinante, Leonardo en un instante rebajó el asiento hasta quedar acostados, él sobre Martín quién boquiabierto no podía moverse con el peso de su rodilla en la entrepierna—. Podría tomarte aquí mismo si quisiera—susurró en su oreja mordiendo el lóbulo, por lo que Martín soltó un jadeo bajito. Le excitaba y ambos lo sabían.
—Se de buenas fuentes que hay personas que les gusta hacerlo en aviones—no es como si Martín hubiese esperado frente al baño de uno aparentando cagarse solo para escuchar los murmullos entrecortados de personas follando dentro. Sintió el aliento caliente de Leonardo en su rostro cuando lo dijo.
Sus pantalones holgados no ocultaron demasiado bien su creciente erección. Estaban en primera clase y en cualquier momento la azafata podría entrar al pequeño cubículo para cumplir con su trabajo de recomendarles bebidas o postres, pero de lo único que siempre tenía hambre era del hombre sobre él. Lo atrapó cruzando sus piernas en las caderas y murmuró muchos ''papis'' mientras lo provocaba con la fricción de sus duras pollas. Pero lo que obtuvo de sus juegos previos fue distancia.
—¿Qué pasa?—se quejó lloriqueando como un cachorro.
—Usa tu bonita boca, entonces si lo haces bien podría considerar el que te corras como resultado de tu buen trabajo—Martín no lo pensó dos veces antes de casi saltar sobre su sitio y arrodillarse frente al latino. Por si fuera poco, claro que este iba a asegurarse que no pusiera ni un dedo en su dolorosa erección pues la mantendría pisada con la suela de su zapato hasta que cumpliera con su mandato.
Maldición si no estaba disfrutando estar a su merced en un lugar lleno de gente...
Martín con sus manos temblorosas por la ansiedad y excitación, desabrochó el pantalón de Leonardo descubriendo la humedad que manchaba la tela de su ropa interior. El chico olió aquel aroma almizclado y a hombre antes de sacar su ya dura y llena polla. La punta brillaba y casi llega a su propio orgasmo de solo pensar en lamerla.
—No puedes correrte hasta que yo lo autorice—le recordó el mayor como si hubiese leído sus pensamientos más oscuros.
Por un lado Martín resolvió que debía ser rápido y diestro en el arte de chuparle la polla a su hombre para terminar lo más pronto posible, sin embargo, otra parte de él deseaba que alguien los descubriera ¿Qué expresión pondría la azafata? ¿Los ignoraría mientras les nombraba las bebidas o formaría un escándalo moralista? No podría importarle menos que los demás se enteraran de lo que estaban haciendo. De hecho, la adrenalina en su interior se disparó ante la idea, lo que ocasionó que tragara toda la erección de Leonardo hasta casi ahogarse con ella un par de veces.
—Mírate, te pones tan lindo y lascivo al imaginar que alguien pueda entrar en cualquier momento y te vea chuparme la verga—las palabras del hombre se sintieron calientes y aterciopeladas en la oreja del español, le robaron un gruñido que reverbero en la piel sensible dentro de su boca, logrando la misma reacción en Leonardo. Esto pareció hacer clic en alguna parte pues en un instante tenía su mano agarrando con fuerza su cabello y empujándose dentro con rapidez.
Leonardo llegó al orgasmo al mismo tiempo que tocaron la puerta de su cubículo.
—¿Señores desean algo de tomar?—la mujer al otro lado puso su mejor tono amistoso, pero no entró. Martín gimió bajito.
—Mi pareja y yo tomaremos algo pronto, él se adelantó sin embargo, así que no se preocupe—la azafata inclinó su cabeza hacia un lado en confusión antes de irse. Sin saber que dentro de aquel reducido espacio Leonardo limpiaba con la lengua las comisuras de los labios de Martín.
El chico estaba aturdido, su entrepierna se había manchado con su propio orgasmo y lo que sentía temblar a través de su espalda era los restos del clímax. Ni en sus más locas fantasías había llegado a cumplirse algo tan parecido a lo que pensaba y el hecho que aquella mujer tocara en el momento justo, lo tomó por sorpresa. Aún más cuando Leonardo lo llamó su pareja en voz alta sin ningún tipo de reticencia, parecía lo más correcto y normal del mundo. Fue simplemente demasiado.
—¿Qué pasa? ¿Por qué estas llorando?—a Leonardo no pareció importarle el incumplimiento de su orden cuando lo sacó de su sitio en el suelo y lo atrajo a sus brazos, la preocupación en el rostro hizo que se sintiera mal luego de todo aquel contexto sexual que compartieron sin pudor.
—Es qué le dijiste que era tu pareja, en voz alta—Leonardo abrió los ojos en sorpresa y luego su expresión se volvió una de completa ternura y calidez que dejó a Martín embelesado.
—Porque eso es lo que eres, mi pareja; mi niño, mi amigo y mi compañero de piso. Ya no llores por favor, que me excitas—Martín negó y lo besó como si la vida se le fuera en ello.
—No creas que con este beso se me olvidará que me has desobedecido—dijo con voz seria al separarse.
—Castígame cuando lleguemos al hotel, estoy preparado, mi señor—y ambos se devoraron la boca hasta que el avión aterrizó. Iban a encontrarse con una sorpresa, no tan grata.
N/A: Hace tiempo que no actualizaba esta historia ya sé, no me maten, pero muchas cosas han pasado, por los momentos me centraré en ella full time pues quisiera terminar los pocos capítulos que me faltan, serán en total 20 y no sé si algún capítulo extra más adelante. Gracias por la paciencia y por leer este proyecto, se les quiere mucho. Un abrazo.
Se me olvidaba ¿Cuál creen que es esa sorpresa no tan grata? ¿Alguna vez han planeado algo pero les sale totalmente lo contrario?
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