Capítulo 12
Si el calor embriagante del ambiente se debía a lo reducida que era la habitación de Martín o a su boca tragando toda su erección con la entrega de alguien que sin duda tenía gran fijación oral, no estaba en plenas capacidades racionales para emitir algún juicio más allá de lo impresionado que le dejaba el chico, quién ni siquiera presentaba reflejos nauseosos. Objetivamente hablando era la mejor mamada que había recibido en su nueva vida.
Pensamientos eróticos que giraban en torno a su compañero de piso eran ya lo bastante frecuentes como para ser solo casualidad. Empezando porque no creía en ellas, ambos pudieron haberse negado pero no lo hicieron; Leonardo sentía por el español algo más que un primitivo deseo por poseerlo y aunque le generaba cierta incertidumbre que no controlaba, aprendía cosas de sí mismo en el proceso: como lo correcto que se sentía estar a su lado o los jodidos sonidos húmedos.
Los jadeos que surgían desde el fondo de su garganta eran lo más real que había sentido durante lo que pareció mucho tiempo. Leonardo no podía moverse demasiado y dio gracias al cielo por estar sentado. Sus piernas poco a poco se abrazaron a la espalda baja del chico y su única mano libre se aferraba al cabello castaño con firmeza. Sabía que el final estaba tocando su puerta demasiado rápido por lo que su disputa mental se vio afectada entre su dominante deseo por soltar todo en la boca de Martín ordenándole beber hasta la última gota y su raciocinio al rojo vivo por detener aquel acto antes que cualquiera se arrepintiera.
—Maldita sea, no tienes por qué hacerlo—por supuesto que Martín era obstinado y no lo dejó alejarse, cada ínfimo esfuerzo que hiciera para sacar su miembro era tirado al fondo de su garganta profunda.
Se habían separado de su cama y el escritorio entre el jaleo hasta chocar la silla con la estantería más cercana, Leonardo gruñía debido al ardor de las uñas clavándose en sus caderas como único anclaje en la silla. Fue cuándo al establecer contacto visual vio aquella expresión necesitada, en ese instante y por un segundo Martín le habló:
—Por fin me ves a los ojos, mírame más, hazlo mientras te corres—su voz estaba tan ronca que discrepaba con la imagen tan sensible y dedicaba a complacerlo que le regalaba. Martín tenía los ojos vidriosos y sus manos tocaban el suelo junto a sus rodillas, como si lo de antes fuese un llamado de atención que hasta ese momento Leonardo comprendió.
Su lado dominante chirrió en su interior deseando ser digno para Martín. Se inclinó entonces hacia su rostro e introdujo dos dígitos en su boca caliente, masajeó su lengua y lo forzó a abrirla. Reconoció la curiosidad, el deseo e incluso el miedo a ser tratado de la misma forma que Wright lo hizo. El chico estaba equivocado y la única manera de hacerlo entender era demostrándolo.
—Así que esto era lo que querías, tanto que hasta olvidas respirar como es debido. Muy bien, voy a enseñarle a esa boquita tuya como ser usada de la manera correcta—se levantó y dirigió su erección ya roja a sus labios, manchando estos con el líquido seminal que ya brotaba de la punta, misma que el chico saboreó antes que fuese invadido por completo en un ritmo implacable. Por breves segundos Leonardo abandonaba su ingreso para dejar que el chico tomara aire y luego arremetía rápido y profundo hasta que derramó todo su orgasmo, siendo Martín el más ansioso por tragar cada gota al enterrarse hasta la empuñadura. Leonardo gruñó su nombre apretando el agarre en sus cabellos mientras maldiciones por lo bajo y quejidos se abrieron paso hasta dejarlo exhausto y tembloroso en la silla.
Cuándo volvió a mirar a Martín, el español yacía igual de cansado, sin embargo, no había abandonado la punta de su pene. Parecía perdido en su propio placer que había olvidado dejar de chuparla. Pese a que acercó su rostro hasta quedar apenas a un palmo de distancia, el chico no reparó en esta acción y eso no era tan diferente al silencio cómplice que los había rodeado. Sabía que algo había cambiado, aquí no existía un poder para retroceder el tiempo.
