EXTRA 3

El segundo embarazo de Jimin fue más llevadero que el primero. La experiencia previa le ayudó a reconocer los síntomas por los que atravesaba su cuerpo, las distintas fases conforme los meses pasaban.

Apenas su celo culminó, supo que su embarazo era algo más que confirmado. Eso sin contar con que el olfato de Jungkook era infalible y su instinto le dictaba sobreproteger al omega, quitándole las responsabilidades más pesadas del trabajo para encargarse personalmente de ellas. No quería que los cachorros en el vientre de Jimin corrieran peligro.

El primer ultrasonido le reveló a la pareja que esperaban una camada de tres. Jungkook no pudo contener la emoción de ver crecer a su preciosa familia y Jimin se abrumó un poco al pensar que cuando nacieran tendría que criar varios bebés al mismo tiempo. Pero su alfa se ocupó de brindarle seguridad y alivio, pues estaba dispuesto a hacer el sacrificio de noches sin dormir a cambio de que su omega descansara.

Y qué decir del consentido Yeonjun, que se desvivía por retener la atención de su padre omega, intuyendo que su tiempo como hijo único estaba contado. Los berrinches se daban con más asiduidad, Jimin era el único que podía calmarlos y Jungkook se estaba volviendo loco persiguiendo a su esposo para que no realizara algún sobreesfuerzo con tal de calmar a su cachorro.

Sin quererlo, la llegada de los trillizos estaba poniendo a la familia Jeon de cabeza. Todo aquello que creían tener bajo control, no era más que una simple ilusión.

Para su alivio, al enterarse de la buena noticia, los padres de la pareja se ofrecieron a ayudarles en cuanto pudieran, motivo por el cual no era raro contar con la presencia de la señora Jeon o la señora Park a menudo en la casa para acompañar a Jimin. Incluso se encargaron de contratar personal de servicio que se ocupara del aseo, para que el omega no tuviera que preocuparse de mantener la vivienda en orden. Un embarazo múltiple era mucho más riesgoso que uno normal y al ser un omega masculino, Jimin debía extremar los cuidados.

Tema aparte era el lío hormonal, que era un sube y baja para él. Había momentos en los que sentía que podía conquistar el mundo y otros en donde se escondía en el nido a llorar por la pérdida de su delicada figura a tan temprana edad.

Tras el embarazo de Yeonjun cosechó unos kilos de más que le daban un aspecto más saludable que cuando estaba con Namjoon. Algunas estrías llegaron para quedarse, a pesar de que hizo todo lo que estaba en su mano para pagar procedimientos estéticos que las eliminaran. Le costaba entender que su piel tersa y suave de antes se había estirado durante nueve meses, siendo imposible que volviera a su forma natural.

Eso le causaba un conflicto enorme, a punto tal de que llegó a imaginarse que su esposo ya no lo amaría por su aspecto "descuidado". Conservaba las inseguridades a causa de su primer matrimonio fallido, y sentía que si fracasaba en este, su vida terminaría.

Estaba tan enamorado de Jungkook que le era imposible continuar con su vida sin él. Dependía de su alfa, del vínculo que los unía y del afecto que le llegaba a través de él. Era el motor que lo mantenía encendido, que le brindaba fortaleza.

El alfa, por su parte, se sentía de la misma forma. Adoraba a ese omega de mejillas regordetas y pucheros dulces. ¿Cómo podría siquiera estar con alguien más si en casa tenía esperando a una criatura tan bella, pura y sincera, que cargaba en su vientre a sus cachorros?

A los ojos de Jeon, Jimin era un ángel. No sabía qué había hecho para ser correspondido, pero era de lo que más se enorgullecía. No podía ver defecto alguno en su amado esposo, no cuando su cuerpo había concebido al mayor motivo de felicidad: sus hijos. Cada marca tallada en el cuerpo de Jimin le recordaría que sus cachorros habían estado dentro de él, que nacieron gracias al amor que ambos se tenían. Por eso usaba cada excusa para besarle cada detalle, cada línea que no debería estar, cada sobrante de piel, cada ligera arruguita. Justo como estaba haciendo en ese momento.

