EXTRA 2
A Jimin no se le pasó desapercibida la expresión ceñuda de Jungkook, incluso le causó risa. A su pobre esposo le tocó dar de comer al pequeño Yeonjun, que no dejó de hacer berrinches porque no le gustaba el sabor del puré de zanahorias.
Contuvo una burlona sonrisa al ver la batalla que libraba su hijo, el cual terminó por deshacerse del problema al arrojar el recipiente con comida al otro lado de la habitación, salpicando de naranja el delicado piso de mármol.
–Me rindo –suspiró Jungkook, pasándose la mano por el abundante cabello largo. Después de media hora, fue vencido por la rabieta de un niño de un año.
El omega le infundió ánimos con la mirada. Se incorporó de su lugar en la mesa para atraer el rostro de su alfa a la altura del suyo y robó un beso de sus labios, sorprendiéndolo. Le pareció tierno que Jungkook se sonrojara por la pequeña muestra de cariño.
–Debes ser paciente con él. Huele la frustración y se aprovecha de eso –puntualizó Jimin.
Desfilando delante de su esposo, tomó otro platito plástico apto para bebés y lo llenó nuevamente con puré de zanahoria, agregándole esta vez algunos nuggets de pollo.
Como padre, sabía que a veces era difícil que los niños comieran de buena voluntad algo que no les gustaba, por lo que entonces tocaba negociar. Yeonjun ya estaba acostumbrado a la metodología de comer un bocado de feas zanahorias a cambio de otro de comida rica.
Jungkook gruñó de disgusto al ver que la estrategia de su omega era eficaz. Se cruzó de brazos y miró a su hijo con falsa molestia, cosa que divirtió al cachorro.
Su Yeonjun nació con el cabello oscuro y su misma mirada retadora. Apostaba a que sería un alfa, pues estando con omegas se doblegaba, mientras que se irritaba en compañía de alfas. Parecía que quería toda la atención de los omegas sobre él. Además, copió la nariz de bolita de Jimin, junto a los rojos y redondos labios de cereza, lo cual terminaba de convertirlo en el perfecto balance entre ambos padres.
Al alfa le movía el corazón ver a su precioso omega alimentando a su preciado cachorro. Jimin miraba a su primer hijo con ojos brillosos de adoración paternal. Le ponía orgulloso que fueran suyos, su pequeña familia, que en el futuro crecería y crecería.
Lo hablaron previamente y estuvieron de acuerdo en hacerse el tiempo para criar a sus pequeños entre medio de las responsabilidades laborales. Jimin apenas recuperó el control de los derechos de la empresa Park, los cuales Namjoon robó estado casados, y disfrutaba de ser un omega proveedor que brindaba soporte financiero a su familia. Compartía la carga con Jungkook, que se volvió un inversionista de la empresa.
Lo bueno de trabajar juntos era que podían verse durante algunas reuniones. El resto del tiempo, el omega trabajaba desde casa.
–Kookie, ¿te puedes encargar de lo del piso? –pidió Jimin, señalando el desparramo de comida.
Su esposo fue diligente y pronto limpió, dejando el mármol tan lustroso como antes, al mismo tiempo que su hijo acabó con su comida.
–¿A qué hora viene tu mamá? –preguntó Jungkook, ansioso.
Su celo estaba previsto para ese día, por lo que la señora Park, la madre de Jimin, se llevaría a Yeonjun para darles privacidad.
El alfa no estaba seguro de si el celo de Jimin ya se habría sincronizado con el suyo para ese entonces, pues no volvió a tener uno desde el nacimiento de su cachorro. Su cuerpo estaba volviendo a acostumbrarse tras el lío hormonal del embarazo y esperaba que existiera la posibilidad de preñarlo otra vez. La perspectiva de tener a su omega cargando más cachorros enloquecía a su lobo. Esperaba que esta vez fuera más que uno.
Antes de que Jimin le respondiera, se escuchó el sonido del timbre. Jungkook procedió a abrir, encontrándose cara a cara con su suegra, que fue respetuosa con las feromonas del alfa y sólo le estrechó la mano.
Para la señora Park no existía un hombre más dedicado a su omega que Jeon Jungkook.
Le estaba muy agradecida por consentir a su hijo, por guiarlo a través del escándalo del divorcio. Más aun por encargarse de recuperar los derechos de Jimin a su propia compañía. Debido a Jeon ya no le preocupaba que alguien tan despreciable se aprovechara del legado de su familia. Le debía mucho a ese sujeto tan atento, y pensó que ofrecerse a cuidar al cachorro empezaría a compensar su gratitud. Por supuesto que en el fondo deseaba tener más nietos, pero no quería abrumar a su hijo con sus deseos.
–¿Dónde anda mi Yeonjunnie? –dijo la señora Park, buscando a su nieto. Lo halló en la cocina, con su padre.
