EXTRA

La primavera iba mostrando poco a poco sus primeros indicios, con la llegada de brotes verdes en las copas de los árboles y diminutos manchones esmeralda entre las capas de nieve.

Dentro de la gran mansión de la familia Jeon, al abrigo de la ventolera matinal, Jimin admiraba el jardín de su propiedad. Se acariciaba el vientre, sentado en la mecedora que su alfa había comprado especialmente para él y su futuro cachorro.

Pasaron siete meses desde que conoció a Jeon Jungkook, su alfa destinado, durante una cena organizada por su esposo en ese entonces: Kim Namjoon. No podía creer cuánto cambió su vida tras ser marcado durante su celo.

Jungkook era un alfa perfecto. No sólo en lo que al físico se refería, sino al trato que le confería. Se preocupaba en exceso por su bienestar, estaba al pendiente de él y lo mimaba con todo el cariño y el amor que al omega le faltó durante su matrimonio anterior. Sentía que debía compensarlo de alguna manera por no estar allí cuando le necesitó, casi a punto de perderlo por una marca que no debería haber sido hecha por Namjoon.

Con el embarazo avanzado de Jimin, el instinto de protección del alfa se incrementó.

Namjoon ya no era una amenaza para ellos. Tras el altercado que tuvo con Jeon, le quedó claro que no tenía manera de ganar en una batalla legal y que no quería inmiscuir a su propio destinado en un caso que tocaría la infidelidad. Lo mejor que pudo hacer fue alejarse de ellos y firmar la petición de divorcio.

Pero las noticias llegaron a oído de los Kim con rapidez, los cuales, al enterarse de la falta cometida, tomaron la decisión de hacer a su hijo a un lado. En parte por respeto a los acuerdos empresariales que tenían con la familia Park y porque ya le advirtieron antes que tomarían cartas en el asunto si decidía continuar con la relación extramarital que tenía con un omega de baja casta. Fue así que Namjoon se quedó sin el apoyo financiero de los Kim y no le quedó más remedio que valerse por sí mismo.

Por su parte, Jimin estaba satisfecho con lo que tenía.

Se sentía realizado como omega al poder concebir un cachorro de su alfa. Lograría formar su propia familia, como tanto había querido y estaba seguro de que serían muy felices los tres juntos. Tenía un destinado que velaba por su esposo y su cría, le brindaba la seguridad que necesitaba, era un apoyo constante y lo mimaba cada vez que lo tenía cerca. Era justo lo que había soñado desde que tuvo su primer celo.

Ronroneó de gusto al ser calentado por los rayos del sol, con una franja de piel de su abdomen hinchado sobresaliendo entre sus pantalones ajustables y el sweater que tomó prestado de su alfa.

Le gustaba usar prendas de Jungkook. Sentía que su aroma se concentraba a su alrededor, se pegaba a su cuerpo, marcándolo. Era su único consuelo cuando lo tenía lejos y estaba ocupado en el trabajo.

Era eso o demandarle marcas de olor.

Le sorprendía lo mucho que su relación avanzó en tan poco tiempo. Se llevaban bien, no discutían y se la pasaban uno encima del otro sintiéndose íntimamente, a pesar del avanzado estado de gestación del omega. No tenían suficiente uno del otro desde que se probaron. Era como un frenesí de placer que se desataba tan pronto estaban a solas.

–Cariño, ¿no tienes frío? Está helando aquí dentro.

El omega se sorprendió al escuchar a su alfa entrando en la sala.

Verlo con un elegante traje amoldado a su cuerpo dominante era una visión a la que Jimin no podría acostumbrarse nunca. Lo hacía ver varonil y sexy. Era increíble que le perteneciera, en cuerpo y alma.

–Un poco –admitió el omega, ruborizándose por mirar más de la cuenta a su alfa.

No tuvo que decir más, pues Jungkook se aproximó a uno de los sillones y tomó una manta que descansaba en el posabrazos. La extendió sobre el regazo de Jimin, aprovechando para inclinarse y saludarlo con un beso dulce junto a una sutil caricia sobre su vientre.

El entrechocar de sus labios seguía sintiéndose como si fuera el primero. Cada roce los calentaba hasta el alma, llenándolos de amor. Sus lobos encontraron la forma perfecta de acoplarse y no podían estar separados uno del otro sin necesitar alguna demostración física de afecto.

–¿Cómo te sientes? ¿Qué tal está el bebé? –preguntó el alfa, acariciando con devoción el hogar de su cachorro. No podía estar más orgulloso de la familia y el esposo que se consiguió, a expensas de un desgraciado alfa que no supo cuidar lo que tenía.

–No deja de moverse. Y es peor cuando te escucha.

Afirmando esa observación, el vientre de Jimin se contrajo levemente tras ser pateado desde el interior. Jungkook lo sintió a través de su mano y sonrió, maravillado.

–Parece que está ansioso por conocerme –alardeó.

–También parece que será un gran futbolista.