Era fin de semana, casi hora de la cena y ambos yacían recostados en el nido de la cama matrimonial mientras Yeonjun descansaba en su cuarto. El omega trajo previamente una caja con folletería vieja acerca de los cuidados durante el embarazo y tenía el ceño fruncido mientras leía concentrado, rodeado de papeles esparcidos a su alrededor. A Jungkook le pareció de lo más tierno.

Tentado a querer un poco de atención de su esposo, liberó una seductora ráfaga de feromonas. La naricita de Jimin se movió de lado a lado y enfocó su vista en el atractivo alfa a su lado, que reposaba relajado con las manos tras la nuca, como si no hubiera sido el responsable de la nube de feromonas.

–¿Lo estás haciendo a propósito? –indagó el omega, estrechando los ojos. Jungkook le respondió con una sonrisa divertida capaz de alterar a cualquiera.

–Quería hacerte sentir cómodo.

–Estoy bastante cómodo, gracias.

Se desafiaron con la mirada un buen par de segundos, sintiendo cómo la tensión se creaba a su alrededor. Era el tipo de tensión que advertía un encuentro placentero. Ambos ya se conocían lo suficiente como para darse cuenta de lo que el otro necesitaba y estaban dispuestos a satisfacerse mutuamente, por más que una barriga de cinco meses con tres integrantes se interpusiera en el medio.

De no ser por el sonido del timbre que interrumpió la temperatura que empezaba a subir por sus cuerpos, el alfa hubiera cedido primero.

–Yo voy –dijo Jungkook, acariciando una de las mejillas de Jimin con suavidad antes de calzarse los pantalones y ponerse de pie.

Refunfuñó a medida que descendía por las escaleras, demasiado enfadado con quien fuera que se presentara a su puerta a semejantes horas de la noche. Lamentaba que nadie de la servidumbre estuviera de servicio para encargarse del molesto visitante.

Se acomodó lo mejor que pudo la ropa de andar por casa y puso su cabello en orden antes de abrir la puerta.

Su enojo se acrecentó tan pronto lo hizo, y no pudo contener el gruñido amenazante que escapó de su garganta al reconocer el rostro del omega frente a él.

–Señor Jeon –susurró el desconocido con sorpresa, protegiendo involuntariamente su panza de embarazo con ambas manos.

El alfa liberó feromonas cargadas para ahuyentarlo, las cuales hicieron trastabillar al visitante por su potencia.

Jungkook sabía que se trataba de Min Yoongi, o Kim Yoongi. Durante el período de divorcio de Jimin se encargó de averiguar todo lo referente al amante de Namjoon, en caso de que tuviera que utilizar esa información en contra del alfa. Identificó sus facciones gracias las fotografías que les habían tomado juntos como prueba de infidelidad si Kim se ponía testarudo. Por suerte, nunca tuvo que recurrir a ellas.

–No sé qué mierda vienes a hacer aquí, pero será mejor que te vayas, insolente –le ordenó, con la ira bullendo en su interior.

No podía creer que el omega osara aparecerse en su casa, con un cachorro en el vientre del ex esposo de Jimin y luego del infierno que tramó en complicidad. Era una provocación.

Yoongi lucía apenado, cabizbajo. Tenía un embarazo avanzado y, viéndolo de cerca, no lucía saludable. Marcadas ojeras coloreaban la palidez cadavérica de su piel, su cabello era opaco, parecía sucio y su peso no era el adecuado. Incluso las ropas que llevaba puestas contribuían a darle un aire de abandono.

–Por favor –pidió el omega en un tono lastimero. Sus ojos se aguaron intentando contener las lágrimas y eso hizo tragar saliva con fuerza a Jungkook, que frunció el ceño.

No tenía idea de a qué venía la aparición del sujeto en su puerta y si tenía que ver con Namjoon, mucho menos le importaba. El hecho de que estuviera embarazado parecía ser una excusa para obtener algo, y no pensaba doblegarse por dos embusteros que podrían querer engañar a su familia de nuevo.

El alfa se dispuso a cerrarle la puerta en la cara, pero la presencia de Jimin detrás de él lo sobresaltó.

–¿Quién es? –preguntó con dulzura, moviendo la cabeza arriba y abajo del hombro de su esposo para poder descubrir quién era el visitante inesperado.