Jimin jugueteaba con los deditos de su bebé mientras lo mantenía alzado. Se percató de la presencia de su madre cuando Yeonjun hizo unos sonidos y alargó la mano hacia su abuela.
–¡Por la Luna! ¡Este niño no deja de crecer!
–Crecer es lo de menos. Desde que aprendió a caminar no se le puede sacar la vista de encima –se quejó Jimin, rodando los ojos.
Su criatura era un peligro y no podía dejarlo solo un segundo. Al menor descuido se metía en problemas. Lo peor era que ya ni siquiera estaba seguro en el corral, pues aprendió a escalar y salir de él. Así de inquieto era el cachorro, que no tenían idea de qué padre sacó tanta hiperactividad.
Jungkook apareció tras el umbral de la cocina, recostándose en el marco. Podía dar fe a las palabras del omega, pues era lo que más nervioso lo tenía. Jimin era muy sobreprotector con su hijo, y constantemente lo mimaba. Tenía curiosidad sobre si ese comportamiento se mantendría con sus futuros cachorros o si sólo era por ser padre primerizo.
Por otra parte, la señora Park no se demoró mucho en la casa. Notó la impaciencia de Jungkook, junto con una sutil brisa de potentes feromonas que perfumaron el aire. Cargó el bolso con los elementos indispensables para Yeonjun y se llevó al cachorro, despidiéndose de forma apresurada de los padres. No quería estar en medio si es que la bestia en celo aparecía con antelación, mucho menos iba a poner en peligro al cachorro.
Jungkook no pudo estar más contento de estar a solas con su pareja.
El calor empezó a repartirse por su cuerpo y sus sentidos se nublaron con deseo puro. Tenía a Jimin a un palmo de distancia, nervioso y más enfocado en lavar los trastes que quedaron sucios del almuerzo que en reparar en las necesidades de su alfa.
Se le acercó por detrás, emocionado por tocar aquello que le pertenecía. Cubrió el diminuto cuerpo con el suyo y ancló sus garras en la curvilínea cintura, tomando provecho de la proximidad para olfatear sobre la reluciente marca rosada que sus dientes crearon con amor.
Le encantaba la diferencia de altura que existía entre ellos. Le permitía cargarlo con suma facilidad de ser necesario. Jimin era ligero como una pluma para los fuertes músculos de un alfa dominante y no había forma de que pudiera sacarle ventaja.
–¿Estás muy entretenido con la vajilla? –se quejó en su oído. Acto seguido, lamió desde el cartílago hasta el lóbulo y se entretuvo mordisqueando este mientras sus manos tantearon sobre el vientre del omega, masajeando el sitio donde pondría a sus próximos cachorros.
Jimin ladeó la cabeza entre hondas exhalaciones, sometiéndose a la voluntad del lobo. Dejó caer dentro del fregadero el último plato que aseaba y llevó las manos enjabonadas a la nuca de Jungkook, guiando sus besos sobre la piel de su cuello. Su conciencia se balanceó suavemente, acariciada por el incremento de feromonas alfa que tanto extrañaba junto a las sensaciones que recibía a través del vínculo.
La pelvis de Jungkook se frotó sobre su culo, sacándole un gemido de satisfacción por la sensación de tener la polla erguida de su compañero contra su vulnerabilidad.
–Kookie, espera –protestó cuando las envestidas sobre la ropa se hicieron más intensas. Sus glándulas liberaron feromonas y la humedad lubricó su agujero, mojándole la ropa.
El contrario respondió con un refunfuño, más no acató su pedido. Por el contrario, sujetó su cabello con una fuerza moderada, al mismo tiempo que con la mano libre forcejeó con los botones de su pantalón.
Jimin intentó detenerle, asfixiado por estar encerrado entre el abrasador pecho del alfa y la encimera. ¿Qué tenía ese lobo con acorralarlo en la cocina? Recordó la situación similar en la que estuvieron durante su último celo y la perspectiva de obtener un resultado similar lo humedeció más.
–Kookie, por favor. Aquí no.
–Aquí, sí –contraatacó la voz áspera del lobo.
Liberó su cabello para concentrarse en bajarle los pantalones con todo y ropa interior, quitárselos por los tobillos con una pizca de brusquedad.
El omega no entendía cómo sentirse al respecto. Algo en el toque hambriento del alfa le hacía desear más de ese tipo de trato dominante. Estaba cansado de ser visto como un omega frágil. Quería demostrarle que podía aceptar las demandas de la parte autoritaria de su compañero y que no había peligro de salir herido.
Hizo el amago de girarse a enfrentarlo, más una mano pesada lo mantuvo en su sitio.
Se agarró del borde de la mesada para aguantar lo que se venía. El olor le indicó que Jungkook ya estaba más allá del retorno, y que era tarde intentar guiarlo al nido. Sería sometido ahí mismo.