La risa de Jimin iluminó la habitación. Para el alfa, se veía adorablemente tierno. Tenía un poco más de cachetes gracias al peso extra, cargaba a su cachorro y las hormonas tenían revolucionada su libido. ¿Existía algo más precioso que eso? Para Jungkook era lo más cercano al cielo.

–Esta mañana pasé por casa de tu madre –informó el alfa–. Tenía unas cosas y me pidió que te las entregara. Dijo que los encontró mientras hacía limpieza y quiso que los conservaras –sacando de detrás de su espalda una bolsa de arpillera de buen tamaño, se la extendió a su esposo.

Jimin tomó el obsequio y abrió la bolsa con mucha ilusión. Su sonrisa se acentuó al notar que se trataba de pequeños conjuntos de ropa para bebé. Eran todos tan diminutos, coloridos y bonitos, que no pudo evitar soltar una lágrima.

–¡Son tan pequeños! Míralos.

Fue mostrándole uno a uno los conjuntos a Jungkook, que se acuclilló frente a él para no perderse detalle de las expresiones de su omega. Su felicidad era contagiosa y su olor dulzón reconfortaba a su lobo, que ladraba feliz de tener a su compañero de vida contento.

–¿Te imaginas a nuestro bebé en uno de ellos? Será una cosita tan pequeñita. Ay, no puedo esperar a tenerlo en mis brazos, Kook.

–Tranquilo, cariño. Llegará cuando tenga que llegar. Estoy seguro de que no falta mucho.

–Pero Kookie, estoy muy ansioso.

–Lo sé. Debes tratar de relajarte mientras tanto para no lastimarlo –lo tranquilizó el alfa, sintiendo sus emociones a través del vínculo que compartían. Liberó algunas feromonas para mantenerlo en un estado adormilado.

Jimin deseaba ese cachorro. Quería tenerlo en sus brazos para poder presentárselo. El momento en el que un omega dejaba que su alfa sostuviera a su cría era muy importante. Ayudaba a crear los primeros lazos con el cachorro, dejándole que se acostumbrara a los dos aromas que lo acompañarían incondicionalmente.

Jungkook sabía que eso traía inquieto a su esposo. Jimin temía que su cachorro no fuera aceptado. Aún a pesar de los esfuerzos que hizo para brindarle seguridad, existía cierto recelo en el omega. La experiencia con Namjoon dejó a su lobo herido con una cicatriz emocional que Jungkook iba sanando de a pasitos.

Iban progresando, pero el miedo al rechazo siempre estaba, por más que el omega lo ocultara muy bien para no molestarlo.

Eso impulsaba sus demostraciones de amor. Quería a su omega y no lo dejaría ir a ningún lado. Estarían juntos hasta el final de sus días, y su lobo debía hacerse a la idea de que nada los separaría.

Bostezando, Jimin volvió a guardar las prendas de bebé de vuelta en la bolsa. Jungkook se encargó de dejarlas sobre la mesita de centro.

–¿Quieres descansar, Minnie? –inquirió el alfa, al ver las manitas del omega tallándose los ojos con cierta modorra.

Un asentimiento bastó para que cargara a su destinado, levantándolo de la silla como si no pesara nada. Jimin pasó sus bracitos tras la nuca contraria para sostenerse y hundió su nariz en la glándula de olor de Jungkook, sintiendo su esencia picando sobre su piel. Era lo que necesitaba para calmarse, sentir el aroma a chocolate amargo estampado sobre él.

La pareja llegó al dormitorio, donde en el centro de la habitación reinaba un nido desordenado, realizado sobre la cama matrimonial. Ambos habían ayudado a crearlo con sus ropas y olores.

El omega fue depositado en él con cuidado. Se hizo una bolita en un extremo, sosteniendo su vientre como si temiera que su cachorro fuera dañado. Jungkook se encargó de arroparlo bien y prometió que se encargaría del almuerzo, para que Jimin pudiera descansar.

Sin embargo, el omega se negó. Quería tener a su alfa cerca, así que no lo dejó irse.

La única forma en que se sosegó y durmió al fin, fue cuando Jungkook se abrazó a su cuerpo desde detrás. Le cantó una melodía suave al oído y enredó sus manos unidas sobre el estómago hinchado. El cachorro pateó sobre sus manos juntas, queriendo demostrarles que también estaba ahí.

La sensación de sentirse acompañados, de preocuparse por alguien más que no fueran ellos mismos, les hizo pensar que tener un hijo se estaba convirtiendo en un hecho. Se acercaba el gran momento y ellos esperaban estar preparados para encargarse de su cachorro.

Deseaban poder entregarle una familia compacta, inderrumbable, comprensiva y amorosa.

Porque Jimin y Jungkook ya no estaban solos. Esa cría sería el inicio de su gran manada y llevaría en alto el apellido Jeon. 

Como me pidieron un extra de esta historia, decidí continuarla. Casi me muero de sobredosis de ternura, quiero que lo sepan, pero son bien preciosos los dos 😍💖

Espero lo hayan disfrutado. Gracias por darle una oportunidad y regresar a leer. Les quiero! 💕

-Neremet-

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