Jungkook cubrió el espacio con su ancho pecho para que no pudiera mirar fuera, pero las feromonas invasivas que quedaron flotando en el ambiente le dieron una pista a Jimin de que algo no iba bien.

–Hazte a un lado –le espetó, empujándolo y tomando el borde de la puerta para abrirla de par en par.

Se quedó de piedra cuando el aroma de Yoongi llegó a sus fosas nasales. Era el particular cóctel de feromonas que solía encontrar pegadas a la ropa de su antiguo esposo, las que le dieron el primer indicio de que Namjoon había roto sus votos matrimoniales. Ese omega era el culpable de los arduos meses de depresión que tuvo que atravesar, de su matrimonio fallido, de los problemas de confianza en sí mismo que había desarrollado.

–Tú –murmuró, más para sí mismo que como reproche.

–He venido aquí a pedirte disculpas, Park Jimin –dijo Yoongi.

–Es Jeon Jimin –corrigió Jungkook, con voz rasposa, tomando lugar detrás de su amado esposo para sostenerlo–. Te dije que te vayas –le recalcó.

Jimin se mordió el labio, sintiendo compasión por el aspecto demacrado de su compañero de casta. Se preguntó por qué Yoongi se había presentado en su casa, la verdadera razón. No era posible que después de tanto tiempo de orgullo, recién entonces apareciera a pedir perdón por sus actos.

–¿Qué estás haciendo aquí? ¿A qué viniste? –pregunto, ávido de respuestas.

Yoongi dudó. Jugueteó un poco con sus manos en un gesto nervioso y no tuvo el coraje de mirar a la cara a Jimin cuando dijo:

–Namjoon y yo necesitamos ayuda.

Jungkook gruñó molesto detrás de su esposo. Sus feromonas inundaron el ambiente, lastimando sin querer los sentidos sensibilizados de los omegas embarazados.

–Kook, ve arriba, por favor –pidió Jimin, pellizcándose la nariz para no sentir el aroma invasivo de su esposo.

Jungkook fulminó con la mirada a Yoongi, y no hizo ademán de moverse. Protegería a su omega.

–No te voy a dejar solo con este asqueroso...

–¡Alfa! ¡Ve con Yeonjun! –gritó Jimin, perdiendo la paciencia y girándose para plantarle cara. Jungkook lo enfrentó con una mirada asesina, incapaz de poner un pie lejos.

–Me quedaré callado junto a ti y no haré nada. Lo prometo.

Lanzando un suspiro quejumbroso para su alfa, Jimin lo contuvo para cederle espacio a Yoongi, invitándolo a pasar. Ignoró la mirada de reproche de Jungkook y guio al omega a su sala de estar.

Yoongi estaba admirado por el hogar de los Jeon. Observó a su alrededor con ojos abiertos y se contuvo de decir algo que no debía.

Tan pronto como se sentó en un cómodo sofá, rechazó la invitación de una taza de té. Estaba allí con un propósito, y debía cumplirlo por el bienestar de su cachorro.

–Siendo sincero –empezó a hablar, temeroso de la reacción de Jungkook–, mi intención era pedirte una disculpa por las cosas que te hice, Jimin –el interpelado lo escuchó, atento, mientras su esposo cruzaba sus brazos sobre su pecho–. Sé que no tenía derecho a interferir en tu matrimonio con Namjoon, pero siempre supe que él era mi destinado, y el hecho de que se casara contigo, que eligiera complacer a sus padres al casarse contigo, me volvió vengativo.

»Lo amaba y lo amo con todo mi ser. Estoy seguro de que entenderás el sentimiento de pertenencia que desarrollas hacia tu alfa –el rubio asintió, comprendiendo a lo que se refería–. Siendo jóvenes hicimos el pacto de estar juntos pasara lo que pasara y, por culpa de sus padres, nuestra relación casi se quiera. Su única opción para quedarse con la herencia de su familia era estando contigo. Yo tenía miedo de que se enamorara de ti, que me dejara con tal de mantener las apariencias. Moriría antes de que él fuera tuyo, Jimin.