–Estás resbaladizo, mi amor –señaló el alfa, arrodillado frente a su centro. Le masajeó las nalgas en círculos con las manos, abriendo y cerrando el esfínter que le llamaba con su penetrante olor.
Una garra trazó una línea vertical descendente desde sus caderas hasta su núcleo, hundiéndose apenas en su grieta para rescatar un poco de flujo transparente. Jimin gimió con un tono agudo, rodando los ojos. Se sentía sensible, con el calor comenzando desde su vientre y consumiendo sus órganos.
–Mierda, Kookie. El nido –intentó negociar una última vez.
Dos falanges penetraron su interior en una clara negativa a su petición. Jimin se retorció en un espasmo causado por la entrada y salida de esos dedos, que lo abrían por dentro cada vez más.
Fue un buen omega y no opuso resistencia a pesar del ardor inicial. ¿Cómo podría, si la mano experta de su esposo lo hacía delirar?
Jungkook fue más lejos.
Abrió las nalgas y hundió la lengua en el agujero de su esposo, gruñendo sobre su carne por el delicioso sabor del lubricante explotando en sus papilas gustativas. Jimin se arqueó tras liberar un agudo gemido. Eso le permitió a Jungkook mayor acceso, más espacio para saborear la entrada goteante de su destinado.
–Alfa, es demasiado –lloriqueó el rubio, teniendo problemas para mantenerse en pie. Hubiera terminado en el suelo de no ser por la lengua que lo empalaba y las robustas manos que lo mantenían anclado en su posición.
–Déjame fundirme en ti, omega –murmuró el alfa, relamiéndose los labios manchados de lubricante.
Tras una tímida afirmación de cabeza, se incorporó y arrancó la camisa de Jimin, la única prenda que tapaba la exquisita piel. Recién entonces deslizó sus garras por la blanca espalda dejando el rastro rojizo a su paso, lo que constituía su propia marca personal.
Se quitó la camisa por encima de la cabeza, demasiado excitado con la vista de su omega dispuesto como para perder tiempo. Desabotonó sus pantalones y los bajó a una altura que le permitió sacar su polla, erecta y goteante. La golpeó con morbo contra la hendidura de Jimin, que giró la cabeza para cruzar su mirada por encima del hombro.
Su delicioso esposo estaba ruborizado, con los belfos entreabiertos y los ojos nublados. Las feromonas le llamaban, instándolo a tomarle. Hacía tanto que no se pertenecían en carne y alma que la urgencia lo llevó a presionar la cabeza de su miembro en el interior lubricado del omega.
Pegó el pecho a la espalda curvilínea y escondió el rostro en la glándula de olor, empapándose de vainilla y crema a medida que cada centímetro de su virilidad traspasaba la leve resistencia de los anillos musculares. El cuerpo de Jimin tembló al sentirse vulnerado. Un abrazo férreo desde atrás le brindó la estabilidad que sus pies en punta no eran capaces de soportar.
–Espera, Kook. Estás... demasiado grande –sollozó el omega, clavando sus garritas en los musculosos brazos que le sostenían el vientre. Su interior estaba siendo ultrajado después de meses, era lógico que le costara acostumbrarse al principio.
–¿Te duele? –se detuvo Jungkook, aflojando su agarre para dejarle respirar.
–Un poco. Hazlo lento.
–Te dolerá más así. ¿Quieres que te ayude con los dedos y luego intente de nuevo?
El omega no supo qué contestar. Por un lado, no quería que Jungkook interrumpiera la penetración. Lo necesitaba para calmar la manifestación de su propio celo, que se hacía presente. Y, por otro, sentía que se desgarraría si seguía admitiendo su grosor.
–Hagamos algo –dijo el alfa, ante la indecisión de su pareja–. Si te sigue doliendo paramos, ¿de acuerdo?
Jimin asintió.
Con suavidad y sin abandonar la calidez del agujero omega, Jungkook acarició uno de los muslos del contrario. Le brindó soporte a sus caderas a medida que le ayudaba a levantar la pierna hasta apoyarla en la encimera.
Lo próximo que hizo fue tantearle el vientre bajo, dando con el pequeño falo. Lo encerró entre sus dedos y lo masturbó ligeramente, obteniendo un quejido de su esposo.
Sonrió al notar que su tensión disminuía. El omega se amoldó a su pecho y recostó el rostro en su hombro, intercambiando miradas de puro placer.
–¿Así está mejor?
–Sí, alfa –jadeó Jimin, a centímetros de su boca. Su esfínter iba cediendo, admitiendo la entrada del miembro, más profundo. Se permitió realizar círculos con las caderas, provocando al lobo.