Por esta razón, Leonardo no podía retroceder—. Martín, ya no saldrá nada más—chasqueó sus dedos cerca de sus ojos para hacerlo reaccionar—. Y no pienses ni por un segundo en retractarte, lo digo muy en serio—la respiración del chico se aceleró. El mayor alzó el mentón del joven para que pudiera ver por sí mismo que no mentía.
Martín le respondió en susurros: —. Yo quería hacerlo, lo quería, lo siento pero esas reglas… —Leonardo se dejó llevar por las nuevas emociones que había despertado y lo besó. Como un hombre ansioso que no deseaba perder la capacidad de amar otra vez. Dejó por esos breves minutos el lastre de la traición y aceptó el sentimiento sincero con el que deseaba llenar a Martín.
Fue el teléfono de este quién interrumpió el sagrado ambiente apasionado que moría por grabar a fuego en su memoria. El venezolano se separó mordiéndole el labio inferior como un jugueteo sensual.
—Luego podemos hablar de reglas, contesta el teléfono, puede ser importante. Yo iré por un poco de agua—antes de dejar la habitación levantó al chico del suelo con su brazo libre y limpió las comisuras de su boca sin abandonar aquella ridícula sonrisa de adolescente enamorado—. Por cierto, esa fue la mejor mamada. Espero pronto poder hacer lo mismo por ti también.
—¿¡Qué dices!? Y c-con una cara tan seria tío—Leonardo terminó riéndose fuerte de solo ver al chico demasiado nervioso revisando su celular. Lo bueno es que seguía siendo el mismo de siempre.
En la cocina Leonardo tomó dos malditos vasos de agua porque sentía sus entrañas ardiendo como el infierno. Había sido una escena digna de un filme erótico, sin dudas Martín tenía madera para ser un sumiso, la obediencia se le daba tan natural como respirar. Maldijo su estado actual pues en el mejor de los casos hubiese sometido al chico hasta desfallecer.
Cabía considerar, por otra parte que así como Martín había hecho frente al hablarle de su fetiche por el voyerismo desde el inicio, necesitaba hacer lo mismo dejando a un lado todo lo referente a su ex pareja. Hablaría de sus propios gustos y aficiones en el sexo desde su punto de vista pues, si lo pensaba con detenimiento, Rafael solo le había enseñado lo que a él le gustaba.
¡Estás de coña Martín! ¡Tú maldito desesperado! Joder ¿ahora cómo lo verás a la cara?
—Detente ansiedad de mierda, detente—respiró hondo como por tercera vez en tres segundos—. Él dijo que no me retractara, eso significa que tengo una oportunidad ¿Verdad?
¿Oportunidad? ¿Y cómo sabes que no te tratará igual que Anderson? Seguro está esperando para lanzarte un plato una vez salgas de tu habitación.
—¿Si sabes que eso no suena como él y qué seguro parezco un loco hablando en voz alta? —se recriminó a sí mismo, Leonardo en ningún momento se había mostrado agresivo. Por un instante dudó con tristeza, pero todo pensamiento se detuvo cuándo atendió la llamada.
Su mundo quedó en blanco y por lo que parecieron horas no se movió de su sitio. Recordó haberse despedido con amabilidad de la chica que llamó y también el líquido salado que mojaba sus labios. La respiración acelerada y el terrible sentimiento de la felicidad llenando cada célula de su cuerpo.
Despertó de su ensoñación cuñando Leonardo lo sacudió con fuerza, quería decirle que no se preocupara pues nada malo le había pasado, pero las palabras no salían de su boca seca.
Entonces susurró—. Gané— Leonardo no entendió y siguió pidiendo una explicación—. Gané—él repitió—Gané el concurso, yo gané algo por mi cuenta, por fin…
Para ubicarse en un contexto donde se pudiera entender la reacción de Martín ante aquella noticia, tendría que remontarse a su infancia llena de castigos y prohibiciones por parte de su padre homofobo. Todas las aficiones artísticas de Martín habían casi muerto en totalidad a raíz de toda la ansiedad que le generaba el ambiente familiar. Nunca recibió elogios por parte del hombre si sus dibujos eran reconocidos por alguien, lo adjudicaba a su sexualidad y que entonces no tendría por qué ser algo bueno.