»Cegado por los celos, le di la idea de aprovecharse de ti y robar lo que te pertenecía para que construyéramos la vida que deseábamos, lejos de la influencia de sus padres. Tengo gran parte de culpa por haber instigado a Namjoon a quedarse con tu dinero de la empresa, con capitales que estaban a tu nombre y que te correspondían a ti por derecho. Él hizo lo que le pedí porque estaba enamorado. Utilicé mi poder omega para convencerlo de que nos merecíamos ser felices a tu costa y él encontró la solución a su modo.

Jungkook soltó un gruñido fastidioso para sí mismo. Se le escapó al escuchar tamaña injusticia hacia su esposo. Lamentablemente, había prometido que no interrumpiría, por más que se muriera de ganas de decirle unas cuantas cosas a Yoongi.

En su lugar, apretó los puños con fuerza sobre su regazo.

–No te conozco –siguió Yoongi, mirando a Jimin–, pero no puedo imaginar el dolor que pasaste por el lazo roto. No pensé que Namjoon te marcaría. Sólo complicó más las cosas, porque en el fondo no queríamos que salieras herido.

Jimin frunció el entrecejo, recordando todo el martirio que tuvo que atravesar durante su anterior matrimonio. La humillación del que era su alfa, las discusiones, los reproches, las agresiones. Había sido una época muy delicada de su vida, donde perdió mucho más que el rumbo.

Desapareció aquello que le daba una identidad, desde la posesión de la empresa de su familia, pasando por las relaciones con sus padres y amigos hasta el vínculo que él creía más sagrado: el matrimonio. No tenía nada a lo cual aferrarse y aun así nunca perdió las esperanzas de ser feliz.

–No fue en vano –agregó Jimin, reposando una de sus manos en el muslo inquieto de Jungkook, que rebotaba con nerviosismo–. Se dio así para que pudiera conocer a mi alma gemela, al fin y al cabo.

Yoongi fue testigo de lo bien que se complementaban. Por más que tuvieran sus atenciones centradas en otra persona, ellos nunca dejaban pasar por alto el lenguaje de sus cuerpos. Estaban pendientes de las reacciones del otro, y un mínimo gesto bastaba para que se serenaran.

Era la misma clase de sintonía que tenía con Namjoon antes de que el infierno les cayera encima.

–Dijiste que Namjoon y tu necesitaban ayuda –mencionó Jungkook, atrayendo por la cintura a Jimin hacia su pecho, para poder acariciarle el cabello con naturalidad. El rubio ronroneó de gusto y se acomodó mejor, prestando atención a su invitado.

Yoongi jugó con sus dedos, en un vano intento por reprimir las lágrimas que amenazaban con borrar su visión.

–Tenemos deudas impagables a punto de vencer –explicó–. Desde que los padres de Namjoon cortaron lazos con él, se quedó sin trabajo y sin dinero. Yo conseguía algún que otro empleo momentáneo, pero estando embarazado ya nadie quiere contratarme.

»Tuvimos que empeñar lo poco que teníamos e incluso sacamos un crédito del banco, con tal de conseguir lo necesario para la llegada del cachorro –las lágrimas empezaron a desbordarse de los ojos de Yoongi, sin que pudiera contenerlas ya–. Sin un trabajo estable, no podremos pagar la cuota del crédito que vence la semana entrante, ni el alquiler del departamento que tenemos, ni los costos del hospital. Nos quedaremos en la calle con un niño –se limpió la humedad de la cara con el dorso del brazo, avergonzado de que tuvieran que verlo en ese estado.

»Namjoon me prohibió molestarlos. No era mi intención recurrir a ustedes, pero ya no tenemos a nadie que pueda socorrernos.

–¿Y tu familia? ¿No hay algo que puedan hacer por ti? –cuestionó Jimin con timidez, sintiendo lástima por la situación.

–Mis padres fallecieron hace años y no tengo hermanos.

–Lo siento mucho –susurró bajito el rubio.

Empatizándose con Yoongi, Jungkook se levantó y desapareció por un minuto de la sala. Cuando regresó, traía consigo una caja con pañuelos descartables que le tendió al omega antes de regresar junto a su esposo.