Jungkook siguió estimulándolo, al punto en que Jimin le humedeció el falo con una ráfaga de lubricante. Entonces inició el vaivén, deslizándose dentro y fuera de él con la suavidad que le permitió el flujo espeso.
–Ah, te abres tanto para mí que me enloqueces –gruñó su instinto animal, golpeando con más ferocidad en el punto sensible de su compañero.
El omega no dejó de gemir, lleno de sensaciones placenteras por todo su cuerpo. La posición mantenía su hendidura abierta, recibiendo el incesante golpeteo de la polla directo en su próstata mientras que la mano del alfa seguía masturbándole el miembro. Estaba siendo consentido de la mejor forma posible y flotaba entre las nubes. Se consumió desde dentro, con el calor siendo aliviado por el alfa que tanto amaba.
Entonces se perdió entre los gruñidos de su destinado y el sonido del chocar de sus pieles. Su vientre se tensó, anunciando la estrepitosa culminación que se desató segundos después.
Fue como ser arrojado desde el vacío, con los sentidos apagándose por una milésima de fracción. Sólo pudo ser consciente de que sus músculos anales palpitaban alrededor de algo rígido, buscando anclarlo a él.
–Mi amor, no puedo más –resolló Jungkook, con los colmillos creciendo afilados en su boca. Fue empujado por las sensaciones que le transmitió el omega a través del vínculo y llegó a la cumbre de su placer.
Mordió el lugar exacto donde había dejado su marca anterior en el hombro de su pareja y enterró su nudo lo más que pudo entre las paredes que ondeaban a su alrededor, acabando dentro.
Un gruñido quemó su pecho, agitando su respiración. Lo invadió la conmoción de emociones. No podía distinguir dónde estaba la frontera entre lo que sentía Jimin y lo que estaba sintiendo él, pero le encantaba esa extraña fusión.
Bombeó débilmente el estrecho agujero, con las oleadas de esperma liberándose en el canal omega que no dejaba de ordeñarlo tras el orgasmo. Estaba feliz, tranquilo, con su lobo siendo aliviado por un breve lapso.
Retiró sus colmillos suavemente y lamió con dedicación la herida hasta cicatrizarla. Repartió besos alrededor de la inflamación, mimando esa porción de piel que significaba tanto para ambos, pues sellaba su compromiso de amor eterno hasta la siguiente vida.
–Cariño –llamó a Jimin.
El rostro ruborizado y empapado en lágrimas lo observó. Una sonrisa enamorada se extendió en la boca que no se cansaba nunca de besar, haciéndole entender que estaban bien.
–¿No duele el nudo? –preguntó.
Hacerle daño a su esposo de alguna forma lo aterraba. Por eso quería asegurarse de que se sintiera cómodo y que pudiera aguantar los pocos minutos que quedaban hasta que la hinchazón que los unía desapareciera.
–Estoy bien, alfa. No te preocupes.
Un enorme peso desapareció de los hombros de Jungkook. Se permitió besar como pudo la boca de Jimin, todavía botando su semilla en él.
–Te amo tanto. Estar contigo me llena de paz y felicidad –susurró sobre sus labios al finalizar el beso, tratando de controlar su acelerada respiración–. No puedo creer lo afortunado que soy de tenerte.
Jimin le sonrió, apaciguado.
De eso se trataba el matrimonio: de disfrutar los buenos momentos, de sentirse pleno en compañía de la persona correcta y de brindarse por entero al otro, con plena confianza. Ambos lo daban todo de sí. Eran apasionados, pacientes y afectuosos. Eso era lo que permitía que funcionaran tan bien, que se entendieran a la perfección.
–También te amo mucho, Kookie. Gracias por ser un verdadero alfa para mí. Y espero que me des más cachorros esta vez –respondió el omega con timidez, acariciándose el vientre.
–Ojalá que sí, mi amor –estuvo de acuerdo su esposo. Enredó su mano con la más pequeña y acarició con anhelo el bulto donde estaban fusionados en uno solo–. Sino, podemos volver a intentarlo hasta tener los suficientes.
Aquellas palabras tranquilizaron a Jimin, que aceptó un beso en su coronilla. La perspectiva de darle más cachorros a su alfa le emocionó tanto, que se olvidó por completo de la incómoda posición en la que estaban contra la encimera.
No era tan malo hacerlo fuera del nido de vez en cuando.
Hola, aparezco de nuevo a traerles un poco más de esta bonita historia, tal como me han pedido. Esta vez sí se viene una camada grande de cachorros y lo veremos en el próximo extra.
Les agradezco un montón por regalarle su apoyo a la historia y a los personajes. Siempre es una alegría para mí leer sus comentarios y ver sus votos. Me hacen sentir muy valorada, bellezas. Son lo mejor que tengo 💖💖
Por cierto, ¿les gustaría un extra más sobre qué pasó con Yoongi y Nam?
-Neremet-
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