Leonardo abrió los ojos emocionado y atrajo al chico en un abrazo, aunque incómodo era sin dudas cálido y acogedor. Las palabras del venezolano por un instante fueron tan lejanas que no escuchaba más que una cacofonía que se mezclaba con los insultos de su padre, pero que pronto fueron iluminando su interior.
—Eso es, buen chico. Déjalo salir—fueron palabras que provocaron mucho. Martín aceptó su orden y lloró inconsolable, luego salió toda su emoción y felicidad como un niño de cinco años—¿Estás conmigo ahora? Dilo en palabras.
—Sí, estoy aquí contigo—susurró en su cuello—. Lamento que siempre me veas llorar y de verdad no sé por qué lo hago, pero siento que puedo confiar estas emociones solo a ti. Puedo ser una molestia lo sé.
—Hey, déjame verte Martín sal de ahí—el español se separó del hombre, vulnerable y asustado. Leonardo entonces limpió su rostro con delicadeza—. El verdadero tú me gusta, alguien con tanta necesidad que debe ser llenada de cariño y amor. No eres una molestia, estas expresiones debes enseñármelas solo a mí, niño.
Martín no sabía cómo tomar aquellas palabras pues a sus ojos, Leonardo ya había dejado de ser un simple compañero de piso. Algo en él lo atraía más que por su irresistible físico, culo de infarto y desmedida amabilidad. Quería tenerlo, que él lo tuviera de todas las manera existentes ¿Se había enamorado acaso? Perdidamente. Ya no era un niño y sin embargo, quería ser uno para aquel hombre. Deseaba ser sostenido más tiempo, ser abrazado y recompensado por cada cosa bien que hiciera. Que lo alentara a seguir sus sueños y fuera partícipe de ellos. En verdad necesitaba muchas cosas, no fue hasta que conoció a Leonardo que entendió lo que era el verdadero significado de amar a alguien.
—No soy un niño ¿Pero por qué me siento tan bien cada vez que me llamas así? Es algo, dentro de mí…—Leonardo que se había dedicado a consolar al hombre con suaves caricias a un costado del rostro de Martín sonrió.
—Quieres que alguien se encargue de tus necesidades, ese alguien suele ser un Dom, es una persona en la que depositas toda tu confianza pues se encargará de todos los aspectos de tu vida, física; mental y emocionalmente. Por eso eres tan bueno recibiendo órdenes, el dominio es algo que te atrae de forma natural incluso ahora, estando tan cerca—se acercó a su oreja donde respiró y sopló aire con lentitud, después susurró—, sientes la conexión con lo que estoy diciendo ¿No es cierto niño?
Martín soltó un gemido bajito e involuntario y asintió con los ojos cerrados.
—Vamos, hablaremos de esto después o no podré contenerme al querer enseñarte tus propios límites—volvieron a besarse, esta vez suave, robando algunos suspiros de su niño, porque él tampoco se estaba retractando. Lo que sentían era recíproco y sintió como un peso era levantado de sus hombros, quería al chico muy mal—. Celebremos tu gran logro con comida y cerveza ¿Qué te parece?
—No puedes beber—recriminó con autoridad—. No te has recuperado del todo ¿Recuerdas?
—Oh vamos…
—No.
—Pero soy yo quién debe encargarse de ti—Leonardo refutó.
—Me encanta esa idea más de lo que me gustaría admitir, pero si solo eres tú quién se encarga de mí no seríamos una pareja del todo ¿Verdad? —Ambos se quedaron en un silencio atónito antes aquella resolución que ninguno se animó a desmentir. Solo sonrieron en complicidad. Martín sin duda sería un gran sumiso con actitud peculiar. Iba a amar tomarse su tiempo para descubrir cada límite del chico.
Y Martín no pensaba diferente.
N/A: Ay el amor, el amor ~ finalmente estos dos hablaron de sus sentimientos y el inicio de un futuro bastante cercano. Me encantan (ʃƪ^3^) esta historia no será larga, les aviso jajajajaja y bueno ¿Qué les pareció? Yo sé que también quieren ver a estos dos haciendo el sin respeto ( ͡° ͜ʖ ͡°)...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top