–No pretendo pedirles dinero ni mucho menos –prosiguió Yoongi, acariciándose el vientre tras sonarse la nariz–. Si hubiera alguna cosa que mi alfa y yo pudiéramos hacer a cambio de una paga, por más mínima, con gusto lo haremos, ya sea algún papeleo, arreglos del hogar o limpieza. Lo que sea estará bien para nosotros.

Jimin y Jungkook se miraron.

Jimin tenía deseos de colaborar con el omega. Sabía lo estresante y arduo que era cargar con un embarazo, y si a eso se le sumaba la presión por la que estaban pasando los Kim con la falta de dinero, podría lastimar al cachorro. Si era sincero, sentía más compasión por el cachorro que por los padres que lo concibieron.

Jungkook, por su parte, quería tenerlos lo más lejos posible. Le parecía una falta de respeto que le estuvieran pidiendo ayuda cuando ni siquiera tuvieron compasión por Jimin. Pretendían dejarlo morir con una marca no deseada y disfrutar de su dinero a su costa. Eso era lo que más le molestaba y que no dejaría pasar.

–Lo pensaremos y te avisaremos –se apresuró a responder el alfa, adivinando la intención de Jimin, que estaba escrita en todo su rostro.

–¿De verdad? ¡Muchas gracias! –sonrió Yoongi con entusiasmo, mostrando sus pequeños dientes y sus encías rosadas.

–Déjanos un teléfono de contacto y les llamaremos –dijo Jimin, ofreciéndole su celular para que registre su número. Yoongi así lo hizo y le devolvió el aparato, poniéndose en pie para irse. No quería presionar mucho los ánimos del alfa, que lucían bastante caldeados y confiaba en Jimin para que fuera su intermediario.

–¿Necesitas que te llevemos a tu casa? –ofreció el rubio mientras se dirigían a la puerta para despedirse.

–Oh, no se preocupen –negó Yoongi–. Tomar aire me haría bien y el transporte público está a tres cuadras. Estaré bien.

–De acuerdo. Cuídate mucho –le sonrió Jimin.

Yoongi se quedó ido por un instante, observando lo increíble que era aquella pareja. El pequeño omega era adorable y amable. Se notaba que era el tipo de persona con la que no podrías enojarte porque era muy dócil, complaciente. Le hubiese agradado conocerlo mejor bajo otras circunstancias porque había una aura especial alrededor de él que lo hacía relucir. Pocas personas eran así. Suponía que el alfa a su lado tenía mucho que ver.

La persona correcta podía sacar lo mejor de uno. Se notaba que Jungkook hacía feliz a Jimin y que no se separaban un solo segundo. Yoongi se alegraba de que esas dos almas se hubieran encontrado en el momento justo porque Jimin se merecía ser feliz con un alfa a su altura, no morir de tristeza en un nido vacío.

Jungkook sostenía de la cintura a su esposo, como resguardándolo. A pesar de llevar una amargada expresión en el rostro, se notaba muy sobreprotector. No podían culparlo por desconfiar de quienes utilizaron a su pareja.

Finalmente, Yoongi correspondió a la sonrisa de Jimin y se fue, más aliviado que cuando había llegado. Estaba seguro de que su petición no sería olvidada.

El matrimonio regresó a la sala, donde el omega se sentó en su mecedora a acariciar su barriga con amor.

–Ese omega está a punto de parir. ¿Te crees que va a hacer algo? No lo creo.

–No seas gruñón, Jungkook –le criticó el rubio–. Les conseguiremos algo que puedan hacer acorde a sus capacidades.

–Haz lo que quieras, pero ten un ojo encima de ellos. No confío en ninguno y tú tampoco deberías.

Jimin se limitó a sonreírle, con las mejillas encendidas. Sentía a sus cachorros pateándole y no le interesaba nada más que sentir a sus pequeños jugueteando dentro suyo. Ya arreglaría la forma de ayudar a Yoongi y Namjoon.

Como su esposo estaba a su lado con el ceño fruncido, se estiró hasta tomar su mano y guiarla hasta el centro de su cuerpo, donde sus cachorros se sacudían. Jungkook abrió grande los ojos. Bastó para quitarle de encima la mala cara.

El omega tenía el secreto para distraerlo y siempre echaba mano de él.

Ya solo queda un extra más 😍

-Neremet-

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